Por.
Leopoldo Cervantes-Ortiz, México
Moltmann
ha seguido y sigue siendo protestante, pero su teología desborda los límites
confesionales, de manera que ha podido influir casi por igual en protestantes y
católicos (y casi más en los católicos). Una parte considerable de la teología
del último tercio del siglo XX habría sido impensable sin su influjo y su
palabra, sin su presencia y testimonio creyente.1 Xabier Pikaza
Reconocido
como uno de los mayores teólogos protestantes de la segunda mitad del siglo XX,
Jürgen Moltmann llega este 8 de abril a los 90 años de edad. Nacido en Hamburgo
en 1926 en el seno de una familia protestante bastante secularizada, según sus
palabras (su padre era masón), tuvo que alistarse en las Fuerzas Aéreas
Auxiliares y participó con el ejército terrestre en la Segunda Guerra Mundial
en 1944.
Al
año siguiente fue prisionero en Bélgica, donde presa de una fuerte falta de
esperanza en la cultura germana, un capellán estadunidense le obsequió un Nuevo
Testamento para que, más tarde, se adhiriera a un grupo cristiano. Recuerda
esos años con estas palabras: “Yo no encontré a Cristo, fue Él quien me
encontró a mí”. Llevado a Escocia, colaboró con otros prisioneros en tareas de
reconstrucción.
Allí
leyó su primer libro teológico: La naturaleza y el destino del hombre,
de Reinhold Niebuhr,
que le impactó profundamente. En uno de los campos donde estuvo preso, recuerda
Stepehen Brown, se llevaron a cabo programas educativos que contaron con la
visita de Willem Visser’t Hooft, secretario general del Consejo Mundial de
Iglesias (CMI), el cual estaba entonces en formación. “Las experiencias que
Moltmann tuvo de la iglesia comenzaron en el extranjero y desde el principio
fueron ecuménicas”, señala su biógrafo, Geiko Müller-Fahrenholz, “Por lo que
desde el principio este ecumenismo fue el sello de su teología”.2
De
nuevo en su ciudad natal, la que encontró en ruinas, reclamó el deber de la
teología de llegar a los supervivientes de su generación, con lo que siguió las
huellas de la Iglesia Confesante, la que se opuso a los dictados del nazismo
desde1934. Su frustración fue grande al notar que muchos deseaban enterrar
totalmente ese periodo. Luego de unirse a un movimiento de estudiantes
cristianos, en Göttinga, donde algunos profesores como Otto Weber (1902-1966) y
Hans Joachin Iwand, discípulos de Karl Barth, habían sido parte de esa Iglesia.
Luego de doctorarse en 1952, se ordenó ministro de la Iglesia Reformada.
Fue
pastor en Bremen-Wasserhorst y después se dedicó a la docencia y la reflexión en
Wuppertal y en la Universidad de Bonn (1963), para luego ejercer en Tubinga
(1967), donde trabajó hasta su jubilación en 1994, y en la que tuvo estrecho
contacto con Hans Küng, pues ambos laboraron en el Instituto de Teología
Ecuménica. Fue miembro de la Comisión de Fe y Constitución del CMI entre 1963 y
1983 y en 2000 ganó el Premio Grawemeyer por La venida de Dios: escatología
cristiana. Está casado con la también teóloga Elisabeth Wendel desde 1952,
con quien ha escrito un par de libros.
Entre
sus influencias destaca Ernst Bloch (quien lo inspiraría para escribir Teología
de la esperanza). Algunos de sus volúmenes son: Teología de la esperanza
(1968), Planificación y esperanza de futuro (1977), El Dios
crucificado (1972), Antropología cristiana en los conflictos del
presente (1974), Conversión al futuro (1974), La iglesia
en el poder del Espíritu (1975), El experimento esperanza (1976),
Trinidad y reino de Dios (1980), Un nuevo estilo de vida: sobre la
libertad, la alegría y el juego (1981), Diaconía en el horizonte del
Reino de Dios (1987), Dios en la creación (1987); Teología
política. Ética política (1987), La iglesia, fuerza del Espíritu (1989),
¿Qué es la teología hoy? (1992), El camino de Jesucristo (1993),
Hablar de Dios como mujer y como hombre (1995, con E. Wendel), Cristo
para nosotros hoy (1997), El Espíritu de la vida. Una pneumatología
integral (1998), El Espíritu Santo y la teología de la vida (2000),
En el fin el principio (2004), La venida de Dios. Escatología cristiana (Salamanca
2004), Pasión por Dios: una teología a dos voces (2007, con E. Wendel),
Ética de la esperanza (2011).
ürgen
Moltmann, uno de los mayores teólogos protestantes de la segunda mitad del
siglo XX.
Así
resume Xabier Pikaza la importancia de su trabajo: “Moltmann es uno de los
maestros de la teología dogmática contemporánea; ha contribuido a la renovación
del pensamiento protestante y ha ejercido una gran influencia sobre la teología
católica, en especial en Latinoamérica, por su compromiso al servicio de una
reflexión de una praxis abierta a la esperanza trascendente, pero comprometida
con el cambio social e histórico de los hombres, en línea de evangelio”.3 En todos sus libros se trasluce una
gran pasión teológica, “una forma de pensar provocadoramente excéntrica en la
cultura secularizada de la posmodernidad y por ello mismo muy actual, a pesar
de las apariencias”.4
Es
famosa su relación con la teología latinoamericana de la liberación desde los
años 70 del siglo pasado, cuando escribió una “Carta abierta” a José Míguez
Bonino, en la que reprochó abiertamente la escasa presencia de autores
latinoamericanos y externó duramente su opinión sobre algunas obras que
prácticamente lo descalificaban: “De Latinoamérica no ha llegado, hasta el
momento, una teología que como la japonesa o la africana replanteen los
intereses y el arte de pensar de los europeos Escuchamos fuertes críticas a la
teología occidental, pero en realidad, lo que en dichas críticas se nos ofrece
no es sino parte del pensamiento de Marx y Engels, como genuino descubrimiento
latinoamericano”.5 Antes, en la primavera de 1967,
presentó como ponencia “El cristianismo como religión de libertad”, verdadero
manifiesto sobre un tema que lo ocuparía intensamente.6
Desde
entonces, el diálogo con esta corriente le permitió abordar temas que no había
considerado e incluso participó en 1977 en un congreso en la Ciudad de México,
donde discutió directamente con teólogos como Hugo Assmann, Jorge Pixley,
Enrique Dussel, James Cone y Orlando Costas.7
Un
fruto no menor de ese intenso debate fue que dirigiría la tesis doctoral de
Reinerio Arce (hijo de Sergio Arce, teólogo y pastor cubano) sobre las
aportaciones religiosas presentes en la obra de José Martí, que publicaría más
tarde el Consejo Latinoamericano de Iglesias.8
Acerca
de ese contacto fecundo y mutuamente crítico, agrega Pikaza: “Moltmann es el
teólogo de la esperanza, entendida de forma receptiva y activa, como expresión
de una Palabra de Dios (que es promesa de futuro) y como principio impulsor de
una palabra humana, que ha de expresarse como protesta contra lo que existe y
como impulso de perdón y reconciliación futura.
Portada
del último libro de Jürgen Moltmann.
De
esa manera ha vinculado el mejor protestantismo (teología de la gracia) con el
impulso de la modernidad, que se ha expresado en los movimientos de liberación
de los siglos XIX y XX”.9 Circula mucho la leyenda que cuenta
que, en noviembre de 1989, cuando fueron asesinados varios profesores jesuitas
de la Universidad Centroamericana de El Salvador, un ejemplar de El Dios
crucificado terminó empapado de la sangre de Ignacio Ellacuría, teólogo de
la liberación también.
Una
de sus apariciones más recientes aconteció en el seminario de Princeton en
2015, adonde acudió a la Conferencia Anual sobre Karl Barth.10 En febrero pasado, el Consejo
Mundial de Iglesias lanzó The living God and the fullness of life (El
Dios viviente y la plenitud de la vida) y lo invitó a su sede en Ginebra a
presentarlo.11 El libro es una “una serie de
meditaciones sobre lo que significa vivir, pensar y esperar en la presencia del
amor de Dios con las que Moltmann […] reflexiona sobre los temas tratados en
sus obras durante su larga carrera teológica”.12
En
el libro, señala: “En los seres humanos, el conocimiento del ‘Dios viviente’
despierta sed y hambre de vida […] les hace sentirse insatisfechos con lo que
son y los impulsa a buscar un futuro en que entrará más vida en las vidas que
ya tienen”. Según Brown, la insistencia en esa insatisfacción que tiene la
mirada puesta en el futuro y se inspira de lo divino ha estado presente en la
teología de Moltmann desde la publicación de Teología de la esperanza en
1964.
Y
extrae una cita de ese libro: “El que espera en Cristo no puede conformarse ya
con la realidad dada, sino que comienza a sufrir a causa de ella, a
contradecirla. Paz con Dios significa discordia con el mundo, pues el aguijón
del futuro prometido punza implacablemente en la carne de todo presente no
cumplido”.
Ese
mensaje estuvo inscrito en la turbulenta década de 1960, marcada por el
surgimiento de grandes movimientos sociales, aunque, más de 50 años después,
sigue siendo de inspiración para muchos. Tal como sugiere la arzobispa Antje
Jackelén, de la Iglesia de Suecia, antigua alumna de Moltmann en la Universidad
de Tubinga: “El discurso de la esperanza, lo que se puede esperar y la manera
en que hablamos de la esperanza de forma realista son tan importantes en la
actualidad. Rara vez puede uno citar cosas que se escribieron hace 50 años”.
Ella ha escrito en Time and eternity (Tiempo y eternidad), una
valoración crítica de la obra de Moltmann.
Fuerte
impacto tuvo también su reflexión en la República Democrática Alemana, de lo
que da testimonio Heino Falcke, un teólogo que dedicó muchos años a promover
cambios en ese país:
“Para
mí y para mis amigos de la RDA la teología de Moltmann fue literalmente
reveladora, sobre todo teniendo en cuenta su enfoque contextual y su
conocimiento de la situación contemporánea. En los años 60, después de la
construcción del muro de Berlín, su obra nos animó, a pesar de todo, a
esforzarnos por lograr un socialismo abierto a la historia, capaz de cambiar y
de hacerse más humano.13 Sin embargo, como se lamentó el
propio Moltmann en Ginebra, después de 1989 los teólogos han centrado su
atención en la comunidad académica, pero la teología cristiana, agregó, “debe
mantener unidas a las comunidades cristiana, pública y académica como una
función del reino de Dios que todo lo abarca”.
Fuente:
Protestantedigital, 2016.
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