Por.
Juan Stam, Costa Rica
Iniciamos
la pasada semana algunas pautas para una mejor interpretación de estos
relatos violentos del Antiguo Testamento, y que son muy chocantes para
nosotros hoy.
Sin
embargo, el concepto moderno de "guerra total" trae a veces
acciones mucho más bárbaras que cualquier relato bíblico. Sería
imperdonablemente anacrónico esperar en los autores antiguos normas de
compasión humanitaria que nuestros propios gobiernos hoy están lejos de
respetar.
Un
estudio objetivo de estos relatos no pretenderá suavizarlos, pero sí
entenderlos.
Con
una sana hermenéutica podremos evitar los dos extremos peligrosos ante estos
pasajes: (1) verlos como una negación total de la credibilidad de
las escrituras hebreas y (2) encontrar en ellos alguna justificación
para las guerras (ni mucho menos guerras santas), las conquistas territoriales,
las torturas o la pena de muerte hoy día.
Seguimos
con la última de las orientaciones hermenéuticas que nos podrán ayudar: D)
Cultura y Hermenéutica.
Otro
aspecto de este tema es la relación entre la cultura y la interpretación
bíblica. Este es un problema fundamental de la hermenéutica. La Biblia es palabra divina en
lenguaje humano, y ese lenguaje es un fenómeno social y cultural. Al
entrar en el mundo de lo humano, la revelación divina hace suyo ese contexto
cultural. Su propósito es revelar al pueblo de Dios la verdad y la
voluntad de su Señor, y eso lo tiene que realizar dentro del marco de
referencia fijado por la cultura. Su propósito no es salirse del contexto
actual para anticipar algún contexto futuro. Debe ser un mensaje para el
pueblo de Dios dentro de su cultura, o del todo no sería palabra de Dios.
Aún
cuando cuestiona esa cultura, como hace muchas veces, lo hace dentro de
ella. La revelación bíblica se configura por la cultura, a la vez que la
confronta. De hecho, algunas tradiciones bíblicas se configuraban por los
conceptos contemporáneos de la guerra y la violencia, mientras otras los
cuestionaron radicalmente.
Las
culturas por su naturaleza son cambiables y evolucionan a través de los
siglos. Pero tampoco van siempre mejorándose, como una especie de
progreso inevitable. En cuanto a la guerra y la violencia, es dudoso que
nuestra cultura hoy sea superior a la de los tiempos bíblicos. Hoy
tenemos instrumentos mucho más destructivos de guerra. Pero en otros
aspectos las culturas han mejorado: el rechazo casi universal de la esclavitud,
la igualdad de los derechos de las mujeres y el desarrollo de la democracia.
Aunque
la enseñanza bíblica debe verse como normativa, según la intención del autor,
el marco cultural no es necesariamente normativo.
La
historia de la hermenéutica bíblica está repleta de ejemplos en que
interpretaciones literales de la Biblia se oponían a los avances de la
cultura. Contra Copérnico y Galileo un sector de la iglesia afirmaba, con
textos de prueba, que el universo es geocéntrico y que la tierra es plana.
Otros
textos fueron manipulados para defender la esclavitud. A principios del
siglo XIX los obispos latinoamericanos defendían el derecho divino de los reyes
contra el republicanismo, con textos de prueba. Y en nuestros días,
cuando distinguidas mujeres han sido presidentas de sus países y gerentas de
grandes empresas, algunos cristianos quieren aplicar literalmente a nuestro
mundo de hoy el patriarcalismo cultural de los tiempos bíblicos.[17]
Cuando
tomamos en cuenta esta relación entre la cultura y la interpretación bíblica,
el problema de la violencia en estos pasajes se ve con otros lentes.
Por
una parte, no debe sorprendernos que el texto bíblico refleje su contexto
cultural. Por otra parte, el marco cultural de estos pasajes jamás debe
utilizarse para justificar nuevas violencias, como pasó con las cruzadas y la
conquista de América.
NOTAS
AL PIE
[17]
Otros ejemplos de esta relación entre cultura e interpretación pueden verse en
el lavamiento de pies (que hoy día tiene un significado radicalmente distinto a
los tiempos de Jesús) o el ósculo santo (las formas de saludo varían según cada
cultura).
[18]
Babilonia cayó ante Persia en el año 539 a.C. El pasaje podría referirse
también a un ataque por los medos. Algunos otros autores lo relacionan
con ataques por los asirios contra el antiguo Imperio Bablónico (c. 730 a.C.).
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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