Por. Carlos Martínez García, México
Anneken llevaba en brazos a su pequeño hijo
cuando era conducida a la pena de muerte. El bebé, de nombre Isaías, tenía
quince meses de edad. Su madre caminaba con firmeza, sabía que sería ahogada, y
su preocupación era la vida y el futuro de Isaías.
Anneken y su esposo Arent recibieron el bautismo de
creyentes en 1535. Al año siguiente salieron de Holanda, su destino fue
Inglaterra, donde la pareja esperaba encontrar mejores condiciones para
practicar sus creencias anabautistas. A la muerte de su marido, en 1538, Anneken
regresó a Róterdam, “volvió a casa para organizar sus negocios. Era una mujer
acaudalada” (John S. Oyer y Robert S. Kreider, Espejo de los mártires:
historias de inspiración y coraje, Ediciones Clara-Semilla,
Bogotá-Guatemala, 1997, p. 38).
Por haber sido escuchada en público cantar un himno
propio de los disidentes religiosos, en diciembre de 1538 Anneken fue
encarcelada y por casi dos meses Isaías compartió con ella las duras
condiciones de la prisión. Quienes la juzgaron tomaron rápido la decisión de
condenarla a muerte. La pena fue cumplida el 24 de enero de 1539, en
Róterdam.
En los días finales de su encarcelamiento Anneken
escribió su testamento a Isaías. En la pieza es evidente el conocimiento que
tenía de la Biblia y la fortaleza de sus convicciones anabautistas.
Prácticamente al otro día de ser ejecutada mediante ahogamiento, el testamento
de Anneken comenzó a circular entre los perseguidos círculos anabautistas, que
se reunían secretamente y en lugares distintos para no ser apresados por sus perseguidores.
El testamento de Anneken fue incluido en un libro publicado en holandés (Het
Offer des Heeren, El sacrificio del Señor) el año de 1562.
El escrito de Anneken también fue compilado por
Thieleman van Braght, líder y escritor menonita, en voluminosa obra publicada
en 1660 y de largo título que pasó a ser conocida como El espejo de los
mártires. La versión en inglés está disponible en el siguiente vínculo. La segunda edición
del Espejo comenzó a circular en 1685, con 104 grabados del artista
menonita Jan Luyken. En uno de esos grabados se representa a Anneken Jans rumbo
al martirio. En castellano el testamento está recogido por John H. Yoder, Textos
escogidos de la Reforma radical, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976,
pp. 338-341. Una edición reciente de este libro está
disponible en línea. A continuación reproduzco el conmovedor documento:
“Isaías, recibe tu testamento: Oye, hijo mío, la
instrucción de tu madre; abre tus oídos para oír las palabras de mi boca
(Proverbios1:8). Hoy yo voy por el camino por el cual pasaron los profetas, los
apóstoles y los mártires, y beberé de la copa que todos ellos bebieron (Mateo
20:23). Yo voy por el camino por el cual pasó Cristo Jesús, ese Verbo divino,
lleno de gracia y verdad, el Pastor de las ovejas, que es la vida. Él mismo
caminó por esta senda, y no por otra, y tuvo que beber de esta copa, como dijo:
“Tengo que beber de esa copa y ser bautizado con ese bautismo; y ¡cómo me
angustio hasta que se cumpla!” Habiendo pasado por allí, llama a sus ovejas, y
sus ovejas oyen su voz y le siguen dondequiera que él vaya. Éste es el camino a
la fuente verdadera (Juan 10:27; 4:14). Por esta senda caminaron los del real
sacerdocio que salieron de las tinieblas a su luz admirable y entraron en
siglos de la eternidad; y tuvieron que beber de esta copa (1 Pedro 2:9).
Por este camino pasaron los muertos que están bajo
el altar, que claman diciendo: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se
les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que
descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus
consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos”
(Apocalipsis 6:9–11). Éstos también bebieron de la copa, y han partido para
gozar el eterno descanso del Señor. Por aquí también caminaron los veinticuatro
ancianos que están alrededor del trono
de Dios, que echan sus coronas y arpas ante el
trono del Cordero, y se postran ante él y dicen: Señor, sólo tú eres digno de
recibir la gloria y la honra y el poder; que vengarás la sangre de tus siervos
y ministros, y ganarás la victoria. Engrandecido sea tu nombre, todopoderoso,
que eras, eres, y serás (Apocalipsis 4:8, 10–11).
Por este camino pasaron también aquellos que eran
marcados por el Señor, y recibieron la señal en la frente (Ezequiel 9.6); que
fueron escogidos de entre todas las naciones, que no se contaminaron con
mujeres (entiende eso), y siguen al Cordero por dondequiera que él va
(Apocalipsis 14:4).
Todos estos tuvieron que beber de la copa amarga, y
así lo tendrán que hacer todos aquellos que quieren completar el número y ser
parte del cumplimiento de Sion, la novia del Cordero, que es la nueva Jerusalén
que desciende del cielo (Apocalipsis 21:2), esa ciudad y ese trono de Dios
donde se verá la gloria del gran Rey, cuando se celebre la fiesta de los
tabernáculos en los días de eterno gozo y descanso (Zacarías 14:16).
Ninguno de éstos pudo lograr esto sin primero
sufrir juicio y castigo en la carne. Pues Cristo Jesús, la eterna verdad, fue
el primero, pues dice que él fue el Cordero que fue inmolado desde el principio
del mundo (Apocalipsis 13:8). Y Pablo dice que le agradó al Padre llamar,
elegir y justificar a todos los que él predestinó desde la eternidad, y les
transformó según la imagen de su Hijo (Romanos 8.29–30). Nuestro bendito
Salvador también dice: “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más
que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su
señor” (Mateo10:24–25). También Pedro dice: “Porque es tiempo de que el juicio
comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el
fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo con
dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador?” (1 Pedro
4:17–18). Lee también Proverbios 11.31: ‘Ciertamente el justo será recompensado
en la tierra; ¡cuánto más el impío y el pecador!’ Con esto puedes ver, hijo
mío, que nadie puede llegar a la vida, excepto por este camino. Por eso, entra
por la puerta estrecha, recibe el castigo e instrucción del Señor, carga con su
yugo y llévalo con gozo desde tu juventud, con acción de gracias, regocijo y
honor. Pues el Señor castiga a todo hijo que acepta y recibe (Hebreos 12:6).
Pablo sigue diciendo: ‘Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han
sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos’. Y no recibirán la
herencia de los hijos de Dios.
Si tú, pues, deseas entrar en el cielo y en la
herencia de los santos, ciñe tus lomos, y sigue en pos de ellos; escudriña las
Escrituras, y ellas te mostrarán el camino que ellos tomaron (Juan 5:39). El
ángel que habló con el profeta dijo: ‘Existe el caso de una ciudad edificada y
situada en un buen lugar, y llena de todo lo mejor. Pero la entrada a ella es
angosta, y está ubicada de tal forma que sería muy fácil caerse de ella, pues
al lado derecho hay un fuego, y a su izquierda, agua muy profunda. Y el único
sendero para entrar pasa por en medio del agua y del fuego, y es tan angosto
que sólo un hombre puede pasar a la vez. Si esta ciudad le fuera dada a un
hombre como herencia, y si nunca pasara el peligro que hay en la entrada, ¿cómo
pudiera recibir esta herencia?’ (2 Esdras 7:6–9).
Fíjate, hijo mío, que este camino no tiene desvíos;
no existen en este camino pequeños senderos curvos; el que se aparta a la
derecha o a la izquierda, hereda la muerte. Éste es el camino que muy pocos
hallan, y aun menos caminan por él. Porque hay quienes perciben que éste es el
camino a la vida, pero les es demasiado difícil; la carne no quiere sufrir
tanto.
Por eso, hijo mío, no les prestes atención a las
multitudes, ni camines en sus caminos. Apártate de sus caminos, pues ellos van
rumbo al infierno, como la oveja al matadero. Como dice Isaías: ‘Por eso
ensanchó su interior el Seol, y sin medida extendió su boca; y allá descenderá
la gloria de ellos, y su multitud’ (Isaías 5:14). ‘Porque aquel no es pueblo de
entendimiento; por tanto, su Hacedor no tendrá de él misericordia’ (Isaías
27:11). Pero dónde tú oyes hablar de una manada pobre y humilde (Lucas 12:32)
que el mundo desprecia y rechaza, únete a ellos. Porque donde tú oyes hablar de
la cruz, allí está Cristo; no te apartes de allí. Huye de la oscuridad de este
mundo; únete a Dios. Teme sólo a él, guarda sus mandamientos, observa y cumple
todos sus mandatos. Escríbelos sobre la tabla de tu corazón, átalos a tu
frente, habla noche y día de su ley, y serás un bello árbol en los atrios del
Señor, una planta amada que crece en Sion (Salmo 92:13). Toma el temor de Dios
por padre, y la sabiduría será la madre de tu entendimiento. Si sabes esto,
hijo mío, eres bienaventurado si lo haces (Juan 13:17). Observa lo que el Señor
te ordena, y consagra tu cuerpo a su servicio, para que en ti su nombre sea
santificado, alabado, engrandecido y glorificado. No tengas pena confesarlo
ante los hombres. No les tengas miedo a los hombres. Es mejor perder tu vida
que apartarte de la verdad. Y si pierdes tu cuerpo, que es terrenal, el Señor
tu Dios tiene otro mejor preparado para ti en el cielo (2 Corintios 5:1).
Por tanto, mi hijo, esfuérzate por ser justo hasta
la muerte, y ponte toda la armadura de Dios. Sé israelita piadoso, aplasta bajo
los pies toda injusticia, el mundo, y todo lo que está en él, y ama sólo lo de
arriba (1 Juan 2:15). Recuerda que no eres de este mundo, así como tu Señor y
Maestro no lo era (Juan 15:19). Sé discípulo fiel de Cristo; porque nadie puede
orar a menos que llegue a ser su discípulo (Colosenses 1:7; Juan 9:31).
Aquellos que dijeron: “Hemos dejado todo” también dijeron: “Enséñanos a orar” (Lucas
18:28; 11:1). Por éstos oró Jesús, no por el mundo (Juan 17:9). Cuando los del
mundo oran, oran a su padre, el diablo, y desean que se haga su voluntad, y así
es. Por eso, hijo mío, no llegues a ser como ellos; más bien recházalos y huye
de ellos, y no tengas parte ni compañerismo con ellos (Romanos 12:2; 2 Pedro
1:4). No consideres lo que ven tus ojos, sino busca sólo las cosas de arriba
(Colosenses 3:1). Hijo mío, está atento a mi amonestación, y no te apartes de
ella. Que el Señor te haga crecer en su temor, y llene tu entendimiento con su
Espíritu (2 Pedro 3:18). Conságrate al Señor, mi hijo; consagra toda tu
conducta en el temor de Dios (Levítico 20:7). Y todo lo que hagas, hazlo para
la gloria de su nombre. Honra al Señor con el trabajo de tus manos, y permite
que la luz del Evangelio brille en ti. Ama a tu vecino. Con un corazón sincero
y afectuoso, dale de tu pan al hambriento, viste al desnudo, y no tengas dos de
una cosa, pues siempre hay alguien a quien le falta (Mateo 26:11). De la
abundancia que el Señor te da por medio del sudor de tu rostro, dale a aquellos
que sabes que aman al Señor (Génesis 3:19; Salmo 112:9). No retengas en tu
posesión estas bendiciones hasta el siguiente día, y el Señor bendecirá el
trabajo de tus manos y te dará su bendición por herencia (Deuteronomio 28:12).
Hijo mío, conforma tu vida al Evangelio, y el Dios de paz santifique tu alma y
cuerpo para su gloria. Amén (Filipenses 1:27; 1 Tesalonicenses 5:23).
Oh, santo Padre, santifica al hijo de tu sierva en
tu verdad y mantenlo alejado del mal, por causa de tu nombre, oh, Señor”. Así
concluyó Anneken Jans el testamento a Elías.
Camino hacía donde le sería arrebatada la vida a
los 28 años de edad, Anneken rogaba que entre la muchedumbre hubiese alguien
dispuesto a recibir y comprometerse a cuidar al pequeño Isaías de tan solo
quince meses. Ofreció una bolsa de dinero, “un panadero tomó a Isaías para
cuidarlo, a pesar de las protestas de su esposa de que con sus hijos (6) era
más que suficiente” (Oyer y Kreider, op. cit., p. 39; Yoder,
op. cit., p. 337). La escena fue recreada por Jan Luyken en 1685 y
es la que acompaña el presente artículo. Isaías, ya de adulto, fue un exitoso
cervecero y alcanzó la alcaldía de Róterdam. No se involucró con los grupos
anabautistas/menonitas.
El anónimo compilador de los relatos publicados en
1562 sobre mártires anabautistas, tras la reproducción del testamento de
Anneken escribió: “Después de esto selló su fe con su sangre, y así, como una
heroína fiel y seguidora de Cristo Jesús, fue recibida como miembro de los
testigos de Dios que fueron sacrificados”.
Fuente: Protestantedigital, 2016.
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