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sábado, 20 de enero de 2018

El camino de la verdad nos llena de vida (Juan 14:6)

Por. Tomás Castaño Marulanda, Colombia.
Hemos afilado nuestras posturas de “la verdad” como las dagas de los sicarios zelotes que asesinaban a cualquiera que consideraran infiel y alejado de su sistema de creencias de mesianismo apocalíptico. Que llegaron a matar al sumo sacerdote del templo y se unieron con otras facciones para expulsar a las tropas de militares romanos de Jerusalén, una victoria que les cobró, no muchos años más tarde, la vida de sus habitantes que murieron, muchos, de hambre, antes de que las legiones de “recuperación” de la ciudad, que habían obstaculizado su entrada y salida a la espera campante de que los alimentos acabaran, al fin entraron con filo de espada a matar y a destruir. Hasta ese día hubo templo judío en Jerusalén. La lucha a muerte por la verdad dio lugar a la masacre de muchas familias, a ríos de sangre fluyendo en las calles, a torturas y miedo.
(Para este relato me valgo del libro “El Zelote” de Reza Aslan.)
Creo en una verdad fraccionada entre todos y todas, que logra verse cada vez más completa, en tanto vivimos y nos complementamos en comunidad: un Jesús visto desde diferentes ángulos que logra ser completo, sólo cuando aprendemos a mirarlo con el otro. A veces es difícil caminar en ese sentido, tal vez porque crecimos en instituciones sociales a blanco y negro, de lo bueno y de lo malo, de lo nuevo que sirve y desplaza a lo viejo que es caduco. Aun así, es necesario soñar la utopía del reino de Dios que se propone como la alternativa a la normalidad en que fuimos enseñados a mirar el mundo.
Esa es una de las enseñanzas que nos deja saber que el evangelio; la esperanza de una nueva y grata noticia que es aplicable a una diversidad incontable de escenarios sociales, fue compuesto en contextos diferentes, por diferentes tradiciones de la reflexión de los hechos y los dichos de Jesús, para aportar ideas prácticas a las realidades específicas y concretas que vivían las comunidades “del camino”, seguidoras del cristo que fue incapaz de vivir en el status quo, viendo y viviendo un panorama colectivo de desilusión y angustia.
Nosotros nos agolpamos tras las trincheras de nuestras denominaciones y a veces nos juntamos con las facciones que creen de alguna manera similar a como nosotros creemos. Damos lugar a las voces autoritarias que reclaman tener “la verdad”, como si “verdad” fuese un objeto que se “tiene”, al cuidado de unas élites privadas, que la administran y la proveen de una manera fraccionada, para que quienes la están buscando puedan volver a ellos una y otra vez, y seguir recibiendola a migajas.
Más bien la verdad se vive. La verdad es un camino que nos llena de vida. Es darse cuenta de lo que ocurre en el alrededor, así como lo hacía Jesús, y generar/aportar alternativas que lleven a las personas a vivir el reino de Dios, la sanidad, liberación y esperanza que representa. Es una invitación constante a mirar el mundo desde la óptica de un Dios cercano y familiar que ocurre en la vida cotidiana, en la naturalidad del día a día.
Y es que si vamos a asimilar categóricamente a Jesús como “verdad”, debemos entenderlo dentro del panorama amplio de lo que dice el evangelio de él y no desde nuestras idea de verdad subordinada al método científico y a las minucias estrictas de lo fáctico, puesta en confrontación con “las pruebas”. Jesús, como se nos propone, era un campesino inquieto, con unas afirmaciones admirablemente invaluables, que los escritores exponen como un alguien lleno de preguntas que está constantemente buscando resolverlas. Uno que se aleja del camino de la familia, de la normalidad, para sentarse a escuchar y a preguntar a los maestros del templo.
En medio de todo, Jesús no era un hombre de ciencias, su mensaje lo compuso a base de las experiencias de trabajadores del campo y pescadores y madres de familia y padres de familia y niños; hombres y mujeres de su época que ocurrían dentro de los paradigmas sociales, y sin embargo, buscando imprimir ideas de libertad. Su observación es anecdótica, llena de imágenes con las que creció en la aldea pequeña de Nazareth y en su lucha por sobrevivir en la vida como “tektón” (carpintero), hombre sin tierras que camina de aldea en aldea, tal vez de ciudad en ciudad, valiéndose de los arreglos que necesitaran los tenedores de tierra en sus propiedades, o, tal vez, de las nuevas construcciones de la nobleza que necesitaba mano de obra en masa en las ciudades. buscaba el pan diario, vivía a la suerte de quien quisiera darle trabajo.
Unir el concepto “verdad” a la luz de la vida y obra del maestro galileo, nos lleva inevitablemente, a mirarla y a vivirla, desde el proceso, desde la matices, desde las realidades particulares. Cada sanación fue diferente, cada acercamiento e historia tenían sus propios elementos, cada parábola estaba adecuada al momento y al lugar. La verdad, o por lo menos la forma en que se expresa, es contextual, se transforma a medida que se transforma la geografía y las agrupaciones humanas, y las estructuras políticas, y lo que esas estructuras dan a luz socialmente.
Hubo relatos, en las Escrituras, que cada uno de los narradores contó de maneras diferentes, anexando o dejando de nombrar detalles, de acuerdo a lo que cada uno de los que querían contar la historia, decidía que era importante, a la luz de lo que pensaron, cada uno de ellos, serviría para su público específico; las comunidades de esperanza que a medida que crecían se enfrentaban a su época y a la lógica de los sistemas que ellos buscaban trascender de manera alternativa, viviendo la verdad de Jesús. Cada necesidad y ubicación espacio temporal permite apreciar, reconocer esa verdad desde diferentes posibilidades.
Nuestro filo de la verdad a veces nos genera una sensación de “victoria”, sin que notemos que, a la larga, estamos perdiendo el punto y estemos construyendo finales infelices, como los sicarios zelotes de Jerusalén. Finales que incluyen muerte y terror, finales de odio y resentimiento, de lejanía y distancia. Finales en que no es posible que se cumpla la oración de Jesús “Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea…”, tal vez vivimos en un mundo que ha dejado de creer precisamente porque no hay unidad. Y ¿qué es “unidad” si no, juntar los puntos de vista desde donde nos relacionamos con Dios con las enseñanzas de Jesús dejando que él sea en todos “la verdad”?


Fuente: Lupaprotestante, 2018

jueves, 26 de mayo de 2016

Hacia una verdad evangélica



Por. William Graham, España
A lo largo del último mes, hemos estudiado las declaraciones de fe de dieciséis denominaciones evangélicas en España.
Confieso que no pensé que una simple serie de artículos dedicada a asuntos doctrinales generaría tanto interés. A lo largo de las últimas cinco semanas, no he parado de recibir mensajes, e-mails, comentarios, llamadas telefónicas- ¡y hasta críticas!- sobre todos los temas que hemos tocado.
Como extranjero me ha fascinado aprender cada vez más acerca de la gran familia evangélica en España. ¡Gracias por haberme acompañado en este viaje tan emociónate! Estamos llegando al fin.
Las denominaciones hemos estudiado en esta serie han sido las siguientes: la Iglesia Evangélica Española (IEE), las Asambleas de Hermanos (AAHH), la Federación de Iglesias Evangélicas independientes de España (FIEIDE), la Iglesia Metodista Unida, el Cuerpo de Cristo, la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE), la Iglesia de Dios, los Menonitas, la Iglesia de Cristo, las Iglesias Evangélicas Biblia Abierta, Asamblea Cristiana, el Ejército de Salvación, la Iglesia Salem, las Iglesias Buenas Noticias, la Federación de Asambleas de Dios de España (FADE) y la Unión Evangélica Bautista de España (UEBE).
Ahora podemos preguntarnos por la ‘verdad’ evangélica. ¿En qué puntos doctrinales están los evangélicos totalmente unidos? ¿Dónde hay unanimidad? ¿Y dónde hay diversidad?
En cuanto a la bibliología todos creen en:
  • La doctrina de la Sola Scriptura, esto es, que la Biblia es la suprema norma de fe y conducta.
  • La inspiración de las Sagradas por parte del Espíritu de Dios.
  • La perspicuidad de la Biblia, a saber, que el mensaje central de la Escrituras es lo suficientemente claro como para ser entendido por cualquier lector.
  • La sujeción de cualquier otra autoridad a la doctrina de las Escrituras.
En cuanto a las diferencias:
  • Una minoría cree que la Biblia ha sido inspirada ‘parcialmente’.
  • Una minoría cree que la Biblia ‘contiene’ la Palabra de Dios.

En cuanto a la teología propia todos creen en:
  • La doctrina trinitaria del Credo Apostólico y el Credo Niceno.
  • La doctrina cristológica del Credo de Calcedonia.
  • La personalidad y la deidad del Espíritu de Dios.

En cuanto a las diferencias:
  • Algunos dicen que ‘el bautismo en el Espíritu’ se refiere al momento de la conversión mientras que otros aseveran que se trata de una experiencia que se da después de la conversión y suele estar acompañada de manifestaciones carismáticas (sobre todo el hablar en otras lenguas).

En cuanto a la salvación todos creen en:
  • La pecaminosidad del ser humano.
  • La necesidad de convertirse al Cristo crucificado y resucitado para ser salvo y perdonado.

En cuanto a las diferencias:
  • Una sola denominación niega el pecado original.
  • Algunos piensan que la regeneración se da antes que la fe mientras que otros creen que es al revés.
  • Algunos piensan que la salvación no se puede perder mientras que otros creen que un verdadero creyente puede apartarse definitivamente de la fe.

En cuanto a la salvación todos creen en:
  • La iglesia local y universal.
  • La necesidad de cumplir con la Gran Comisión.
  • La naturaleza simbólica de los elementos en la Santa Cena. Como mucho, se podría hablar de una presencia ‘espiritual’ de Cristo; pero no de una presencia física en el pan y el vino.
  • La sumisión al Estado siempre y cuando éste no contradiga la Palabra de Dios.

En cuanto a las diferencias:
  • Hay tres formas de gobierno distintas: el sistema episcopal, el presbiteriano y el congregacionalista. Predomina el congregacionalismo en España.
  • Una minoría cree en el bautismo de los niños.
  • Una minoría cree la confirmación.
  • Una sola denominación cree en la unción de los enfermos como rito.
  • Una sola denominación cree en la absolución.
  • Una sola denominación estipula que cree en el diezmo.
  • Una sola denominación exige que los hombres tengan el pelo corto y las mujeres el pelo velado y sin cortar.
  • Una minoría cree en el lavamiento de los pies.
  • Algunos creen en el pastorado de las mujeres (aunque sola una denominación lo incluye en su confesión de fe).
En cuanto a la escatología todos creen en:
  • La Segunda Venida de Cristo.
  • La resurrección general de los justos y los impíos.
  • La salvación eterna para unos y la condenación para otros.
En cuanto a las diferencias:
  • Algunos creen en el rapto y el reinado milenial literal de Cristo en la tierra mientras que la mayoría de las iglesias simplemente no se moja.
  • Una minoría no aclara si la condenación de los impíos sería eterna o no.
Hacia una verdad evangélica
Para concluir esta serie, es interesante darnos cuenta de que la típica acusación empleada por los católico-romanos y los liberales de que no hay tal cosa como “una verdad evangélica” es manifiestamente falsa. Hay ciertas doctrinas clave que todos los evangélicos en España aceptan sí o sí.
¿De qué cosas estamos hablando?
  • Sola Scriptura.
  • La inspiración de las Escrituras.
  • La perspicuidad de la Biblia.
  • La sujeción de cualquier otra autoridad a la Palabra.
  • La Trinidad.
  • La doble naturaleza del Dios-hombre, Jesucristo.
  • La personalidad y deidad del Espíritu de Dios.
  • La pecaminosidad del ser humano.
  • La necesidad de convertirse a Cristo para ser salvo del pecado (sola gratia, sola fides, solus Christus).
  • La naturaleza tanto local como universal de la Iglesia.
  • La Gran Comisión.
  • La naturaleza simbólica de los elementos en la Santa Cena.
  • La sumisión al Estado siempre y cuando éste no contradiga la Palabra.
  • La Segunda Venida del Señor.
  • La resurrección general.
  • La salvación eterna para algunos y la condenación para otros.

Con todo, hay un claro consenso evangélico en cuanto a todos estos asuntos. El comentario católico/ liberal de que no hay tal cosa como una “verdad evangélica” no es nada más que un auténtico disparate que no corresponde a la realidad. ¡Por lo menos en España!
Es cierto, sin embargo, que los evangélicos están divididos en cuanto a otros asuntos ‘secundarios’. No obstante, conviene destacar que el Catolicismo está partido en miles de facciones diferentes también.
Así que a pesar de la intolerancia de un nuevo ecumenismo cada vez más agresivo y anti-doctrinal, cada denominación evangélica está en su pleno derecho de defender ciertas verdades que considera clave a la luz de las Escrituras.
Al fin y al cabo, somos protestantes. Seguimos creyendo en la libertad de la conciencia. Seguimos creyendo en la importancia de la sana doctrina. Y seguimos creyendo que la verdad evangélica es muchísimo más importante que una falsa unidad ecuménica impuesta por los católicos por un lado y los liberales por el otro.
Acabo la serie con una cita de otro bloguero compañero en Protestante Digital, Óscar Margenet Nadal: “El estudio de Will [Graham] es… un desafío a producir un estudio más profundo”.
¡A estudiar entonces! ¡Y a defender la verdad, la verdad, la verdad evangélica!
¡Un abrazo digital para todos!
La semana que viene:
Solus Spiritus: hacia una sexta sola protestante

Fuente: Protestantedigital, 2016.

miércoles, 22 de julio de 2015

Homosexualidad, ¿qué es la verdad?: reflexiones desde mi razón distorsionada (II)



No sé si soy capaz, porque no creo en la opinión ni en el consenso de los ciegos para determinar cuáles son los colores del arco iris.
Por. Alex Sampedro, España
“¿Qué es la verdad? Poncio Pilato hablando con Jesús antes de permitir su muerte Dialoguemos de ideas, sin acritud, y pensemos si nuestro acercamiento a ellas es desde la razón pura o si nuestras pasiones y nuestro bagaje entran a la palestra sin permiso. Porque son muchos frentes en los que hay que estar, y cuando opinas en uno, de repente la conversación deriva a otro lugar, por la retaguardia, incluso desde dentro de las filas, o desde arriba, y la respuesta que sirve en un contexto se vuelve irrelevante en el otro:
En el terreno de la Biblia, Si digo que la Biblia dice respecto a cualquier tema entonces respondes que no estoy entendiendo el contexto, o que era una cuestión meramente cultural, o algo del antiguo testamento, y aunque puedo demostrártelo con textos paralelos en otros pasajes siempre hay una buena explicación o una mala traducción que durante dos mil años ha estado ahí y no suponía un problema hasta que un lobby ha ejercido presión para que averigüemos lo que realmente querían decir los originales.
Si consigo con-vencerte (hablo de ideas) de que el sentido del texto es el que yo defiendo, la respuesta que obtengo es que en realidad la Biblia no es tan autoritativa y nuestra razón comunitaria en el mejor de los casos, como Iglesia, o mi reflexión personal como individuo inspirado por Dios, debe seleccionar aquellos textos a aplicar hoy y superponer unos pasajes a otros según mi criterio, dejando la Escritura en segundo plano, convirtiendo en irrelevante lo que escribió Pablo en una carta hace siglos a una iglesia en particular en Corinto.
Así que, una vez desechada la autoridad de la Biblia nos quedan nuestros argumentos.
Bueno, intentémoslo:
Nos vamos a la discusión de cómo es el ser humano, en todos sus planos, físico, anímico o mental, emocional si se quiere, espiritual y social. Hacemos uso del sentido común y del resultado que ha dado en la historia ciertas conductas y valores morales. E intentamos hacernos una opinión acerca del tema pero claro, el mundo sigue rodando y nuestras opiniones generan acciones y por lo tanto realidad. Son importantes. Pero todos tenemos buenas razones para defendernos: Los animales lo hacen, observamos esa conducta en muchas realidades de la naturaleza; y así. Algunos incluso hablan de pulsiones, el tanatos, el eros... Y no nos entendemos, y si lo hacemos, no cambiamos de opinión, sino que buscamos más razones para defender nuestra postura. Y eso es de todo menos racional. Porque si no hay un ancla, una verdad que alcanzar (algo que filosóficamente creo imposible por nosotros mismos) o una verdad, si es que existe, que nos alcance, entonces todo son opiniones, percepciones personales de una mente finita fruto de un cerebro de unos dos kilogramos.
Y por lo tanto, en un sentido, todo son mentiras. Y a aguas revueltas ganancia de pescadores, y todos tenemos nuestra caña preparada para la mínima oportunidad. Preguntémonos sinceramente, Si la verdad se nos presentara delante de nosotros, ¿estaríamos dispuestos a cambiar? Llegaríamos a argumentar que sólo es una ilusión. Me da la sensación de que es imposible. Casi tiene que ocurrir un milagro. Las evidencias irrefutables se convierten en actos particulares de fe cuando pasan por el filtro de nuestra experiencia, nuestros sentidos y procesos mentales. NADA es irrefutable, ni siquiera el cogito ergo sum. Ni siquiera nuestra propia existencia desde nosotros. ¡Qué caos! Y podría seguir, pero no.
Creo que por todo lo mencionado antes y muchas cosas más hay situaciones hoy que aunque aborrezco siguen vigentes, y en algunos lugares hasta se están reforzando. Y por mucho que intenten convencerme con argumentos bíblicos, extrabíblicos, razonables y con evidencias de la naturaleza, jamás estaré a favor de la pena de muerte, o del consumismo galopante de nuestra sociedad occidental, o de que la base de la economía mundial sea básicamente la usura.
Y también de algunas cosas más. Ya me entiendes. Para mi, el no matarás es claro en la Biblia, aunque haya muertes, aunque parezca que Dios a veces decía lo contrario, aunque en la naturaleza ocurra y sea por lo tanto natural. El consumismo es una manera de disfrazar la avaricia y promoverla y la usura es condenada por la palabra muchas veces de forma más que evidente. Y también creo algunas cosas acerca de la sexualidad y su práctica saludable.
La clave hermeneútica de la vida, el ancla en la que intento aferrarme es Jesús, y desde Él, jamás podría aceptar la pena de muerte, la usura o la avaricia. Si discutiéramos estos asuntos, me dedicaría a intentar con-vencerte de lo contrario. No por la satisfacción de tener razón, sino porque las opiniones generan conductas, y éstas realidad, y me parecen temas demasiado importantes como para dejarlos pasar. Por mucho que me quieran decir que es lo mejor para la sociedad, que es lo justo, que es lo mejor para el reo porque no hay solución, o que somos así ¡Qué le vamos a hacer! o porque es lo que la Biblia realmente dice. No sé si entiendes lo que quiero decir. Y entonces llego al final de un callejón sin salida. No hay comprensión mutua. Y si no ocurre un milagro no puedo traspasar el muro.
¿Seguimos?
No sé si soy capaz, porque no creo en la opinión ni en el consenso de los ciegos para determinar cuáles son los colores del arco iris.
¿Qué es la verdad? Preguntó Pilato. No hubo respuesta. Sólo un Dios que muere en manos de gente que no saben lo que hacen mientras Jesús susurra perdónalos. La razón calla, Pero Dios ha hablado.
Y solo encuentro un punto de unión desde el que partir, sin quitarle la razón a nadie. Parece ser que todos o casi todos estamos de acuerdo en que Dios ha dicho algo: Ama a tu prójimo como a ti mismo
Si es así, quizá partiendo desde esta semilla, sólo tenemos que extraer lo que de ella se deriva para ver que la verdad en algún sentido ya estaba dentro de nosotros, pero no estábamos siendo consecuentes con ella. Así no tendré que con-vencerte, ni tú a mí. Sólo descubrir juntos lo que ya estaba presente y no estaba en Callado. Para cumplir toda la Ley. Quiero hablar de la homosexualidad.
Sigo.
Próximo artículo:
Ama a tu homoprójimo como a ti mismo.

Fuente: Protestantedigital, 2015.