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sábado, 29 de octubre de 2016

El caballo negro de Apocalipsis

Por. Juan Stam, Costa Rica
Lo que menos se espera encontrar en el Apocalipsis es un análisis agudo de la economía del imperio romano. [13] Eso se debe en parte a nuestra tendencia a leer este libro fuera de su contexto histórico, y por otra parte nuestro poco conocimiento de la economía del imperio romano del primer siglo, que nos hubiera permitido reconocer estas alusiones. Las evidencias exegéticas muestran que Juan tuvo un entendimiento profundo y acertado de temas económicos, y una gran preocupación por la justicia económica.
El Imperio Romano fue el primero en dominar todo el mundo mediterráneo, desde Inglaterra hasta el mar Caspio y las fronteras de los partos al otro lado del Éufrates. Jamás la humanidad, en toda su historia, había visto un bloque económico y comercial tan inmenso, ni ciudad alguna había cosechado los beneficios materiales del imperialismo como lo hizo Roma.
El botín de los triunfos militares, las valiosas obras de arte de Grecia, Egipto y otros países conquistados, y los constantes tributos de las colonias y provincias, tanto en dinero como en productos, todo fluía hacia Roma para llenar de riqueza y lujo a la ciudad capital. Floreció un amplísimo comercio, en beneficio principalmente de la Urbe (y las minorías privilegiadas del Orbe). El Talmud conserva un dicho popular: "al mundo bajaron diez medidas de riqueza, y Roma se quedó con nueve".
EL CABALLO NEGRO (6:5,6)
El tercer caballo, de color negro, es obviamente de carácter económico. Su jinete lleva una balanza, que simboliza la vida comercial. [14] Después una voz anuncia los precios de la canasta básica, que son de verdad precios de espanto: "Un kilo (un quénice) de trigo, o tres kilos de cebada, por el salario de un día (un dênarion)" (6:6).
Según el Antiguo Testamento, el vender trigo por peso significaba gran escasez y el correspondiente racionamiento.[15] La voz procede "de en medio de los cuatro seres vivientes" (el orden creado de la vida consciente); no parece ser la de un ángel ni de uno de los cuatro seres vivientes. Se deja intencionalmente ambiguo, pero parece representar algo así como "la voz del comercio", una personificación de las fuerzas económicas que pregonan sus precios criminales.
El denario era sueldo del jornalero por un día de trabajo, y el quénice, equivalente de 1,079 litros, era la ración diaria de trigo para una sola persona. Cicerón nos informa que normalmente el denario compraba doce quénices de trigo y 24 de cebada (In Verrem, 3.81). Así el precio de trigo que pregonaban marcaba un aumento de doce veces, y el de cebada, alimento de animales (1 R 4:28) y de los más pobres (Rt 2:17; Ezq 4:9), un aumento de ocho veces el precio normal. El tercer caballo corre a galope hoy, y su galopante "inflación" afecta precisamente a los alimentos indispensables para la sobrevivencia de "los de abajo".
En seguida el texto hace otro anuncio: "Pero no dañes el aceite y el vino" (6:6): Esta frase es bastante enigmática, y ha recibido las interpretaciones más diversas. No faltan los que ven aquí dos símbolos del Espíritu Santo. Para algunos, significa que la sequía que produce la hambruna en la región era todavía limitada, de modo que no alcanzó a los olivos y las vides, que tienen raíces más profundas.Otros señalan que el aceite y el vino son lujos, mientras que trigo y cebada son necesidades. Creemos que José Salguero resume la mejor explicación: unos años antes, para bajar el precio del pan en Italia, Roma comenzó a comprar enormes cantidades de trigo de Egipto y África. Al caer el precio del pan en Italia, los agricultores romanos cambiaron sus cultivos de granos por la vinicultura. Se produjo entonces una abundancia de vino, de modo que en el año 92 Domiciano decretó que "no se plantasen más viñas en Italia y que en las provincias se destruyesen la mitad o más" (Suetonio, Domiciano 7).
Eso había de favorecer, con típica parcialidad, a los vinicultores de Italia en perjuicio de los agricultores de las provincias.Sin embargo, los latifundistas de Asia Menor se rebelaron contra el edicto de Domiciano, quien a la postre se vio obligado a rescindirlo.[16]
El tercer caballo es claramente una protesta enérgica contra el comercio internacional explotador.
Mientras el pueblo muere de hambre por falta de trigo y cebada, los latifundistas cultivan uvas y aceitunas para la exportación lucrativa. Mientras falta la alimentación mínima de los obreros del campo, abundan los lujos para los terratenientes y los privilegiados de la ciudad capital. Recientemente, Gregory Beale, del seminario teológico Gordon-Conwell, ha defendido sistemáticamente una interpretación económica de las primeras trompetas (1999:472-480) y las primeras copas (814-21), con énfasis en la hambruna y la crisis alimentaria como castigo divino.
Señala, por ejemplo, que con la segunda trompeta, cuando el mar se convierte en sangre, se destruyó, inexplicablemente, una tercera parte de las naves (8:9). Beale interpreta eso, que no es una consecuencia lógica de un mar de sangre, como expresión del juicio divino sobre el comercio marítimo (1999:477). 
NOTAS
[13] Algunos pasajes que siguen son adaptados de mi artículo, "Apocalipsis y el imperio romano" 2005:323-557 (1978:359-394; 1979:27-60).
[14] La balanza puede significar también la justicia, pero el contexto deja muy claro que tiene sentido económico en este pasaje.
[15] Lev.26.26; Ezq.4.16.Bartina, en La Sagrada Escritura (Madrid: B.A.C., 1967), p.685; Barclay, op.cit. (n.5), p.226. Vender granos por peso se veía como un castigo de Dios.

[16] J.Salguero, en Biblia Comentada (Madrid: B.A.C., 1965), p.381; cf. Barclay, op.cit. (n.5), p.228; M.Rist, Interpreter'sBible (N.Y.: Abingdon, 1951), Vol.XII, p.356.

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