Por.
Juan Stam, Costa Rica
Lo que
menos se espera encontrar en el Apocalipsis es un análisis agudo de la economía
del imperio romano. [13] Eso se debe en parte a nuestra tendencia a leer este
libro fuera de su contexto histórico, y por otra parte nuestro poco
conocimiento de la economía del imperio romano del primer siglo, que nos
hubiera permitido reconocer estas alusiones. Las evidencias exegéticas muestran
que Juan tuvo un entendimiento profundo y acertado de temas económicos, y una
gran preocupación por la justicia económica.
El
Imperio Romano fue el primero en dominar todo el mundo mediterráneo, desde
Inglaterra hasta el mar Caspio y las fronteras de los partos al otro lado del
Éufrates. Jamás la humanidad, en toda su historia, había visto un bloque
económico y comercial tan inmenso, ni ciudad alguna había cosechado los
beneficios materiales del imperialismo como lo hizo Roma.
El botín
de los triunfos militares, las valiosas obras de arte de Grecia, Egipto y otros
países conquistados, y los constantes tributos de las colonias y provincias,
tanto en dinero como en productos, todo fluía hacia Roma para llenar de riqueza
y lujo a la ciudad capital. Floreció un amplísimo comercio, en beneficio
principalmente de la Urbe (y las minorías privilegiadas del Orbe). El Talmud
conserva un dicho popular: "al mundo bajaron diez medidas de riqueza, y
Roma se quedó con nueve".
EL
CABALLO NEGRO (6:5,6)
El
tercer caballo, de color negro, es obviamente de carácter económico. Su jinete
lleva una balanza, que simboliza la vida comercial. [14] Después una voz
anuncia los precios de la canasta básica, que son de verdad precios de espanto:
"Un kilo (un quénice) de trigo, o tres kilos de cebada, por el salario de
un día (un dênarion)" (6:6).
Según el
Antiguo Testamento, el vender trigo por peso significaba gran escasez y el
correspondiente racionamiento.[15] La voz procede "de en medio de los
cuatro seres vivientes" (el orden creado de la vida consciente); no parece
ser la de un ángel ni de uno de los cuatro seres vivientes. Se deja
intencionalmente ambiguo, pero parece representar algo así como "la voz
del comercio", una personificación de las fuerzas económicas que pregonan
sus precios criminales.
El
denario era sueldo del jornalero por un día de trabajo, y el quénice,
equivalente de 1,079 litros, era la ración diaria de trigo para una sola
persona. Cicerón nos informa que normalmente el denario compraba doce quénices
de trigo y 24 de cebada (In Verrem, 3.81). Así el precio de trigo que
pregonaban marcaba un aumento de doce veces, y el de cebada, alimento de
animales (1 R 4:28) y de los más pobres (Rt 2:17; Ezq 4:9), un aumento de ocho
veces el precio normal. El tercer caballo corre a galope hoy, y su galopante
"inflación" afecta precisamente a los alimentos indispensables para
la sobrevivencia de "los de abajo".
En
seguida el texto hace otro anuncio: "Pero no dañes el aceite y el
vino" (6:6): Esta frase es bastante enigmática, y ha recibido las
interpretaciones más diversas. No faltan los que ven aquí dos símbolos del
Espíritu Santo. Para algunos, significa que la sequía que produce la hambruna
en la región era todavía limitada, de modo que no alcanzó a los olivos y las
vides, que tienen raíces más profundas.Otros señalan que el aceite y el vino
son lujos, mientras que trigo y cebada son necesidades. Creemos que José
Salguero resume la mejor explicación: unos años antes, para bajar el precio del
pan en Italia, Roma comenzó a comprar enormes cantidades de trigo de Egipto y
África. Al caer el precio del pan en Italia, los agricultores romanos cambiaron
sus cultivos de granos por la vinicultura. Se produjo entonces una abundancia
de vino, de modo que en el año 92 Domiciano decretó que "no se plantasen
más viñas en Italia y que en las provincias se destruyesen la mitad o más"
(Suetonio, Domiciano 7).
Eso
había de favorecer, con típica parcialidad, a los vinicultores de Italia en
perjuicio de los agricultores de las provincias.Sin embargo, los latifundistas
de Asia Menor se rebelaron contra el edicto de Domiciano, quien a la postre se
vio obligado a rescindirlo.[16]
El
tercer caballo es claramente una protesta enérgica contra el comercio
internacional explotador.
Mientras
el pueblo muere de hambre por falta de trigo y cebada, los latifundistas
cultivan uvas y aceitunas para la exportación lucrativa. Mientras falta la
alimentación mínima de los obreros del campo, abundan los lujos para los
terratenientes y los privilegiados de la ciudad capital. Recientemente, Gregory
Beale, del seminario teológico Gordon-Conwell, ha defendido sistemáticamente
una interpretación económica de las primeras trompetas (1999:472-480) y las
primeras copas (814-21), con énfasis en la hambruna y la crisis alimentaria
como castigo divino.
Señala,
por ejemplo, que con la segunda trompeta, cuando el mar se convierte en sangre,
se destruyó, inexplicablemente, una tercera parte de las naves (8:9). Beale
interpreta eso, que no es una consecuencia lógica de un mar de sangre, como expresión
del juicio divino sobre el comercio marítimo (1999:477).
NOTAS
[13]
Algunos pasajes que siguen son adaptados de mi artículo, "Apocalipsis y el
imperio romano" 2005:323-557 (1978:359-394; 1979:27-60).
[14] La
balanza puede significar también la justicia, pero el contexto deja muy claro
que tiene sentido económico en este pasaje.
[15]
Lev.26.26; Ezq.4.16.Bartina, en La Sagrada Escritura (Madrid: B.A.C., 1967),
p.685; Barclay, op.cit. (n.5), p.226. Vender granos por peso se veía como un
castigo de Dios.
[16]
J.Salguero, en Biblia Comentada (Madrid: B.A.C., 1965), p.381; cf. Barclay,
op.cit. (n.5), p.228; M.Rist, Interpreter'sBible (N.Y.: Abingdon, 1951),
Vol.XII, p.356.
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