Por. Juan Stam, Costa Rica
Es posible usar
términos bíblicos, pero con sentido pagano. Eso pasa, por ejemplo, con los
términos "alma" y "espíritu", que se suelen interpretar
platónicamente en vez de bíblicamente. Ocurre también con el malentendido de
"profecía" y "cumplimiento" entre casi todos, incluso los
evangélicos. En nuestro tiempo, con una abundancia nunca igualada de profetas y
seudo-profetas, es urgente aclarar bien el sentido de estos dos términos. No es
fácil, ni mucho menos automático, poder entender los términos bíblicos en el
mismo sentido que sus autores. Con la palabra "iglesia", por ejemplo,
nadie de tiempos bíblicos hubiera pensado en un edificio, ni en una
organización ("Iglesia Bautista" o "Iglesia Metodísta")
sino mayormente en la asamblea como reunión, el acto de reunirse. Es obvio que
con las palabras "misionero" (extranjero) y "misión"
("La Misión Latinoamericana") pasa lo mismo. Este desafío tampoco se
cumple con superficiales referencias a los idiomas originales ("En griego
esta palabra significa..."). La tarea, más bien, es entrar en el mundo de
los autores bíblicos y comenzar a pensar junto con ellos, como ellos pensaban,
lo más que nos sea posible. Ese esfuerzo nos puede traer grandes sorpresas. Tal
es el caso con los términos "profecía" y "cumplimiento".
Veamos...
LA PROFECÍA
Si pregunto a cualquier grupo de personas hoy, "¿qué entienden
ustedes por profecía?", me darán la misma respuesta: profetizar es
predecir sucesos futuros. De hecho, eso ocurría entre los profetas bíblicos.
Dios conoce el futuro y puede revelarlo cuando él quiera. Pero entender eso
como el significado y la esencia del don profético, es más bien el concepto
pagano de la profecía, como la practicaban los famosos oráculos griegos, o
Nostradamus, el horóscopo y muchos adivinos hoy. Generalmente resulta ser
adivinación, que la Biblia condena, y no verdadera profecía. Para entender bien
la profecía, debemos comenzar con el testimonio bíblico. Abraham es la primera
persona que la Biblia llama "profeta" (Gén 20:7), no por predecir el
futuro (cosa que nunca hizo) sino porque podría interceder por Abimelec. El
fundador del profetismo, y prototipo para todo profeta después, hasta hoy, es
Moisés (Deut 18:15), pero él tampoco se dedicó a vaticinar el futuro. Moisés
fue profeta porque trajo al pueblo la Palabra de Dios, con todas sus
implicaciones y exigencias éticas. Aun el texto donde Moisés se llama profeta,
y que siglos después se entendía como profecía predictiva del Mesías, en su
contexto original es una amonestación contra la abominación de la adivinación
(Deut 18:9-15).
Los grandes profetas hebreos tampoco fueron profetas porque vaticinaban
sucesos futuro, sino porque exigían al pueblo una obediencia radical a la
voluntad de Dios. Su función era denunciar el pecado y la injusticia, llamar al
arrepentimiento, y anunciar la voluntad de Dios. En su brillante libro,
"La lectura eficaz de la Biblia" (Editorial Vida, 1985), Gordon Fee y
Douglas Stuart han confirmado este hecho demostrando que de los escritos
proféticos del Antiguo Testamento, no más de cinco por ciento tiene que ver con
cosas futuras, aunque sean a pocos años (caída de Samaria, de Asiria, de
Babilonia, etc). Además, apenas dos por ciento es mesiánico (o sea, llega hasta
Cristo) y menos de un por ciento puede considerarse aun futuro para nosotros
hoy. Y es justo mencionar que Fee y Stuart son evangélicos bíblicos, sin la
menor intención de negar lo predictivo.
Si sólo cinco por ciento de los escritos proféticos trataba del futuro,
¿de qué se trataba el otro 95 por ciento? Para saber, sólo hay que leerlos. Se
trataba del pecado y la injusticia social, económica y político. Se trataba de
la discriminación contra el pobre, el forastero, la viuda y el huérfano. Se
trataba de la hipocresía y la idolatría del sistema en que vivía Israel. De
hecho, la pequeña parte que es predictivo también llama a sus oyentes a
arrepentirse y hacer la voluntad de Dios. El futuro les interesa a los profetas
sólo en función del presente. El profeta no lo es porque vaticina el futuro, ni
deja de serlo si no vaticina nada. Amós no profetizó nada del futuro remoto,
más allá de la destrucción de Samaria por su corrupción e incumplimiento del
pacto. Amós pronunció una palabra tronadora contra Israel, Judá y las naciones
circunvecinas (Amós 1:3-2:6). Los profetas no siempre vaticinaban el futuro,
porque eso no era su tarea esencial, pero ningún profeta nunca se calló la voz
ante la injusticia. ¡Eso es ser profeta!
EL CUMPLIMIENTO
Entre un idioma y otro, los términos nunca son totalmente idénticos, sino
sólo son más o menos parecidas. Las palabras en cualquier lengua tienen muchos
significados interrelacionados que pocas veces se separan entre sí. Por
ejemplo, "cumplir" en castellano significa muchas cosas distintas:
cumplir la ley, cumplir con una promesa, cumplir años (o una sentencia en la
cárcel), pero en español "cumplir" no puede significar
"llenar" (un vaso de agua por ejemplo), que es el sentido básico de
sus equivalentes en hebreo (MaLaA) y griego (plêroô). El inglés
"fulfill" es un poco más parecido pero también muy diferente. Tanto en
hebreo como en griego, el significado básico para la idea de cumplimiento es
"llenar" o "rellenar". Según el concepto pagano, y también
la opinión común de nuestro tiempo, una profecía es el anuncio de un suceso
futuro, en forma clara y con detalles de tal forma que se podrá reconocer su
realización cuando ocurra, lo que sería su cumplimiento. Por ejemplo, si
vaticino que habrá un terremoto en Nueva York el 15 de mayo a la medianoche, y
efectivamente ocurre dicho terremoto precisamente a la medianoche, la profecía
"se cumplió". Si hay terremoto pero en otra hora u otro día, la
profecía no se cumplió o se quedaría en duda.
Aunque varios autores del Nuevo Testamento hablan del
"cumplimiento" de profecías, en un sentido parecido a este concepto
tradicional, un análisis más a fondo muestra que lo entendían de otra manera.
Podemos demostrar esto con un análisis del evangelio según San Mateo y del
libro de Apocalipsis. El autor del Nuevo Testamento que más apela a
"profecías cumplidas" es San Mateo, en su evangelización
especialmente de los judíos. Unas dieciséis veces Mateo afirma que alguna profecía
se había cumplido en Jesús (1:22; 2:5; 2:15; 2:17; 2:23; 3:3: 4:14; 8:17;
12:17; 13:14; 13:35: 15:7; 21:4; 24:15; 26:56: 27:9). Sin embargo, cuando
analizamos cada uno de esos versículos, surgen problemas muy serios. La gran
mayoría de las profecías citadas por Mateo no tiene nada de carácter predictivo
en su texto hebreo (Os 11:1; Jer 31:15; Isa 40:3; 53:4; 6:9; Sal 78:3; Isa
29:13; Zac 11:12-13). Si el texto original no tiene carácter predictivo, no
puede ser una "predicción" para "cumplirse" en el sentido
tradicional (no-bíblico). Un ejemplo claro es Jeremías 31:15 que, al describir
la marcha de los israelitas hacia el exilio, afirma en forma poética que Raquel
lamentó por ellos con llanto y lloro amarga. Curiosamente, el libro de Génesis
no dice que Raquel lloró antes de morir cuando dio a luz a Benjamín. Pero ni
Génesis ni en Jeremías da el menor sentido futuro o mesiánico a la frase. De
igual forma, Oseas 11:1 simplemente afirma el hecho bien conocido, que Dios
sacó a su pueblo de Egipto, pero no sugiere la menor proyección al futuro para
que valiera como predicción.
Mateo 2:23 alude a una profecía que Jesús "habría de ser llamado
nazareno", lo que "se cumplió" con el regreso de la sagrada
familia de Egipto para establecerse en la ciudad de Nazaret. Pero nadie ha
podido encontrar en el Antiguo Testamento tal predicción del lugar de
residencia del Mesías, y los esfuerzos por explicar lo que Mateo quería decir
con esta frase, quedan lejos de ser una predicción de esa índole. Aún en las
alusiones en Mateo que más parecen ser predicciones (1:22; 2:5; 12:17; 21:4),
Mateo cambia el texto original y lo interprete a espaldas del contexto
histórico, cosa que no se permite cuando se trata de predicciones. En fin,
ninguna de los 16 pasajes en Mateo puede considerarse una "predicción
cumplida" en el sentido tradicional. Dadas estas evidencias, sería fuerte
la tentación de concluir que San Mateo estaba seriamente equivocado, pero esa
conclusión sería más bien una equivocación seria. Más bien, los equivocados
somos nosotros cuando imponemos sobre este evangelio conceptos de
"profecía" y "cumplimiento" ajenos a su autor. Para Mateo,
como para los demás autores bíblicos, la "predicción del futuro" era
una parte mínima de la profecía, que consistía más bien en una Palabra de Dios
para el presente (aun cuando hable del futuro).
Y fiel al sentido de los verbos ""MaLaA" del hebreo y
"plêroô" del griego, entendían el "cumplimiento" como el
llenar una vieja Palabra de Dios con nuevo significado, para nuevas
circunstancias. Entendido así, las "profecías cumplidas"
(re-llenadas) de Mateo tienen un sentido convincente. Los hebreos lo llamaban
"midrash" o "pesher"; hoy lo llamamos
"relectura". Al analizar más al fondo el libro más profético (en el
sentido bíblico) del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, se hace evidente que
este autor tampoco pensaba en el esquema tradicional de predicción y
cumplimiento. Aunque Juan alude constantemente a los profetas hebreos, en
ningún momento afirma que las visiones suyas revelan algún
"cumplimiento" de ellas entendidas como si fueran predicciones. Es
más, cuando Juan menciona detalles de los escritos proféticos, se acostumbra
cambiar el texto original. El cabello blanco del Anciano de Días ahora aparece
sobre el Hijo del hombre (1:14); las cuatro bestias del mar de Daniel 7, en
Apocalipsis 13 se fusionan en una bestia con las características de las cuatro;
la promesa de Isaías 60:14, que los gentiles vendrían a postrarse ante los
judíos, se cambia a lo opuesto en Apocalipsis 3:9, donde los judíos vendrían a
arrodillarse ante los cristianos de Filadelfia. De hecho, una de las claves
para entender el Apocalipsis son los cambios que él hace con las profecías
anteriores.
Queda claro que en el Apocalipsis Juan no está pensando en el esquema
tradicional (pagano y moderno) de predicciones cumplidas, y también que no
escribió su libro con el propósito de vaticinar cosas futuras en sí y para sí,
sino para dar una llamada profética a la obediencia a la voluntad de Dios. Por
eso 1:3 promete bendición específicamente a los que guarden su profecía. La
hermenéutica contemporánea nos ha enseñado a ver el mensaje bíblico a partir de
los hilos temáticos de la historia de la salvación, como paradigmas que se
conjugan de nuevo con cada situación histórica (Mígúez Bonino, "La fe en
busca de eficacia"; Schökel, "Hermenéutica de la Palabra"). En
un sentido similar, se llama "hermenéutica tipológica", donde
"tipos" corresponden a los paradigmas ya mencionados (Daniélou, van
Rad, Zimmerli). Desde esa perspectiva, las "profecías cumplidas" de
Mateo tienen sentido y todo el Nuevo Testamento se entiende mejor. "Profecía"
es mucho más que predicción, y aun la profecía predictiva no consiste
básicamente en predicciones de sucesos futuros sino en paradigmas tipológicas
por los que Dios nos llama a la fidelidad.
Fuente: Protestante digital, 2015.
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