Por. Juan Stam, Costa Rica
Ya hemos mencionado la violencia y la crueldad
en que se basaba el poderío romano. El segundo caballo, de color rojo como
la sangre, se dedica a quitar la paz de la tierra y poner a la gente a matarse
(6:3-4).
Para tal efecto, le es dada una gran espada
(majairamegale). Ese término probablemente significaba una espada retorcida o
sable, como era el arma del legionario romano en la expansión del imperio
(Arndt Gingrich, p. 497).
Juan parece entender que el orden y la paz del
imperio se basaban en la violencia, llevando esa "paz manchada con
sangre" de que habló Tácito. En un solo año, 140 a.C., el ejército
romano dejó totalmente arrasadas a dos ciudades importantes, Corinto y Cartago.
De hecho, el imperio romano anduvo por todo el mundo mediterráneo montado en el
caballo rojo del terror organizado.
Según el Apocalipsis, el dragón y sus aliados
son terriblemente sanguinarios.
El dragón rojo pretende comerse al niño apenas
nazca. Su agente, la bestia del mar, hace guerra contra los santos (13:7) y la
segunda bestia proclama, por medio de una estatua hablante, una sentencia de
muerte contra todos los que no adoran a la imagen de la primera bestia (13:15).
La ramera, alias Babilonia, está borracha con la
sangre de los santos y los mártires (17.6). En ella está la sangre, no sólo de
profetas y santos, sino "de todos los que han sido asesinados en la
tierra" (18:24).
En conjunto el imperio representa un régimen
asesino y bestial.
El capítulo 16 tiene dos referencias muy claras
a la violencia y la guerra.
En primer lugar, la segunda copa transforma el mar
en sangre y la tercera hace lo mismo con toda el agua dulce (16:3-4). Estas dos
plagas recuerdan la primera plaga de Egipto que convirtió el Nilo en sangre, lo
que una interpretación judía entendía como castigo por haber manchado las aguas
del río con la sangre de los niños hebreos.
En el mismo sentido, el ángel de las aguas explica
el significado de estas dos copas que cambiaron el agua en sangre: "Justo eres
tú, el Santo, que eres y que eras, porque juzgas así: ellos derramaron la
sangre de santos y de profetas, y tú les has dado a beber sangre, como se lo
merecen." (16:5-6)
La sexta copa también, con ironía y cierto
humor, denuncia el militarismo. De la boca de los tres personajes
diabólicos (el dragón y las dos bestias) salen sendas ranas con una tarea
mundial: ir a todos los reyes de la tierra e incitarlos a una guerra.
Las ranas representan obviamente la propaganda
imperial que con sus mentiras promueve la agresión militar (16:13-14,16). La
figura de ranas que llegan a todos los palacios del mundo y persuaden a los
reyes no deja de ser simpática y chistosa (¡los reyes conducidos al Armagedón
por tres ranas!), pero a la vez el relato nos enseña que la propaganda
belicista y mentirosa es satánica.
Igual que el jinete del caballo rojo, estas ranas
quitan la paz de la tierra y ponen a la gente a matar.
Fuente: Protestantedigital, 2016
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