Por.
Jojo M. FUNG S.J.
En
su Carta Encíclica Laudato Si’[1], el Papa Francisco afirma que la
humanidad y el medio ambiente están sufriendo por los efectos de la
“rapidación” (§18)[2] del “superdesarrollo” (§109). Este
propósito es estimulado sin descanso por la racionalidad tecno-científica unidimensional
que engendra la cultura de la indiferencia (§§106-108) y el relativismo (§123).
El antropocentrismo unidimensional ha vaciado la existencia humana de su valor
trascendental. Muchos creen que la era mental ha hecho su camino. Ahora estamos
en la era mística, la cual ofrece a la humanidad un momento oportuno para tomar
conciencia de que "¡somos gente del salto cuántico!”[3].
Es
una gran satisfacción observar en Laudato Si’ la tan esperada
“admiración contemplativa de la creación” (§125) que el Papa Francisco ha
introducido ingeniosamente en el documento papal. Esta inspiración sirve para
alertar a las mujeres y hombres contemporáneos de la necesidad de “regar el
vasto desierto interior” (§217) en la civilización humana con los rocíos del
misticismo contemplativo y profético de san Francisco de Asís. [4]
Sólo
los rocíos de los momentos místicos permiten a las mujeres y los hombres
contemporáneos despertar en sí la perspicaz exhortación de Ali Al-Khawwas,
citada en la Encíclica: “Hay un secreto sutil en cada uno de los
movimientos y sonidos de este mundo. Los iniciados llegan a captar lo que dicen
el viento que sopla, los árboles que se doblan, el agua que corre, las moscas
que zumban, las puertas que crujen, el canto de los pájaros, el sonido de las
cuerdas o las flautas, el suspiro de los enfermos, el gemido de los afligidos…”[5]. En esta
experiencia mística, la “distancia entre las criaturas del mundo y la
experiencia interior de Dios” [6] ya no existe.
Esta
experiencia de unidad es indispensable para el misticismo contemplativo
entretejido en los intersticios de Laudato Si’. Permítanme desnudar mi
alma con la humilde intención de mostrar que el sentido de unidad con la creación
es alcanzable y profundamente transformador.
Retiro
anual. Día 7°, 5 de julio de 2015, 10.00-11.00 am. Segundo momento de oración. La vida
de Jesús es una de las experiencias recurrentes de la unión mística con la
creación, pues él afirma: "Yo soy la puerta", "Yo soy el agua
viva", "Yo soy el pan de la vida". Estoy deseando para mí la
gracia de la intimidad mística con la creación. Repentinamente brota en mí una
comprensión de que "Yo soy el águila elevada", "Yo soy el bosque
sagrado", "Yo soy la lluvia mística", "Yo soy el viento de
la vida (no de la muerte)", “Yo soy las brillantes gotas de lluvia",
"Yo soy el risueño delfín", "Yo soy el arco iris
sonriente", "Yo soy la nube radiante del cielo azul"...
Realmente deseaba tener una experiencia íntima con la lluvia y el viento.
Escucho la lluvia y oigo: "Deseo tener amistad contigo también".
Junto al viento pude escuchar: “Tú eres parte de mí y yo soy parte de ti".
La
experiencia de la intimidad prepara el escenario para algo más grande que yo
defino como un mayor “florecimiento contemplativo”. Me sentí inmensamente
intrigado y desafiado por la visión mística de San Juan de la Cruz, expresada
en la Encíclica: “Las realidades y experiencias de este mundo ‘están
presentes en Dios de manera eminente e infinita, o más apropiadamente, Dios
está presente en cada una de estas sublimes realidades’.” Esto no se debe a que
las cosas finitas de este mundo sean realmente divinas, sino a que el místico
experimenta la íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres, y así
“siente ser todas las cosas Dios” (§234). Sólo después de un mes de oración, y
más específicamente delante de un árbol, yo pude comprender plenamente esta
perspectiva. Mi diario personal testifica que la oración sobre "todas las
cosas son Dios" es profundamente una transformación en la medida en que me
ha llevado a una convicción personal de que “todas las cosas son verdaderamente
Dios” y a una toma de conciencia de que theo-en-passim y panentheism
son dos caras de una misma moneda.
27-28
de agosto de 2015.
Del 27 al 28, orando sobre la Encíclica Laudato Si’, “todas las cosas
son Dios”, en un encuentro de oración con la tierra en la parte
posterior del estadio Moro Lorenzo, en el campus del Ateneo de Manila
University (Manila), he podido percibir que toda la creación es tan sublime
y divina. Ayer oré delante de un árbol, diciéndole: “Dime que todas
las cosas son Dios”. Oí la comunicación del árbol en mi ser más íntimo:
"Yo soy Dios morando en este árbol". Yo respondí: "Yo soy Dios habitando
en mí”. Entonces oí la respuesta del árbol: “Nosotros somos uno.”
En
la oración de hoy, 28 de agosto de 2015, mientras yo estaba sentado orando en
el sofá de la sala de televisión, imploro a todas las cosas que están delante
de mí: “Díganme que todas las cosas son Dios”. El edificio, el árbol,
las sillas… todo, todas las personas y todas las cosas me dicen:
“Yo soy Dios habitando en la creación”. Me di cuenta de que cada
fragmento de la creación refleja a Dios viviendo en sus creaturas. Dios
está de hecho en todo, a través de todo, todo en todo. Me di cuenta de que
estoy viviendo en un ambiente divino. Esta es la percepción que tuvo
Teilhard de Chardin en su tiempo [7]. ¡Él fue verdaderamente un místico
geo-cósmico de su época! El ambiente divino está a mi alrededor y
también muy dentro de mí mismo. Dios, Jesús, el espíritu (ruach) de Dios
son el centro y la fuente de este entorno divino, de este tejido cósmico y
sagrado de la vida.
5
de septiembre de 2015.
Al oír la voz "Yo soy Dios" en relación a Laudato Si’ n° 234
"todas las cosas son Dios", pude comprender que el árbol es una
manifestación creada o encarnada de "Yo soy Dios habitando en este árbol”,
en el sentido de Theo-en-passim. Al igual que Dios, yo también vivo en
el árbol y el árbol vive en mí, como una “hermanada presencia”. Al mismo
tiempo, este árbol existe y subsiste en Dios en el sentido de panentheism.
En un sentido particular, el espíritu encarnado en el árbol es el espíritu del
árbol. En otras palabras, el árbol tiene un espíritu, un espíritu encarnado de
Dios. Theo-en-passim es verdaderamente la otra cara del panentheism
en el sentido místico de que Dios, quien habita en todas las cosas, ha hecho
posible que “todas las cosas existan y subsistan” en Él. La existencia de Dios
y la subsistencia existencial en Dios hacen posible la experiencia mística de
que "todas las cosas son Dios".
Esta
experiencia es fundamental para una experiencia interna profundamente íntima de
la cosmología mística explicada en Laudato Si’, “todo está interconectado”
(§70), es “interdependiente” (§86) y está "interrelacionado", como
“los seres humanos estamos unidos como hermanos y hermanas en una maravillosa
peregrinación, entretejida por el amor que Dios tiene por cada una de sus
criaturas y que también nos une afectuosamente con el hermano sol, la hermana
luna, el hermano río y la madre tierra” (§138). En esta sagrada red de
relaciones, es Dios quien “quiere la interdependencia de las criaturas. El sol
y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables
diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí
misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para complementarse y
servirse mutuamente” (§86). Además, “cada una de las diversas criaturas,
querida en su propio ser, refleja a su manera un rayo de la infinita sabiduría
y bondad de Dios” (§ 69). Finalmente, “la creación pertenece al orden del amor”
(§77) y “todo está abierto a la trascendencia de Dios, dentro de la cual se
desarrolla” (§79). Este desarrollo es posible porque “el Espíritu de Dios ha
llenado el universo de posibilidades” y “la naturaleza no es otra cosa que un
cierto tipo de arte, es decir, el arte de Dios impreso en las cosas” (§80). De
hecho, “todo el universo material habla del amor de Dios, de su infinita
ternura por nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es una caricia de
Dios” (§84).
La
experiencia es profundamente transformadora. Todos necesitamos “experimentar
una conversión o un cambio de corazón” (§218) para que la civilización humana
esté libre del engaño y la tiranía de un antropocentrismo mal orientado y
distorsionado” (§§68, 69, 118). Una metanoia dirigida por el
Espíritu dispone a las mujeres y los hombres modernos para abrazar una
antropología mística que es inseparable de una cosmología mística: “Yo me
expreso a mí mismo al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al
intentar descifrar la del mundo” (§85). En esta unión mística, los seres
humanos gozan de “relaciones estrechamente entrelazadas: con Dios, con nuestro
prójimo y con la tierra” (§66).
En
esta época mística, quisiera proponer una antropología mística que retrata a
los seres humanos como homo spiritus o, mejor, como homo mysticus
que son los “espíritus encarnados” del espíritu creador de Dios. Asumiendo la
afirmación de D. Toolan, de que “el ser humano es aquel en quien el universo
llega a sí mismo en un modo específico de reflexión consciente”[8], junto con
Teilhard de Chardin es seguro concluir que lo humano es la conciencia reflexiva
de su ser como homo spiritus, porque el fenómeno del espíritu “es lo que
mejor conocemos en el mundo, puesto que somos eso mismo, y ello es todo para
nosotros”[9]. Estos “espíritus encarnados” gozan de
una apertura infinita a Dios y a la auto-revelación de Dios [10]. A través del misticismo contemplativo,
el homo mysticus vive en una “vigilia” a nivel cósmico que se describe
mejor como “conciencia cósmica” (cosmiciousness) que está conectado con
el nivel micro de cada consciencia humana encarnada, mejor descrita como
“bioconciencia” (bodisciousness). Esta conciencia cósmica mística (cosmiciousness)
advierte a cada homo mysticus sobre las cuatro actividades de Dios
–quien es Espíritu (Juan 4,24)– que sostiene la creación y la civilización
humana[11]. Estas actividades son:
1.
Penetración, impregnación (suffusing). Todo el cosmos y el antropos
disfrutan de la vida de profundidad, creatividad y armonía debido a la
presencia del espíritu divino (ruach elohim). La presencia insondable de
ruach elohim anima todo y cada cosa en la medida en que todo y cada cosa
viven de modo sagrado ante la presencia y el poder del Gran Espíritu. Esta
presencia penetrante lo envuelve todo y a cada cosa con un hondo sentido del
misterio de la creación y de la vida misma.
2.
Sensibilización.Ruach elohim sensibiliza a la humanidad hacia la
presencia espiritual y el poder de ruach elohim, los espíritus
ancestrales y de la naturaleza, por medio de las consecuencias tangibles de los
rituales, mostradas por ejemplo a través de una mejor cosecha que la de años
anteriores, o los mensajes admonitorios que recibimos en los sueños o en los
acontecimientos diarios en las vidas de los místicos cotidianos de las diversas
tradiciones religioso-culturales. Como resultado, los místicos de la vida
diaria viven con una mayor sensibilidad la presencia y el poder de ruach
elohim, los espíritus ancestrales y de la naturaleza. Esta sensibilidad se
manifiesta visiblemente a través de una relación reverencial de asombro,
admiración, respeto y fascinación con la naturaleza que los místicos de la vida
diaria ven como espirituales y sagrados.
3.
Sacralización. A través de las celebraciones rituales de las estaciones,
ruach elohim sacraliza a las familias, las granjas y los bosques, y
además, la red de relaciones entre el mundo de los espíritus y el mundo humano,
los seres humanos y los seres compañeros de los humanos, la humanidad y la
naturaleza. Por esta razón, los místicos describen el mundo como
espiritualizado y, por tanto, sacralizado por la presencia y poder de ruach
elohim. Esta sacralización hace que todo y todas las cosas de la creación
sean sagradas y dignas de respeto, reverencia y asombro, teñidas con un aura de
temor reverente ante el misterio de la sacralidad de la vida.
4.
Sostenimiento. La presencia penetrante, sensibilizadora y sacralizadora
del ruach elohim es al mismo tiempo un “poder sagrado” que sostiene el
mundo cósmico y la comunidad terrena. Ruach elohim sostiene la creación
a través de cada etapa de la implosión-explosión cósmica y de los cambios de
época presentes en la memoria colectiva del mundo y la humanidad.
Esta
“conciencia cósmica” mística (cosmiciousness) exige al homo mysticus
que viva siendo un canal que: (a) impregna el cosmos y el anthropos
con la sagrada presencia y poder de Dios, para que la humanidad se relacione
con la creación de Dios con reverencia y sensibilidad; (b) sacraliza el cosmos
y el anthropos por medio del poder del mundo espiritual,
especialmente con las celebraciones rituales, para que todo y cada una de las
criaturas lleguen a ser sagrados; (c) sensibiliza al resto de la humanidad
sobre la necesidad de desarrollar y globalizar la mística de la “conciencia
mística despierta” que logra acceder fácilmente al poder del Espíritu de
Dios y que actualiza el poder espiritual a través de los esfuerzos deliberados
de discusión que superan las tensiones en los niveles local, regional y
mundial; (d) sostiene el cosmos y el anthropos con la presencia
sagrada y el poder del mundo espiritual para que la creación revele la gloria y
el esplendor del dinamismo del Espíritu Creador de Dios. [12]
Partiendo
de estas cuatro actividades, el homo mysticus se esfuerza por ser una
“persona de discernimiento” (anthropos diatritikos) [13], “continuamente consciente y atenta del
trabajo que Dios realiza en todas las cosas y a cada instante” [14].
En otras palabras, vive en un sentido de conciencia mística que facilita la
conexión y la comunicación con el mundo del espíritu cósmico. Al mismo tiempo,
el homo spiritus se convierte en el cauce mediador del poder espiritual.
Este poder se actualiza para impugnar el mal radical de los sistemas
corporativos y las coaliciones multinacionales[15].
Estas
cuatro actividades, en consonancia con la Encíclica Laudato Si’,
permiten al homo mysticus abrazar la creación con una sensibilidad para
“oír tanto los gritos de la tierra como los gritos de los pobres” (§ 49)
incorporando “un profético y contemplativo estilo de vida”, con una “convicción
fundamental de que 'menos es más'” (§222). En otras palabras, estamos llamados
a un estilo de vida contemplativo y profético de menor consumo y más “serena
atención” al ser íntimo y a las voces interiores que engendran acciones para
que “la creación se proyecte hacia la divinización” (§236). Esta iniciativa
colaborativa de la divinización escatológica de la creación exige una promoción
diaria de la “ecología integral” (§§138-162, 230, 255) que abrace la vida
económica, social, cultural y cotidiana, con una opción preferencial por los
pobres (§158) de hoy y del futuro (§162), con un compromiso perenne por la solidaridad
intra e intergeneracional (§162) y con un diálogo renovado que promueva el
desarrollo sostenible y equitativo (§192) de la humanidad y de la madre tierra.
La
enseñanza fundacional de un misticismo contemplativo y profético es
indispensable para la educación eco-sensible de las mujeres y los
hombres de hoy y de mañana (§§ 159-162). Después de haber establecido este
fundamento contemplativo, la educación eco-sensible procedería a capacitar a
los iniciados para un ministerio profético que abarque lo siguiente: (a) una
aguda “crítica de los ‘mitos’ de una modernidad basada en una mentalidad
utilitaria”; (b) la restauración del “equilibrio ecológico, estableciendo la
armonía dentro de nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y otros
seres vivientes, y con Dios”; (c) el desarrollo de una ética de la ecología que
permita “a las personas, a través de una pedagogía eficaz, crecer en
solidaridad, responsabilidad y cuidado compasivo” (§210) de los pobres y de la
creación.
Por
otra parte, esta supuesta educación eco-sensitiva busca formar a las
mujeres y hombres modernos en el ejercicio de una profética “ciudadanía
ecológica” de “responsabilidad ambiental”. Esta responsabilidad implica la
implementación de prácticas eco-sensibles aplicadas al medio ambiente que están
basadas en el cultivo de “virtudes sólidas” y “buenos hábitos”, que van desde
“evitar el uso de plásticos y papel, reducir el consumo de agua, separar los
deshechos, cocinar sólo lo que se puede consumir razonablemente, tratar con
cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un
mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar luces
innecesarias, o cualquier tipo de prácticas semejantes” (§211).
De
hecho, la práctica de un misticismo contemplativo y profético transforma la
mente y el corazón humanos en “espacios sagrados” y nos capacita para saborear
en ellos la sacralidad de la creación y la sacralidad de los pobres. Al mismo
tiempo, los “lugares sagrados” interiores crean “espacios seguros” exteriores para
facilitar el diálogo entre la ciencia, la tecnología, la política, la economía,
las culturas y las religiones. [16]
Cimentado
en un misticismo contemplativo y profético, un diálogo multidimensional
pretende enriquecer a los interlocutores con “una nueva reverencia ante la
vida, la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, el aceleramiento en la
lucha por la justicia y la paz, y la alegre celebración de la vida” (§207).
Referencias
bibliográficas:
[1] Papa Francisco, Carta
Encíclica Laudato Si' del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de nuestra
Casa Común, 24 de mayo de 2015, Ciudad del Vaticano, edición online,
visitada el 10 de julio de 2016, http://w2.vatican.va/content/francesco/en/encyclicals
[2] El símbolo
"§" seguido de un número se refiere a un párrafo o párrafos en
secciones de la Encíclica Laudato Si'.
[3] Kathleen Coyle,
“Theology and the New Cosmology: A Quantum Leap in Theological and Spiritual
Insight” ("Teología y la nueva cosmología: un salto cuántico en la
comprensión teológica y espiritual"), East Asian Pastoral Institute
Review 50/2 (2013): 189; Frank X. Tuoti, The Dawn of the Mystical Age:
An Invitation to Enlightenment (El amanecer de la era mística: una
invitación a la iluminación) (Nueva York: Crossroad Publishing, 1997), 3.
[4] Véase Canticle of
the Creatures, in Francis of Assisi: Early Documents, vol. I, ed.
Regis J. Armstrong, J.A. Wayne Hellmann, and William J. Short (Manila: New City
Publications, 1999), 113-114.
[5] Papa Francisco, Carta
Encíclica Laudato Si’, nota 159. Véase Eva de Vitray-Meyerovitch, ed., Anthologie
du soufisme (Paris: Sinbad, 1978), 200.
[7] Pierre Teilhard de Chardin, The Divine Milieu. An Essay on the Interior
Life (New York: Harper Torchbooks, 1968).
[10] Este "espíritu
encarnado" es trans-mental, trans-racional y trans-personal por
naturaleza. En cuanto espíritu, siempre está pronto, esperando que nosotros
estemos más plenamente abiertos a esta conciencia siempre presente, para vivir
en un estado de constante testimonio consciente. Véase Ken Wilber, The
Essential Ken Wilber: An Introductory Reader (Boston: Shambhala
Publications, 1998), 51; Philip Clayton, Adventures in the Spirit: God,
World, Divine Action (Minneapolis: Fortress Press, 2008), 137. Also see
Diarmuid O’Murchu, In the Beginning Was the Spirit. Science, Religion, and
Indigenous Spirituality (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2012), 138.
[11] Sobre las cuatro
actividades del Espíritu de Dios, véase Jojo M. Fung, S.J., Living in Awe: A
New Vision and Mission for Asia (Petaling Jaya: Public Media Agency PMA,
2015), 23-24.
[13] Véase: Aloysius
Pieris, “Spirituality as Mindfulness: The Biblical and Buddhist Versions,” in Negotiating
Borders: Theological Explorations in a Global Era. Essays in Honour of Prof.
Felix Wilfred, ed. Patrick Gnanapragasam and Elisabeth Schüssler Fiorenza
(Delhi: ISPCK Indian Society for Promoting Christian Knowledge, 2008), 187.
[15] Véase: Thomas J.
Volgy, Kristin Kanthak, Derrick V. Frazier, and Robert Stewart Ingersoll, “The
G7, International Terrorism, and Domestic Politics: Modeling Policy Cohesion in
Response to Systemic Disturbances,” International Interactions 30
(2004): 191-209; Peter Kanyandago, “Globalization: A Reflection on Its
Anthropological Underpinnings in Relation to Social Justice,” in Negotiating
Borders: Theological Explorations in a Global Era. Essays in Honour of Prof.
Felix Wilfred, ed. Patrick Gnanapragasam and Elisabeth Schüssler Fiorenza
(Delhi: ISPCK Indian Society for Promoting Christian Knowledge, 2008), 461;
Philip L. Wickeri, “Globalization and Transnational Christianity: Notes on
Intercontextual Theology and the Present Ecumenical Situation,” in Negotiating
Borders: Theological Explorations in a Global Era. Essays in Honour of Prof.
Felix Wilfred, ed. Patrick Gnanapragasam and Elisabeth Schüssler Fiorenza
(Delhi: ISPCK Indian Society for Promoting Christian Knowledge, 2008), 466.
[16] Sobre este diálogo,
véase Laudato Si’, Capítulo 5: “Algunas líneas de orientación y acción”,
§§ 163-201.
Jojo
M. Fung, S.J., Manila. Publicado en VOICES (2016) 2
Traducción de Horacio J.M.Bustos Kessler, FMS.
Buenos Aires
Traducción de Horacio J.M.Bustos Kessler, FMS.
Buenos Aires
Fuente:
Serviciokoinonia
No hay comentarios:
Publicar un comentario