Por.
CLAUDIO GARRIDO SEPULVEDA, España
Por
siglos, el interrogante que titula esta reflexión ha despertado el interés
tanto de cristianos devotos como de críticos radicales del Nuevo Testamento. Sin duda, el atractivo de la pregunta
reside en que intuitivamente asumimos que la credibilidad de un relato, como
mínimo, depende de la cercanía con el hecho del que testifica.
Durante
el siglo XIX, por ejemplo, no era nada extraño hallar a eruditos de la talla de
Ferdinand Christian Baur abogando por una datación sumamente tardía de los
evangelios con argumentos basados en la dialéctica hegeliana. Pero hoy, gracias
a la evidencia textual, sería impensable datar los evangelios a partir de
presuposiciones filosóficas.
Sin
embargo, aun cuando desde la evidencia histórica y filológica es posible ubicar
los evangelios a pocas décadas de la crucifixión de Jesús, tales testimonios no
son necesariamente los más antiguos. Trabajos como Les premières confessions
de foi chrétiennes (1943) de Oscar Cullman marcaron un precedente en lo que
sería un despliegue de investigaciones en que comenzó a reconocerse el registro
de tradiciones orales incluso anteriores a los primeros escritos
neotestamentarios. Tal vez el caso más fascinante lo hallamos en 1 Corintios
15:3-7:
“Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y
después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de
los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo;
después a todos los apóstoles”.
Hay
amplio consenso en cuanto a que este texto sería un credo primitivo que habría
circulado a tan solo unos años de la ejecución de Jesús. Por lo mismo, este
parece ser el relato más antiguo sobre su muerte y resurrección.
El
análisis textual permite reconocer ciertas marcas lingüísticas que apuntan en
esta dirección. Primero, a modo de preludio, Pablo se vale de dos verbos
griegos paralambáno (“recibir”) y paradídomi (“entregar o
transmitir”) que evocan los términos hebreos especializados —qibbel min
y masar le, respectivamente— con que los rabíes se referían a la
transmisión de una tradición sagrada. El apóstol, entonces, comunica que, más
que haber redactado de su propia inventiva esta declaración, lo que está
haciendo es transmitir o reproducir una fuente antigua.
Segundo,
el empleo de frases como “por nuestros pecados”, “conforme a las Escrituras”,
“fue resucitado”, “al tercer día”, “apareció” (lit. “fue visto”) y “a los doce”
es un tanto ajeno al idiolecto de Pablo, es decir, hay un contraste de estilos
que no solo se asoma en relación con el contexto inmediato de la carta a los
Corintios, sino además en relación con el resto de los escritos paulinos.
Tercero,
lo más llamativo es que hay, en el credo, indicadores textuales que parecen
evocar moldes comunicativos arameos. Por ejemplo, la triple fórmula kai hoti
(“y que”) que era muy común en la literatura aramea y en la narrativa de la
Mishna hebrea, la repetición con carácter autoritativo de la frase
preposicional “conforme a las Escrituras” o la referencia a Pedro como “Cefas”,
nombre que es una transliteración al griego desde el arameo.
Por
lo mismo, los especialistas, casi sin importar su adscripción a facciones más
conservadoras o más liberales, tienden a coincidir en que Pablo está citando un
credo muy antiguo. Este consenso incluso se extiende a la atribución de una
fecha. La datación más verosímil que se ha propuesto es la primera década
después de la crucifixión.
La
mayoría considera que Pablo pudo haber aprendido este credo cuando “subió a
Jerusalén para ver a Pedro” (Gálatas 1:18), hecho que ocurrió tres
años después de su conversión. En este texto, el infinitivo griego historésai,
traducido como “para ver”, denota la idea de “investigar”, “examinar” u
“obtener conocimiento”, y sugiere que, en esta reunión, Pablo obtuvo
información de primera mano sobre Jesucristo.
A
partir del mismo relato de Gálatas, queda claro que el evangelio fue el tema de
conversación central en este encuentro en Jerusalén. Por lo mismo, habría sido
una instancia propicia para que Pablo se familiarizara con esta y
—presumiblemente— con otras tradiciones orales mediante las cuales los
discípulos mantenían activo el recuerdo de las enseñanzas del Maestro, de su
andar por la tierra, de su muerte y resurrección. Como apoyo adicional a esta
idea, no parece ser mera casualidad que los mismos dos hombres mencionados en
el credo estuvieran presentes en la reunión: Pedro y Jacobo, el hermano de
Jesús (Gálatas 1:19).
Esto
significa que, si se toma como punto de referencia el año 30 d.C. como fecha
probable para la muerte de Jesús, el credo pudo haber estado en plena
circulación en torno al año 33 d.C. En otras palabras, estamos frente a un
reporte que exhibe noticias de último minuto.
Aunque
hay diferentes perspectivas sobre la posible extensión original del credo, los
investigadores concuerdan en que abarca por lo menos los versículos 3 al 5. Si
consideramos solo estos versículos, podemos notar que el registro organiza el
contenido proposicional del evangelio aportando dos hechos objetivos y sus
evidencias: (1a) Jesús murió por el pecado, (1b) fue sepultado, (2a) resucitó
al tercer día y (2b) fue visto por muchos testigos, tanto individuales como
grupales.
Más
de una implicación hay en el hecho de que la fe cristiana, en sus líneas
fundamentales, es reconocible como tal desde apenas un par de años después de
la cruz. Cuando menos, desafía el recelo de quienes eluden el verismo que acompaña
los relatos de la muerte y resurrección del carpintero de Nazaret. Pero, por
supuesto, los cristianos no pretendemos fundar nuestra fe sobre la garantía de
una demostración transferible a un artículo académico. Simplemente, tras
escuchar las palabras del evangelio, hemos reconocido la voz de Aquel que no
necesita más que su poder para infundirnos vida en abundancia.
*Claudio
Garrido Sepúlveda – Doctorando en Fil. Española – Barcelona (España)
Fuente:
Protestantedigital, 2016.
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