Ocurren
cosas que no tienen una explicación racional. Por caso, que los multimedios
informen sobre crímenes de lesa humanidad (1) según el área
geográfica donde ocurran.
Retrato
de Jeanne Marie Bouvier de la Motte Guyon (1648-1717).
Si un
atentado terrorista ocurre en Europa, durante varios días nos mostrarán fotos,
infografías, biografías y detalles hasta el cansancio. Pretenderán que leamos
las notas de repudio que llegarán de todos los sectores del quehacer diario,
hasta que nos hartemos.
Si un
hecho similar, aunque con un saldo más aterrador en vidas humanas y materiales,
tiene lugar en Asia o en África, nos llegará tipo telegrama. Además, deberemos
soportar a los entendidos que en modo académico nos dirán que esto pasa porque
hay noticias que no son negocio para la industria mediática.
¿A
eso redujimos la ‘racionalidad’ humana?
Este
artículo se basa en un escrito del siglo XVII. Su autora es una mujer. Para más
datos: una protestante. El detalle: fue redactado en la prisión donde la ICAR
la había confinado por hereje. Juana María de la Motte Guyon, pasó
a la historia como ‘Madame Guyón’. Uno de sus muy leídos escritos ‘Cómo
experimentar las profundidades de Jesucristo’ (2) llegó a mis manos
cuando yo era un adolescente.
No
puedo recordar de qué manera me benefició su lectura, allá y entonces. Sí puedo
decir que significa mucho para mí -y para cualquiera que se anime a leer esta u
otra de sus obras- en días en que la persecución, crueldad y muerte se
practican en nombre de un dios inexistente.
Son
mentes pervertidas que maltratan al prójimo que adora al Dios verdadero.
La
autora padeció como cristiana. Padecer, sufrir, ser molestados por creer en
Jesucristo es una realidad negada por tantos ‘autores contemporáneos de éxito’
que predican un evangelio a la medida del adicto al consumismo reinante.
En
tales apasionados mensajes no hay mención alguna a dolor o padecimiento sino al
“tú puedes alcanzar los sueños dorados y prosperar en todo aquello que te
propongas”.
Invito
pues a los lectores a leer este corto capítulo de un libro escrito desde el
sufrimiento cristiano de una mujer que vivió en épocas en las que el machismo
reinaba a sus anchas en nombre de la religión del Estado francés. Ella se
anticipó en más de medio siglo a la Revolución Francesa.
Leerlo
con la mente abierta y el corazón dispuesto será garantía de ser bendecidos;
como lo he sido yo primero.
Capítulo
7. Abandono y sufrimiento
Quisiera
seguir hablando con usted acerca del abandono, pero en este capítulo veamos
cómo dicha consagración le afecta cuando el sufrimiento viene a su vida.
Usted
debe ser paciente en todo el sufrimiento que Dios le envía. Si su amor por el Señor es puro, usted
lo amará tanto en el Calvario como en el monte Tabor. El Señor Jesús amaba a su
Padre en el monte Tabor donde se transfiguró, pero no lo amaba menos en el
Calvario donde fue crucificado. Entonces, ciertamente usted debe amar al Señor
con el mismo amor en el Calvario, porque fue allí donde Él hizo la mayor
demostración de su amor.
Hay
una posibilidad de que usted cometa un error en lo que concierne a su abandono
al Señor. Puede abandonarse al Señor con la esperanza y la expectativa de que
siempre habrá de ser mimado y amado por el Señor y bendecido espiritualmente
por Él.
Usted
que se ha entregado al Señor durante una temporada placentera, tenga a bien
tomar nota de esto: Si usted se ha entregado al Señor con el fin de ser
bendecido y ser amado, no puede volverse atrás repentinamente y volver a tomar
su vida en otra temporada... ¡cuando esté siendo crucificado!
Ni
tampoco encontrará alivio alguno de parte del hombre cuando usted haya sido
puesto en la cruz. Cualquier alivio que le viene cuando está experimentando la
cruz, le viene de parte del Señor. Debe aprender a amar la cruz. El que
no ama la cruz, no ama las cosas de Dios (3).
Es
imposible que usted ame verdaderamente al Señor sin amar la cruz. El creyente
que ama la cruz, encuentra dulces hasta las cosas más amargas que le
ocurren.
La
Biblia dice: “Al hambriento todo lo amargo es dulce.” (4)
¿Cuánto
desea usted anhelar a Dios? Anhelará a Dios, y lo hallará, en la misma
proporción en que anhele la cruz.
Aquí
está un verdadero principio espiritual que el Señor no desconocerá: Dios nos
da la cruz, y luego la cruz nos da a Dios.
Ahora
hemos salido del ámbito de un cierto tiempo apartado para orar; y hemos entrado
en un ámbito que implica toda la experiencia del creyente.
Sea
dicho aquí y ahora: Usted puede estar seguro de que habrá de venirle un
progreso espiritual interno, cuando haya también en su vida un verdadero
progreso en conocer la experiencia de la cruz.
El
abandono en Jesucristo y la experiencia de la cruz van de la mano.
¿Entonces,
cómo habrá de tratar el sufrimiento? O, para decirlo de otra manera, ¿cómo
responde usted a la obra de la cruz que el Señor realiza en su vida?
Usted
responde de esta manera. Tan pronto como algo viene a su vida en la forma de
sufrimiento, en ese mismo instante surgirá una resistencia natural en algún
lugar de su interior. Cuando ese momento viene, inmediatamente sométase a Dios.
Acepte el asunto.
En ese
momento entréguese a Él como sacrificio.
Haciendo
esto, eventualmente usted experimentará un maravilloso descubrimiento, que es
éste: Cuando la cruz llegue a su vida, la misma no será ni remotamente tan
onerosa como usted temía al principio. Recíbala como de parte de Dios, sin
importar lo que sea. De este modo la carga será mucho más ligera.
¿Por
qué la cruz es mucho más ligera cuando se la acepta así? Porque usted habrá
deseado la cruz, y se habrá acostumbrado a recibir todo de la mano del Señor. No tome en sentido erróneo estas
palabras.
No le
he descrito una forma de evadir la cruz. Aun cuando se abandone totalmente al
Señor y se resigne completamente al sufrimiento, eso no habrá de impedir que
sienta el peso de esa cruz.
Si
usted no ha sentido la cruz, entonces no ha sufrido. Sentir el dolor del
sufrimiento es una de las principales partes del sufrimiento. El dolor es un
inescapable aspecto de la cruz. Sin él, no ha habido cruz en absoluto.
El
sufrimiento se encuentra entretejido en la naturaleza misma de la cruz.
El
dolor está en el mismísimo centro de conocer el sufrimiento. Recuerde
usted que su Señor escogió padecer la más extrema violencia que la cruz podía
ofrecer.
A
veces usted puede llevar la cruz en debilidad; otras veces puede llevar la cruz
en fortaleza. Pero sea que la lleve en debilidad o en fortaleza, ¡llévela!
Tanto
la debilidad como la fortaleza deben ser lo mismo para nosotros, siendo así que
llevamos la cruz en la voluntad de Dios.
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Notas
Ilustración:
Retrato de Jeanne Marie Bouvier de la Motte Guyon (1648-1717). Creyente
francesa perseguida por la iglesia de la que nunca abdicó, la ICAR, fue tratada
de hereje y llevada a prisión donde pasó ocho años. A pesar de su posición
social no tuvo a menos soportar malos tratos por causa de Jesucristo, de quien
escribió en estilo místico.
01.
‘Leso’ significa agraviado, lastimado, ofendido; de allí que ‘crimen de lesa
humanidad’ aluda a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia,
injuria a la humanidad en su conjunto.
02. Originalmente
publicado en francés con el título: Le Moyen Court et Très Facile de Faire
Oraison (El nivel medio: Es muy fácil orar). Título en inglés: ‘Experiencing
the Depths of Jesus Christ ‘Publicado por SEEDSOWERS Christian Books Publishing
House, Sargent, Georgia Traducido al español por: Esteban A. Marosi.
03.
Mateo 16:23.
04.
Proverbios 27:7.
05.
Cita del autor:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es
fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:28-30)
Importante:
el autor ha adaptado el texto original y agregado las negritas para dar
énfasis.
Fuente:
Protestantedigital, 2016.
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