Por. Manuel López*
Nos dejó Manuel López. Pasó a la presencia
de su Señor, y nuestro. Como sentido homenaje a una persona que dejó profunda
huella en nuestra revista -que era también suya-, volvemos a publicar un
artículo que escribió durante la Navidad del año 2012. ¡Manuel nunca te
olvidaremos!
Ahora toca dar gracias por su vida, y por su
aportación al protestantismo hispano, así como orar por María Rosa, su esposa,
y por sus hijos y nietos.
“¡Dime
cómo es tu Adviento y te diré la Navidad que esperas!”, leo en una web de
doctrina social cristiana. Qué bien… si no fuera porque ahí nos duele cuando
bajamos del arrebatamiento emocional de las alturas espirituales a la cruda
realidad de este valle de lágrimas.
A
ver. A uno de cada dos jóvenes españoles, desearle “Feliz Navidad” puede sonarle
a frase hueca, cuando no a broma pesada. No tener trabajo ni esperanza de
conseguirlo, tan solo la perspectiva de tener que salir del país a buscarse la
vida a saber dónde no parece panorama propicio para el goce del espíritu
navideño que estos días nos recuerdan a todas horas la musiquilla y los
estribillos de los villancicos.
Se
dice pronto, pero ahora mismo ya son 1,7 millones de familias las que tienen a
todos sus miembros en paro. Uno de cada cuatro españoles está en el desempleo:
seis millones sobre una población activa de 23 millones de ciudadanos en edad
laboral. 2.500 parados nuevos cada día.
“Los
mercados”, ya se sabe, tan contentos: la destrucción de empleo, acompañada de
los brutales recortes en educación, sanidad, servicios sociales, escalada de
subida de impuestos y tasas, corrupción, represión policial, etc., en un
escenario obsceno de orgía de la usura bancaria está siendo un “éxito” rotundo.
Mal
que pese en los despachos eclesiásticos, lo cierto es que “adviento” no es
palabra que esté de moda. “En algunas iglesias cristianas”, define el
Diccionario, “tiempo litúrgico de preparación de la Navidad, en las cuatro
semanas que la preceden”.
Muy
generosa definición, por cierto, pues así como está claro que adviento no es
voz familiar entre la ciudadanía laica, hemos de convenir que en el imaginario
de los creyentes cristianos el adviento se focaliza en el encendido de una
nueva vela en el culto del domingo y poco más. Terminado el culto, cada cual a
su casa y hasta el siguiente domingo.
Urge
-entre tantas otras cosas, pero esto es lo que toca ahora- reivindicar el
sentido del Adviento. En las iglesias -excepto en la tuya y la mía, que son
perfectas- el tiempo de Adviento va ligado a postales cursis con las consabidas
leyendas en obsoleta caligrafía de colegio de señoritas bien. La “celebración”
queda limitada a un acto rutinario en el orden de culto para el que tantas
veces el mayor interés que se pone es en que haya una caja de cerillas a mano,
ahora que cada vez fuma menos gente, por lo que raro es que alguien lleve un
mechero encima.
O
sea, que, exagerando un poco -o no tanto-, puede decirse que en no pocos casos
-hablo de las iglesias en general, insisto, no de la tuya y la mía, que, como
nadie ignora, son perfectas- el Adviento se queda en un punto digamos
protocolario del programa del “espectáculto” con el encendido de la
vela. Cuando, a eso de las 13:15 horas acaban en la acera las despedidas tras
el culto, la vela del Adviento ya ha sido apagada hasta la reedición del
trámite del encendido de las antiguas y la nueva vela en el culto del domingo
siguiente…
“San”
Lunes, y los siguientes santos días de la semana son teórico adviento en el
Diccionario. Adviento práctico, menos.
Dejé
dicho en mi Café para todos del número anterior -“Aburre
Calvino” (“…y Lutero”)- que tenía unos parrafillos medio redactados en
torno a la manipulación a mi juicio flagrantemente interesada, tan
pseudocalvinista como pseudoluterana, de conceptos manipulables como son la Fleissigkeit
y la Strenge. “Lo llaman laboriosidad y austeridad”, añadía, “pero no es
sino codicia e inmisericordia”.
En
mala hora mezclaron a Calvino y Lutero en esta ofensiva criminal contra
nosotros los europeos del Sur. Y en peor hora, si cabe, incautos y
desmemoriados creyentes van y se apresuran a hacer coro a los depredadores del
Estado del Bienestar que tan caro nos costó conseguir.
“Noche
de paz”… y justicia social
Tiempo
de paz, tiempo de amor…
Alegría, alegría, llega la Navidad. Es el tiempo de confraternizar, de
acordarse de las buenas obras los que tienen los posibles que no las
conciencias a salvo. Sentar un pobre a la mesa por Navidad molaba entre lo más
selecto y piadoso de la cristiana gente pudiente en épocas pasadas. Ahora,
imposible, con 200 nuevos parados cada hora.
Un
año más -salvo en tu iglesia y la mía, claro está- muy mucho me temo que siga
sin registrarse allá un gran entusiasmo por incluir en el orden de culto la
lectura del Magnificat de María:
Hizo
proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus
corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos… Lc. 1:51-53.
Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos… Lc. 1:51-53.
Los
poderes fácticos, ya se sabe, tan contentos con que iglesias, oenegés,
organizaciones caritativas y demás le hagan al Estado el trabajo sucio de
sustituir derechos por caridad.
El
debate de fondo latente caridad vs. Derechos sociales -el germen de una
“Operación Magnificat”- sigue estando ahí a la espera de que de una vez por
todas nos atrevamos a ponerlo sobre el tapete….
—-
Publicado
en la sección del autor “Café para todos”, El Eco Bautista, 4/2012.
Lupaprotestante, 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario