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miércoles, 6 de mayo de 2009

Crecimiento evangélico y presidencia de Raúl Alfonsín

Por Hilario Wynarczyk (*)

Contexto político y crecimiento evangélico
El contexto político les ayudó a los evangélicos a expandir sus iglesias en el siglo XX, así como en el siglo XIX les ayudó a los primeros pastores protestantes a instalar sus templos en esta nación y los países del Cono Sur. La mayor expansión del campo evangélico conocida hasta ahora en la República Argentina, comenzó con la década de los 80. Posiblemente esa circunstancia tuvo su origen durante la dictadura del 76, pero no pudo ponerse de manifiesto. No tenemos datos para corroborar esta hipótesis y por ese motivo solamente nos queda aceptar lo que es evidente, la expansión públicamente conocida de las iglesias evangélicas, que alcanzaron su punto más alto, quizás, en 1986. Pero el fenómeno no funcionó en el vacío. El crecimiento del sector religioso constituido por las iglesias evangélicas le debió mucho al restablecimiento de la democracia. Los gobiernos de la dictadura no lo hubieran permitido. La influencia que tenía el pensamiento integrista católico en sus filas era demasiado gravitante, como queda cada vez más de manifiesto en diferentes análisis que toman estado público. Y en sentido contrario hubiera jugado también la posible existencia de puntos de encuentro de intereses de las cúpulas militares y episcopales, a favor del mantenimiento de cierto statu quo en la estructura de la sociedad civil. De cualquier manera, lo cierto es que la expansión del campo evangélico cobró fuerza durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín. La gestión de la Unión Cívica Radical en ese momento fue permisiva o aperturista – no sé cuál palabra es ahora la mejor –, hacia manifestaciones colectivas que rompían con los marcos tradicionales de control social y modificaban aspectos de la cultura. En esa coyuntura política los evangélicos dieron a luz un ciclo de expansión que tuvo su motor más importante, sin ser el único, desde luego, en la trayectoria del predicador Carlos Annacondia y sus grandes campañas en carpas. Llamativa coincidencia, en la misma época en la que ACIERA (10.000 iglesias evangélicas asociadas) celebró sus 25 años, en el 2007, el ministerio evangelístico de Carlos Annacondia hizo su evento en el estadio de fútbol de Quilmes, para celebrar, precisamente, su 25 aniversario también. Y el lugar no es fortuito. Annacondia es hijo de Quilmes y ese hecho explica dónde tuvo lugar su festejo.
Percepción y gratitud.
Pero creo que no hubo suficiente percepción por parte de los dirigentes evangélicos, del hecho de que la expansión del movimiento evangélico actual, tuvo lugar en el contexto del resurgimiento del sistema político democrático en la Argentina y en el espacio político construido por el gobierno a cargo de Raúl Alfonsín de la Unión Cívica Radical. La ausencia de menciones de esa relación en el discurso de los dirigentes evangélicos, revela, aparentemente, cierta desconexión de la realidad contextual social y política en el plano de la reflexión. Es necesario percibir que las circunstancias de la vida de la nación, gracias a la acción política en pos del proceso democrático, crearon condiciones en las que el crecimiento evangélico pudo articularse, ya que para ese fin, la posibilidad de dar testimonios y llamar a la conversión era indispensable. Sin libertad política no pudo haber lo que en definitiva constituía una forma de proselitismo.Es necesario agradecerle a la sociedad argentina, entonces, por las oportunidades que les dio a las iglesias, así como cabe decir que son criticables las restricciones que el sistema jurídico de nuestro país les coloca a las organizaciones evangélicas en varios aspectos. Las restricciones emanan de la ley de culto sancionada durante la dictadura, una pieza jurídica de hecho obsoleta en varios aspectos, y del artículo 2 de la Constitución Nacional. Pero cabe decir lo mismo a propósito de las restricciones del marco legal para otras organizaciones religiosas minoritarias de cualquier índole.
Cuando líderes evangélicos se muestran preocupados por llevar una bendición hacia la sociedad argentina y sus problemas, pareciera que los cristianos fuesen los transportadores de un carisma mesiánico. Puede ser verdad. Tal vez lo son. Pero no podrían hacer su trabajo en el contexto de una dictadura como la que terminó en 1983. En semejante ambiente sería de esperar que las iglesias evangélicas fuesen consideradas “sectas” pasibles de la vigilancia de la doctrina de la seguridad nacional. Y de hecho, lo fueron...En cierto modo, pues, a la apertura para el trabajo estrictamente religioso de las iglesias evangélicas la crearon otros argentinos. Que no son evangélicos. A ellos es necesario darles un agradecimiento y reconocerlos como fraternos en tanto conciudadanos que prefirieron la democracia a la dictadura, y la vuelta a la Constitución Nacional republicana que el país heredó de nuestros padres políticos del siglo XIX. Entre esos ciudadanos merece un reconocimiento especial el presidente Raúl Alfonsín.Por otra parte, cabe mencionar que los dirigentes de las iglesias evangélicas del sector ecuménico afiliado al Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y al Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), agrupadas localmente en otra federación, llamada FAIE (Federación Argentina de Iglesias Evangélicas), hicieron un trabajo en pro de la recuperación de la democracia y la defensa de los derechos humanos, que los puso en contacto con otras fuerzas de la sociedad civil argentina, sectores ecuménicos de la Iglesia Católica Romana y el propio gobierno de Alfonsín. La Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias del año 1985 tuvo lugar en Buenos Aires, en el Teatro San Martín, y el presidente Raúl Alfonsín concurrió a uno de sus encuentros, políticamente solemne. Estas iglesias son demográficamente minoritarias pero de un peso cualitativo muy significativo por su bagaje cultural y sus compromisos con la justicia social, articulados alrededor del MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos) y la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos).

(*) Doctor en Sociología. Integra en calidad de socio fundador, la Asamblea Directiva del CALIR, Consejo Argentino para la Libertad Religiosa. Asesor de la Secretaría de Culto de la Cancillería 1999-2001. Socio de la Red Latinoamericana de Estudios Pentecostales, RELEP, y la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión en el Mercosur, ACSRMS
Fuente: Cristianet.com.ar

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