Por. Faustino
TEIXEIRA, Brasil.
Resumen: El aparato magisterial católico continúa anclado en el cristocentrismo
inclusivista, autobloqueado, sin avanzar ni dejar hacerlo. El magisterio de los
teólogos, por su parte, hace tiempo que viene encontrando caminos y razones
para abrirse a la posición pluralista. Una clave decisiva para ello –tomada de
la herencia de la Tradición– es la reflexión sobre la actuación del Espíritu
dentro de la economía de la creación y de la salvación. La postura
cristocéntrica (inclusivista) de la tradición latina de los últimos siglos
–desde el Filioque hasta la Dominus Iesus– ha negado al Espíritu una actuación
amplia y autónoma, incurriendo en un cristomonismo –denunciado por Oriente–
que, en definitiva conduce al sometimiento del Espíritu a otra Persona dentro
de la perfecta comunidad trinitaria. El autor pone en valor la reflexión de
varios teólogos sobre esta función del Espíritu, que ofrece motivos para
superar el bloqueo actual del magisterio y para abrirse a la posición
pluralista.
En la
introducción a su libro clásico sobre la teología cristiana del pluralismo
religioso, Jacques Dupuis señala que el punto de partida de esta reflexión
teológica fue "una praxis del diálogo inter-religioso", a partir de
la cual trató de buscar una "nueva interpretación cristiana de la realidad
religiosa pluriforme"[1]. Y con esa nueva perspectiva, un lugar
singular para el Espíritu Santo. En sintonía con una economía más amplia, del
Verbo eterno de Dios, la teología del pluralismo religioso está respondiendo
positivamente al desafío lanzado por la teología ortodoxa en su crítica a la
tendencia cristomonista vigente en la tradición occidental.
El Espíritu y la controversia teológica
El camino
fue abierto por San Ireneo, con aquella metáfora hermosa de las "dos manos
de Dios" que actúan en el plan salvífico: el Verbo y el Espíritu. Y el
Espíritu aquí se entiende en su peculiaridad propia, no estando subordinado al
Hijo, ni quedando reducido a una función del Verbo[2]. Sobre la base de esta metáfora, es
pertinente hablar de una singular y distintiva actividad salvífica del
Espíritu. Incluso estando unido al Logos, el Espíritu trabaja de una manera
peculiar, y "sopla donde quiere" (Jn 3,8). En ese sentido, "la
presencia salvífica de Dios a través de la Palabra y del Espíritu de Dios no se
limita a la historia judeocristiana, sino que se extiende a toda la historia
humana, y puede ser percibida principalmente en los libros sagrados, en los
rituales, en las enseñanzas morales y en las prácticas espirituales de todas
las religiones"[3].
La teología
del pluralismo religioso, en su versión católica, tomó también su reflexión de
ese desafío lanzado por la teología ortodoxa, pero encontró resistencias concretas
en determinados documentos del Magisterio de la Iglesia, sobre todo en la
Declaración Dominus Iesus (DI) publicada por la Congregación para la
Doctrina Fe (CdF) en agosto de 2000. Cabe mencionar el texto de Angelo Amato,
en los Praenotanda de la obra de la CdF, que recoge una serie de
documentos publicados por el dicasterio romano[4], en los que señala que la Declaración Dominus
Iesus ofrece "un marco de referencia imprescindible para teología de
las religiones y el diálogo interreligioso y ecuménico"[5]. Con respecto al tema de la economía del
Espíritu Santo, la DI contesta a los que apoyan "la hipótesis de una
economía del Espíritu Santo más universal que el Verbo encarnado, crucificado y
resucitado" (DI 12). Por lo demás, es lo que se puede ver en varios otros
documentos recientes del Magisterio, como la encíclica Redemptoris Missio
de Juan Pablo II sobre la permanente validez del mandato misionero[6]. Estos
documentos, en general, refuerzan la idea de la centralidad de Cristo, de su
unicidad y de su papel singular y universal en la dinámica de la salvación.
El teólogo
Jacques Dupuis llamó la atención en repetidas ocasiones sobre este
"peligro real", presente en la tradición latina, de una
"excesiva concentración cristocéntrica del misterio de la salvación"[7]. Su reflexión
teológica insistió en la preocupación por ampliar el horizonte, echando mano de
una clave interpretativa fundada en una cristología trinitaria y del Espíritu.
Su proyecto no encontró empatía en sectores del aparato magisterial católico,
especialmente en la Congregación para la Doctrina de la Fe, y su libro pionero
fue finalmente notificado por la CdF en febrero de 2001. En el texto de
tal Notificación aparecen varias críticas a aspectos teológicos defendidos por
Jacques Dupuis, y en particular a su visión de la dinámica de la revelación en
Jesucristo. Lo que destacaron con vigor, fue la complección de la revelación
de/en Jesús. En la visión de la CdF, esa revelación ya contiene todo lo necesario
para la salvación de todos, y no necesita "ser completada por otras
religiones"[8]. El énfasis cristocéntrico de la
Notificación es fuerte, e insiste en que es de la mediación fontal de
Jesucristo de donde proceden todos los "elementos de verdad y bondad"
presentes en las diversas religiones. Lo mismo ocurre cuando se trata de la
acción salvífica del Espíritu Santo. Para la CdF, esta acción no puede ser
extendida "más allá de la única y universal economía salvífica del Verbo
encarnado"[9].
En la obra
de Jacques Dupuis publicada después de su muerte[10], él trata de posicionarse tanto con
respecto a la Dominus Iesus como respecto a la Notificación de la CdF
sobre su libro de teología del pluralismo religioso. A propósito del tema de la
acción salvífica del Espíritu Santo, trata de dar respuesta a las
consideraciones de la notificación de la CdF, refiriéndose al peso de la
cláusula del Filioque[11], introducida en la profesión de fe de
niceno-constantinopolitana en el año 381. En su opinión, el Espíritu Santo es
el "aliento" de Dios que actúa en toda la historia de la salvación,
desde mucho antes de la encarnación histórica del Hijo, pero también después de
este acontecimiento, sin que tenga que ser entendido como "necesariamente
dependiente" de la comunicación hecha sobre él por el Cristo resucitado a
la iglesia y al mundo[12]. Para Dupuis, siguiendo la senda de los
Padres orientales, en la Trinidad no puede haber una subordinación del Espíritu
Santo.
La singularidad de la acción del Espíritu
La teología
cristiana del pluralismo religioso trata de resistir al cristomonismo, haciendo
hincapié en un horizonte más abierto, como es el caso de Claude Geffré, que,
sobre la base de los Padres de la Iglesia, reconoce "la economía del Verbo
encarnado como el sacramento de una economía más amplia, la del Verbo eterno de
Dios, que coincide con la historia religiosa de la humanidad"[13].
Y en esta economía, la presencia de la "mano" del Espíritu, que es el
"Espíritu de Dios" (Rm 8,9). Esta cuestión fue debidamente tratada
por Jacques Dupuis, quien señaló en varias ocasiones la importancia de un
camino alternativo al cristomonismo. Para el teólogo belga, el Espíritu no
puede reducirse a una "función" de Cristo; por el contrario, el
Espíritu ejerce una acción distinta "en virtud de su distinta identidad
personal". Antes y después del acontecimiento de Cristo tiene lugar una
acción de su aliento de vitalidad, en favor de la acción salvífica[14].
Otro
teólogo jesuita, Roger Haight, avanzó en esta reflexión, proponiendo el camino
de una cristología del Espíritu. Su osadía fue aún mayor, al poner en cuestión
la constitutividad salvífica universal de Jesucristo[15]. En su opinión, "Jesús es
constitutivo y causa de la salvación de los cristianos[16], por ser el mediador de la conciencia
cristiana de la vida en el Espíritu. Pero Jesús no es constitutivo de la
salvación en términos universales"[17]. Se abre así el camino para mostrar la
operatividad salvífica del Espíritu, fuera incluso de la esfera cristiana, lo
que apunta a la presencia de otras mediaciones de Dios. Si en el cristianismo
esta mediación se lleva a cabo a través de una persona, en otras religiones
puede darse de forma diferente: mediante una praxis, una enseñanza, un libro o
un acontecimiento[18]. Y esta percepción no perjudica ni
disminuye el significado atribuido por el cristiano a la dinámica de la
salvación. Como mostró Haight, "la experiencia cristiana de lo que Dios ha
hecho en Jesucristo no parece resultar disminuida al reconocer al verdadero
Dios actuando en otras religiones"[19]. Todo esto, más bien, simplemente
corrobora la "lógica del amor infinito de Dios."
La acción
singular del Espíritu en el plan de salvación se reconoce admirablemente en el
documento Diálogo y anuncio, tal vez el documento del magisterio de la
Iglesia Católica más amplio y abierto sobre el tema. En uno de sus pasajes más
contundentes, el documento subraya la manera distinta como puede proceder el
misterio de la salvación, por "caminos sólo por Dios conocidos"
gracias a la acción misteriosa del Espíritu. Si para los cristianos la
respuesta es dada al acoger a Jesús, para otros esa respuesta puede producirse
mediante la "práctica de aquello que es bueno en sus propias tradiciones
religiosas y siguiendo los dictados de su conciencia"[20].
La acogida
auténtica de la acción del Espíritu, de su aliento renovador, tiene un
significado muy especial para el diálogo entre las religiones y
espiritualidades, en la medida en que favorece el reconocimiento de la dignidad
de la diferencia. Activar el Espíritu es hacer acontecer y brillar la
trinitaria simbólica, como sugirió el gran teólogo dominico Christian Duquoc.
El Espíritu es el que hace sonar la inquietud y el susurro de lo plural,
integrando las diferencias en una gran sinfonía. Es necesario romper con la
tendencia todavía vigente en cierta teología cristiana a entender la diferencia
como "indigna de Dios", haciendo hincapié exclusivamente en una
lógica de la igualdad. El reto va en otra dirección, es decir, en la dirección
del reconocimiento de la singularidad del cristianismo sin borrar o disminuir
la positividad de las diferencias religiosas. El reconocimiento del valor del
cristianismo debe darse sin desconsiderar la "exterioridad positiva"
que prevalece en su relación con Dios a través de Jesucristo. En otras
palabras, el compromiso que el cristiano experimenta en su relación con Dios a
través de Jesucristo no elimina ni eclipsa los rasgos misteriosos de la
presencia de Dios, que actúa de forma diferente en cada lugar.
No hay
límites para la acción del Espíritu. Su operatividad no afecta sólo a los
individuos, sino también a la historia, las culturas y religiones, haciéndose
presente en todas las dinámicas de la creación[21]. En un fragmento de sabor rahneriano del
decreto Ad Gentes del Vaticano II, se habla de "verdad y
gracia" presentes entre los pueblos[22], como una acción combinada del Verbo de
Dios y de su Espíritu. En opinión de Jacques Dupuis, esta reflexión resultó ser
"un pequeño paso para llegar al reconocimiento de una función mediadora de
las religiones cuando comunican a sus respectivos miembros la oferta de gracia
y salvación de Dios, y al dar expresión a la respuesta positiva de sus miembros
al don gratuito que Dios hace de sí mismo"[23]. Esta presencia de "verdad y
gracia" también en las religiones no puede ser reducida a un mero
"marco de espera", o a un "germen" que sólo encontrará su
complemento o su consumación en la revelación cristiana. Estos dones son
"beneficios más amplios y autónomos"[24].
El Espíritu y las religiones
En la
historia de las relaciones de Dios con los pueblos, culturas y religiones hay
señales singulares de vitalidad, así como de presencia de la gracia, que desbordan
lo que ocurre solamente en la tradición cristiana. Es lo que mostró
pertinentemente el teólogo Edward Schillebeeckx:
Hay más
verdad (religiosa) en todas las religiones en su conjunto, que en una sola
religión, lo que también se aplica al cristianismo. Hay por tanto aspectos
verdaderos, bueno, bellos –sorprendentes– en las múltiples formas (presentes en
la humanidad) de alianza y de entendimiento con Dios, formas que no encuentran
lugar en la experiencia específica del cristianismo[25].
Es en el
profundo diálogo con las diferentes religiones donde ese rasgo novedoso del
Espíritu puede ser captado, favoreciendo la percepción de "nuevas
dimensiones" de la fe, que escapan a una visión particularizada. El
diálogo no provoca el debilitamiento de la fe, sino la posibilidad concreta de
su profundización[26]. Sin duda, otras religiones proporcionan
y median la presencia de Dios como Espíritu, y las ricas experiencias de
diálogo en curso muestran pertinentemente la posibilidad abierta a los
cristianos de captar "con mayor profundidad ciertos aspectos, ciertas
dimensiones del misterio divino, que habían percibido con menor claridad y que
fueron comunicados con menor claridad por la tradición cristiana"[27].
La gran
mística y buscadora Simone Weil decía que la atención "es la forma más
rara y más pura de la generosidad". Sin duda, el camino de la apertura al
otro pasa necesariamente por este toque de atención, que también implica la
necesidad de un "contacto cercano" para un aprendizaje más
enriquecedor. Es esta atención la que se requiere de los cristianos que buscan
entender el mundo de otras tradiciones religiosas. Dejar de atender a ello es
perder la posibilidad de captar los signos de los tiempos y los dones del
Espíritu. Y todavía más grave sería dejar que se pierda la comprensión del Dios
que está presente en toda la creación[28].
La acción
del Espíritu que tiene lugar en las religiones destaca otro elemento
fundamental que es la preservación de un inacabamiento. La historia y la
religión están siempre bajo la reserva escatológica Dios. El verdadero
conocimiento de Dios choca con el don de su Misterio. Como indicó Haight,
>ni
Jesús ni el cristianismo median una posesión plena de Dios. Sin un sentido del
Misterio trascendente de Dios, sin el sano sentido agnóstico de lo que en
realidad no sabemos acerca de Dios, no se esperará conocer más de él a partir
de que lo que nos fue transmitido a los humanos a través de otras revelaciones
y religiones[29].
El Espíritu
es un don precioso que accede al camino de la verdad, pero "no otorga su
posesión". Tiene siempre la característica esencial del inacabamiento. La
promesa del Espíritu nunca puede ser totalizada por ninguna religión, por
ninguna iglesia ni por algún dogma. Nada más peligroso que olvidar de este
rasgo. Como indicó Duquoc, "cuando los testigos institucionales del
Evangelio, las iglesias, olvidan este inacabamiento estructural y hablan, actúan
y deciden como si estuvieran ya al final del proceso histórico, el Espíritu
inspira la resistencia contra tal pretensión"[30]. Nada más problemático que arrogarse el
dominio y la posesión de la verdad de Dios. Es el Espíritu, con su aliento de
libertad, quien suscita la imprescindible reserva kenótica, manteniendo vivo el
"vacío" que impide la "organización y la conexión de los
fragmentos" que reflejan la presencia de las religiones. Su acción
desveladora siempre ocurre con retraimiento.
El Espíritu
y su Misterio garantizan la permanencia de las equivocaciones y los tanteos en
la búsqueda de la verdad, ese inacabamiento esencial. Es él quien impide el
dominio de la hybris, la arrogancia, recordando siempre a los humanos el riesgo
de sobrepasar el dominio finito. En el ámbito del cristianismo,
Cristo se
revela humano incluso en el hecho de no poner a disposición de sus discípulos
la verdad total antes de tiempo. La verdad sólo se alcanza por fragmentos, y es
negada desde el momento en que sus testigos piensan que están en el término y
pretenden ejercer un juicio acerca de nuestros tiempos sin terminar como si
gozasen del conocimiento pleno de Dios. De manera realmente admirable el
espíritu ha sido confiado y siempre es garantizado a los discípulos de Cristo
para que renuncien a todo saber absoluto y participen en la búsqueda tan
embriagante como dolorosa de la verdad[31].
Ante el Sin
Nombre, las representaciones son siempre precarias y cambiantes. Y el Espíritu
siempre renueva esta memoria imprescindible. Algunas tradiciones religiosas,
como el budismo, apuntan pistas interesantes a este respecto, en el sentido de
recordar a sus seguidores la importancia de "renunciar a las figuraciones
para entrar en el despertar". Es constante invocación de la
"nada" y el "vacío" para indicar que el presente en su
profundidad no tiene todavía un contenido definido, siendo por eso tan
importante el perfeccionamiento de una práctica espiritual humilde, paciente y
permanente. Se aceptan las representaciones, pero siempre sometidas al
discernimiento, en cuanto que son obstáculos para la "serenidad
luminosa"[32].
Notas
bibliográficas
[1] Jacques DUPUIS. Rumo a uma teologia cristã do pluralismo religioso.
São Paulo: Paulinas, 1999, p. 36.
[2]
Paul EVDOKIMOV. L´Esprit Saint dans la tradition ortodoxe. Paris: Cerf, 1969, p. 88-89.
Véase también: Jacques DUPUIS. Perché non sono erético. Teologia del
pluralismo religioso: le acuse, la mia difesa. Bologna: EMI, 2014, p. 143;
Jacques DUPUIS. O cristianismo e as religiões. Do desencontro ao encontro.
São Paulo: Loyola, 2004, p. 228.
[3] Peter PHAN. Salvação universal, identidade cristã, missão da Igreja.
IHU-Notícias, 15 de outubro de 2009.
[4] CONGREGATIO Pro Doctrina Fidei. Documenta inde a Concilio Vaticano
Secundo – Expleto Edita (1966-2005). Città del Vaticano: Libreria Editrice
Vaticana, 2006.
[6] JOÃO PAULO II. Sobre a validade permanente do mandato missionário –
Carta encíclica Redemptoris Missio. Petrópolis: Vozes, 1991. Véase el número
29. El papa subraya que el Espíritu no puede ser entendido como una
“alternativa a Cristo”. También: COMISSÃO Teológica Internacional. O
cristianismo e as religiões. São Paulo, Loyola, 1997, n. 58. En sintonía con la
DI, el texto de la Comisión es claro: “No se puede, por tanto, pensar en una
acción universal del Espíritu que no esté en relación con la acción universal
de Jesús”.
[11] La cláusula dice: “Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que
procede del Padre y del Hijo”. En la fórmula del texto griego, firmada en el
Primer Concilio de Constantinopla, sólo se lee que el Espíritu Santo procede
“del Padre”. En la visión de los católicos ortodoxos, ese añadido resulta
insostenible.
[13] Claude GEFFRÉ. Crer e interpretar. A virada hermenêutica da teologia.
Petrópolis: Vozes, 2004, p. 165.
[15] Tesis que fue contestada en la Notificación de la CdF al libro de Roger
Haight, en diciembre de 2004: CONGREGATIO Pro Doctrina Fidei. Documenta..., p.
626. Para la CdF, tal tesis estaría negando la “misión salvífica universal de
Jesucristo”.
[16] Esta opinión de Roger Haight es compartida por Edward Schillebeeckx,
para quien Jesucristo es mediador “de la salvación específicamente cristiana”:
Roger HAIGHT. O futuro da cristologia. São Paulo: Paulinas, 2008, p.
104. Pero también Cristo orienta siempre a sus fieles “hacia Alguien
Otro, cuyo nombre es indecible”: Christian DUQUOC. O único Cristo. A sinfonia
adiada. São Paulo: Paulinas, 2008, p. 92-93.
[18] Ibidem, p. 477. Así, las religiones pueden mediar la gracia
salvífica de Deus. En ese sentido, como mostró Haight, sería incorrecto decir
que “toda gracia de Dios es gratia Christi”, ya que esta expresión revela una
“especulacion inconsistente e innecesaria, si se mira contra el telón de fondo
de la historicidad”: Ibid., p. 474 (n. 25).
[20] PONTIFÍCIO Conselho para o Diálogo Inter-religioso. Diálogo e anúncio.
Petrópolis: Vozes, 1991, n. 29. Para el complejo y tenso proceso que condujo a
la redacción final de ese documento, cf. Jacques DUPUIS. A Theological Commentary: Dialogue and Proclamation. In: William R.
BURROWS (Ed). Redemption and Dialogue. New York: Orbis Books, 1993, p.
119-158 (en particular p. 136-137).
[21] JOÃO PAULO II. Sobre a validade permanente do mandato missionário
– Carta encíclica Redemptoris Missio. Petrópolis: Vozes, 1991, n. 28.
[22] ENCHIRIDION Vaticanum. Documenti ufficiali del Concilio Vaticano II –
1962-1965. 15 ed. Bologna: EDB, 1996, p. 1081 (AG 9).
[24] Ibidem, p. 529. Esa tesis de Dupuis fue igualmente contestada por
la CdF, en la Notificación sobre su libro. En la visión del dicasterio romano
esos elementos de “verdad y gracia” derivan, en realidad, de la “mediación
fontal de Jesucristo”: CONGREGATIO Pro Doctrina Fidei. Documenta..., p. 550 (II
4). Nuevamente el cristocentrismo en acción.
[25] Edward SCHILLEBEECKX. História humana revelação de Deus. São
Paulo: Paulus, 1994, p. 215. Y también: Jacques DUPUIS. Rumo a uma teologia
cristã do pluralismo religioso, p. 529.
[27] Jacques DUPUIS. Rumo a uma teologia cristã do pluralismo religioso,
p. 521. R. HAIGHT, Jesus símbolo de Deus, p. 477.
[28] Gavin D’COSTA. Cristo, Trinità e pluralità religiosa. In: ID. (ed.). La
teologia pluralista delle religioni: un mito? Assisi: Cittadela
Editrice, 1994, p. 96-9. Como destacó Haight, “las personas que no consiguen
reconocer la verdad salvífica de otras religiones pueden estar operando sin
saberlo con una concepción de Dios distante de la creación”: Roger HAIGHT. Jesus
símbolo de Deus, p. 479.
PPCIR/UFJF
Ponencia presentada en el Congreso de la SOTER,
Belo Horizonte, julio 2016
Ponencia presentada en el Congreso de la SOTER,
Belo Horizonte, julio 2016
Fuente:
ServicioKoinonia
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