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lunes, 11 de mayo de 2009

¿Cómo interpreta la filosofia la providencia divina? (I)

Por Luis Eduardo Cantero, Argentina.
Jesús, hermano en la fe, me escribió por mail, me hizo algunas preguntas sobre el tema en cuestión. Su mail reza lo siguiente:

“Estimado pastor Luis Edo Cantero. Afectuoso saludos. Tengo el privilegio de comunicarme por primera vez con Ud., motivado por la lectura que he tenido de muchos de sus artículos y comentarios, he descubierto que es Ud., uno de los pocos maestros de Filosofía y Teología que puedan darme respuesta a una pregunta que tengo… Se puede explicar la Providencia de Dios a través de la Filosofía? O ¿Puede la Filosofía explicar la providencia de Dios. En otras palabras, los actos casuales de la vida, los hechos fortuitos e involuntarios que ocurren a diario, sean buenos o malos, momentos de dicha, de fortuna, felicidad o momentos fatales (…)¿Todo esto ocurre dentro de la providencia de Dios?”[1]

Mi estimado Jesús, todo cuanto ocurra en el plano existencial sea bueno o malo tiene una causa primera que regula todo, nada ocurre al azar, siempre hay un motor inmóvil, como afirmaba Aristóteles que mueve todas las cosas naturales y él no es movido por nada. Ese es Dios, que es eterno, etc., el diccionario filosófico aclara:

“En el mundo de la Naturaleza todas las cosas cambian pues poseen la estructura acto/potencia. El cambio sólo puede darse a partir de algo que está en acto, así, dice Aristóteles: un cuerpo frío se calienta por la acción de otro cuerpo que ya está caliente, una cosa se mueve porque otra le impulsa a ello, aquella porque otra a su vez le otorga fuerza motriz... pero no podemos prolongar la serie de los movimientos indefinidamente, luego debe existir un primer motor que transmite el movimiento a todas las cosas naturales y a quien nada mueve y que debe entenderse como eterno, inmutable y acto puro. Aristóteles lo identifica con Dios. Esta demostración de la existencia de Dios recibe el nombre de "prueba por el movimiento" y la expone en el libro VIII de su Física y en el libro XII de Metafísica, siendo un claro antecedente de la prueba por el movimiento que más tarde encontraremos en Sto. Tomás. El Primer motor o Dios no mueve a las cosas con causalidad eficiente, al modo en que nosotros movemos una mesa empujándola, mueve más bien con causalidad final: Dios mueve atrayendo hacia sí a las cosas, del mismo modo que el amado "mueve" al amante, inspirando amor y deseo, atrae como atraen los fines que despiertan en nosotros un apetito por su posesión.”[2]

Según lo anterior y en su texto original, Aristóteles “defiende la existencia de un principio llamado: “motor inmóvil” que mueve todas las cosas, esencia y actualidad pura, dotado de entendimiento y objeto o fin último de todas las cosas; la tradición filosófica llamará a este principio Dios.” Lo que la teología llama providencia divina, para la filosofía, es la razón del orden de las cosas a sus fines. Boeficio (V) la define como: “la misma razón divina asentada en el principio supremo de todas las cosas, que todo lo dispone.” Esta concepción ha generado discusiones acaloradas en los claustros universitarios, con respecto a la existencia de Dios entre filósofos existencialistas, metafísicos, científicos y teólogos. Pero los filósofos que hacemos filosofía teológica consideramos que el mundo esta regulado por un ser superior, que tiene las cosas bajo su control y ese es Dios. Por eso, quiero compartir algunos conceptos claves de la filosofía de Agustín, Santo Thomas u otros que están en esta línea de pensar, que nos ayudaran a estar firmes y a defender lo que creemos.

1. La providencia divina en Según Agustín

S. Agustín. S. "es el primer gran pensador cristiano que se plantea filosóficamente el problema de la providencia divina. ¿Qué es la providencia divina para Agustín? El va ha argumentar que ningún ser humano es capaza de darse ninguna forma, porque no puede darse lo que no tiene. Es preciso, pues, que le preceda un ser formado. Si a éste le ocurre igual, habrá de precederle necesariamente otro, y así sucesivamente hasta llegar a aquel Ser o Forma que permaneciendo en sí misma, renueva todas las cosas. Si cuanto existe, por su misma contingencia implica una forma subsistente por la cual existe, es evidente que tal forma subsistente es su providencia, pues si ésta privase a las cosas de su forma, tales dejarían absolutamente de existir.”[3] Para él un Dios creador es un Dios providente.
En otra obra apologética: exclama “¿Puede hacer algo más de lo que hizo por nuestra salud? ¿Qué más benéfico y liberal que esta divina providencia, que no quiso dejar al hombre en total abandono después de la infracción de sus leyes y que por amor de las cosas perecederas mereció con razón y justicia no engendrar más que una posteridad corruptible? De maneras y modos admirables e incomprensibles, mediante secretísimos y ordenados encadenamientos de las cosas creadas, que le prestan dócil vasallaje, puede ejercer justísimamente su severidad castigando y su clemencia salvando”.[4] Para Agustín todo ha sido creado por Dios, quien esta en control de todo lo que acontece en el mundo visible, y por estar inmerso en su creación no dejó al ser humano, sino que envió a su Hijo Jesucristo que viniera en rescate de su criatura. Pero, aquellos que niegan esta providencia divina argumentando que ésta no llega al cuidado de las cosas ultimas e inferiores: el curso del mundo, los hechos fortuitos sean buenos o malos, accidentes, etc. o que todos los males que se cometen aquí en la tierra por la voluntad de Dios.[5]
Agustín cree, que todas estas cosas que ocurren en este mundo visible se hallan dentro del orden o sometida a una ley inefable y eterna. En su obra “Del orden” el insiste en la necesidad de una visión global del cosmos.[6] “Es necesario, piensa, que tengamos en cuenta que las partes del universo son en efecto partes, no todos; es decir, que es imprescindible percatarse de la conexión de cada parte con las restantes que integran la totalidad y de su función, del papel que cumple en ese todo que contribuye a formar. Imperfecta como parte, puede, sin embargo, justo por su imperfección, contribuir a la armonía total del conjunto. Sólo bajo este principio, llamado por algunos «principio de totalidad», es explicable el mal y el desorden de cuanto acontece, y conciliables con la providencia divina.”
En resumen, Agustín da por sentado la existencia de Dios que controla todo cuanto exista en el mundo visible. Nada sucede al azar en el mundo visible, nada se mueve por si, nada acontece por casualidad. Pero, también, nuestro autor considera que los males que nos vienen no es culpa divina sino que es culpa de nosotros los seres mortales, que contamos con el libre albedrío, somos sus criaturas comisionadas a administrar este mundo hermosos, que algunos hemos contemplado la llamada divina y nos ajustamos a ella, en cambio otros optan por sus propios placeres: el egoísmo, el poder, etc., generando un caos. Para evitar este caos Dios ha enviado a su hijo Jesucristo para mostrarnos el verdadero camino a la felicidad.
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[1] Jesús Cervantes, 12 – 02 - 2009
[2] Aristóteles, Metafísica, Libro Duodécimo, VII, Traducción: Patricio de Azcárate, Biblioteca Filosófica. Obras filosóficas de Aristóteles. Volumen 10.
[3] Del libre albedrío, 11,17,45: ib. 111,306-307
[4] San Agustín, “De las costumbres de la Iglesia católica”, 1,7,12: en Obras, ed. BAC, IV,275
[5] San Agustín, Del orden, 11,4,11: ib. 1,741; Del libre albedrío, 111, 2,5: ib. 111, 325
[6] Del orden, 1. c.

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