Fe, tradición y cultura: vigencia y transformación del pensamiento calvinista (II)
En América Latina, la queja de Rubem Alves de principios de los años 80 del siglo pasado sigue, lamentablemente, vigente, pues él reclamaba, exigía y sentía una especie de nostalgia anticipada precisamente por aquellas formas culturales que encarnen la fe protestante en todo su potencial.(1) En mi caso, echo mucho de menos una producción poética más amplia procedente de miembros o simpatizantes de la fe protestante a diferencia de otras épocas, cuando en los seminarios había tertulias y publicaciones literarias que estimulaban la sensibilidad y la creatividad de los futuros pastores.(2)
La Iglesia es, también, una construcción cultural que vive y produce cultura ella misma. Gabriel Zaid ha escrito unas páginas muy luminosas sobre este tema, reconociendo la manera en que el protestantismo fomentó la cultura, en contraste con la cerrazón de muchos espacios católicos y lamentándose por el hecho de que la mejor cultura religiosa se hace fuera de la Iglesia a través de espíritus que muchas veces son satanizados por ella.(3) Desde Puerto Rico, aunque sin dirigirse a las implicaciones culturales del calvinismo, pero con fuertes resonancias en el sentido de la cultura religiosa y teológica, Rubén Rosario Rodríguez reclama para América Latina la herencia de un Calvino más amplio, abierto y tolerante que aquel que transmitieron ciertas vertientes misioneras.(4)
Los ámbitos de influencia de una tradición religiosa y teológica deben buscarse en todas las áreas: la economía, la educación, la ciencia, la filosofía, el derecho, la política, el trabajo, etcétera, y tal vez con mayor ahínco allí donde se supone que no podría encontrarse una huella muy definida. Kuyper veía en la doctrina de la predestinación el origen del espíritu científico, nada menos. En esa línea, ¿a qué otras doctrinas podríamos recurrir para explicar algunos de los diversos rumbos que ha seguido el pensamiento humano? Marta García Alonso, en un libro que explica la importancia filosófica del pensamiento de Calvino, pero que para ello expone las líneas básicas de su teología, afirma:
A quienes continúen dudando de la importancia de Calvino para nuestra Modernidad, cabe también recordarles el papel que Max Weber le concede en La ética protestante y la formación del espíritu del capitalismo: la “angustia psicológica” provocada por el dogma de la doble predestinación estaría en el origen de la incesante actividad empresarial de los devotos calvinistas europeos y estadounidense. Pero no sólo Weber entre nuestros clásicos se preocupó por Calvino. Para Georg Jellinek, la defensa calvinista del principio de libertad religiosa contribuyó decisivamente a la formación del constitucionalismo moderno. Por su parte, Herbert Marcuse encareció el papel de Calvino en la separación de sujeto y praxis que se produce en el protestantismo como consecuencia de la escisión entre libertad interior y la sujeción externa a la autoridad. Y así podríamos continuar con autores tan diversos como Michael Walzer, Leo Strauss, Hans Blumenberg y muchos otros.(5)
¡Un maestro espiritual y teológico en las manos “profanas” de sociólogos, politólogos y economistas! Lejos de ser un sacrilegio, es algo que él seguramente vería con aprobación crítica, a la espera de múltiples conclusiones provisionales, algunas de las cuales no siempre lo han favorecido. Al momento de entrar en los pocos ámbitos que hemos elegido arbitrariamente, tampoco debemos olvidar que las transformaciones del pensamiento calviniano se ocultan o “enmascaran” mejor en aquellas producciones que aparentemente la contradicen o incluso la atacan, pero que, en rigor, vienen a complementarla.
CALVINISMO Y LITERATURA
Calvino, el prolífico escritor francés, fundador para algunos de la gran literatura en ese idioma, junto a Rabelais, no podía sino dejar tras de sí una sólida estirpe en el trabajo con la pluma. Cuando un lector reformado se acerca a la historia literaria y se encuentra con los nombres de John Milton, Herman Melville, James Hogg, Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe, Emily Dickinson, André Gide y Jean Paul Sartre, ¿qué elementos puede reconocer que tiene en común con ellos? ¿Es capaz de ver a Calvino detrás de ellos? Sin ánimo de polemizar demasiado, puede decirse que una formación religiosa similar en diferentes espectros de la tradición reformada y con un grado variable de profundización. Mediante un vistazo panorámico, en Milton (El Paraíso perdido) encontramos la historia de la caída convertida en una épica religiosa de percepciones heterodoxas, como es el hecho de que los parlamentos de Satán son los de mayor hondura teológica. Milton, en su militancia política y religiosa, relativizó los límites entre ortodoxia y heterodoxia. Su obra, francamente volcada hacia la segunda, no deja de dar testimonio de una fe histórica, atenta a los vaivenes sociales y políticos. De escribir hoy, optaría nuevamente por la marginalidad crítica, también como buen puritano.
En Melville, como ha observado agudamente el crítico Christopher Domínguez Michael, impensado conocedor de la ortodoxia reformada (especialmente de los Cánones de Dordrecht), la presencia del mal y del destino está encarnada en la blancura de una ballena esquiva y en la necedad de dimensiones metafísicas del capitán Ahab, de nombre bíblico. La nave del templo ballenero de Nantucket y la liturgia reformada descrita en los primeros capítulos de Moby Dick son una auténtica lección de formalismo bíblico-teológico procedente de una rigurosa y rica lectura puritana.(6) Muy cerca de él, Poe establece su horizonte sin ningún atisbo de salvación posible, hundido como está en la parte oscura del devenir trágico de los individuos. Su manera de perderse en la otredad en el Relato de Arthur Gordon Pym, ligado al mismo puerto ballenero convertido en una suerte de plataforma metafísica. Los fantasmas de Poe, atravesados por la religiosidad del ambiente, salen a la luz gracias a su genio narrativo que, en español, gracias a la traducción de Julio Cortázar, impactan a sus lectores.(7)
Hawthorne, con La letra escarlata, contribuye a ambientar la misma severa tradición calvinista en el territorio americano casi virgen, pues casi se plantea la aterradora pregunta: ¿qué hubiera sido de los colonos ingleses sin su fe puritana en medio de un territorio perdido en la nada? El estigma de la mujer que adultera con el pastor de la comunidad trae a la memoria los siempre peligrosos embates de la intolerancia que quemó brujas, así como la Inquisición quemó herejes. La ambientación de semejante conflicto moral es también una lección de vida en medio del surgimiento de una cultura y de la consolidación de un pacto social que derivaría en un imperio.
James Hogg transfigura la doctrina de la predestinación en algo que, para los cánones de hoy, es narrativa de terror. Como lo explica Domínguez Michael, Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado (1824) es la gran novela de la predestinación, vista desde su lado más oscuro y el inicio de la obsesión moderna por el doble, que reaparecería en Poe, Dostoievski y Stevenson:(8)
La trama coloca a un joven estudiante escocés viviendo una obsesión por la piedad que logra racionalizar su ultracalvinismo hasta decidir el asesinato de su medio hermano, ser mundano, blasfemo y cruel. En la primera parte de la novela, leemos una versión objetiva de los hechos según el supuesto editor de las memorias, como introducción a lo que narra el poseso en primera persona.
El pecador autojustificado de Hogg oye los consejos del diablo mediante un doble que lo sigue sin descanso y lo obliga a actuar criminalmente. El paisaje escocés es el escenario natural de la parábola. El pecador no sólo sigue al calvinismo en las versiones heréticas de Fagius y Amsdorf, sino que se define como un antinomiano o antinomeo, nombre atribuido desde los días de San Pablo a los cristianos que suponían que su fe era superior a la ley mosaica, actuando por encima de toda regla moral, dado que se consideraban predestinados. Hacia 1538, enseñaban esa doctrina algunos de los seguidores de Johannes Agricola. Los verdaderos hijos de Dios no pueden pecar.
La asociación del predestinado de Hogg con el diablo cumple una doble función. Es la conciencia maldita de la fe y la consecuencia de ese pecado original absoluto nacido como hierba envenenada entre los intersticios de la argumentación calvinista. El escocés Hogg engendra en las tierras puritanas de la Nueva Inglaterra lo mismo a Nathaniel Hawthorne (el pecado como una letra grabada en la piel) que a Edgar Allan Poe (la duplicidad de la mente como la escena trágica del hombre moderno.(9)
La poesía de Emily Dickinson emergió de un sustrato religioso asfixiante que la obligó a volcar su interioridad en textos donde verbaliza una crítica profunda al ambiente que la formó y la condenó a escribir sus pequeñas pero extraordinarias indagaciones. La subjetividad que alcanzó y la capacidad de observación que brotó de su sensibilidad atormentada le permitió crear un universo que sigue deslumbrando:
Algunos guardan el Sabbath concurriendo al Templo-
Yo lo guardo quedándome en mi Hogar-
Con un Bobolink como Director del Coro-
Y un Huerto, por Cúpula-
Algunos guardan el Sabbath con el Alba-
Yo sólo uso mis Alas-
Y en lugar de tañer las campanas, llamando al Templo-
Nuestro pequeño Sacristán -canta-
Dios predica notable Sacerdote-
Y el sermón nunca es largo,
Y -en lugar de ir al Cielo, de una vez-
Me estoy yendo desde ahora.(10)
Nacida en Nueva Inglaterra en 1830, estudió en la Academia de Amherst y en el seminario femenino de Mount Holyoke, Massachusetts. Se rebeló contra su tradición religiosa, pero ésta impregnó profundamente su concepción del Universo. Se aisló del mundo y no aceptó entrar en contaco con nadie que no estuviera a su altura, como lo estuvieron sus cuatro preceptores, uno de los cuales le hizo leer muy joven a Emerson.
Encuentro de Instituciones de Formación Teológica, AIPRAL
Universidad Reformada, Barranquilla, Colombia
31 de octubre, 2009
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1) R. Alves, “Las ideas teológicas y sus caminos por los surcos institucionales del protestantismo brasileño”, en P. Richard, ed., Materiales para una historia de le teología en América latina. San José, DEI, 1981, pp.
2) En la reedición de El salmo fugitivo. Antología de poesía religiosa latinoamericana. (Terrassa, España, CLIE, 2009) aparecen muy pocas voces representativas del campo protestante. En el ámbito de la herencia presbiteriano-reformada destacan el propio R. Alves y Julia Esquivel, cuya experiencia de exilio, exterior e interior, dialoga de manera fecunda con la fe característica de esta tradición.
3) G. Zaid, “Muerte y resurrección de la cultura católica”, en Obras completas. I. Ensayos sobre poesía. México, El Colegio nacional, 1994, pp..
4) R. Rosario Rodríguez, “Calvino o el calvinismo: reclamando la tradición reformada para América Latina”, en Apuntes. Reflexiones teológicas desde el margen hispano, Asociación para la Educación Teológica Hispana, invierno de 2004. Recogido en L. Cervantes-Ortiz, ed., Juan Calvino: su vida y obra a 500 años de su nacimiento. Terrassa, CLIE, 2009, pp. 477-511. (Trad. de R.J. Arjona y L. Cervantes-O.)
5) M. García Alonso, Calvino (1509-1564). Madrid, Ediciones del Orto, 2009, p. 12.
6) C. Domínguez Michael, “Predestinados en el mar”, en La utopía de la hospitalidad. México, Vuelta, 1993, pp.. Este texto relaciona la obra de varios autores de lengua inglesa mediante un creativo “juego de espejos” que parte de los conceptos “supra” e “infralapsariano” de la salvación.
7) Cf. José de Segovia, “La sombra de Allan Poe”, en Protestante Digital, núm. 297, 8 de septiembre de 2009, www.protestantedigital.com/new/nowleerarticulo.php?r=307&a=3123
8) J. Hogg, Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado. Prólogo de André Gide. México, Axial, 2008.
9) Ibid., pp. 74-75.
10) E. Dickinson, Poemas. Trad. Silvina Ocampo. Madrid, Tusquets, p. http://isaiasgarde.myfil.es/get_file?path=/dickinson-poemas.pdf
Artículos anteriores de esta serie:
1 La fuerza cultural de la tradición reformada
* Cervantes-Ortiz es escritor, médico, teólogo y poeta mexicano.
Fuente: © L. Cervantes-Ortiz, ProtestanteDigital.com (España, 2009).
En América Latina, la queja de Rubem Alves de principios de los años 80 del siglo pasado sigue, lamentablemente, vigente, pues él reclamaba, exigía y sentía una especie de nostalgia anticipada precisamente por aquellas formas culturales que encarnen la fe protestante en todo su potencial.(1) En mi caso, echo mucho de menos una producción poética más amplia procedente de miembros o simpatizantes de la fe protestante a diferencia de otras épocas, cuando en los seminarios había tertulias y publicaciones literarias que estimulaban la sensibilidad y la creatividad de los futuros pastores.(2)
La Iglesia es, también, una construcción cultural que vive y produce cultura ella misma. Gabriel Zaid ha escrito unas páginas muy luminosas sobre este tema, reconociendo la manera en que el protestantismo fomentó la cultura, en contraste con la cerrazón de muchos espacios católicos y lamentándose por el hecho de que la mejor cultura religiosa se hace fuera de la Iglesia a través de espíritus que muchas veces son satanizados por ella.(3) Desde Puerto Rico, aunque sin dirigirse a las implicaciones culturales del calvinismo, pero con fuertes resonancias en el sentido de la cultura religiosa y teológica, Rubén Rosario Rodríguez reclama para América Latina la herencia de un Calvino más amplio, abierto y tolerante que aquel que transmitieron ciertas vertientes misioneras.(4)
Los ámbitos de influencia de una tradición religiosa y teológica deben buscarse en todas las áreas: la economía, la educación, la ciencia, la filosofía, el derecho, la política, el trabajo, etcétera, y tal vez con mayor ahínco allí donde se supone que no podría encontrarse una huella muy definida. Kuyper veía en la doctrina de la predestinación el origen del espíritu científico, nada menos. En esa línea, ¿a qué otras doctrinas podríamos recurrir para explicar algunos de los diversos rumbos que ha seguido el pensamiento humano? Marta García Alonso, en un libro que explica la importancia filosófica del pensamiento de Calvino, pero que para ello expone las líneas básicas de su teología, afirma:
A quienes continúen dudando de la importancia de Calvino para nuestra Modernidad, cabe también recordarles el papel que Max Weber le concede en La ética protestante y la formación del espíritu del capitalismo: la “angustia psicológica” provocada por el dogma de la doble predestinación estaría en el origen de la incesante actividad empresarial de los devotos calvinistas europeos y estadounidense. Pero no sólo Weber entre nuestros clásicos se preocupó por Calvino. Para Georg Jellinek, la defensa calvinista del principio de libertad religiosa contribuyó decisivamente a la formación del constitucionalismo moderno. Por su parte, Herbert Marcuse encareció el papel de Calvino en la separación de sujeto y praxis que se produce en el protestantismo como consecuencia de la escisión entre libertad interior y la sujeción externa a la autoridad. Y así podríamos continuar con autores tan diversos como Michael Walzer, Leo Strauss, Hans Blumenberg y muchos otros.(5)
¡Un maestro espiritual y teológico en las manos “profanas” de sociólogos, politólogos y economistas! Lejos de ser un sacrilegio, es algo que él seguramente vería con aprobación crítica, a la espera de múltiples conclusiones provisionales, algunas de las cuales no siempre lo han favorecido. Al momento de entrar en los pocos ámbitos que hemos elegido arbitrariamente, tampoco debemos olvidar que las transformaciones del pensamiento calviniano se ocultan o “enmascaran” mejor en aquellas producciones que aparentemente la contradicen o incluso la atacan, pero que, en rigor, vienen a complementarla.
CALVINISMO Y LITERATURA
Calvino, el prolífico escritor francés, fundador para algunos de la gran literatura en ese idioma, junto a Rabelais, no podía sino dejar tras de sí una sólida estirpe en el trabajo con la pluma. Cuando un lector reformado se acerca a la historia literaria y se encuentra con los nombres de John Milton, Herman Melville, James Hogg, Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe, Emily Dickinson, André Gide y Jean Paul Sartre, ¿qué elementos puede reconocer que tiene en común con ellos? ¿Es capaz de ver a Calvino detrás de ellos? Sin ánimo de polemizar demasiado, puede decirse que una formación religiosa similar en diferentes espectros de la tradición reformada y con un grado variable de profundización. Mediante un vistazo panorámico, en Milton (El Paraíso perdido) encontramos la historia de la caída convertida en una épica religiosa de percepciones heterodoxas, como es el hecho de que los parlamentos de Satán son los de mayor hondura teológica. Milton, en su militancia política y religiosa, relativizó los límites entre ortodoxia y heterodoxia. Su obra, francamente volcada hacia la segunda, no deja de dar testimonio de una fe histórica, atenta a los vaivenes sociales y políticos. De escribir hoy, optaría nuevamente por la marginalidad crítica, también como buen puritano.
En Melville, como ha observado agudamente el crítico Christopher Domínguez Michael, impensado conocedor de la ortodoxia reformada (especialmente de los Cánones de Dordrecht), la presencia del mal y del destino está encarnada en la blancura de una ballena esquiva y en la necedad de dimensiones metafísicas del capitán Ahab, de nombre bíblico. La nave del templo ballenero de Nantucket y la liturgia reformada descrita en los primeros capítulos de Moby Dick son una auténtica lección de formalismo bíblico-teológico procedente de una rigurosa y rica lectura puritana.(6) Muy cerca de él, Poe establece su horizonte sin ningún atisbo de salvación posible, hundido como está en la parte oscura del devenir trágico de los individuos. Su manera de perderse en la otredad en el Relato de Arthur Gordon Pym, ligado al mismo puerto ballenero convertido en una suerte de plataforma metafísica. Los fantasmas de Poe, atravesados por la religiosidad del ambiente, salen a la luz gracias a su genio narrativo que, en español, gracias a la traducción de Julio Cortázar, impactan a sus lectores.(7)
Hawthorne, con La letra escarlata, contribuye a ambientar la misma severa tradición calvinista en el territorio americano casi virgen, pues casi se plantea la aterradora pregunta: ¿qué hubiera sido de los colonos ingleses sin su fe puritana en medio de un territorio perdido en la nada? El estigma de la mujer que adultera con el pastor de la comunidad trae a la memoria los siempre peligrosos embates de la intolerancia que quemó brujas, así como la Inquisición quemó herejes. La ambientación de semejante conflicto moral es también una lección de vida en medio del surgimiento de una cultura y de la consolidación de un pacto social que derivaría en un imperio.
James Hogg transfigura la doctrina de la predestinación en algo que, para los cánones de hoy, es narrativa de terror. Como lo explica Domínguez Michael, Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado (1824) es la gran novela de la predestinación, vista desde su lado más oscuro y el inicio de la obsesión moderna por el doble, que reaparecería en Poe, Dostoievski y Stevenson:(8)
La trama coloca a un joven estudiante escocés viviendo una obsesión por la piedad que logra racionalizar su ultracalvinismo hasta decidir el asesinato de su medio hermano, ser mundano, blasfemo y cruel. En la primera parte de la novela, leemos una versión objetiva de los hechos según el supuesto editor de las memorias, como introducción a lo que narra el poseso en primera persona.
El pecador autojustificado de Hogg oye los consejos del diablo mediante un doble que lo sigue sin descanso y lo obliga a actuar criminalmente. El paisaje escocés es el escenario natural de la parábola. El pecador no sólo sigue al calvinismo en las versiones heréticas de Fagius y Amsdorf, sino que se define como un antinomiano o antinomeo, nombre atribuido desde los días de San Pablo a los cristianos que suponían que su fe era superior a la ley mosaica, actuando por encima de toda regla moral, dado que se consideraban predestinados. Hacia 1538, enseñaban esa doctrina algunos de los seguidores de Johannes Agricola. Los verdaderos hijos de Dios no pueden pecar.
La asociación del predestinado de Hogg con el diablo cumple una doble función. Es la conciencia maldita de la fe y la consecuencia de ese pecado original absoluto nacido como hierba envenenada entre los intersticios de la argumentación calvinista. El escocés Hogg engendra en las tierras puritanas de la Nueva Inglaterra lo mismo a Nathaniel Hawthorne (el pecado como una letra grabada en la piel) que a Edgar Allan Poe (la duplicidad de la mente como la escena trágica del hombre moderno.(9)
La poesía de Emily Dickinson emergió de un sustrato religioso asfixiante que la obligó a volcar su interioridad en textos donde verbaliza una crítica profunda al ambiente que la formó y la condenó a escribir sus pequeñas pero extraordinarias indagaciones. La subjetividad que alcanzó y la capacidad de observación que brotó de su sensibilidad atormentada le permitió crear un universo que sigue deslumbrando:
Algunos guardan el Sabbath concurriendo al Templo-
Yo lo guardo quedándome en mi Hogar-
Con un Bobolink como Director del Coro-
Y un Huerto, por Cúpula-
Algunos guardan el Sabbath con el Alba-
Yo sólo uso mis Alas-
Y en lugar de tañer las campanas, llamando al Templo-
Nuestro pequeño Sacristán -canta-
Dios predica notable Sacerdote-
Y el sermón nunca es largo,
Y -en lugar de ir al Cielo, de una vez-
Me estoy yendo desde ahora.(10)
Nacida en Nueva Inglaterra en 1830, estudió en la Academia de Amherst y en el seminario femenino de Mount Holyoke, Massachusetts. Se rebeló contra su tradición religiosa, pero ésta impregnó profundamente su concepción del Universo. Se aisló del mundo y no aceptó entrar en contaco con nadie que no estuviera a su altura, como lo estuvieron sus cuatro preceptores, uno de los cuales le hizo leer muy joven a Emerson.
Encuentro de Instituciones de Formación Teológica, AIPRAL
Universidad Reformada, Barranquilla, Colombia
31 de octubre, 2009
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1) R. Alves, “Las ideas teológicas y sus caminos por los surcos institucionales del protestantismo brasileño”, en P. Richard, ed., Materiales para una historia de le teología en América latina. San José, DEI, 1981, pp.
2) En la reedición de El salmo fugitivo. Antología de poesía religiosa latinoamericana. (Terrassa, España, CLIE, 2009) aparecen muy pocas voces representativas del campo protestante. En el ámbito de la herencia presbiteriano-reformada destacan el propio R. Alves y Julia Esquivel, cuya experiencia de exilio, exterior e interior, dialoga de manera fecunda con la fe característica de esta tradición.
3) G. Zaid, “Muerte y resurrección de la cultura católica”, en Obras completas. I. Ensayos sobre poesía. México, El Colegio nacional, 1994, pp..
4) R. Rosario Rodríguez, “Calvino o el calvinismo: reclamando la tradición reformada para América Latina”, en Apuntes. Reflexiones teológicas desde el margen hispano, Asociación para la Educación Teológica Hispana, invierno de 2004. Recogido en L. Cervantes-Ortiz, ed., Juan Calvino: su vida y obra a 500 años de su nacimiento. Terrassa, CLIE, 2009, pp. 477-511. (Trad. de R.J. Arjona y L. Cervantes-O.)
5) M. García Alonso, Calvino (1509-1564). Madrid, Ediciones del Orto, 2009, p. 12.
6) C. Domínguez Michael, “Predestinados en el mar”, en La utopía de la hospitalidad. México, Vuelta, 1993, pp.. Este texto relaciona la obra de varios autores de lengua inglesa mediante un creativo “juego de espejos” que parte de los conceptos “supra” e “infralapsariano” de la salvación.
7) Cf. José de Segovia, “La sombra de Allan Poe”, en Protestante Digital, núm. 297, 8 de septiembre de 2009, www.protestantedigital.com/new/nowleerarticulo.php?r=307&a=3123
8) J. Hogg, Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado. Prólogo de André Gide. México, Axial, 2008.
9) Ibid., pp. 74-75.
10) E. Dickinson, Poemas. Trad. Silvina Ocampo. Madrid, Tusquets, p. http://isaiasgarde.myfil.es/get_file?path=/dickinson-poemas.pdf
Artículos anteriores de esta serie:
1 La fuerza cultural de la tradición reformada
* Cervantes-Ortiz es escritor, médico, teólogo y poeta mexicano.
Fuente: © L. Cervantes-Ortiz, ProtestanteDigital.com (España, 2009).
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