Por el pastor Carlos A. Valle, Argentina.
PE - 21/4/09 En vísperas de la Semana Santa, el semanario Newsweek, en su edición estadounidense, trató el tema de la crisis de la fe bajo el título “La declinación y caída del Estados Unidos cristiano”. El número de quienes se declaran creyentes ha ido disminuyendo y el de agnósticos y ateos, desde 1990, se ha cuadruplicado. Esto está produciendo significativas implicancias en la vida del país a distintos niveles, por lo que está siendo etiquetada como “poscristiana”.
No en mi nombre
La edición argentina de Newsweek (Niro.140) recoge parte del tema abordado bajo el acápite “¿El fin de la fe?: Militancia atea en la Argentina”.El título promete más de lo que ofrece. Hay un artículo general que gira alrededor de un grupo argentino –emparentado a grupos similares surgidos en Europa- que quiere renunciar a su bautismo y ser borrado de los registrados de la Iglesia Católica Romana (ICR). Su lema:”No en mi nombre”, más que reflejar un rechazo a la idea de Dios, expresa una crítica a ciertas posiciones de la ICR. “Si estás bautizado, sin importar cuán crítico seas de la institución católica, la Iglesia en tu nombre condena el aborto, la homosexualidad; boicotea los intentos del Estado por generar una política de educación sexual: condena y se opone al uso y reparto de anticonceptivos, a la eutanasia, al divorcio” sostiene uno de los organizadores de la campaña.
En el artículo se hace referencia a otras manifestaciones de crítica religiosa, que reflejan otra realidad. En artículos anteriores hemos hecho mención de lo sucedido en Inglaterra, que luego se extendió a España, con anuncios publicitarios en los buses de Londres declarando que “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta tu vida.” Esa campaña era una manera de reaccionar a condenatorios avisos de castigo eterno, abusando de la mitología bíblica, que algunos grupos religiosos habían diseminado en los buses.
Los ideólogos ateos
Hay, además, escuetas referencias a quienes llama “ideólogos ateos”, como R. Dawkins, M. Onfray y C. Hitchens, cuyas fuertes críticas se han destacado en los últimos años, pero sobre quienes mayormente no se detiene. Llama la atención que de la argumentación de Onfray se destaque que el atentado a las torres Gemelas en Nueva York pareciera haber motivado “el resurgir del activismo ateo”. Eso significaría correr el centro de la discusión sobre un problema teología a un problema político que, por cierto, está lejos, al menos en esta parte del continente.
Finalmente, se hace referencia a la Asociación Civil de Ateos Argentina (ArgAtea) fundada en 2006. Esta asociación, que no goza de mucha prensa, no presupone la idea de Dios a la cual oponerse sino más bien a la búsqueda de su propia identidad sin necesidad de recurrir a la premisa de la existencia de un dios. Esta búsqueda, entiende, deberá manifestarse en el desarrollo de un Estado laico. Porque es necesario “que la gente sepa que existe esta posibilidad de salida si está en desacuerdo con la Iglesia, que empiece a cuestionar esta injerencia de la Iglesia tanto en el poder político como en sus vidas personales”, afirma una de sus participantes.
Fe y razón, un interminable debate
Un breve extracto de un debate que Benedicto XVI y el filósofo Paolo Flores d’Arcais sostuvieron en el año 2000 sobre la existencia de Dios, muestra que el tema era considerado desde una perspectiva muy diferente. La controversia fe y razón era la clave del diálogo. Benedicto XVI, como lo ha manifestado reiteradamente –basta recordar su debate con Jürgen Habermas- está convencido de que los seres humanos buscan “una religión auténtica que sea, al mismo tiempo, acorde con nuestra razón.”
Hay dos niveles de discusión que no parecen relacionarse. Por un lado, las discusiones teológicas y filosóficas se debaten en el mundo de las confrontaciones racionales prescindiendo de las realidades concretas en las cuales se desarrollan. Reviven discusiones de siglos, recurren a los mismos argumentos y quienes arguyen están convencidos que cuentan con toda la verdad de su lado. Por otro lado, los grupos que han sido mencionados, no parecen verse envueltos en discusiones intelectuales sino responder a necesidades, injusticias y trabas que ven afectar su vida personal y social, las cuales ciertos sectores de la sociedad tienden a ignorarlos
Quién tiene la verdad
Con este material aparecen dos artículos que explicitan esta dicotomía y, a la vez, refuerzan algunos presupuestos que parecen no querer considerar la génesis de las reacciones. El Pbro. Alejandro Russo, explicita que la fe es un acto voluntario de respuesta a Dios. Nadie está obligado a la fe, porque dice “Dios llama a los hombres (sic) a servirle en espíritu y en verdad.” Esta convencido que en el mundo hay fe, aunque pueda tener los orígenes más variados y “con las intenciones más diversas”. Pero, deja en claro que cuando se dice que se tiene “fe católica” -¿hay que suponer “católica romana” y no simplemente universal?- “nos hace integrar al acto de fe la seguridad que la iglesia es depositaria desde los apóstoles de la Revelación del misterio de Dios que Jesucristo le confió como así también de su interpretación.” Con este resguardo, de ser la depositaria y sola interprete de los misterios de Dios, se abstiene de considerar cualquier cuestionamiento como válido y esboza una cierta apertura para considerar manifestaciones de fe, pero entendiendo que les falta “comprender y encarnar la direccionalidad del acto de fe”. No hay ningún indicio de diálogo, ni menos de crítica interna solo aguardar el retorno.
Más preguntas que respuestas
El otro artículo es del sociólogo Hilario Wynarczyk, quien plantea la controversia en términos de ciencia y religión. La limitada extensión de un texto que intenta abarcar multitud de temas conspira para oscurecer varias esquemáticas y controversionales afirmaciones. Por lo cual las preguntas se anteponen a las críticas y es inevitable formular al menos algunas.
¿Por qué considera que las argumentaciones académicas a favor del ateismo, contrastan entre “la razón científica y la oscuridad de la religión”? ¿Hoy, las argumentaciones desde la ciencia tienen los mismos basamentos que en los albores del Iluminismo? ¿Por qué, además, entiende que el “discurso ateo pareciera tener su motor en la indignación, y buscar su forma en la razón científica”? Suena como una lectura psicológica que descalifica sus motivaciones, las que no parecieran ser la de los escritores que menciona.
Por otra parte, Wynarzyk rezuma optimismo al afirmar que “la fe religiosa goza de buena salud, y no produce los principales desastres en la sociedad” ya que los templos se llenan. La reciente investigación del CONICET sobre creencias y actitudes religiosas registra un altísimo número que afirma creer en Dios, pero cuya participación es más bien escasa. Llama la atención que sume al Gauchito Gil, como un ejemplo de “para-católico”, lo que lamentablemente suena como una vieja expresión de coloniaje religioso. Estas manifestaciones optimistas culminan con el lugar que le asigna a la ICR, “con sus propias contradicciones internas”, como “la única Iglesia que puede acompañar el poder político o desafiar el poder político, desde un discurso en el plano ético.”
¿Hay que olvidar la historia pasada y el protagonismo de la ICR -para mencionar solo desde la revolución de 1930- que acompañó y sostuvo regimenes militares que culminaron en genocidio en la década del 1970? Resulta muy dificultoso reducir la participación activa de la ICR en esos crueles procesos y justificarlos como productos de “contradicciones internas”. ¿No hay nada que decirles a todos los sinceros católicos que reclaman una visión renovada y alguna respuesta a los problemas presentes? ¿Sigue suponiendo la ICR que puede proveer una ética de validez universal, y que es la única autoridad para determinar lo que está bien y está mal?
El número se cierra con un extracto del director de la revista en los Estados Unidos, donde avizora una declinación en la cantidad de cristianos en su país y que, aunque “la religión fue un factor en la vida estadounidense desde sus inicios, es la libertad y no la religión lo que mantiene a los ciudadanos de este país unidos”.
Fuente: www.cristianet.com.ar
PE - 21/4/09 En vísperas de la Semana Santa, el semanario Newsweek, en su edición estadounidense, trató el tema de la crisis de la fe bajo el título “La declinación y caída del Estados Unidos cristiano”. El número de quienes se declaran creyentes ha ido disminuyendo y el de agnósticos y ateos, desde 1990, se ha cuadruplicado. Esto está produciendo significativas implicancias en la vida del país a distintos niveles, por lo que está siendo etiquetada como “poscristiana”.
No en mi nombre
La edición argentina de Newsweek (Niro.140) recoge parte del tema abordado bajo el acápite “¿El fin de la fe?: Militancia atea en la Argentina”.El título promete más de lo que ofrece. Hay un artículo general que gira alrededor de un grupo argentino –emparentado a grupos similares surgidos en Europa- que quiere renunciar a su bautismo y ser borrado de los registrados de la Iglesia Católica Romana (ICR). Su lema:”No en mi nombre”, más que reflejar un rechazo a la idea de Dios, expresa una crítica a ciertas posiciones de la ICR. “Si estás bautizado, sin importar cuán crítico seas de la institución católica, la Iglesia en tu nombre condena el aborto, la homosexualidad; boicotea los intentos del Estado por generar una política de educación sexual: condena y se opone al uso y reparto de anticonceptivos, a la eutanasia, al divorcio” sostiene uno de los organizadores de la campaña.
En el artículo se hace referencia a otras manifestaciones de crítica religiosa, que reflejan otra realidad. En artículos anteriores hemos hecho mención de lo sucedido en Inglaterra, que luego se extendió a España, con anuncios publicitarios en los buses de Londres declarando que “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta tu vida.” Esa campaña era una manera de reaccionar a condenatorios avisos de castigo eterno, abusando de la mitología bíblica, que algunos grupos religiosos habían diseminado en los buses.
Los ideólogos ateos
Hay, además, escuetas referencias a quienes llama “ideólogos ateos”, como R. Dawkins, M. Onfray y C. Hitchens, cuyas fuertes críticas se han destacado en los últimos años, pero sobre quienes mayormente no se detiene. Llama la atención que de la argumentación de Onfray se destaque que el atentado a las torres Gemelas en Nueva York pareciera haber motivado “el resurgir del activismo ateo”. Eso significaría correr el centro de la discusión sobre un problema teología a un problema político que, por cierto, está lejos, al menos en esta parte del continente.
Finalmente, se hace referencia a la Asociación Civil de Ateos Argentina (ArgAtea) fundada en 2006. Esta asociación, que no goza de mucha prensa, no presupone la idea de Dios a la cual oponerse sino más bien a la búsqueda de su propia identidad sin necesidad de recurrir a la premisa de la existencia de un dios. Esta búsqueda, entiende, deberá manifestarse en el desarrollo de un Estado laico. Porque es necesario “que la gente sepa que existe esta posibilidad de salida si está en desacuerdo con la Iglesia, que empiece a cuestionar esta injerencia de la Iglesia tanto en el poder político como en sus vidas personales”, afirma una de sus participantes.
Fe y razón, un interminable debate
Un breve extracto de un debate que Benedicto XVI y el filósofo Paolo Flores d’Arcais sostuvieron en el año 2000 sobre la existencia de Dios, muestra que el tema era considerado desde una perspectiva muy diferente. La controversia fe y razón era la clave del diálogo. Benedicto XVI, como lo ha manifestado reiteradamente –basta recordar su debate con Jürgen Habermas- está convencido de que los seres humanos buscan “una religión auténtica que sea, al mismo tiempo, acorde con nuestra razón.”
Hay dos niveles de discusión que no parecen relacionarse. Por un lado, las discusiones teológicas y filosóficas se debaten en el mundo de las confrontaciones racionales prescindiendo de las realidades concretas en las cuales se desarrollan. Reviven discusiones de siglos, recurren a los mismos argumentos y quienes arguyen están convencidos que cuentan con toda la verdad de su lado. Por otro lado, los grupos que han sido mencionados, no parecen verse envueltos en discusiones intelectuales sino responder a necesidades, injusticias y trabas que ven afectar su vida personal y social, las cuales ciertos sectores de la sociedad tienden a ignorarlos
Quién tiene la verdad
Con este material aparecen dos artículos que explicitan esta dicotomía y, a la vez, refuerzan algunos presupuestos que parecen no querer considerar la génesis de las reacciones. El Pbro. Alejandro Russo, explicita que la fe es un acto voluntario de respuesta a Dios. Nadie está obligado a la fe, porque dice “Dios llama a los hombres (sic) a servirle en espíritu y en verdad.” Esta convencido que en el mundo hay fe, aunque pueda tener los orígenes más variados y “con las intenciones más diversas”. Pero, deja en claro que cuando se dice que se tiene “fe católica” -¿hay que suponer “católica romana” y no simplemente universal?- “nos hace integrar al acto de fe la seguridad que la iglesia es depositaria desde los apóstoles de la Revelación del misterio de Dios que Jesucristo le confió como así también de su interpretación.” Con este resguardo, de ser la depositaria y sola interprete de los misterios de Dios, se abstiene de considerar cualquier cuestionamiento como válido y esboza una cierta apertura para considerar manifestaciones de fe, pero entendiendo que les falta “comprender y encarnar la direccionalidad del acto de fe”. No hay ningún indicio de diálogo, ni menos de crítica interna solo aguardar el retorno.
Más preguntas que respuestas
El otro artículo es del sociólogo Hilario Wynarczyk, quien plantea la controversia en términos de ciencia y religión. La limitada extensión de un texto que intenta abarcar multitud de temas conspira para oscurecer varias esquemáticas y controversionales afirmaciones. Por lo cual las preguntas se anteponen a las críticas y es inevitable formular al menos algunas.
¿Por qué considera que las argumentaciones académicas a favor del ateismo, contrastan entre “la razón científica y la oscuridad de la religión”? ¿Hoy, las argumentaciones desde la ciencia tienen los mismos basamentos que en los albores del Iluminismo? ¿Por qué, además, entiende que el “discurso ateo pareciera tener su motor en la indignación, y buscar su forma en la razón científica”? Suena como una lectura psicológica que descalifica sus motivaciones, las que no parecieran ser la de los escritores que menciona.
Por otra parte, Wynarzyk rezuma optimismo al afirmar que “la fe religiosa goza de buena salud, y no produce los principales desastres en la sociedad” ya que los templos se llenan. La reciente investigación del CONICET sobre creencias y actitudes religiosas registra un altísimo número que afirma creer en Dios, pero cuya participación es más bien escasa. Llama la atención que sume al Gauchito Gil, como un ejemplo de “para-católico”, lo que lamentablemente suena como una vieja expresión de coloniaje religioso. Estas manifestaciones optimistas culminan con el lugar que le asigna a la ICR, “con sus propias contradicciones internas”, como “la única Iglesia que puede acompañar el poder político o desafiar el poder político, desde un discurso en el plano ético.”
¿Hay que olvidar la historia pasada y el protagonismo de la ICR -para mencionar solo desde la revolución de 1930- que acompañó y sostuvo regimenes militares que culminaron en genocidio en la década del 1970? Resulta muy dificultoso reducir la participación activa de la ICR en esos crueles procesos y justificarlos como productos de “contradicciones internas”. ¿No hay nada que decirles a todos los sinceros católicos que reclaman una visión renovada y alguna respuesta a los problemas presentes? ¿Sigue suponiendo la ICR que puede proveer una ética de validez universal, y que es la única autoridad para determinar lo que está bien y está mal?
El número se cierra con un extracto del director de la revista en los Estados Unidos, donde avizora una declinación en la cantidad de cristianos en su país y que, aunque “la religión fue un factor en la vida estadounidense desde sus inicios, es la libertad y no la religión lo que mantiene a los ciudadanos de este país unidos”.
Fuente: www.cristianet.com.ar
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