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miércoles, 22 de julio de 2015

Homosexualidad, ¿qué es la verdad?: reflexiones desde mi razón distorsionada (II)



No sé si soy capaz, porque no creo en la opinión ni en el consenso de los ciegos para determinar cuáles son los colores del arco iris.
Por. Alex Sampedro, España
“¿Qué es la verdad? Poncio Pilato hablando con Jesús antes de permitir su muerte Dialoguemos de ideas, sin acritud, y pensemos si nuestro acercamiento a ellas es desde la razón pura o si nuestras pasiones y nuestro bagaje entran a la palestra sin permiso. Porque son muchos frentes en los que hay que estar, y cuando opinas en uno, de repente la conversación deriva a otro lugar, por la retaguardia, incluso desde dentro de las filas, o desde arriba, y la respuesta que sirve en un contexto se vuelve irrelevante en el otro:
En el terreno de la Biblia, Si digo que la Biblia dice respecto a cualquier tema entonces respondes que no estoy entendiendo el contexto, o que era una cuestión meramente cultural, o algo del antiguo testamento, y aunque puedo demostrártelo con textos paralelos en otros pasajes siempre hay una buena explicación o una mala traducción que durante dos mil años ha estado ahí y no suponía un problema hasta que un lobby ha ejercido presión para que averigüemos lo que realmente querían decir los originales.
Si consigo con-vencerte (hablo de ideas) de que el sentido del texto es el que yo defiendo, la respuesta que obtengo es que en realidad la Biblia no es tan autoritativa y nuestra razón comunitaria en el mejor de los casos, como Iglesia, o mi reflexión personal como individuo inspirado por Dios, debe seleccionar aquellos textos a aplicar hoy y superponer unos pasajes a otros según mi criterio, dejando la Escritura en segundo plano, convirtiendo en irrelevante lo que escribió Pablo en una carta hace siglos a una iglesia en particular en Corinto.
Así que, una vez desechada la autoridad de la Biblia nos quedan nuestros argumentos.
Bueno, intentémoslo:
Nos vamos a la discusión de cómo es el ser humano, en todos sus planos, físico, anímico o mental, emocional si se quiere, espiritual y social. Hacemos uso del sentido común y del resultado que ha dado en la historia ciertas conductas y valores morales. E intentamos hacernos una opinión acerca del tema pero claro, el mundo sigue rodando y nuestras opiniones generan acciones y por lo tanto realidad. Son importantes. Pero todos tenemos buenas razones para defendernos: Los animales lo hacen, observamos esa conducta en muchas realidades de la naturaleza; y así. Algunos incluso hablan de pulsiones, el tanatos, el eros... Y no nos entendemos, y si lo hacemos, no cambiamos de opinión, sino que buscamos más razones para defender nuestra postura. Y eso es de todo menos racional. Porque si no hay un ancla, una verdad que alcanzar (algo que filosóficamente creo imposible por nosotros mismos) o una verdad, si es que existe, que nos alcance, entonces todo son opiniones, percepciones personales de una mente finita fruto de un cerebro de unos dos kilogramos.
Y por lo tanto, en un sentido, todo son mentiras. Y a aguas revueltas ganancia de pescadores, y todos tenemos nuestra caña preparada para la mínima oportunidad. Preguntémonos sinceramente, Si la verdad se nos presentara delante de nosotros, ¿estaríamos dispuestos a cambiar? Llegaríamos a argumentar que sólo es una ilusión. Me da la sensación de que es imposible. Casi tiene que ocurrir un milagro. Las evidencias irrefutables se convierten en actos particulares de fe cuando pasan por el filtro de nuestra experiencia, nuestros sentidos y procesos mentales. NADA es irrefutable, ni siquiera el cogito ergo sum. Ni siquiera nuestra propia existencia desde nosotros. ¡Qué caos! Y podría seguir, pero no.
Creo que por todo lo mencionado antes y muchas cosas más hay situaciones hoy que aunque aborrezco siguen vigentes, y en algunos lugares hasta se están reforzando. Y por mucho que intenten convencerme con argumentos bíblicos, extrabíblicos, razonables y con evidencias de la naturaleza, jamás estaré a favor de la pena de muerte, o del consumismo galopante de nuestra sociedad occidental, o de que la base de la economía mundial sea básicamente la usura.
Y también de algunas cosas más. Ya me entiendes. Para mi, el no matarás es claro en la Biblia, aunque haya muertes, aunque parezca que Dios a veces decía lo contrario, aunque en la naturaleza ocurra y sea por lo tanto natural. El consumismo es una manera de disfrazar la avaricia y promoverla y la usura es condenada por la palabra muchas veces de forma más que evidente. Y también creo algunas cosas acerca de la sexualidad y su práctica saludable.
La clave hermeneútica de la vida, el ancla en la que intento aferrarme es Jesús, y desde Él, jamás podría aceptar la pena de muerte, la usura o la avaricia. Si discutiéramos estos asuntos, me dedicaría a intentar con-vencerte de lo contrario. No por la satisfacción de tener razón, sino porque las opiniones generan conductas, y éstas realidad, y me parecen temas demasiado importantes como para dejarlos pasar. Por mucho que me quieran decir que es lo mejor para la sociedad, que es lo justo, que es lo mejor para el reo porque no hay solución, o que somos así ¡Qué le vamos a hacer! o porque es lo que la Biblia realmente dice. No sé si entiendes lo que quiero decir. Y entonces llego al final de un callejón sin salida. No hay comprensión mutua. Y si no ocurre un milagro no puedo traspasar el muro.
¿Seguimos?
No sé si soy capaz, porque no creo en la opinión ni en el consenso de los ciegos para determinar cuáles son los colores del arco iris.
¿Qué es la verdad? Preguntó Pilato. No hubo respuesta. Sólo un Dios que muere en manos de gente que no saben lo que hacen mientras Jesús susurra perdónalos. La razón calla, Pero Dios ha hablado.
Y solo encuentro un punto de unión desde el que partir, sin quitarle la razón a nadie. Parece ser que todos o casi todos estamos de acuerdo en que Dios ha dicho algo: Ama a tu prójimo como a ti mismo
Si es así, quizá partiendo desde esta semilla, sólo tenemos que extraer lo que de ella se deriva para ver que la verdad en algún sentido ya estaba dentro de nosotros, pero no estábamos siendo consecuentes con ella. Así no tendré que con-vencerte, ni tú a mí. Sólo descubrir juntos lo que ya estaba presente y no estaba en Callado. Para cumplir toda la Ley. Quiero hablar de la homosexualidad.
Sigo.
Próximo artículo:
Ama a tu homoprójimo como a ti mismo.

Fuente: Protestantedigital, 2015.

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