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martes, 3 de enero de 2017

Un llamado a vivir un misticismo contemplativo y profético



Por. Jojo M. FUNG S.J.
En su Carta Encíclica Laudato Si’[1], el Papa Francisco afirma que la humanidad y el medio ambiente están sufriendo por los efectos de la “rapidación” (§18)[2] del “superdesarrollo” (§109). Este propósito es estimulado sin descanso por la racionalidad tecno-científica unidimensional que engendra la cultura de la indiferencia (§§106-108) y el relativismo (§123). El antropocentrismo unidimensional ha vaciado la existencia humana de su valor trascendental. Muchos creen que la era mental ha hecho su camino. Ahora estamos en la era mística, la cual ofrece a la humanidad un momento oportuno para tomar conciencia de que "¡somos gente del salto cuántico!”[3].
Es una gran satisfacción observar en Laudato Si’ la tan esperada “admiración contemplativa de la creación” (§125) que el Papa Francisco ha introducido ingeniosamente en el documento papal. Esta inspiración sirve para alertar a las mujeres y hombres contemporáneos de la necesidad de “regar el vasto desierto interior” (§217) en la civilización humana con los rocíos del misticismo contemplativo y profético de san Francisco de Asís. [4]
Sólo los rocíos de los momentos místicos permiten a las mujeres y los hombres contemporáneos despertar en sí la perspicaz exhortación de Ali Al-Khawwas, citada en la Encíclica: “Hay un secreto sutil en cada uno de los movimientos y sonidos de este mundo. Los iniciados llegan a captar lo que dicen el viento que sopla, los árboles que se doblan, el agua que corre, las moscas que zumban, las puertas que crujen, el canto de los pájaros, el sonido de las cuerdas o las flautas, el suspiro de los enfermos, el gemido de los afligidos…”[5]. En esta experiencia mística, la “distancia entre las criaturas del mundo y la experiencia interior de Dios” [6] ya no existe.
Esta experiencia de unidad es indispensable para el misticismo contemplativo entretejido en los intersticios de Laudato Si’. Permítanme desnudar mi alma con la humilde intención de mostrar que el sentido de unidad con la creación es alcanzable y profundamente transformador.
Retiro anual. Día 7°, 5 de julio de 2015, 10.00-11.00 am. Segundo momento de oración. La vida de Jesús es una de las experiencias recurrentes de la unión mística con la creación, pues él afirma: "Yo soy la puerta", "Yo soy el agua viva", "Yo soy el pan de la vida". Estoy deseando para mí la gracia de la intimidad mística con la creación. Repentinamente brota en mí una comprensión de que "Yo soy el águila elevada", "Yo soy el bosque sagrado", "Yo soy la lluvia mística", "Yo soy el viento de la vida (no de la muerte)", “Yo soy las brillantes gotas de lluvia", "Yo soy el risueño delfín", "Yo soy el arco iris sonriente", "Yo soy la nube radiante del cielo azul"... Realmente deseaba tener una experiencia íntima con la lluvia y el viento. Escucho la lluvia y oigo: "Deseo tener amistad contigo también". Junto al viento pude escuchar: “Tú eres parte de mí y yo soy parte de ti".
La experiencia de la intimidad prepara el escenario para algo más grande que yo defino como un mayor “florecimiento contemplativo”. Me sentí inmensamente intrigado y desafiado por la visión mística de San Juan de la Cruz, expresada en la Encíclica: “Las realidades y experiencias de este mundo ‘están presentes en Dios de manera eminente e infinita, o más apropiadamente, Dios está presente en cada una de estas sublimes realidades’.” Esto no se debe a que las cosas finitas de este mundo sean realmente divinas, sino a que el místico experimenta la íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres, y así “siente ser todas las cosas Dios” (§234). Sólo después de un mes de oración, y más específicamente delante de un árbol, yo pude comprender plenamente esta perspectiva. Mi diario personal testifica que la oración sobre "todas las cosas son Dios" es profundamente una transformación en la medida en que me ha llevado a una convicción personal de que “todas las cosas son verdaderamente Dios” y a una toma de conciencia de que theo-en-passim y panentheism son dos caras de una misma moneda.
27-28 de agosto de 2015. Del 27 al 28, orando sobre la Encíclica Laudato Si’, “todas las cosas son Dios”, en un encuentro de oración con la tierra en la parte posterior del estadio Moro Lorenzo, en el campus del Ateneo de Manila University (Manila), he podido percibir que toda la creación es tan sublime y divina. Ayer oré delante de un árbol, diciéndole: “Dime que todas las cosas son Dios”. Oí la comunicación del árbol en mi ser más íntimo: "Yo soy Dios morando en este árbol". Yo respondí: "Yo soy Dios habitando en mí”. Entonces oí la respuesta del árbol: “Nosotros somos uno.”
En la oración de hoy, 28 de agosto de 2015, mientras yo estaba sentado orando en el sofá de la sala de televisión, imploro a todas las cosas que están delante de mí: “Díganme que todas las cosas son Dios”. El edificio, el árbol, las sillas… todo, todas las personas y todas las cosas me dicen: “Yo soy Dios habitando en la creación”. Me di cuenta de que cada fragmento de la creación refleja a Dios viviendo en sus creaturas. Dios está de hecho en todo, a través de todo, todo en todo. Me di cuenta de que estoy viviendo en un ambiente divino. Esta es la percepción que tuvo Teilhard de Chardin en su tiempo [7]. ¡Él fue verdaderamente un místico geo-cósmico de su época! El ambiente divino está a mi alrededor y también muy dentro de mí mismo. Dios, Jesús, el espíritu (ruach) de Dios son el centro y la fuente de este entorno divino, de este tejido cósmico y sagrado de la vida.
5 de septiembre de 2015. Al oír la voz "Yo soy Dios" en relación a Laudato Si’ n° 234 "todas las cosas son Dios", pude comprender que el árbol es una manifestación creada o encarnada de "Yo soy Dios habitando en este árbol”, en el sentido de Theo-en-passim. Al igual que Dios, yo también vivo en el árbol y el árbol vive en mí, como una “hermanada presencia”. Al mismo tiempo, este árbol existe y subsiste en Dios en el sentido de panentheism. En un sentido particular, el espíritu encarnado en el árbol es el espíritu del árbol. En otras palabras, el árbol tiene un espíritu, un espíritu encarnado de Dios. Theo-en-passim es verdaderamente la otra cara del panentheism en el sentido místico de que Dios, quien habita en todas las cosas, ha hecho posible que “todas las cosas existan y subsistan” en Él. La existencia de Dios y la subsistencia existencial en Dios hacen posible la experiencia mística de que "todas las cosas son Dios".
Esta experiencia es fundamental para una experiencia interna profundamente íntima de la cosmología mística explicada en Laudato Si’, “todo está interconectado” (§70), es “interdependiente” (§86) y está "interrelacionado", como “los seres humanos estamos unidos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entretejida por el amor que Dios tiene por cada una de sus criaturas y que también nos une afectuosamente con el hermano sol, la hermana luna, el hermano río y la madre tierra” (§138). En esta sagrada red de relaciones, es Dios quien “quiere la interdependencia de las criaturas. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente” (§86). Además, “cada una de las diversas criaturas, querida en su propio ser, refleja a su manera un rayo de la infinita sabiduría y bondad de Dios” (§ 69). Finalmente, “la creación pertenece al orden del amor” (§77) y “todo está abierto a la trascendencia de Dios, dentro de la cual se desarrolla” (§79). Este desarrollo es posible porque “el Espíritu de Dios ha llenado el universo de posibilidades” y “la naturaleza no es otra cosa que un cierto tipo de arte, es decir, el arte de Dios impreso en las cosas” (§80). De hecho, “todo el universo material habla del amor de Dios, de su infinita ternura por nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es una caricia de Dios” (§84).
La experiencia es profundamente transformadora. Todos necesitamos “experimentar una conversión o un cambio de corazón” (§218) para que la civilización humana esté libre del engaño y la tiranía de un antropocentrismo mal orientado y distorsionado” (§§68, 69, 118). Una metanoia dirigida por el Espíritu dispone a las mujeres y los hombres modernos para abrazar una antropología mística que es inseparable de una cosmología mística: “Yo me expreso a mí mismo al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al intentar descifrar la del mundo” (§85). En esta unión mística, los seres humanos gozan de “relaciones estrechamente entrelazadas: con Dios, con nuestro prójimo y con la tierra” (§66).
En esta época mística, quisiera proponer una antropología mística que retrata a los seres humanos como homo spiritus o, mejor, como homo mysticus que son los “espíritus encarnados” del espíritu creador de Dios. Asumiendo la afirmación de D. Toolan, de que “el ser humano es aquel en quien el universo llega a sí mismo en un modo específico de reflexión consciente”[8], junto con Teilhard de Chardin es seguro concluir que lo humano es la conciencia reflexiva de su ser como homo spiritus, porque el fenómeno del espíritu “es lo que mejor conocemos en el mundo, puesto que somos eso mismo, y ello es todo para nosotros”[9]. Estos “espíritus encarnados” gozan de una apertura infinita a Dios y a la auto-revelación de Dios [10]. A través del misticismo contemplativo, el homo mysticus vive en una “vigilia” a nivel cósmico que se describe mejor como “conciencia cósmica” (cosmiciousness) que está conectado con el nivel micro de cada consciencia humana encarnada, mejor descrita como “bioconciencia” (bodisciousness). Esta conciencia cósmica mística (cosmiciousness) advierte a cada homo mysticus sobre las cuatro actividades de Dios –quien es Espíritu (Juan 4,24)– que sostiene la creación y la civilización humana[11]. Estas actividades son:
1.       Penetración, impregnación (suffusing). Todo el cosmos y el antropos disfrutan de la vida de profundidad, creatividad y armonía debido a la presencia del espíritu divino (ruach elohim). La presencia insondable de ruach elohim anima todo y cada cosa en la medida en que todo y cada cosa viven de modo sagrado ante la presencia y el poder del Gran Espíritu. Esta presencia penetrante lo envuelve todo y a cada cosa con un hondo sentido del misterio de la creación y de la vida misma.
2.       Sensibilización.Ruach elohim sensibiliza a la humanidad hacia la presencia espiritual y el poder de ruach elohim, los espíritus ancestrales y de la naturaleza, por medio de las consecuencias tangibles de los rituales, mostradas por ejemplo a través de una mejor cosecha que la de años anteriores, o los mensajes admonitorios que recibimos en los sueños o en los acontecimientos diarios en las vidas de los místicos cotidianos de las diversas tradiciones religioso-culturales. Como resultado, los místicos de la vida diaria viven con una mayor sensibilidad la presencia y el poder de ruach elohim, los espíritus ancestrales y de la naturaleza. Esta sensibilidad se manifiesta visiblemente a través de una relación reverencial de asombro, admiración, respeto y fascinación con la naturaleza que los místicos de la vida diaria ven como espirituales y sagrados.
3.       Sacralización. A través de las celebraciones rituales de las estaciones, ruach elohim sacraliza a las familias, las granjas y los bosques, y además, la red de relaciones entre el mundo de los espíritus y el mundo humano, los seres humanos y los seres compañeros de los humanos, la humanidad y la naturaleza. Por esta razón, los místicos describen el mundo como espiritualizado y, por tanto, sacralizado por la presencia y poder de ruach elohim. Esta sacralización hace que todo y todas las cosas de la creación sean sagradas y dignas de respeto, reverencia y asombro, teñidas con un aura de temor reverente ante el misterio de la sacralidad de la vida.
4.       Sostenimiento. La presencia penetrante, sensibilizadora y sacralizadora del ruach elohim es al mismo tiempo un “poder sagrado” que sostiene el mundo cósmico y la comunidad terrena. Ruach elohim sostiene la creación a través de cada etapa de la implosión-explosión cósmica y de los cambios de época presentes en la memoria colectiva del mundo y la humanidad.
Esta “conciencia cósmica” mística (cosmiciousness) exige al homo mysticus que viva siendo un canal que: (a) impregna el cosmos y el anthropos con la sagrada presencia y poder de Dios, para que la humanidad se relacione con la creación de Dios con reverencia y sensibilidad; (b) sacraliza el cosmos y el anthropos por medio del poder del mundo espiritual, especialmente con las celebraciones rituales, para que todo y cada una de las criaturas lleguen a ser sagrados; (c) sensibiliza al resto de la humanidad sobre la necesidad de desarrollar y globalizar la mística de la “conciencia mística despierta” que logra acceder fácilmente al poder del Espíritu de Dios y que actualiza el poder espiritual a través de los esfuerzos deliberados de discusión que superan las tensiones en los niveles local, regional y mundial; (d) sostiene el cosmos y el anthropos con la presencia sagrada y el poder del mundo espiritual para que la creación revele la gloria y el esplendor del dinamismo del Espíritu Creador de Dios. [12]
Partiendo de estas cuatro actividades, el homo mysticus se esfuerza por ser una “persona de discernimiento” (anthropos diatritikos) [13], “continuamente consciente y atenta del trabajo que Dios realiza en todas las cosas y a cada instante” [14]. En otras palabras, vive en un sentido de conciencia mística que facilita la conexión y la comunicación con el mundo del espíritu cósmico. Al mismo tiempo, el homo spiritus se convierte en el cauce mediador del poder espiritual. Este poder se actualiza para impugnar el mal radical de los sistemas corporativos y las coaliciones multinacionales[15].
Estas cuatro actividades, en consonancia con la Encíclica Laudato Si’, permiten al homo mysticus abrazar la creación con una sensibilidad para “oír tanto los gritos de la tierra como los gritos de los pobres” (§ 49) incorporando “un profético y contemplativo estilo de vida”, con una “convicción fundamental de que 'menos es más'” (§222). En otras palabras, estamos llamados a un estilo de vida contemplativo y profético de menor consumo y más “serena atención” al ser íntimo y a las voces interiores que engendran acciones para que “la creación se proyecte hacia la divinización” (§236). Esta iniciativa colaborativa de la divinización escatológica de la creación exige una promoción diaria de la “ecología integral” (§§138-162, 230, 255) que abrace la vida económica, social, cultural y cotidiana, con una opción preferencial por los pobres (§158) de hoy y del futuro (§162), con un compromiso perenne por la solidaridad intra e intergeneracional (§162) y con un diálogo renovado que promueva el desarrollo sostenible y equitativo (§192) de la humanidad y de la madre tierra.
La enseñanza fundacional de un misticismo contemplativo y profético es indispensable para la educación eco-sensible de las mujeres y los hombres de hoy y de mañana (§§ 159-162). Después de haber establecido este fundamento contemplativo, la educación eco-sensible procedería a capacitar a los iniciados para un ministerio profético que abarque lo siguiente: (a) una aguda “crítica de los ‘mitos’ de una modernidad basada en una mentalidad utilitaria”; (b) la restauración del “equilibrio ecológico, estableciendo la armonía dentro de nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y otros seres vivientes, y con Dios”; (c) el desarrollo de una ética de la ecología que permita “a las personas, a través de una pedagogía eficaz, crecer en solidaridad, responsabilidad y cuidado compasivo” (§210) de los pobres y de la creación.
Por otra parte, esta supuesta educación eco-sensitiva busca formar a las mujeres y hombres modernos en el ejercicio de una profética “ciudadanía ecológica” de “responsabilidad ambiental”. Esta responsabilidad implica la implementación de prácticas eco-sensibles aplicadas al medio ambiente que están basadas en el cultivo de “virtudes sólidas” y “buenos hábitos”, que van desde “evitar el uso de plásticos y papel, reducir el consumo de agua, separar los deshechos, cocinar sólo lo que se puede consumir razonablemente, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar luces innecesarias, o cualquier tipo de prácticas semejantes” (§211).
De hecho, la práctica de un misticismo contemplativo y profético transforma la mente y el corazón humanos en “espacios sagrados” y nos capacita para saborear en ellos la sacralidad de la creación y la sacralidad de los pobres. Al mismo tiempo, los “lugares sagrados” interiores crean “espacios seguros” exteriores para facilitar el diálogo entre la ciencia, la tecnología, la política, la economía, las culturas y las religiones. [16]
Cimentado en un misticismo contemplativo y profético, un diálogo multidimensional pretende enriquecer a los interlocutores con “una nueva reverencia ante la vida, la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz, y la alegre celebración de la vida” (§207).

Referencias bibliográficas:
[1] Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato Si' del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de nuestra Casa Común, 24 de mayo de 2015, Ciudad del Vaticano, edición online, visitada el 10 de julio de 2016, http://w2.vatican.va/content/francesco/en/encyclicals
[2] El símbolo "§" seguido de un número se refiere a un párrafo o párrafos en secciones de la Encíclica Laudato Si'.
[3] Kathleen Coyle, “Theology and the New Cosmology: A Quantum Leap in Theological and Spiritual Insight” ("Teología y la nueva cosmología: un salto cuántico en la comprensión teológica y espiritual"), East Asian Pastoral Institute Review 50/2 (2013): 189; Frank X. Tuoti, The Dawn of the Mystical Age: An Invitation to Enlightenment (El amanecer de la era mística: una invitación a la iluminación) (Nueva York: Crossroad Publishing, 1997), 3.
[4] Véase Canticle of the Creatures, in Francis of Assisi: Early Documents, vol. I, ed. Regis J. Armstrong, J.A. Wayne Hellmann, and William J. Short (Manila: New City Publications, 1999), 113-114.
[5] Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, nota 159. Véase Eva de Vitray-Meyerovitch, ed., Anthologie du soufisme (Paris: Sinbad, 1978), 200.
[6] Ibid.
[7] Pierre Teilhard de Chardin, The Divine Milieu. An Essay on the Interior Life (New York: Harper Torchbooks, 1968).
[8] David Toolan, At Home in the Cosmos (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2001), 177.
[9] Pierre Teilhard de Chardin, Human Energy (New York: Harcourt Brace Jovanovich, Inc: 1969), 93.
[10] Este "espíritu encarnado" es trans-mental, trans-racional y trans-personal por naturaleza. En cuanto espíritu, siempre está pronto, esperando que nosotros estemos más plenamente abiertos a esta conciencia siempre presente, para vivir en un estado de constante testimonio consciente. Véase Ken Wilber, The Essential Ken Wilber: An Introductory Reader (Boston: Shambhala Publications, 1998), 51; Philip Clayton, Adventures in the Spirit: God, World, Divine Action (Minneapolis: Fortress Press, 2008), 137. Also see Diarmuid O’Murchu, In the Beginning Was the Spirit. Science, Religion, and Indigenous Spirituality (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2012), 138.
[11] Sobre las cuatro actividades del Espíritu de Dios, véase Jojo M. Fung, S.J., Living in Awe: A New Vision and Mission for Asia (Petaling Jaya: Public Media Agency PMA, 2015), 23-24.
[12] Fung, Living in Awe, 28.
[13] Véase: Aloysius Pieris, “Spirituality as Mindfulness: The Biblical and Buddhist Versions,” in Negotiating Borders: Theological Explorations in a Global Era. Essays in Honour of Prof. Felix Wilfred, ed. Patrick Gnanapragasam and Elisabeth Schüssler Fiorenza (Delhi: ISPCK Indian Society for Promoting Christian Knowledge, 2008), 187.
[14] Fung, Living in Awe, Ibid. Also see Pieris, “Spirituality as Mindfulness,” 185-198.
[15] Véase: Thomas J. Volgy, Kristin Kanthak, Derrick V. Frazier, and Robert Stewart Ingersoll, “The G7, International Terrorism, and Domestic Politics: Modeling Policy Cohesion in Response to Systemic Disturbances,” International Interactions 30 (2004): 191-209; Peter Kanyandago, “Globalization: A Reflection on Its Anthropological Underpinnings in Relation to Social Justice,” in Negotiating Borders: Theological Explorations in a Global Era. Essays in Honour of Prof. Felix Wilfred, ed. Patrick Gnanapragasam and Elisabeth Schüssler Fiorenza (Delhi: ISPCK Indian Society for Promoting Christian Knowledge, 2008), 461; Philip L. Wickeri, “Globalization and Transnational Christianity: Notes on Intercontextual Theology and the Present Ecumenical Situation,” in Negotiating Borders: Theological Explorations in a Global Era. Essays in Honour of Prof. Felix Wilfred, ed. Patrick Gnanapragasam and Elisabeth Schüssler Fiorenza (Delhi: ISPCK Indian Society for Promoting Christian Knowledge, 2008), 466.
[16] Sobre este diálogo, véase Laudato Si’, Capítulo 5: “Algunas líneas de orientación y acción”, §§ 163-201.

Jojo M. Fung, S.J., Manila. Publicado en VOICES (2016) 2
Traducción de Horacio J.M.Bustos Kessler, FMS.
Buenos Aires

Fuente: Serviciokoinonia

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