Por.
Carlos Martínez García, México
Estamos
en el año del quinto centenario del movimiento que inició Martín Lutero en
Wittenberg. Para conocer sus entretelones, componentes, desarrollo y
repercusiones existe un cúmulo de libros que informan y analizan acerca de cómo
tuvo lugar la ruptura del ex monje agustino con la Iglesia católica romana y
cómo se expandió por Europa con distintos ritmos y expresiones.
Las
celebraciones y/o conmemoraciones pueden tener el carácter de evocación del
pasado, pero con ánimos casi de anticuario. Es decir, recordando el
acontecimiento pero como si el mismo estuviese inerme en el pasado, sin
consecuencias ni legados para el presente. En el caso de la Reforma
protestante, estoy convencido de ello, Lutero la inicia por su preocupación de
los grados de escándalo alcanzado por la venta exacerbada de indulgencias; y
desata un movimiento inesperado por él y de enormes repercusiones históricas.
Por lo anterior considero que la Reforma es dinámica, y sus efectos hoy
todavía nos alcanzan.
Para
las generaciones actuales que busquen bibliografía en castellano que les brinde
una panorámica de la Reforma, las posibilidades de hallar buenos libros no son
muy amplias. En el siglo pasado (hasta poco más allá de la primera mitad de esa
centuria), y desde esfuerzos editoriales en el seno del protestantismo latinoamericano,
estuvo a la disposición de los interesados un buen abanico de obras publicadas
en conjunto por Editorial La Aurora y Casa Unida de Publicaciones. La colección
“Obras Clásicas de la Reforma”, que ambas casas editoriales esforzadamente dieron
a luz, no se reeditó más y es muy difícil conseguir cualquiera de sus
ejemplares. En años recientes, en España, un grupo de estudiosos encabezado por
Emilio Monjo Bellido tomó la iniciativa de publicar la muy valiosa serie “Obras de los reformadores españoles del
siglo XVI”.
De
libros publicados sobre el tema que estamos abordando, resalto ahora cinco y
paso a comentarlos brevemente. No son, ni con mucho, las únicas obras
hechas públicas, pero, me parece, sí son muy ilustrativas del movimiento que
trastornó Europa. Para otros comentaristas tal vez no sean las mejores, pero los
resaltos porque coadyuvan a comprender con cierta facilidad lo complejo que es
el mundo histórico e interpretativo representado por la Reforma. Patrick
Collinson, de larga experiencia docente e investigador en distintas
universidades europeas (entre ellas Cambridge) en el tópico del cataclismo
religioso, político y cultural desatado por Lutero, en 2003 publica en inglés The
Reformation. Un año después Editorial Debate (Barcelona) difunde la
traducción castellana con el título La Reforma. El libro es un magnífico
ejercicio por brindar una visión panorámica de las distintas vertientes de la
Reforma.
En
apenas 271 páginas Collinson da cuenta de la gesta de Lutero, las reacciones de
Roma, el enfrentamiento entre el teólogo germano y el poder papal. También
describe las grandes líneas de lo realizado por Juan Calvino y sus seguidores.
Además no pierde de vista los esfuerzos reformadores de Zwinglio en Zúrich, ni
las particularidades de cómo surge la Iglesia anglicana por un encadenamiento
de intrincados sucesos en Inglaterra.
Tiene
la agudeza de reseñar en el capítulo “Los caminos de la Reforma”, otras veredas
divergentes de las rutas marcadas por los reformadores más conocidos. Por todo
lo anterior el objeto de su estudio son las reformas, en plural, por lo cual el
lector atento debiera quedarse con una imagen más enriquecedora que la
tradicional de un solo hombre enfrentado en el siglo XVI al aparato
eclesiástico/político asentado en Roma.
Tener
una visión ampliada de cómo fue ruptura teológica y eclesiológica de Lutero, no
tiene por qué demeritar la heroicidad del personaje en su lid contra la Iglesia
católica, sus teólogos, reyes y príncipes. Porque como lo sintetiza Collinson,
“La Reforma fue una inundación de palabras. Si el historiador echa la red
tratando de capturar su esencia, se le rompe bajo el peso de las palabras.
Fluyen incesantemente tanto de la boca de Martín Lutero como de su pluma: un
libro cada quince días durante treinta años, casi un centenar de volúmenes de
gran formato en la edición oficial moderna de sus obras, escritos según las
exigencias de cada ocasión, sin tener en mente ningún sistema que pudiéramos
llamar luteranismo. Estaba pletórico de algo llamado la Palabra, que no es
en absoluto lo mismo que las palabras. Se parece más al Logos del versículo
inicial del Evangelio según San Juan, ´en el principio existía aquel que es la
Palabra´, que parafrasea el primero del Génesis ´al principio Dios…´ Mientras
el mundo antiguo se hunde a su alrededor, Lutero no cesa de proclamar que no ha
sido por su culpa. ´Mientras yo dormía o bebía la cerveza de Wittenberg […] la
Palabra debilitó al papado a tal punto que nunca príncipe ni emperador alguno
le había infligido tanto daño. Yo no he hecho nada. La Palabra lo hizo todo´”.
De
Jean Baubérot la pequeña Maica Libreros Editores ha publicado, a principios de
2008, Historia del protestantismo, cuya edición original francesa
viera la luz en 1987 bajo el sello Presses Universitaires de France. La obra es
de divulgación, por lo que con fluidez da cuenta de los más significativos
momentos históricos que han forjado al cristianismo protestante. Baubérot da
cuenta en la pequeña obra cómo el movimiento de Reforma “se transforma
progresivamente en protestantismo, el acontecimiento en institución, la ruptura
en organización, la protesta en poderes, la herejía en nueva ortodoxia”.
Ante
los intentos reduccionistas que conceptualizan la Reforma protestante como un
enfrenamiento entre élites teológicas, por un lado los distintos reformadores y
por el otro la cúpula católico romana, Baubérot subraya que el movimiento
iniciado por Lutero tenía tras de sí apoyos populares.
Los
principios redescubiertos por Lutero, y otros personajes de la(s) Reforma(s),
inquietaban de tal manera que, nos dice Baubérot, en 1605 el historiador
católico Florimond Reamond sentencia: “Incluso aquellos que sólo habían
manejado la carreta y arado la tierra se convirtieron, repentinamente, en
excelentes teólogos”, y continúa, no sin ironía: “Los campesinos más rudos y
los más embrutecidos se convirtieron en escolares, bachilleres y
doctores”.
Después
de ocuparse de la tríada que caracteriza a la gesta de Lutero (sólo Dios, sólo
la gracia y sólo la Escritura), el autor delinea a otros integrantes de la gran
familia protestante del siglo XVI, les llama otros protestantismos: el de Suiza
con Zwinglio, el de Ginebra con Calvino y el “protestantismo atemperado” que se
desarrolla en Inglaterra. En el siguiente capítulo (“La modernidad
protestante”) nos lleva a considerar una pregunta: “¿En qué medida el
protestantismo trajo la modernidad?”. Sin establecer una relación unívoca y
mecánica entre aquella y ésta última, sí enuncia a la Reforma protestante como
un factor importante, provocador, en la construcción de nuevos valores e
instituciones en Occidente. Ejemplifica su propuesta con los casos de la
revolución puritana en Inglaterra y lo que llama la América inglesa.
Tras
los capítulos “Dificultades y renovación” y “De la Ilustración a los
resurgimientos”; Baubérot bosqueja en pocas páginas al protestantismo
contemporáneo, el de fines de los 90´s del siglo pasado, cuando es publicado el
libro. Se refiere a la expansión mundial del protestantismo/cristianismo
evangélico mediante las sociedades misioneras, ya fuesen denominacionales o las
conocidas como faith missions, espontáneas y con pocos apoyos organizacionales.
Menciona la relación de los protestantismos con el fortalecimiento de los
estados laicos, y actitudes ante distintos regímenes políticos. En su dimensión
política, para Baubérot, “el protestantismo hace emerger en la historia del
mundo occidental una duda fundamental sobre el origen divino de cualquier
autoridad humana”.
El
tercer libro es motivo de festejo personal y conjunto con un pequeño grupo de
amigos. Se trata del volumen Los grandes principios del protestantismo,
autoría de André Gounelle. Ha sido publicado, en 2008, por Editorial
Cajica, Puebla, México. El director de la editorial, Gustavo Cajica, hijo de
quien la fundó hace más de 80 años, fue a su vez el traductor del pequeño
libro. Su trabajo de verter al castellano el escrito merece calurosas felicitaciones,
por su fluidez y belleza expresiva. Con Gustavo, Carlos Mondragón, Juan Merlos
y Patricia Zenteno iniciamos a principios de 2008 la aventura editorial de
publicar obras de autores protestantes/evangélicos. El de Gounelle es el uno de
ellos, y nos mueve la convicción de que es imprescindible promover la lectura y
difundir la especificidad protestante.
De
inicio Gounelle confiesa que su conocimiento es situado, no esconde su
pertenencia confesional y epistemológica, dice: “No lo oculto: estoy orgulloso
y feliz de ser protestante. Me encuentro profundamente ligado a la historia, al
espíritu y a los principios del protestantismo. Semejante declaración, quizás
sorprendería o incluso, escandalizaría a alguno de mis lectores. En nuestros
días, se tiene la impresión de que los protestantes se sienten incómodos, y
hasta sienten vergüenza de serlo. Desprecian de buena gana su pasado, sus
Iglesias, sus formas de piedad, sus doctrinas, como si la humildad y la
confesión de los pecados fuesen motivo para tener una mala opinión de ellos…
Por mi parte, estoy convencido de que los principios del protestantismo no han
perdido nada de su vigor y su verdad. Con su pertinencia, su fuerza, su
profundidad, se imponen ellos a mí. No experimento la menor necesidad ni siento
el más mínimo deseo de ir a buscar en otra parte, en el catolicismo o en la
Iglesia ortodoxa, por ejemplo, con qué alimentar y estructurar mi fe”.
Con
enjundia, pasión, conocimiento y capacidad didáctica los principios
protestantes son explicados por André Gounelle. Es así que el capitulado de la
obra se divide en las siguientes temáticas: la protesta protestante, la Biblia,
la salvación gratuita, la Iglesia, el culto, predicación y cena del Señor,
combatir en la actualidad. Las últimas líneas del libro son todo un programa
para las comunidades protestantes: “Protestar a favor de Dios, en contra de las
supersticiones religiosas que lo desfiguran, y protestar a favor del hombre,
contra todo aquello que lo degrada y le hace mal. Para nosotros esta doble
protesta coincide y se confunde con la fidelidad al Evangelio”.
El
cuarto título que deseo sugerir como lectura estimulante y aleccionadora de la
Reforma es sobre el personaje que la desató en el siglo XVI, Martín Lutero. Es
un mar lo publicado acerca del teólogo alemán. De las muchas investigaciones
biográficas que recorren la vida y obra del reformador, si nada más se me
permitiese elegir una, en definitiva me quedo con el libro de Roland H.
Bainton, Lutero (Editorial Sudamericana, 1978). Una reedición
mexicana es la producida por la Casa Unida de Publicaciones en el 2007. Está en
preparación la edición conmemorativa de este valioso libro con motivo del
quinto centenario de la Reforma protestante.
Bainton
está lejos de haber escrito una hagiografía de Lutero. Más bien nos lo presenta
como un ser humano con dudas, contradicciones, enormes aciertos, seguidores y
adversarios, dispuesto al sacrificio, decididamente opuesto a otras
hermenéuticas de la Biblia que llevaron a otros personajes y movimientos a
entendimientos, y prácticas, divergentes con las de Lutero. En suma, Bainton
valora bien la gesta del teólogo germano, reconociéndole sus muchas fortalezas,
pero también apunta sus rasgos intolerantes y sus sombras. Al hacer esto no lo
demerita, sino que lo sitúa en su contexto y cómo confrontó al poder de la
Iglesia católica, poder que resquebrajó de forma definitiva.
El quinto
volumen es el de George H. Williams, La Reforma Radical (Fondo de
Cultura Económica, México, 1983). Es una obra monumental, que ofrece una visión
panorámica sobre un movimiento disperso por prácticamente toda la Europa del
siglo XVI. Williams abrió caminos historiográficos sobre la temática más allá
de los espacios contemporáneos confesionales identificados, sobre todo, con el
anabautismo para hacer que el tópico ganara “respetabilidad” en esferas
académicas de Norteamérica y Europa. Demuestra de forma contundente que los
reformadores radicales, y las comunidades por ellos influidas y/o creadas,
tuvieron propuestas muy firmes que significaron desafíos para el catolicismo
romano y, también, para la que llama Reforma magisterial (“el luteranismo, las
iglesias reformadas y la iglesia establecida en Inglaterra”).
Para
Williams “la Reforma Radical, llamada a veces el ala izquierda de la Reforma
(Roland H. Bainton), fue un movimiento hecho de tres tendencias principales, no
muy estrechamente vinculadas al comienzo: el anabautismo, el espiritismo y el
racionalismo evangélico. Estas tendencias acabaron por constituir un testimonio
y un empuje únicos, una auténtica tercera fuerza, comparable con las otras dos,
el protestantismo clásico y el catolicismo romano […] La Reforma Radical […]
significó un intento de reorganización ajeno al punto de vista territorial y
nacional”.
Los
cinco libros que hemos sugerido para su lectura y estudio conforman un cúmulo
que permite, a quien lo escudriñe, formarse una imagen rica y plural de lo que
fue la Reforma. Ésta se caracterizó por ser un movimiento diverso, que
reconfiguró el mundo en lo religioso, político, económico y cultural.
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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