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jueves, 21 de abril de 2016

La mujer, el niño y el dragón



Por. Juan Stam, Costa Rica
El capítulo doce del Apocalipsis presenta una narrativa sumamente dramática de una lucha desigual entre una mujer encinta y un feroz dragón con hambre. Es la historia de una mujer acosada por las fuerzas de maldad en su más extrema realidad.
Comienza con dos "señales en el cielo", lo que nos avisa de antemano que el relato será simbólico, con significado trascendental y arquetípico.
Para este ensayo, nos interesan los versículos 1-6: 1Apareció en el cielo una señal maravillosa: una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. 2Estaba encinta y gritaba por los dolores y angustias del parto. 3Y apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo encendido que tenía siete cabezas y diez cuernos, y una diadema en cada cabeza. 4Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto como naciera. 5Ella dio a luz un hijo varón que gobernará a todas las naciones con cetro de hierro. Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios y hasta su trono. 6Y la mujer huyó al desierto, a un lugar que Dios le había preparado para que allí la sustentaran durante mil doscientos sesenta días.
El Apocalipsis bien podría haber terminado con la séptima trompeta, en que "el reino de este mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo" (11:15) y "ha llegado tu castigo, el momento para juzgar a los muertos" (11:18).
Los once primeros capítulos del Apocalipsis hubieran constituido un mensaje muy coherente y completo, con su clímax en la séptima trompeta. Del doce en adelante, Juan vuelve a contar lo que es básicamente la misma historia desde un ángulo muy distinto.
En el interludio entre la sexta trompeta y la séptima, Dios renueva la vocación profética de Juan, pero ahora, a diferencia de la primera mitad del libro, Dios le llama a profetizar "sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10:11). Ese mandato, Juan lo cumple en la segunda mitad de su libro.
La fórmula cuatropartita de 10:11 es muy típica en Apocalipsis [1] pero casi siempre aparece distinta, y sólo en 10:11 incluye "reyes" (en lugar de "tribus").[2] Ese hecho, que no puede ser casual, intensifica notablemente la concentración política de la vocación de Juan para el resto del libro, y es precisamente lo que procede a hacer: denuncia, sin ambages ni pelos en la lengua, al imperio romano y a sus emperadores.[3] Sin esa clave política, anunciada ya en 10:11, es imposible entender bien los capítulos 12-22.
Podemos identificar en los capítulos 12-19 por lo menos cuatro temas y propósitos de este macro-bloque textual: ofrecer un análisis y una crítica proféticos de la política de su época; articular una teología de toda la historia humana como lucha entre Dios y el diablo, desde la creación del mundo (Génesis 3:15) hasta la nueva creación; explicar el porqué de la persecución de los fieles cuando sabemos que Cristo ya venció y el diablo está derrotado; y finalmente, infundir esperanza por insistir una y otra vez en el triunfo final del reino de Dios.
En ese contexto, el relato del parto de la mujer es la introducción a todo el resto del libro y la clave central a su sentido y mensaje.
En la narración de 12:1-6, 13-16[4] figuran tres personalidades centrales: la mujer, el dragón y el niño.
El texto dice explícitamente que el dragón representa al diablo, la antigua serpiente (12:9-10), y la alusión al Salmo 2, que a la época se interpretaba mesiánicamente (12:5), nos permite entender que el niño es Jesús.
El significado simbólico de la mujer es más complicado y muy discutido.
La mejor conclusión es que el simbolismo de ella funciona en varios niveles. En el nivel fundamental ella es Eva, la mujer de Génesis 3:15 cuya prole luchará en dura lid contra la serpiente, lo cual es precisamente lo que ocurre en este capítulo del último libro de las escrituras. Ella representa también a Israel, o más exáctamente a Sión, la parturienta que engendra al Mesías (Isa 26:15-18; Jer 4:31; Miq 4:9-10).[5] Bien puede representar a María, también, como madre biológica de Jesús, pero una María que grita con dolores de parto (12:2) y tiene otros hijos (12:7). Por otra parte, después de la ascensión del niño a su trono (12:5), la mujer se transforma en símbolo de la iglesia perseguida (12:6,13-17).[6]
Aunque el dragón se presenta en este pasaje como feroz y muy temible, devorador de niños, de hecho nada le va bien. Espera, con el agua en la boca, el nacimiento del niño (su rival), pero el niño apenas nace y es arrebatado al cielo; en vez de terminar dentro del estómago del malvado dragón, el niño termina sentado en el trono del universo (12:5).
A continuación sigue una batalla en el cielo[7], en la cual Miguel le da al dragón "la madre de todas las derrotas" y lo lanza violentamente a la tierra (12:9-10). ¡Segundo fracaso!
Entonces intenta vengarse con la mujer, la madre del niño, pero a ella le salen alas y va volando a un lugar de refugio (12:13-14). ¡Derrotado otra vez! En seguida vomita un gran chorro de veneno diabólico,[8] pero la tierra misma "abrió su boca" y se tragó ese amenazante río.
Ahora, totalmente frustrado y furioso, el diablo determina una nueva estrategia para atacar a los demás hijos de la mujer (cristianos contemporáneos del libro) por medio de las dos bestias (Ap 13; en primer término, el imperio romano y el sistema de idolatría imperialista).
Cuando este relato se lee en ese contexto histórico, es imposible no reconocer que tiene mucho significado para nuestra vida, ahora que vivimos bajo otro imperialismo unipolar mundial. También, en la forma de expresarse que tiene Juan, podemos percibir ciertos principios y presupuestos con un mensaje hoy en cuanto a las mujeres en nuestro mundo moderno, y específicamente las mujeres de América Latina.[9] A eso queremos dedicar el resto de este ensayo.
NOTAS AL PIE
[1] La fórmula ocurre en 5:9; 7:9; 11:9; 13:7; 14:6; 17:15.
[2] Stam Apocalipsis Tomo II, 281-282: El libro de Daniel repite ocho veces una fórmula similar pero tripartita, siempre en la misma orden (pueblos, naciones, y lenguas: Dn 3:4,7,29; 4:1; 5:19; 6:25; 7:14; cf. Jdt 3:8), derivada evidentemente de la terminología del imperio persa. Juan lo cambia en fórmula cuádruple, probablemente porque el número cuatro simboliza al mundo entero. Este origen en la terminología del gobierno persa explica también la inclusión de “lenguas”, ya que era un imperio plurilingüe. El Apocalipsis incluye "lenguas" en la fórmula, aunque Juan nunca profetizó sobre ningún grupo lingüístico. Los decretos persas naturalmente incluyen “todos” con la fórmula (excepto Dn 3:4); en otros contexto y con otro sentido, Ezequiel habla más bien de “muchos pueblos” (Ez 3:6). En el Apocalipsis, 10:11 tenemos la única vez que la fórmula dice “muchos”.
[3] Ibid: En las profecías con que Juan cumple esta renovada comisión profética, hablará específicamente de siete emperadores romanos junto con un octavo (17:10-11), ademas de “los reyes de la tierra” en general (16:14; 17:2; 17:18; 18:3,9; 19:19; cf. 21:24), “los reyes del oriente” (16:12) y otros diez reyes (los cuernos de la bestia, 17:12), aparentemente aliados y súbditos del gobierno imperial. Anunciará también dos "guerras mundiales", el Armagedón (14:20; 16:16; 19:11-21) y el ataque abortivo de Gog y Magog (20:8-10). Nada de esto es de fácil interpretación, pero es claro que en su conjunto constituye un mensaje profético sobre reyes y reinos de ayer, hoy y mañana.
[4] Por razones de espacio omitimos el episodio de 12:7-12; ver Foulkes 1989:137-138; Richard 1994:128-130; Caird 1962:31-33; y también la extensa exposición en Stam, Tomo IV, al salir pronto (2006).
[5] A diferencia de este pasaje, el Antiguo Testamento, aunque describe a Israel como encinta y con los dolores de su parto, nunca lo describe con las glorias celestiales de Apocalipsis 12:1-2 ni los simbolismos astrales, lo cual hubiera sido muy ofensivo para la mentalidad hebrea.
[6] Ni Israel ni María fueron perseguidos de la forma descrita en este texto, por lo que tiene que señalar a la iglesia. De todas maneras, sólo esa interpretación de la última fase del simbolismo de la mujer cuadra con el tema y el propósito del pasaje, de interpretar teológicamente la persecución de los creyentes.
[7] Una posible interpretación de 12:7 es que el dragón persiguió al niño con intención de secuestrarlo, pero no lo logra.
[8] El texto no dice que fue veneno, pero ¿qué otra cosa podría salir de esa boca? (12:15; cf. 16:13).

Fuente: Protestantedigital, 2016.
Latinoamérica, Mujer, Apocalipsis, Juan Stam.

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