Veo
mucho pecado no reconocido en la iglesia. Y en aquellos que juzgan a los
homosexuales también.
Por. Óscar Pérez, España
Toda
generalización peca
de injusta. A ver como salgo de ésta… Voy a empezar refiriendo el artículo “Homosexualidad: pinceladas” publicado recientemente en PDpor Alex Sampedro. No voy a repetir algunas reflexiones que comparto y que él ya ha expresado con sumo
acierto.
Empiezo
Viajo.
Conozco
a gente de numerosas iglesias evangélicas. Bautistas, menonitas, de hermanos, pentecostales… de todos los colores y sabores.
Conversamos y a menudo escucho comentarios sobre los homosexuales (en ocasiones
sin venir a cuento) Algunas veces pretenden ser bromas o chistes. Otras son
afirmaciones contundentes sobre lo inaceptable del pecado de la homosexualidad
o tajantes afirmaciones de la reprobación de Dios ante “tales actos”. Palabras que son la punta del
iceberg, la expresión
evidente de corazones faltos de amor y gracia con un colectivo que ha sufrido y
sufre bastante. ¿Qué hay de las corruptas
conversaciones y los comentarios ofensivos hacia los homosexuales, de la falta
de amor y comprensión, de la
soberbia que cree conocer a Dios y lo que Dios piensa más y mejor que el resto de seres
humanos? ¿Y qué pasa con nuestros propios pecados,
los que sean… la
mentira, las disputas, el orgullo, la envidia? ¿Son mejores? ¿Son de otra clase? ¿No ofendemos a Dios nosotros?
Siento
tanta vergüenza....
Si mi
identidad como evangélico
dependiera de nuestro testimonio, sinceramente, me desapunto. Veo mucho pecado
no reconocido en la iglesia. Y en aquellos que juzgan a los homosexuales también. Y veo tanta bajeza en mi
mente y en mi corazón. No
estoy a la altura, eso me ha quedado claro en los últimos 20 años conociendo a Jesús y viviendo de su gracia como
un drogadicto dependiente. Mi esperanza es la progresiva restauración que Dios lleva a cabo en mí (por cierto, milagrosa) Por
eso, por la esperanza que mantengo en Dios y su poder para cambiar pecadores,
tampoco condeno a los cristianos homófobos que escucho y que tengo la tentación de rechazar. Tengo esperanza
de que Dios los libere de su falta de amor. Por eso también tengo esperanza en la iglesia… a pesar de todo. A pesar de
nosotros. A pesar de mí.
Afortunadamente, la identidad de un creyente y de la iglesia misma depende de
Dios. ¿Y qué hay de los argumentos que
venimos escuchando y leyendo últimamente en favor de la homosexualidad,
describiéndola
como algo bueno, como una opción del corazón de Dios para el ser humano?
#argumento1
Son así. Ellos son así. Chimpún. Nos indican que no debemos
decirles que algo que está en la misma esencia de su identidad está mal porque les dañamos y ponemos una presión inhumana sobre ellos. Gracias
a Dios, Él me ha
hecho entender que algo en la misma esencia de mi identidad como ser humano
necesita ser restaurado. No hablo sólo de mi sexualidad heterosexual
desorientada y destructiva. Mi sexualidad no es peor que el resto de mí. Hablo de todo mi ser completo.
Es mucha presión, sí. Cada día lucho con mi naturaleza
destructiva. En ocasiones desespera tanta dificultad. Mi pensamiento, mis
sentimientos, mi cosmovisión, mi forma de relacionarme, mis intenciones
y, por supuesto, también mi
sexualidad necesitan ser restauradas por Dios. Por su gracia, no somos más lo que dictan nuestros
impulsos, pensamientos o emociones. Somos lo que Dios está haciendo de nosotros y podemos
elegir si Él
gobierna nuestra vida o si la gobernamos nosotros.
#argumento2
También nos dicen que hemos
interpretado mal todos los textos que hablan de homosexualidad (que cierto es,
son pocos) Vaya… ¡qué mala pata! Cientos de años y hasta la actualidad
malinterpretando las Escrituras. ¡Que las palabras originales del griego nunca
significaron eso y las categorías sociales y sexuales eran distintas en las
épocas en
las que se escribieron los textos! ¡Nada que ver con nuestros conceptos
modernos! La homosexualidad no es un invento actual y no todos los textos bíblicos que hablan de ello se
refieren a violadores, homosexuales polígamos (en lugar de aquellos fieles
homosexuales monógamos
que expresan la unión que
Dios desea, según
afirman algunos) actos puntuales y degenerados entre adultos y menores, etc. A
este argumento se suma el siguiente...
#argumento3
El canon
dentro del canon, cultura y progreso. Permitimos que nuestras mujeres vayan sin
velo y otras muchas consideraciones que hemos aceptado como culturales, no
normativas… Y los
textos sobre la homosexualidad son también culturales. No expresan la voluntad de
Dios, ni son norma, moralidad o su pensamiento, sino que hay que discernir su sentido
contextualizado que ya no aplica en nuestra cultura de hoy. En fin, no voy a
decir que el pensamiento tradicional de la iglesia es correcto 100%, o que esté de acuerdo con todo lo que se
suele interpretar en estos textos. Discrepo en algunas cosas (especialmente en
actitudes y posicionamientos dogmáticos) Tampoco voy a decir que sea sencillo
entender bien la Palabra. Es harto complejo y debemos ser más prudentes y sabios. Sin
embargo, veo una actitud dogmática similar en aquellos que postulan estas
nuevas interpretaciones “aperturistas” o “inclusivas” que en los dogmáticos “tradicionales” y “ortodoxos” que tanto critican como retrógrados e intolerantes. ¿Ahora sí que hemos dado con la verdadera
interpretación y este
nuevo pensamiento teológico sí que expresa el verdadero
pensamiento de Dios? Si una cosa me preocupa del empuje teológico a favor de la
homosexualidad es su vertiente dogmática y poco tolerante con los pensamientos
distintos al suyo. Algunos se están convirtiendo en lo que tanto rechazan.
Hay
muchos otros argumentos (algunos puede que incluso sean mejores) pero esto es
un artículo, no
un ensayo teológico.
Cabe decir que muchos contra-argumentos de aquellos que defienden la
homosexualidad tienden a citar a los peores o más dogmáticos pensadores evangélicos. Es decir, no atienden a
exégetas y
teólogos
reputados que postulan la posición tradicional de la iglesia sino que exponen
el pensamiento radicalizado de personas “representativas” (¿según el criterio de quién?) que suelen avergonzarnos con
su falta de amor y gracia. Sinceramente, para decir que la homosexualidad es
algo deseado por Dios debemos dar la espalda a la biología, a la historia de la iglesia,
a la hermenéutica bíblica, al único concepto de matrimonio
expresado en la Biblia y recogido por Jesús en los evangelios, a textos bíblicos varios y/o a la autoridad
de la Biblia como la Palabra de Dios… Igual de sinceramente digo que para tratar
a los homosexuales como se los viene tratando en la iglesia hasta nuestros días hay que dar la espalda al
evangelio de la gracia, al ejemplo de amor de Jesús, a la misericordia, la gentileza y la
amabilidad, a la bienvenida del Reino de Dios en la tierra, a la voluntad de
Dios de restaurar a cada ser humano...
Quiero
acabar expresando dos preocupaciones personales:
La primera es que la iglesia no ame. Menos categorizar, menos juzgar al
pecador, menos actitudes dogmáticas y más amor, gracia, verdad y misericordia. Amor
también para
los que piensan diferente. No son el enemigo, no pretenden hacer daño, son personas que Dios ama y
que pueden estar o no equivocadas pero que no dejan por ello de ser el objeto
del amor de Dios (si en verdad hemos entendido el evangelio de Jesús)
La segunda es que la iglesia no hable la
verdad (en amor) Me duele ver qué poca capacidad tenemos en España para el diálogo y la reflexión, especialmente en el seno de
la iglesia. Como si Dios se asustara de nuestras ideas o no fuera capaz de
lidiar con nosotros. Como si su Palabra hubiera perdido la autoridad. Ella
permanecerá. ¿Seguimos?
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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