Por. Juan Stam, Costa Rica
El Apocalipsis de Juan es un libro muy atípico en
el género apocalíptico. La palabra apokálupsis aparece una sola
vez, en la introducción del libro, “la revelación de Jesucristo”. Aunque esa
frase dio su nombre al “género apocalíptico”, no parece referirse al género
apocalíptico ni pretende identificar el género literario del libro.
En cambio, el mismo libro se describe cinco veces
como profecía, un género muy distinto (1:3; 22:7,10,18,19). En 10:11 el ángel
ordena a Juan “profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”. Es
claro que el libro pertenece al género profético, con su correspondiente
énfasis político y su función definitiva de denunciar y anunciar.
De hecho el Apocalipsis pertenece a tres géneros
literarios: el apocalíptico, el profético y tercero, el tan importante género
epistolar. Tiene un saludo parecido a los de las epístolas de Pablo
(1:4,10) y una típica despedida (22:20). Y además, al puro inicio inserta
siete cartas pastorales a siete congregaciones específicas. En resumen, el
Apocalipsis de Juan es apocalíptico en su estilo pero enfáticamente
profético-pastoral en su mensaje.
Para comenzar, la misma introducción al libro
muestra características que en su conjunto no corresponden al género
apocalíptico:
(a) El autor se identifica dos veces por nombre, en
primera persona singular (1:4; 1:9 “Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en
el sufrimiento, en el reino y en la perseverancia”), Al través del libro queda
evidente la relación íntima y cálida entre el autor y los oyentes/lectores.
La mayoría de los escritos apocalípticos se atribuyen a alguna figura
respetada del distante pasado, a menudo para fingir que sus mensajes fueran
predicciones de eventos futuros.
(b) El libro se dirige a siete congregaciones
cristianas, ubicadas todas en la provincia romana de Asia Menor. Juntas forman
un circuito, de Éfeso hasta Laodicea, que muy posiblemente fue la ruta de Juan
para sus giras pastorales.
(c) El autor comienza su libro con un saludo
parecido a los de las epístolas (1:4) y lo concluye con una típica bendición y
despedida (22:20). El lector de la congregación (1:3) debía leerlo públicamente
ante toda la comunidad, probablemente en una sola sentada.
(d) Aun más sorprendente, dentro esa gran epístola
que es el libro entero, enseguida el autor inserta siete cartas pastorales en
las que Jesús mismo exhorta a cada una de las congregaciones. Estas cartas
revelan las condiciones de cada congregación y detalles pertinentes de cada
ciudad. Todo eso es insólito en la literatura apocalíptica.
(e) Apoc 1:3 (junto con 22:7,10,18,19) identifica
el libro como profecía.
(f) La promesa de bendición es para las personas
que obedezcan las exigencias del libro (1:3). El libro exige obediencia a sus
lectores y los llama al arrepentimiento. Como literatura profética, el
Apocalipsis se dedica a la denuncia y el anuncio.
Para concluir, dos ejemplos más:
(a) El caballo rojo de Apoc 6:5-6 es el caballo de
la explotación económica, indicado por el balance que lleva el jinete. Los
precios de la canasta básica, que se anuncian en denarios, son de atraco pero
no se prestan para interpretación alegórica. De la última frase, “no dañes el
aceite y el vino”, muchos han visto una referencia alegórica al Espíritu Santo
como aceite y vino, pero ¿cómo podemos “dañar” al Espíritu Santo? Un dato del
historiador Suetonio ofrece una clave mucho más convincente. En el año 92,
según Suetonio, el emperador Domiciano emitió un edicto ordenando a los
vinicultores destruir la mitad de sus viñedos. Los terratenientes de Asia
Menor, que prosperaban por la exportación de uvas y olivas a expensas del
mercado local, se negaron a obedecer el edicto imperial.
(b) En Apoc 18:12-16, el largo “lamento de los
mercaderes” enumera una gran cantidad de artículos del comercio internacional
del imperio romano, que sería imposible interpretar simbólicamente. El profeta
Ezequiel da una lista parecida del comercio de Tiro, pero con los productos de
la época suya. ¡Qué diferente serían las listas de carga de transporte para
hoy!
(c) En Apoc 10:11 el ángel manda a Juan profetizar
sobre naciones y reyes, lo que procede a hacer alegóricamente pero también con
detalles históricos y geográficos. Roma es “la gran ramera” pero también se
llama “Babilonia”. Ese apodo para Roma se popularizó después de que Tito
repitió la abominación de Nabucodonosor de profanar y destruir el Templo y la
Santa Ciudad.
(d) Llama la atención el papel del río Éufrates en
el Apocalipsis. Según 9:14 había cuatro ángeles atados a orillas del Éufrates,
preparados para matar la tercera parte de la humanidad al sonar la sexta
trompeta. El ángel de la sexta copa derrama su copa sobre el Éufrates y la seca
para que el ejército de Partia pueda pasar a pie (16:12). Eso cuadra plenamente
con la peligrosa situación de la frontera occidental del imperio romano a
finales del primer siglo.
Conclusión: Los géneros literarios no son
siempre uniformes, como si los autores estuvieran siguiendo un manual oficial
para escritos apocalípticos. A menudo entraban sin darse cuenta a otros
estilos: el pastoral, el profético, el epistolar, el doxológico, etc.
El Apocalipsis de Juan es mayormente apocalíptico
en su estilo pero profético y pastoral en su mensaje.
Fuente: ALCNOTICIAS, 2016.
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