Por.
Carlos Martínez García, México
Son
varias las opciones para leer en castellano escritos de Martín Lutero. Lo mejor
es leer a un autor en la lengua que redactó sus obras, cuando esto no es
posible, entonces las buenas traducciones son un recurso que permite conocer
los planteamientos hechos por el reformador germano.
La
Editorial Concordia ha publicado varios libros temáticos sobre distintas
tópicos de la muy amplia producción de Lutero. Por su parte CLIE tiene en su
catálogo algunos de los comentarios que hizo Lutero a libros del Nuevo Testamento,
entre ellos el realizado a la Carta a los Romanos (aquí disponible en PDF). El comentario se basó en las
lecciones dadas por Martín Lutero en la Universidad de Wittenberg durante 1515
y 1516. En 1522, al presentar la obra, Lutero consideró que “Esta carta es la
verdadera parte principal del Nuevo Testamento y el evangelio más puro. Es
digna de que todo cristiano, no sólo la sepa de memoria palabra por palabra,
sino también de que se ocupe en ella como su pan cotidiano del alma. Pues nunca
puede llegar a ser leída o ponderada lo suficiente; y cuanto más se la estudia,
tanto más preciosa y apetecible se vuelve. Por tal motivo quiero hacer mi
aporte y facilitar el acceso a ella mediante este prefacio –en cuanto Dios me
ha dado capacidad– para que sea entendida mejor por todos. Porque hasta ahora
ha sido oscurecida en forma lamentable con comentarios y toda clase de
charlatanerías, si bien en sí misma es una luz brillante casi suficiente para
iluminar toda la Escritura”.
Entre
las antologías de Lutero existentes en castellano voy a referirme a tres de
ellas. Teófanes Egido
preparó la edición de Lutero, obras (Editorial Sígueme, Salamanca,
1977), cuya más reciente reimpresión es del 2016. Egido seleccionó 21 escritos
de Lutero, que van de 1517 a 1546 (año en que murió). El volumen abre con las 95
tesis, incluye dos de los escritos de 1520 (a los que me referiré más
tarde), recoge la posición defendida por Lutero ante la insurrección de los
campesinos, incluye la importante “Misiva sobre el arte de traducir [la
Biblia”], de 1530, en la que Lutero defendió su trabajo de poner la Palabra en
la lengua del pueblo y los criterios usados para su labor de traductor. Para
comprender mejor la dimensión del escrito es muy provechoso el estudio
introductorio de Herón Pérez Martínez, investigador de El Colegio de Michoacán,
para quien “Es uno de los documentos más importantes para la historia
occidental de la teoría de la traducción junto con la matriz teórica
tradicional que se hace arrancar de Cicerón sobre la traducción donde se
enfrentan dos maneras de traducir: la traducción literal y la traducción según
el sentido del texto” (“Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir”, en Relaciones,
número 138, primavera de 2014, pp. 153-178, disponible en aquí
en PDF).
En
México la Secretaría de Educación Pública publicó en 1988 dentro de la
Colección Cien del Mundo el volumen Escritos reformistas de 1520, que
tuvo un tiraje de 10 mil ejemplares. El prólogo, selección y notas son autoría
de Humberto Martínez, quien estudió filosofía en la Universidad Nacional
Autónoma de México, posteriormente ingresó como profesor-investigador a la
Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco, ha sido editor y
traductor en el Fondo de Cultura Económica, y autor de varios trabajos sobre
Lutero, según consigna el Diccionario de escritores mexicanos
(UNAM-Instituto de Investigaciones Filológicas, tomo V, México, 2000, pp.
115-116).
La
mencionada obra se compone de A la nobleza cristiana de la nación alemana,
La cautividad babilónica de la Iglesia, y La libertad cristiana.
Estos tres escritos de 1520 muestran las conclusiones a las que había llegado
Lutero en su querella contra Roma. Lo que inicialmente había sido en octubre de
1517 una crítica a la desatada venta de indulgencias, tres años después se
había transformado en una abierta oposición al sistema teológico y eclesiástico
encabezado por el papado.
El
año de los escritos reunidos por Humberto Martínez, 1520, fue muy agitado y
definitorio para Lutero. En mayo predicó el Sermón sobre las buenas obras,
donde no desdeñaba las mismas pero remarcó que ellas no otorgaban la salvación
ni la justificación, sino que debían ser resultado de la fe en la obra
redentora de Jesucristo: “La primera y suprema de todas las buenas obras más
nobles es la fe en Cristo” (texto disponible aquí). El 11 de junio publicó El papado
en Roma, donde lanzaba duras observaciones sobre la institución angular del
catolicismo romano. Cuatro días después León X decretó la bula Exsurge
Domine, en la cual emplazaba a Lutero a retractarse. En agosto es publicada
A la nobleza cristiana de la nación alemana y principios de octubre La
cautividad babilónica de la Iglesia. El día de 10 de octubre es entregada a
Lutero la bula decretada en su contra por León X. En noviembre publica Contra
la execrable bula del Anticristo y La libertad cristiana. El 10 de
diciembre Lutero quema públicamente la bula Exsurge Domine. Los tres
escritos de 1520 seleccionados por Humberto Martínez son, a mi parecer, la
columna vertebral de lo que Lutero escribió y publicó en aquél año definitorio.
Finalmente,
por lo respecta a la presente entrega, sugiero la lectura de Martín Lutero,
escritos políticos (Editorial Tecnos, Madrid, 1986, hay una reedición
del 2008) donde Joaquín Abellán agrupó seis trabajos de Lutero que están
precedidos de un estudio preliminar del antologista. Abellán seleccionó
pequeñas obras de Lutero redactadas entre 1520 y 1526, ellas son: A la
nobleza cristiana de la nación alemana, Sobre la autoridad secular:
hasta dónde se le debe obediencia, Exhortación a la paz en contestación
a los doce artículos del campesinado de Suabia, Contra las bandas
ladronas y asesinas de los campesinos, Carta sobre el duro librito
contra los campesinos, y Si los hombres de armas también pueden estar en
gracia.
Abellán
hace una pertinente advertencia, que nos previene de una lectura anacrónica del
pensamiento político del reformador alemán: “Lutero es, ante todo, un teólogo
cristiano y no un pensador político moderno. Las coordenadas de su reflexión
sobre la autoridad son bíblicas y teológicas. En los textos bíblicos se
encuentra la clave para entender su pensamiento político y en ellos fundamenta
Lutero su doctrina de los dos reinos, pieza central de su pensamiento y de su
posición ante lo político […] Él no tiene una reflexión sistemática sobre el
Estado ni sobre el poder político. A Lutero le preocupa fundamentalmente la
autoridad que ejerce el gobernante y se ocupa de ella desde un punto de vista
cristiano. Su pregunta es si la autoridad es compatible con la condición del
cristiano, si su existencia y función encuentran fundamento en los textos
bíblicos. En estos mismos textos busca Lutero asimismo una respuesta al
problema de los límites del poder”.
La
próxima semana continuaré comentando algunas otras lecturas sobre la Reforma
protestante y sus distintas expresiones históricas y teológicas.
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