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domingo, 6 de diciembre de 2009

La fuerza cultural de la tradición reformada (I)

Por. Leopoldo Cervantes - Ortiz *

Fe, tradición y cultura: vigencia y transformación del pensamiento calvinista (I)

Después de la liberación de las almas, la fundación de una civilización. […] Estaba reservado al francés y al jurista Calvino crear, más que una nueva teología, un mundo nuevo y un hombre nuevo. El hombre “reformado” y el mundo moderno. En él ésta es la obra que predomina y la que nos da razón de su autor.(1) Emile Leonard
Fue Paul Tillich quien se planteó la enorme tarea de desarrollar una teología de la cultura, es decir, de esbozar la impronta cultural del cristianismo en general y, en especial, de la tradición protestante.(2)
Fruto de esa reflexión, encontró que la fe misma es un elemento cultural y que sus transformaciones y las diversas formas en que encarna socialmente también informan los núcleos vitales que sostienen a las sociedades. En Occidente, plantea Tillich, lo que él calificó como principio protestante permeó de tal forma la vida social que sólo hasta muy avanzado el siglo XX pudo comenzar a desprenderse de su huella. Este impacto fue tan grande, que Tillich no dudó en calificar a buena parte del devenir occidental como “la era protestante”.(3) La marca eclesiástica, característica del mundo medieval, que se enfrentó a la secularización de talante burgués que comenzó a manifestarse en las esferas de acción humana, se transformó en una praxis religiosa que derivó en nuevas formas culturales que la propia Edad Media había producido.
De ese modo, las artes liberales, pero también el comercio y la política recibieron esa aportación para dar lugar a formas sociales que canalizaron sus ímpetus religiosos como nunca se había hecho antes. En ese sentido, la secularización contribuyó a que la religión no solamente encontrara espacios de desarrollo más propios y específicos, sino que también abrió la puerta para que las expresiones culturales de todo tipo pudieran emanciparse progresivamente y buscar horizontes que anteriormente no se habían atisbado siquiera.
A diferencia de Barth, quien tuvo serios problemas para hacer una valoración teológica de la cultura (a excepción de la música, pues no debemos olvidar las luminosas páginas que le dedicó a Mozart, su músico de cabecera), debido a su negativa general para aceptar el mérito de las producciones humanas, comenzando con la religión, Tillich estableció algunos criterios de análisis que siguen vigentes, a pesar de las transformaciones que ha sufrido el concepto mismo de cultura.(4)
John H. Leith, en su volumen introductorio a la tradición reformada, dedicó varias secciones a desglosar la manera en que ésta se desarrolló como productora de cultura, comenzando con la cultura eclesiástica en términos de lo estrictamente religioso (su gobierno, disciplina y liturgia) y siguiendo con las áreas de la vida en donde ha influido de manera determinante.(5) Como plataforma de análisis, utiliza un concepto de tradición que va más allá de algunos de nuestros criterios dominantes. Dice, por ejemplo, que en su afán por construir la Iglesia en el camino de la realización del Reino de Dios, el Espíritu Santo ha producido tradiciones y que Jesús mismo formó parte de ese proceso.(6) De ese modo, Leith ve la tradición como una forma cultural viva que no puede prescindir de elementos materiales (impersonales), pero cuya sustancia es la que le otorga vida y validez:
Modelar la fe por medio de la tradición es siempre la transmisión de una realidad viva, creciente, no de una cosa impersonal. La transmisión de la fe incluye, por supuesto, muchas cosas impersonales que son importantes para la comunidad viva. Lo significativo de edificios, vasos sacramentales, estructuras organizativas, literatura, reliquias y la Biblia misma. Como un hijo hereda la cuenta bancaria de su padre, una nueva generación de cristianos puede heredar no sólo edificios y reliquias sino más bien una acumulación de medios de gracia. La fe misma, sin embargo, no puede ser manejada como una cosa impersonal como si un padre pudiera transmitir su valor de la misma forma que su cuenta bancaria. Los edificios se remodelan, las estructuras tienen que ser revisadas, la literatura tiene que ser ampliada. La comunidad cristiana es una comunidad viva y su vida tiene que ser modelada por la tradición de una manera viva. Esto quiere decir que la tradición siempre está viva, abierta a su época y al futuro, nunca fija.(7)
Mucho antes que Tillich, Abraham Kuyper colocó el punto de partida de la valoración calvinista de la cultura, en el hecho de que la tradición reformada no rechaza al mundo, como otras confesiones, sino que lo asume tal como es a partir de la obra redentora de Dios. Se afronta el mundo desde un horizonte cultural que surge de la acción de Dios. Con todo y que proceden de una época muy lejana y utilizan un lenguaje en muchos aspectos ya superado, las palabras de Kuyper apuntan bien hacia la valoración cristiana del mundo como ámbito cultural:
Al aparecer en un estado social dualista, el calvinismo obró un cambio completo en los pensamientos y conceptos. Al ubicarse ante el rostro de Dios, no solamente honró al hombre por ser semejanza de Dios, sino también al mundo por ser creación divina, y puso adelante el gran principio de que hay una gracia particular que obra la Salvación, y una gracia común por la cual Dios mantiene la vida del mundo, relaja la maldición que está sobre él, detiene su proceso de corrupción, y así permite el desarrollo de nuestra vida para glorificarle a Él como Creador.(8)
La Iglesia, muchas veces en su celo por distinguirse del mundo, deja de ver la forma en que la cultura se desenvuelve en el mundo. Más allá del uso de categorías teológico-doctrinales (especialmente la gracia), que califican las producciones humanas con adjetivos peyorativos que tanto influyen en la percepción popular, en Kuyper encontramos algunas intuiciones que deslizan la posibilidad de apreciar nuevamente el mundo como espacio cultural por excelencia, aun cuando él creía, como representante de su época en la supuesta superioridad del ser humano sobre la creación o el ambiente y en la necesidad de describir estos fenómenos de manera apologética:
Entonces la iglesia se retiró para no ser nada más ni menos que la congregación de los creyentes, y en cada departamento de la vida, el mundo no fue emancipado de Dios, sino del dominio de la iglesia. Entonces la vida doméstica ganó nuevamente su independencia; el comercio realizó su fuerza en libertad; las artes y ciencias fueron liberadas de toda atadura eclesiástica y restauradas a sus propias inspiraciones; y el hombre empezó a entender como un deber sagrado la sujeción de la naturaleza con sus fuerzas y tesoros escondidos, un deber impuesto por las ordenanzas originales del paraíso: “Señoread en ellos”. A partir de ahora, la maldición ya no debía permanecer sobre el mundo en sí, sino sobre lo que es pecaminoso en él; y en vez de la huida monástica del mundo, se enfatiza ahora él deber de servir a Dios en el mundo, en cada posición en la vida. Alabar a Dios en la iglesia y servirle en el mundo fue el impulso inspirador, y en la iglesia uno adquiere la fuerza para resistir la tentación y el pecado en el mundo. Así, la sobriedad puritana iba de la mano con la reconquista de la vida entera en el mundo, y el calvinismo dio el impulso para este nuevo desarrollo que se atrevió a enfrentar el mundo con el pensamiento romano […](9)
¿En qué medida estos desarrollos teológicos de análisis de la cultura forman parte de avances de la teología contenida en las intuiciones calvinianas? Tardaríamos largas horas en dilucidar si estos y otros intérpretes del pensamiento emanado de la Reforma protestante han sido fieles a su legado y a los alcances de dicho movimiento plural en medio de coyunturas y ambientes tan diversos. (Como nota destacable, hay que decir que Kuyper menciona dos países latinoamericanos en una de sus conferencias: México y Perú, como muestras, precisamente, de desarrollo cultural, aunque observa que no tuvieron la universalidad que alcanzaría el calvinismo.(10))
Calvino veía el mundo como potencial “escenario de la gloria de Dios” como se ha repetido hasta el cansancio. Y la cultura, componente fundamental del mundo, ¿cómo la apreciaba? En la Institución, se pregunta acerca de la utilidad de las artes, aunque remitiendo, como era de esperarse, toda la gloria a Dios por ello: “¿Seremos tenidos por inventores de tantas artes y tantas cosas útiles, y Dios, que es el que nos lo ha inspirado todo, quedará privado de la alabanza que se le debe?” (IRC, I, v, 5).(11) Sobre la pintura y la escultura, dice: “…no llega mi escrúpulo a tanto que opine que no se puede permitir imagen alguna. Mas porque las artes de esculpir y pintar son dones de Dios, pido el uso legítimo y puro de ambas artes…” (IRC, I, xi, 12). Y sobre la ciencia, afirma: “…se ve también por ellas que el entendimiento humano posee alguna virtud… La invención misma de las artes, el modo y el orden de enseñarlas, el penetrarlas y entenderlas de verdad —lo cual consiguen muy pocos— […] son comunes a buenos y a malos, con todo derecho hay que contarlos entre los dones naturales” (IRC, II, ii, 14).
Parecería, entonces que, en nombre de un purismo bíblico, teológico o doctrinal, en ocasiones se condena al ostracismo la relación orgánica y dinámica de la Iglesia con la cultura. ¿Cómo interpretar, de manera específica, los enormes desarrollos de la música, la literatura, la pintura y otras artes en determinados espacios geográficos de inspiración reformada?: la pintura en Holanda, la literatura en el mundo anglosajón y la música en territorios alemanes, por mencionar sólo algunos casos.(12)
Léopold Schümmer, quien se refiere especialmente al gusto de Calvino por los salmos de David, resume así la estética calviniana:
La síntesis calvinista no engendró fealdad. La doctrina calvinista ha engendrado la edad de oro de la Holanda reformada. Rembrandt, Frans Hals, Vermeer de Delft, Jacob van Ruysdaël y Jacob Jordaens de Amberes testimonian de la fecundidad de la estética calvinista.
Calvino, padre de la literatura teológica, moral y litúrgica en prosa francesa, uno de los más grandes pensadores sistemáticos que Francia ha dado al mundo, manifiesta en sus sermones, cartas y tratados una gran sensibilidad por la belleza física y moral.[13]


Encuentro de Instituciones de Formación Teológica, AIPRAL
Universidad Reformada, Barranquilla, Colombia
31 de octubre, 2009

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1) E. Leonard, Historia general del protestantismo. 4 vols. Trad. Salvador Cabré y Héctor Floch. Madrid, Península, 1967, vol. 1, p. 263.
2) P. Tillich, Teología de la cultura y otros ensayos. Buenos Aires, Amorrortu, 1974.
3) P. Tillich, La era protestante. Buenos Aires, Paidós, 1963.
4) Ibid., pp..
5) J.H. Leith, Introduction to the reformed Tradition. A way of being the Christian community. Louisville, Westminster John Knox Press, 1981, pp. .
6) Ibid., pp.
7) Ibid., p. .
8) A. Kuyper, Exposiciones sobre el calvinismo. Conferencias Stone, p. 11.
9) Ibid., p. 12. Énfasis agregado.
10) La cita completa, procedente de la sección “El significado mundial del calvinismo”, dice así: “Hasta donde las aguas de su vida estaban claras, no formaron nada sino una laguna aislada. Casi el mismo comentario se aplica al alto desarrollo que era una vez el orgullo de India, y al estado de México [sic] y de Perú en los tiempos de Moctezuma y de los Incas”, Ibid., p. 13.
11) J. Calvino, IRC, I, i, 5.
12) Cf. Karl Holl, The cultural significance of Reformation. Nueva York, Meridian Books, 1959. Debo el conocimiento de este libro a Rubem Alves, quien lo cita varias veces en Cristianismo: ¿opio o liberación, versión española de su tesis doctoral, publicada en inglés en 1969.
13) L. Schümmer, “La estética de Calvino”, fragmento de “La foi, l´action, le social. Actualité du message politique et social de Calvin”, en www.calvin09.org. Entre la bibliografía citada por Schümmer destacan las siguientes obras: Léon Wencelius, L’esthétique de Calvin. París, Les Belles lettres, Paris 1937; Paul Romane.Musculus. La prière des Manis. L’Église réformée et l’art. París-Ginebra, 1938. De Calvino: Praelectiones in Lamentationes Jeremiae, CO, XXXIX. 694, adonde se dice que Dios es autor et dator ómnium artium.

*Cervantes-Ortiz es escritor, médico, teólogo y poeta mexicano.

Fuente: © L. Cervantes-Ortiz, ProtestanteDigital.com (España, 2009).

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