Por. Carlos
Martínez García, México*
Es casi
universal la suposición que la Biblia siempre ha tenido capítulos y versículos.
Lo anterior es un error, porque a las Escrituras se le adicionaron las
herramientas mencionadas muchos siglos después de haber sido cerrado el canon.
Porciones de la Palabra fueron fijadas primero en piedra, como en el caso de
los Diez Mandamientos (Éxodo 31:18 y 32:15). Más tarde otras secciones quedaron
escritas en rollos de papiro o pergamino (Jeremías 36:1-2). El manuscrito
conocido más remoto que se conoce del Antiguo Testamento es de “la cautividad
babilónica en el 586 a. C. Está escrito sobre piel y en forma de rollo.[1]
ELPAPIRO Y EL PERGAMINO
El papiro
procedía de una planta del mismo nombre, que se producía en Egipto,
particularmente en el valle del Nilo. El uso más importante del papiro en
Egipto fue la de ser soporte de escritura. La fabricación de este soporte se
realizaba cortando solamente el tallo, se introducía primero en agua, después
se le quitaba la corteza verde y se cortaba en tiras de 25 mm de ancho. Las
tiras obtenidas se extendían en una superficie plana y se mojaban con agua del
Nilo, sobre esta capa se ponía otra en sentido transversal y uniéndolas
mediante presión se dejaban secar al sol. Se obtenía así una hoja compacta que
se aplanaba con un martillo, se pulía y alisaba con un instrumento de marfil,
después se cortaba para obtener hojas de un mismo formato, entre 12 y 13 cm de
largo y de 22 a 33 cm de alto, finalmente las hojas se envolvían con forma de
rollo y algunos se comercializaban.[2]
Durante el
tiempo que fueron escritas las distintas secciones del Nuevo Testamento continuaba
en uso escribir sobre rollos de papiro o pergamino. Este material se obtenía
tratando las pieles de animales como ovejas, cabras, terneras, corderos y
otros.[3] El pergamino debe su nombre a Pérgamo, el lugar donde se producían
pieles para usarse como materiales de escritura. El pergamino surgió como una
alternativa al papiro porque según Plinio el Viejo, el rey Tolomeo de Egipto,
queriendo mantener secreta la producción de papiros para favorecer a su propia
biblioteca de Alejandría, prohibió su exportación, lo que obligó a su rival,
Eumenes, soberano de Pérgamo, a encontrar un material nuevo para los libros de
su biblioteca. Si Plinio estaba en lo cierto, el edicto de Tolomeo llevó a la
invención del pergamino en Pérgamo en el siglo II a. C., aunque los primeros
ejemplares de los que tenemos noticia datan de un siglo antes.[4]
Fue en el
siglo III a. C. cuando el pergamino comenzó a ser preferido para fijar en él la
escritura de libros y otros documentos. Entre los judíos se usaban pieles,
aunque no necesariamente procedentes de Pérgamo, desde el siglo VI a. C. para
fijar sus escritos. Mientras los griegos y romanos prefirieron el uso de
papiros, los judíos optaron por los pergaminos, “los manuscritos hallados en
las cuevas de Qumrán son aquí preciosos testigos, presentándose la gran mayoría
de ellos en pergamino”.[5] Los “entre 850 y 900 manuscritos o fragmentos fueron
encontrados [en 1947] cerca de un wadi (un vado de un río) llamado Qumrán, a
unos 15 kilómetros al sur de Jericó […] diseminados en once cuevas. […] una
cuarta parte está formada por textos bíblicos”.[6]
Uno de los
rollos encontrados en Qumrán contenía el libro del profeta Isaías, ésta copia,
consideraron los expertos fue hecha en el siglo 1 d. C., y midió 25.4
centímetros de alto por 7 metros y 30 centímetros de largo. Por esto quien
realizó la copia debió usar un rollo casi del doble de largo de los usualmente
vendidos por quienes trabajaban las pieles hasta dejarlas listas para escribir
sobre ellas.[7] Cuando Jesús leyó una porción del profeta Isaías en la sinagoga
de Nazaret (Lucas 4:16-20), es altamente seguro que lo hizo en un rollo de
pergamino. Las sinagogas tenían un funcionario que era el “responsable por el
mantenimiento del edificio, los rollos, etc.”.[8] El custodio debía proteger
los rollos de las Escrituras a él confiados, tanto por su valor religioso como
por el económico, dado que era muy alto el precio a pagar para obtener una
copia de algún libro de lo que llamamos Antiguo Testamento.
EL CÓDICE
Los rollos
de pergamino fueron paulatinamente sustituidos por otro material, el cual
resultó de mejores cualidades para escribir en él, manejarlo y transportarlo:
el códice. Éste fue una innovación de origen romano: “Entre los latinos, la
palabra designaba un conjunto de tablillas que un bramante unía entre sí”.[9]
El códice estaba compuesto por hojas de papiro o pergamino y de cubiertas,
delantera y trasera, para proteger lo contenido entre ellas. Las cubiertas eran
de un material más grueso que las hojas, por ejemplo de madera. No es posible
fechar con certeza la elaboración de los primeros códices, sin embargo es
factible hacerse una idea de sus comienzos por la referencia que hace “Séneca
(muerto en el 65)” cuando menciona que “el nombre caudex se daba entre los
antiguos a un ensamblaje de varias tablillas”.[10] Las tablillas unidas por
cordeles, serían sustituidas por hojas dando origen al precursor de lo que
conocemos como libro.
El uso del
códice iba a extenderse a los dominios romanos. Cabe la probabilidad de que
algunos escritos primitivos cristianos hayan sido fijados en formato códice, o
en un antecedente del mismo. Si no fue así, sino que esos escritos circularon
en rollos, de todas maneras es posible afirmar que Pablo, por ejemplo, conocía
el nuevo soporte de escritura que comenzaba a sustituir los rollos de papiro o
pergamino. A la libreta de pergamino se daba el nombre de “membranae en latín y
después membranai en griego. Éste es precursor inmediato del verdadero códice.
Sin duda desde Roma su uso se difundió muy rápidamente, en el siglo I, hasta el
Próximo Oriente. Éstos son los ‘cuadernos de pergamino’, llamados precisamente
membranai, que Pablo de Tarso pide a Timoteo que le lleve”.[11] La solicitud se
localiza en 2 Timoteo 3:14. En el segundo siglo los cristianos fueron los
principales difusores del formato códice, lo usaron para dar a conocer tanto
copias de secciones de lo que sería el Nuevo Testamento como cartas de los
líderes de comunidades y/o discípulos de la primera y segunda generación cristiana.
Los escritos cristianos más antiguos que se han descubierto por arqueólogos del
siglo XX son ejemplares de códices de papiro.[12]
La porción
más antigua que se conserva del Nuevo Testamento es “el llamado papiro P52,
data aproximadamente del año 125, y contiene unos pocos versículos del capítulo
18 del Evangelio de Juan”.[13] Un dato es revelador de la preferencia cristiana
por el códice en lugar del rollo: “De los restos de libros griegos que pueden
ser fechados antes del tercer siglo [a. C.], más del 98 por ciento son rollos,
mientras que de los libros cristianos sobrevivientes del mismo periodo casi
todos son códices”.[14] Tal vez las abrumadoras evidencias arqueológicas del
uso cristiano de los códices fue lo que ha llevado a que algunos concluyan,
erróneamente, que el códice debe su invención a los cristianos. No ocurrió así,
lo que los cristianos hicieron fue potenciar un formato ya existente y, por
decirlo de alguna manera, lo hicieron universal.
LA IGLESIA PRIMITIVA
Las cartas
de Pablo fueron escritas en papiro.[15] El costo de producir cada una de ellas
incluía, además del papiro, la tinta y pago al secretario. Aunque es difícil
hacer una estimación precisa del costo de cada escrito en precios actuales, si
a cada componente necesario para producir una de las epístolas paulinas se le
valora en el salario laboral diario de aquellos tiempos, y se hace la
equivalencia con sus similar en nuestros días, el resultado es que, por
ejemplo, el costo de la Carta a los Colosenses sería de 502 dólares (en moneda
mexicana 6 mil 565 pesos).[16]
Entre los motivos para reunirse que tenían las comunidades cristianas, uno de ellos era escuchar la lectura que en voz alta hacía algún integrante de una sección de lo que vino a ser el Nuevo Testamento. El alto costo de los escritos hacía imposible que se poseyera individualmente una copia de los evangelios o epístolas neotestamentarias. Además, eran pocos quienes estaban capacitados para leer esos escritos. Al respecto un investigador estima que “no hay una respuesta definitiva acerca del nivel de alfabetización de los primeros cristianos, pero no debió ser muy diferente a la del resto de las sociedades en la Antigüedad: una minoría letrada, nunca superior a 10 por ciento”.[17] El códice favorecido por los cristianos terminó por transformarse en el formato preferido por la sociedad en general, de tal manera que “para el año 400, el rollo clásico se había abandonado casi por completo y la mayoría de los libros se producían como hojas agrupadas en un formato rectangular”.[18] En cuanto a la materia prima usada en los códices, “a partir del siglo IV, y hasta la aparición del papel en Italia ocho siglos después, el pergamino fue el material preferido en toda Europa para fabricar libros”.[19] La elaboración del papel fue originaria de China. Se atribuye su confección “al director de los talleres imperiales, Ts' ai Lun, [quien] al principio del siglo II d. de C. tuvo la idea de fabricar una especie de pasta delgada sacada de la corteza de la morena, del cáñamo y de material de desecho de tela o seda”.[20] El uso del papel se generalizó en Europa durante el siglo XII.
INTRODUCCIÓN DE CAPÍTULOS Y VERSÍCULOS
Entre los motivos para reunirse que tenían las comunidades cristianas, uno de ellos era escuchar la lectura que en voz alta hacía algún integrante de una sección de lo que vino a ser el Nuevo Testamento. El alto costo de los escritos hacía imposible que se poseyera individualmente una copia de los evangelios o epístolas neotestamentarias. Además, eran pocos quienes estaban capacitados para leer esos escritos. Al respecto un investigador estima que “no hay una respuesta definitiva acerca del nivel de alfabetización de los primeros cristianos, pero no debió ser muy diferente a la del resto de las sociedades en la Antigüedad: una minoría letrada, nunca superior a 10 por ciento”.[17] El códice favorecido por los cristianos terminó por transformarse en el formato preferido por la sociedad en general, de tal manera que “para el año 400, el rollo clásico se había abandonado casi por completo y la mayoría de los libros se producían como hojas agrupadas en un formato rectangular”.[18] En cuanto a la materia prima usada en los códices, “a partir del siglo IV, y hasta la aparición del papel en Italia ocho siglos después, el pergamino fue el material preferido en toda Europa para fabricar libros”.[19] La elaboración del papel fue originaria de China. Se atribuye su confección “al director de los talleres imperiales, Ts' ai Lun, [quien] al principio del siglo II d. de C. tuvo la idea de fabricar una especie de pasta delgada sacada de la corteza de la morena, del cáñamo y de material de desecho de tela o seda”.[20] El uso del papel se generalizó en Europa durante el siglo XII.
INTRODUCCIÓN DE CAPÍTULOS Y VERSÍCULOS
En el siglo
XIII los lectores y estudiosos de la Biblia tuvieron a su disposición una
herramienta que facilitó la localización y cita de pasajes del volumen. Stephen
Langton (1150/55-1228), arzobispo de Canterbury, introdujo los capítulos en las
Escrituras, que, “con pequeñas modificaciones, se siguen usando [en la
actualidad]”.[21] Durante siglos la Biblia fue reproducida por copistas en
largas jornadas de cuidadoso trabajo a mano. Fue así hasta la invención, o
perfección como aducen algunos, de la imprenta de tipos móviles por Johannes
Gutenberg “en algún momento de la década de 1440”.[22] A partir de entonces la
producción de libros experimentó un cambio revolucionario. El primer libro que
salió de la imprenta de Gutenberg fue la Biblia, una edición de la Vulgata
Latina traducida por San Jerónimo a fines del siglo IV d. C. Gutenberg inició
el magno proyecto de imprimir las Escrituras en “1449 o 1450. La composición
comenzó en 1552, y la impresión fue completada en 1456”.[23]
En 1516 es publicado por Erasmo de Rotterdam el Nuevo Testamento en griego. La lectura del mismo llevaría a Martín Lutero al descubrimiento de que “la justicia de Dios es un regalo para los pecadores”.[24] En el siglo XVI, con el movimiento iniciado por Lutero, la traducción de la Biblia a distintos idiomas tuvo un gran impulso por toda Europa.[25] El propio ex monje agustino se dio a la tarea de traducir el Nuevo Testamento al alemán, el que salió publicado en 1522, y toda la Biblia en 1534. Desde el siglo XIII habían sido añadidos los capítulos a la Biblia, como quedó consignado antes. En 1551 el impresor Robert Estienne, conocido como Stephanus, publicó una nueva edición del Nuevo Testamento griego de Erasmo, e incorporó los versículos.[26] Dos años después salió de la imprenta de Stephanus la Biblia traducida al francés, “la primera en usar la división de capítulos y versículos”.[27]
En 1516 es publicado por Erasmo de Rotterdam el Nuevo Testamento en griego. La lectura del mismo llevaría a Martín Lutero al descubrimiento de que “la justicia de Dios es un regalo para los pecadores”.[24] En el siglo XVI, con el movimiento iniciado por Lutero, la traducción de la Biblia a distintos idiomas tuvo un gran impulso por toda Europa.[25] El propio ex monje agustino se dio a la tarea de traducir el Nuevo Testamento al alemán, el que salió publicado en 1522, y toda la Biblia en 1534. Desde el siglo XIII habían sido añadidos los capítulos a la Biblia, como quedó consignado antes. En 1551 el impresor Robert Estienne, conocido como Stephanus, publicó una nueva edición del Nuevo Testamento griego de Erasmo, e incorporó los versículos.[26] Dos años después salió de la imprenta de Stephanus la Biblia traducida al francés, “la primera en usar la división de capítulos y versículos”.[27]
Continuará
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Referencias bibliográficas
(*)
Exposición presentada en el Centro de Estudios Anabautistas, en el programa
Diplomado en Biblia y Ministerio Cristiano, 13 de septiembre de 2014.
[1] Donald L. Brake, A Visual History of the
English Bible, Baker Books, Grand Rapids, 2008, p. 25.
[2] Del
rollo al códice miniado, DGSCA-UNAM, 1997-1999, p. 5.
[3] Ibíd.,
p. 11.
[4] Alberto
Manguel, Una historia de la lectura, Editorial Joaquín Mortiz, México, 2006, p.
141.
[5] André
Paul, La Biblia y Occidente. De la biblioteca de Alejandría a la cultura
europea, Editorial Verbo Divino, Navarra, España, 2008, p. 191.
[6] Edesio
Sánchez Cetina, “Los rollos del Mar Muerto”, en Edesio Sánchez Cetina (editor),
Descubre la Biblia II, Sociedades Bíblicas Unidas, Miami, 2006, p. 205.
[7] E. Randolph Richards, Paul and First-Century
Letter Writting. Secretaries, Composition and Collection, InterVarsity Press,
Downers Grove, Illinois, 2004, p. 51. [8] Craig S. Keener, Comentario del contexto cultural
de la Biblia: Nuevo Testamento, Editorial Mundo Hispano, El Paso, Texas, 2006,
p. 195.
[9] André Paul, op. cit., p. 193.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd., p. 194.
[12] Harry Y. Gamble, Books and Readers in the
Early Church. A History of Early Christian Texts, Yale University Press, New
Haven and London, 1995, p. 49.
[13] Néstor
O. Míguez, “Arqueología del Nuevo Testamento”, en Edesio Sánchez Cetina
(editor), op. cit., p. 194.
[14] Harry Y. Gamble, op. cit., p. 49.
[15] E. Randoph Richards, op. cit., p. 166.
[16] Ibíd.,
p. 169.
[17] Sergio
Pérez Cortés, La travesía de la escritura. De la cultura oral a la cultura
escrita, Taurus, México, 2006, p. 128.
[18] Alberto
Manguel, op. cit., p. 141.
[19] Ibíd.,
p. 140.
[20] Del
rollo al códice miniado, p. 12.
[21] F. L. Cross y E. A. Livingstone, The Oxford
Dictionary of the Christian Church, Oxford University Press, New York, p. 950.
[22] Alberto
Manguel, op. cit., p. 145.
[23] Alister McGrath, In the Beginning. The
Story of the King James Bible and How It Changed a Nation, a Language and a
Culture, Anchor Books, 2002, p. 15.
[24] Donald L. Brake, op. cit., p. 87.
[25] Carlos
Martínez García, “La Biblia de Lutero”, La Jornada, 6/V/2009, disponible en:
[26] Donald L. Brake, op. cit., p. 33.
[27] Alister McGrath, op. cit., p. 118; F. L.
Cross y E. A. Livingstone, op. cit., p. 1540.
Fuente: Protestantedigital, 2014.
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