Por. Will Graham, España
La gran meta del cristianismo es la de dar toda
la gloria a Dios (1 Corintios 10:31). Él nos creó con el aliento de su boca y
nos redimió por la sangre de su Hijo. ¿Cómo no vamos a darle la gloria? Por
esta razón la quinta sola de la Reforma protestante es: Soli Deo gloria, es
decir, a Dios únicamente sea la gloria.
Pero si la gloria de Dios es el fin del cristianismo
y del protestantismo, ¿por qué predominan libros, sermones, conferencias,
canciones y oraciones en círculos religiosos donde el enfoque es enteramente
antropocéntrico? Es como si el ser humano se hubiese convertido en la gran
estrella de la fe evangélica. En cualquier librería cristiana uno se topa con
tomos dedicados a ‘Cómo ser un mejor tú’, ‘Superación personal’, ‘Tu identidad
sí importa’, ‘Se trata de ti, ti, ti’ y la lista sigue.
¿Por qué? ¿Cuáles son las raíces de este
hombrecentrismo? ¿Qué ha pasado con la doctrina tan consoladora de la soberanía
de Dios?
Espero contestar estas preguntas en mi artículo de
hoy a través de tres olas de pensamiento ejemplificadas en un filósofo, un
teólogo y un predicador.
Ola 1: Emanuel Kant, el filósofo antropocéntrico
Emanuel Kant
El giro antropocéntrico en el Occidente se dio en
el siglo XVIII con la filosofía neo-pelagiana de Emanuel Kant (1724-1804). A
pesar de pertenecer a la iglesia luterana, Kant -creyendo en la plena libertad
de la voluntad humana- definió la ilustración como la salida del hombre de su
autoimpuesta inmadurez. El ser humano es autónomo e independiente. No tiene por
qué depender de nadie ni de nada que sea exterior a él. El gran lema latín del
proyecto ilustrado de Kant fue sapere aude, a saber, ‘atrévete a usar tu propia
razón’. La razón lo puede todo.
Estas propuestas kantianas atentaron contra la
teología protestante por su énfasis en la autoridad de la revelación de Dios a
través de Cristo en las Escrituras. El sistema racionalista de Kant deshizo la
necesidad de doctrinas tan ‘anti-racionales’ tales como la revelación, la
inspiración de las Escrituras, la Trinidad, la doble naturaleza de Cristo, su
obra expiatoria en la cruz, la justificación por la fe, etc. Ahora bien, Kant
no destruyó el concepto de Dios por completo porque creía que la existencia de
Dios seguía siendo necesaria para la esfera de la ética humana. El único
vínculo que este mundo tiene con Dios, según el prusiano, se da a través de la
conciencia moral del ser humano.
En su obra La religión dentro de los límites de la
mera razón (1793), Kant negó el Evangelio de la libre gracia de Dios
reinterpretando la religión como una especie de deísmo moralista: “La verdadera
religión debe consistir no en conocer o examinar lo que Dios hace o ha hecho
por nuestra salvación sino en conocer qué debemos hacer para llegar a ser
dignos de ella”. Kant, entonces, por medio de su filosofía subjetivista
moralista produjo el giro antropocéntrico en la teología.
Ola 2: Federico Schleiermacher, el teólogo
antropocéntrico
En respuesta a Kant se levantó Federico
Schleiermacher (1788-1834), el padre de la teología moderna. Schleiermacher
creyó que Kant se había equivocado al hacer hincapié en la conciencia ética del
ser humano. La religión era mucho más que una sensación moral. Se trató de una
experiencia pre-ética y pre-cognitiva en el alma del hombre, esto es, una
sensación de “absoluta dependencia de Dios”.
Federico
Schleiermacher
Aunque Schleiermacher reemplazase la ética de Kant
con la experiencia de “absoluta dependencia”, seguía sin recuperar las
doctrinas clave del cristianismo ya que su interpretación de la fe era
enteramente subjetivista también. En ningún momento se le ocurrió empezar con
la Palabra de Dios extra nos (fuera de nosotros) que había caracterizado la
teología de los reformadores en el siglo XVI.
Consiguientemente, en su magnum opus, La fe
cristiana (1821) Schleiermacher puso en tela de juicio prácticamente todas las
doctrinas clave del cristianismo y las reinterpretó a la luz de su nueva
hermenéutica de experiencia. Jesús ya no era Dios encarnado, sino un simple
ejemplo a seguir ya que tenía su conciencia de Dios bien desarrollada. Como en
el caso de Kant, la teología se convirtió en antropología.
Ola 3: Charles Finney, el predicador
antropocéntrico
Cuatro años más joven que Schleiermacher, Charles
Finney (1792-1875) sembró los nuevos valores antropocéntricos en el Nuevo Mundo
con gran carisma y elocuencia. Como el caso de Kant y Schleiermacher, Finney
arrancó su teología a partir del ser humano, concretamente la voluntad humana.
Charles
Finney
Puesto que el punto de partida de Finney no fue la
revelación del soberano Dios, acabó negando un sinfín de verdades teológicas
como la caída, el pecado original, la obra vicaria de Cristo en la cruz, la justificación
por la fe a través de la justicia de Cristo. Creyó que está en el ser humano la
capacidad de llegar a ser moralmente perfecto comentado que hasta la
regeneración es una obra realizada por la voluntad del hombre.
También, Finney opinó que el avivamiento no depende
del soplo del Espíritu de Dios, sino de la obediencia de los cristianos. Con
todo, Finney promovió una religión pelagiana, centrada en el egocentrismo
humano y divorciada del Evangelio de Cristo.
Esta nueva clase de predicación, orientada a la
voluntad del hombre, conllevó la inauguración de un sinfín de métodos
evangelísticos que siguen con nosotros hasta el día de hoy: la necesidad de
organizar grandes eventos a la hora de hacer evangelismo; constantes llamados
al altar; la omnipresencia de gritos, ruido y música; más exhortación que
exposición bíblica en el púlpito.
Conclusión
Sin saberlo los evangélicos hemos heredado esta
tradición antropocéntrica de Kant en el campo filosófico, Schleiermacher en la
dimensión teológica y Finney en la esfera homilética. Estas tres olas dejaron
su marca a lo largo del siglo XX y como bien sabemos, siguen con nosotros hasta
el día de hoy.
Entonces, ¿cómo podemos librarnos de la influencia
de Kant, Schleiermacher y Finney? La respuesta reside en volver a la verdad
reformada que los tres hombres pasaron por alto, a saber, Soli Deo gloria, a
Dios única y exclusivamente sea toda la gloria. Si empezamos a leer la Biblia a
partir de la perspectiva de la gloria de Dios y no desde nuestro lugar
antropocéntrico, conseguiremos librarnos del egocentrismo que predomina en
tantos círculos religiosos.
¡Volvamos a la Reforma! ¡Volvamos a la soberanía de
Dios! ¡Volvamos a Soli Deo gloria!
Basta ya de yo, yo, yo. ¡Es hora de volver a Dios,
Dios, Dios!
Fuente: Protestantedigital, 2016
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