Por.
Will Graham, España
Con
la reciente publicación del libro ‘Redescubrir la Palabra’ (Máximo García), se
abre un nuevo capítulo en la historia evangélica en España.
Hasta
la fecha, los protestantes españoles han luchado continuamente contra la
doctrina del Catolicismo Romano. A partir de ahora, los evangélicos tendrán que
enfrentar a un nuevo enemigo en la península ibérica, a saber, el liberalismo
teológico.
Ya
se observó la presencia de la teología liberal dentro de la Iglesia Evangélica
Española (IEE) con la publicación del documento ‘Ética teológica y homosexualidad’ de Juan Sánchez Núñez
(profesor en la Facultad de Teología SEUT) en 2015. El nuevo libro de Máximo
García (recién jubilado profesor de la Facultad de Teología de la Unión
Evangélica Bautista de España) marca un antes y un después en la teología
evangélica española.
Hoy
queremos presentar una crítica al libro de García desde una perspectiva
evangélica conservadora.
I.-
DIEZ CRÍTICAS
1.-
Antiguo Testamento vs. Nuevo Testamento
García
no cree que el Dios “iracundo” del Antiguo Testamento sea el mismo Dios que se
da a conocer en el Nuevo Pacto. “Mientras los Evangelios muestran la imagen de
un Dios de amor universal, que no hace acepción de personas y defiende valores
como la dignidad de todos los seres humanos y su igualdad en derechos, el
Antiguo Testamento muestra con frecuencia la idea de Dios como la de un dios
iracundo, vengativo y tribal, fruto de la visión parcial y distorsionada de un
pueblo” (p. 17).
En
típico estilo liberal (y siguiendo las pisadas del hereje Marción), García
simplemente no entiende el concepto de la ira santa de Dios, optando por creer
en una deidad que él mismo ha fabricado conforme a sus antojos ilustrados.
Se
olvida de que la presuposición fundamental del Evangelio neotestamentario es la
ira venidera de Dios (1 Tesalonicenses 1:10) y de que el Dios del Nuevo Pacto
sigue juzgando a los incrédulos y disciplinando a sus hijos. El caso de Ananías
y Safira sirve como un buen recordatorio (Hechos 5:1-11).
No
hay ninguna discrepancia o contradicción entre el Dios del Antiguo Testamento y
el Dios del Nuevo. Es verdad que a García no le gusta el hecho de que el Señor
haga cosas que él no aprobaría. Pero allí el problema es el corazón del
teólogo; no la perfecta e inmaculada justicia del Todopoderoso.
2.-
Hacia una lectura sin prejuicios
En
repetidas ocasiones, García pide que leamos la Biblia desprovistos de
prejuicios y “condicionantes confesionales” (p. 109). Hay que, “alejarse de
ideas preconcebidas que puedan condicionar y distorsionar el sentido del texto
leído” (p. 198). ¿Cómo podremos, entonces, conseguir leer la Biblia sin
prejuicios o presuposiciones? Contesta García diciendo: “La tarea del exégeta,
para ser efectiva, necesita servirse de un método histórico-crítico adecuado”
(p. 195).
El
problema con este método es que está plagado de prejuicios filosóficos también.
La presuposición más dañina del método histórico-crítico es que se mueve en
un plano enteramente antropocéntrico negando que la Biblia tenga un solo autor,
esto es, Dios.
“Es
preciso recordar, escribe García, que la Biblia no es un libro unívoco, escrito
por un solo autor” (p. 175). En este punto, ningún evangélico podría estar de
acuerdo con el pensador bautista. Reconocemos que cuarenta autores humanos
redactaron las Escrituras a lo largo de 1.500 años; no obstante, detrás de todo
estaba el soplo del Espíritu divino dirigiendo el proceso.
Otra
incoherencia en la hermenéutica de García sucede cuando llama a sus lectores a
leer la Biblia “a la luz de la fe en Jesucristo” (p. 21). ¿Qué es esto sino una
presuposición teológica?
Por
un lado quiere promocionar una lectura bíblica sin prejuicios. Por el otro,
desea leer la Palabra partiendo “de un principio axiomático, consustancial con
la fe, como es la aceptación de que Jesús es la Palabra de Dios encarnada” (p.
214). Pedimos que nuestro autor sea coherente con sus propios postulados
filosóficos.
3.-
El Jesús mariposa
El
Jesús en quién cree Máximo García es el Jesús de Schleiermacher y de la tradición liberal, o sea, un Jesús mariposa, un osito de
peluche, una muñeca de Barbie. Es un Jesús acaramelado y azucarado que no tiene
nada que ver con el Cristo revelado en las páginas del Nuevo Testamento.
La
importancia de Jesús, para García, reside en que “es capaz de dar respuesta a
las necesidades de los hombres y mujeres” y nada más (p. 36). Y está convencido
de que el mensaje de Jesús se trata de buscar “la hermandad de los pueblos y la
justicia social” (p. 170).
El
teólogo liberal español no toma en cuenta las palabras duras y ofensivas que Jesús pronunció a lo largo de su
ministerio público. Simplemente está interesado en el Jesús del sermón del
monte (p. 114), el Jesús que anduvo haciendo bienes (Hechos 10:38).
Tampoco
hace caso a los milagros realizados por el Salvador que servían para confirmar
su mesiazgo y autoridad divina. Esta observación nos lleva al cuarto punto.
4.-
Anti-milagros y anti-sobrenatural
En
cuanto a los milagros de Jesús y las demás maravillas registradas en la Biblia,
García es bien escéptico. Mejor dicho, es incrédulo. Acepta las presuposiciones
ateas de los materialistas actuales. Como en el caso del teólogo liberal alemán
Rudolf Bultmann, García cree que los milagros forman parte de una cosmovisión
mítica compartida por los autores bíblicos.
Por
lo tanto, lo que hay que hacer es desmitificar la Biblia y reinterpretar sus
milagros para que tengan sentido para el hombre contemporáneo. Esto significa que hay que descartar
cualquier relato de la Biblia que suene meramente milagroso o anti-racional (la
creación, Noé, la lucha de Jacob con el ángel, el éxodo, la burra de Balaam,
Jonás y un largo etcétera).
Tristemente,
en vez de procurar refutar los argumentos anti-sobrenaturales de los agnósticos
llamándolos al arrepentimiento y a la fe, García procura reinterpretar dos mil
años del cristianismo con el fin de acomodar a la mente no creyente. Nos
acordamos de las palabras del Señor: “Conviértanse ellos a ti, y tú no te
conviertas a ellos” (Jeremías 15:19).
Ya
hemos visto los efectos de semejante metodología en las iglesias de Alemania,
el Reino Unido y los Estados Unidos: ¡han quedado vacías! De manera paradójica,
el liberal –en su afán por ser relevante- acaba siendo todo lo contrario.
Son
precisamente las iglesias conservadoras las que más crecen en todo el mundo.
Oramos para que la Iglesia del Señor en España siga andando en la verdad de la
bendita, inerrante e infalible Palabra de Dios.
5.-
Un argumentum ad logicam
Cuando
García desata su ira contra los que creen en la plena inspiración, autoridad e
inerrancia de las Escrituras, emplea un par de argumentos mal formulados que
carecen de fuerza intelectual.
Primero,
García se confunde al pensar que las partes descriptivas de la Biblia sean
prescriptivas. Cuestiona la ética de Abraham, Jacob, Josué, Salomón, David y
otros olvidándose de que la Biblia también nos enseña malos ejemplos para que
no los sigamos.
Si
Jacob miente, esto no quiere decir que la Biblia nos esté animado a engañar a
la gente; sino a no seguir el mal ejemplo de Jacob. Estos episodios no atentan
contra la inspiración de la Palabra.
Segundo,
la acusación de acusaciones de García es que los fundamentalistas se equivocan
al leer la Biblia de manera literal. Pero se trata de otro argumento ilegítimo.
No hay nadie que lea la Biblia cien por cien literalmente. ¿Acaso conoce García
a alguien en sus círculos bautistas que crea que cuando Jesús se autoproclamó
la puerta de las ovejas que estaba hablando en plan literal?
Cuando
llegamos al capítulo siete del libro, García escribe lo siguiente:
“Recomendamos a nuestros lectores que no anticipen la lectura de este capítulo
sin haber leído antes los capítulos precedentes” (p. 207).
Es
irónico porque aquí García –el anti-literalista- quiere que sus lectores lo
interpreten de manera literal. De todas formas, me pregunto si García pone en
tela de juicio la necesidad de una lectura literal cuando lee las instrucciones
de sus recetas médicas.
6.-
La Biblia es la palabra de hombres
García
piensa que la Biblia se trata de un libro escrito por hombres. Hasta cierto
punto, lleva la razón. Pero no defiende en ningún momento la convicción
evangélica de que Dios es el autor de las Escrituras. Fue Dios el que redactó
la Biblia a través de los autores bíblicos.
La
Biblia, según nuestro pensador, es un simple tomo de percepciones humanas (p.
82), fruto de las culturas egipcia, babilónica, mesopotámica, etc. Por ejemplo,
el concepto del sacrificio vicario en el judaísmo no fue ordenado directamente
por Dios sino una creencia “heredada de culturas mesopotámicas” (p. 82). Es
decir, se trata de una idea humana. Por eso García cree que la Biblia contiene
varios errores, discrepancias y contradicciones.
Según
García, la Escritura no es la Palabra de Dios en el sentido literal del término
sino, “se va haciendo Palabra de Dios en la medida en que se identifica con la
revelación llevada a cabo en Jesús de Nazaret” (p. 62). O en otra ocasión opina
que, “Las Sagradas Escrituras lo son en la medida en que en ellas se puedan
rastrear las pistas de un Dios que no somete, sino dignifica” (p. 146).
Y de
nuevo, “Los textos sagrados se convertirán en Palabra de Dios en la medida en
la que actúe el Espíritu en el propio lector” (p. 166). En cada paso, García
niega que la Biblia sea literal, objetiva y ontológicamente la Palabra del
Altísimo.
¿Y
qué hacemos con todos aquellos pasajes en la Biblia que no compaginan con la
hermenéutica humanista de García? Los desechamos en el nombre de los
supuestos prejuicios nacionalistas de los autores del Antiguo Testamento o la
confusión de los discípulos de Cristo.
Así
acusa García al apóstol Mateo de “forzar el texto” de Oseas 11:1 sin considerar
que el discípulo escribió siendo guiado por el Espíritu. Este escepticismo
radical hacia los textos bíblicos explica la razón por la cual nos dice García:
“Gracias a la Biblia percibimos la voz de Dios, aunque nos llegue con bastantes
interferencias” (p. 211).
Puesto
que García no tiene interés en ningún otro mensaje que no cuadre con su visión
liberal de hermandad y justicia social, tiene que sacar sus tijeras a la hora
de leer la Biblia.
7.-
La doctrina no importa
Si
lo más importante es hermandad y justicia social, García –siguiendo el espíritu
del liberalismo- argumenta que la doctrina no importa. Lo que realmente cuenta
es el amor, la solidaridad, la tolerancia y la exaltación de los valores
humanos (p. 180).
Ahora
bien, la idea de que el amor sea más importante que la doctrina no deja de ser
una doctrina personal de García. El teólogo bautista justifica su postura
apelando al pluralismo religioso ya que hay tantas religiones diferentes en el
mundo con tantas doctrinas diferentes (pp. 168-169).
Pero,
¿por qué la existencia de tantas otras religiones nos lleva a negar nuestras
convicciones cristianas? ¿Acaso implica la existencia de billetes falsos la no
existencia de billetes verdaderos? ¡Desde luego que no! Lo que García necesita
hacer es examinar las carencias intelectuales y lógicas presentes en otras
cosmovisiones no cristianas y demostrar cómo la fe cristiana ofrece una
interpretación mucho más lógica, coherente y satisfactoria de la realidad que
aquéllas.
8.-
La duda como preocupación creativa
A
diferencia de nuestros padres protestantes, García se deleita en fomentar dudas
y sospechas en los corazones de los creyentes. Define la duda en la página 18
como, “una preocupación creativa”. Dudar de las Escrituras es dudar de la
Palabra de Dios. ¿Quién soy yo o quién es Máximo García para poner en tela de
juicio la fidelidad o veracidad del único Omnisciente?
En
realidad, el libro es un tratado sobre la incredulidad. Si los editores del
libro habrían optado por llamar el tocho ‘Redescubrir la duda’ o ‘Redescubrir
la incredulidad’ en vez de ‘Redescubrir la Palabra’, nos hubieran hecho un
favor a todos.
Hay
un sinfín de ejemplos en el tomo de García sobre los mitos, las leyendas, las
discrepancias y los errores incluidos en la Escritura.
Total,
García desempeña el mismo papel que el católico liberal Erasmo en el siglo XVI,
negando la doctrina protestante de la perspicuidad (claridad) de las
Escrituras. ¿Cómo explicar la incertidumbre que caracteriza a Erasmo y a
García?
Lutero
tiene una respuesta clara: la culpa se debe a la mente caída y pecaminosa del
ser humano. “Mas el hecho de que muchas cosas sean abstrusas para muchos, se
debe no a la oscuridad de las Escrituras, sino a la ceguedad o desidia de esa
gente misma que no se quiere molestar en ver la clarísima verdad” (Lutero).
El
amor de Lutero hacia la verdad proposicional explica su disgusto por el
escepticismo teológico. En términos del reformador de Wittenberg: “El
Espíritu Santo no es un escéptico; tampoco son dudas o meras opiniones lo que
Él escribió en nuestros corazones, sino aserciones, más ciertas e inconmovibles
que la vida misma y cualquier experiencia”.
Tenemos
que tomar una decisión cada uno: ¿creer la Palabra de Dios dudando de Máximo
García? ¿O creerle a Máximo García dudando de la Palabra? Para mí la decisión
es bien fácil.
9.-
El error categórico fundamental
Desde
el primer capítulo hasta el séptimo, la obra de García está contaminada por un
error filosófico fundamental. Si leéis el libro de García con esta falacia
lógica en mente, os daréis cuenta de que el tomo carece de valor intelectual.
Por alguna razón extraña, García cree que el demostrar el origen histórico de
una creencia necesariamente desacredita la creencia.
García
aplica este error a múltiples verdades enseñadas en la Biblia: la creación, el
éxodo, los jueces, la institución de las fiestas judías, los demonios, el
diablo, el infierno, los milagros, etc. García repite la misma línea de
pensamiento docenas de veces a lo largo de su tomo.
Explica
que un determinado tema bíblico –digamos el éxodo- es procedente de literatura
egipcia. Por lo tanto, razona el español, el éxodo es falso. Se trata de lo que
llamamos en el mundo anglosajón un “Category Error”, traducido al castellano
sería algo como un error categórico o un error de categorías.
Usaré
un ejemplo para aclarar este principio. Isaac Newton descubrió la ley de la
gravedad. Ahora bien, ¿deja de existir la ley de la gravedad si os dijo que
Newton la descubrió en el 1666? ¿O si digo que la descubrió por causa de la
caída de una manzana de un árbol plantado por granjeros irlandeses? ¡Por
supuesto que no! Explicar el origen histórico de una creencia no hace nada para
derribarla.
Al
fin y al cabo, podríamos usar la lógica de García contra su propio libro
diciendo lo siguiente: García aprendió todo lo que sabe de los seguidores de la
alta crítica alemana, por consiguiente, no hay que hacer caso a sus argumentos.
O, García nació en los años 50, consiguientemente, puesto que podemos demostrar
su origen histórico, no hace falta creer nada de lo que él nos dice. Es la
misma lógica.
10.-
Falsa alternativa: o Jesús o la Biblia
En
última instancia, García presenta a sus lectores una falsa alternativa, esto
es, o Jesús de Nazaret o la Biblia. Según el pensador, la Biblia se hace
Escritura cuando se identifica con la revelación de Dios realizada en
Jesucristo.
Aquí
García tendría que volver a leer su Nuevo Testamento y entender la visión que
tenía Cristo tocante a las Sagradas Escrituras. Jesús aceptó todo el Antiguo
Testamento como Palabra de Dios y no solamente aquellas partes que apuntaban al
Mesías (p. 172).
Pensamos,
por ejemplo, en la alusión de Cristo a la institución del matrimonio en Mateo
19:6. No es un pasaje mesiánico; sin embargo, Jesús lo aceptó como la Palabra
autoritativa de Dios. Y ¿qué diremos sobre los tres textos que Cristo citó de
Deuteronomio 6-8 mientras peleaba contra Satanás en el desierto? No se trataron
de versículos mesiánicos; no obstante, Cristo los citó como autoritativos.
¿Acaso no fue el bendito Hijo de Dios el que dijo: “Ni una jota ni una tilde
pasará de la ley hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18)?
García
anda peligrosamente porque el verdadero discípulo de Cristo presupone el
señorío de Cristo en todas las cosas (incluso sobre la esfera intelectual).
No hay tal cosa como autonomía cristiana. No hay tal persona como un teólogo
cristiano autónomo. Son términos contradictorios.
El
creyente es llamado a someter todas las áreas de su vida al señorío de Cristo.
La neutralidad es traición. Y si Jesús de Nazaret creía en la infalibilidad,
inerrancia e inspiración plenaria del Antiguo Testamento, sus seguidores
también son llamados a creer lo mismo.
Rechazamos,
pues, la alternativa falsa entre Jesús y la Biblia respondiendo que la Biblia
es el libro que el Hijo de Dios emplea para gobernar en su Iglesia hasta que no
vuelva por segunda vez. No es o Jesús o la Biblia; sino Jesús y la Biblia.
II.-
ERRORES APARTE
Además
de la crítica presentada, hay varios errores en el tomo de García que un lector
no informado tendría que tener en cuenta. Aquí están algunos de los más
destacados. García cree erróneamente que:
- Los reformadores eran individualistas.
- Los reformadores rechazaron la tradición de la Iglesia (sólo los anabaptistas hicieron eso).
- Los reformadores rechazaron la doctrina del Theotokos.
- El término mesiánico ‘hijo de hombre’ se refiere a la humanidad de Cristo.
- ¡El ateo Ludwig Feuerbach era un teólogo luterano!
- 2 Timoteo 3:16 solamente se refiere al Pentateuco.
- Nada es totalmente demostrable o indemostrable (científicamente hablando).
- Hay una errata en la página 22 donde llama al teólogo dominico Edward Schillebeeckx “Schillebeecks”. Pero bueno, no pasa nada, se lo podemos perdonar.
III.
– PREGUNTAS PARA GARCÍA
Hay
algunas preguntas que Máximo García haría bien en aclarar para el público
evangélico en España. He hecho una lista de algunas preguntas que me gustaría
que aclarase para el pueblo protestante en la península ibérica:
- ¿Cree Máximo García que Dios creó el cosmos?
- ¿Cree Máximo García en la doctrina de la Trinidad?
- ¿Cree Máximo García en la evolución de las especies? Me refiero a macro-evolución.
- ¿Cree Máximo García en la resurrección literal y corporal de Jesucristo?
- ¿Cree Máximo García en la preexistencia del Hijo de Dios?
- ¿Cree Máximo García en la resurrección de Lázaro de la muerte?
- ¿Cree Máximo García que nacemos en pecado?
- ¿De qué exactamente se trata la doctrina de la salvación para Máximo García? ¿Cree en la necesidad del nuevo nacimiento por el poder del Espíritu Santo? ¿Cree en el poder expiatorio de la sangre de Cristo para librarnos de la ira venidera?
IV.-
REFLEXIÓN FINAL
Personalmente
hablando, me he quedado muy decepcionado con el tomo de García. El autor me
prometió “alimento sólido” (p. 117); pero me dio piedras. La imagen que me vino
a la mente mientras leía el tomo de García fue la de un hombre ante un puzle de
66 piezas.
Se
cree capaz de explicar dónde todas las piezas del puzle fueron fabricadas; pero
es incapaz de echarse para atrás y ver la imagen que el puzle entero procura
transmitir. ¡Qué tragedia! Tarde o temprano sabía que el movimiento liberal
tendría que darse a conocer en España; pero qué triste que está sucediendo
precisamente en nuestros días.
Hay
dos grandes cargas que tengo en el corazón. Aquí quiero aclarar que no hablo en
el nombre de ninguna institución evangélica. Hablo yo, Will Graham, sabiendo
que muchos otros hermanos protestantes seguramente compartirán mi sentir.
En
primer lugar, es difícil entender cómo un hombre tan entregado al liberalismo
teológico puede haber estado dando clase en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España
(UEBE) durante cuarenta años. La UEBE es una denominación reverenciada por todo
el pueblo evangélico en España gracias a sus convicciones bíblicas.
Pero
si Máximo García ni siquiera cree en el primer artículo de la confesión de fe
de la UEBE, ¿cómo puede estar dando clase a los futuros pastores bautistas de
esta nación? En plan puramente ético, si la Facultad de la UEBE está sostenida
en gran parte por dinero de creyentes y padres conservadores, ¿por qué
contratan a profesores liberales que solamente sirven para destruir la fe de
los jóvenes? Salmo 11:3 dice: “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de
hacer el justo?”
En
segundo lugar, me siento muy triste con la casa editorial Clie. ¿Acaso no existe Clie con
el fin de defender la fe evangélica? ¿Cómo puede Clie vender libros escritos
por Matthew Henry y Charles Spurgeon por un lado y luego tomos de Máximo García
por el otro? Si Henry y Spurgeon estuvieran entre nosotros, reprenderían a Clie
por tal hipocresía.
¿Es
Clie una casa editorial cristiana puesta para la defensa del Evangelio o un
simple vendedor de libros? Sería impensable que una sana casa editorial como Editorial Peregrino
llegase a publicar el estudio de García. ¡Impensable! ¿Dónde están nuestras
convicciones? ¿O las sacrificamos por amor el lucro?
Después
de leer ‘Redescubrir la Palabra’, con mucho dolor en el corazón he aprendido
que el tomo de Máximo García se trata de secularismo vestido de teología
evangélica (o sea, incredulogía, dudología, sospechología). El tomo es otra
expresión más de incredulidad sofisticada contaminada por mitos, leyendas,
errores y contradicciones liberales.
¡El
Señor guarde a su amada Iglesia y a todos los seminaristas evangélicos en
España!
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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