Por.
Maximiliano Heusser, Argentina
Algunas
personas consideran que la homosexualidad no está condenada por Dios porque
Jesús nunca se refirió al tema. Si bien esta afirmación es correcta, resulta
fácilmente observable que este criterio presenta dificultades, porque Jesús no
se refirió a infinidad de cuestiones que entendemos que están mal y que no
deben practicarse.
Ahora
bien, resulta interesante cómo algunos autores pretenden a raíz de un solo
pasaje bíblico y de un solo modo de interpretación, fijar principios y verdades
cardinales. Por ejemplo, he leído recientemente que el pasaje del Evangelio de
Mateo 19:4-6, donde Jesús responde sobre la cuestión del divorcio, resuelve
todo lo concerniente a la sexualidad humana y al matrimonio. De esta manera, se
deja ver que “el matrimonio está constituido por un hombre y una mujer, cuya
unión matrimonial no es un convencionalismo social sino la voluntad de Dios
para los dos sexos”[1]. Esta afirmación ya presenta algunas
dificultades.
Sin
lugar a dudas, no sólo se trata de una interpretación particular del pasaje en
cuestión, sino que establecer criterios bíblicos, éticos y sociales de forma
general teniendo como base un solo texto, le resta fuerza, sustento y seriedad
al análisis.
A
modo de ejemplo, podríamos reflexionar si la cita del Evangelio no tiene, por
lo menos, alguna otra interpretación. Jesús parece cuestionar el divorcio, pero
¿En qué sentido? Jesús cuestiona la dureza de los hombres que se preocupan en
saber cuándo pueden separarse de su mujer, en vez de preocuparse por poder
llegar a ser una sola carne con ellas. Es decir, en tener una unión que los
conforme y defina como una cosa nueva, donde se fundan mutuamente el uno con el
otro.
Ahora,
si buscáramos en este pasaje algo que nos ayudara a iluminar la cuestión de la
homosexualidad, o de forma general, sobre la comunidad LGBT, podríamos sacar
algunas conclusiones. Entendiendo, como hemos dicho, que Jesús afirma la
necesidad de preocuparse en ser una sola carne el uno con el otro, deberíamos analizar
si esta preocupación o consejo de Jesús no puede ser aplicado a toda pareja que
se ame. Si esto fuera así, hasta podríamos llegar a pensar qué diría Jesús si
los fariseos de hoy le preguntaran sobre el matrimonio o las parejas del mismo
sexo.
Siguiendo
esta línea, podríamos escuchar a Jesús respondiendo que superemos la dureza de
nuestros corazones, porque Dios hizo al ser humano para que sea feliz y viva
plenamente su vida. Esa vida debe ser vivida con otras personas, en comunidad.
Pero también, pudiendo elegir tener una persona que les acompañe en el caminar
con quien puedan vivir en unión siendo una misma carne. Sean hombre y mujer o
tengan el mismo sexo. De esta manera, el pasaje del Evangelio de Mateo nos
permite reflexionar en un sentido completamente distinto al propuesto por
algunos autores.
Es
verdad que Jesús no habla de homosexualidad en el Nuevo Testamento, pero sí
habla en reiteradas oportunidades de los fariseos y su obsesión con el
cumplimiento de la Ley. Práctica ésta, que oprimía a tantas personas en su
tiempo. En la actualidad, líderes cristianos lo siguen haciendo a diestra y
siniestra, señalando personas, discriminando, juzgando, escudados en la defensa
de la sana doctrina.
Deberíamos
todos y todas reflexionar, si Dios nos llama a defender las doctrinas o a amar
a nuestro prójimo. Este mandamiento del amor, sí puede ser un principio y una
verdad cardinal, porque es el corazón del Evangelio y del ministerio público de
Dios hecho ser humano, Jesús de Nazaret.
[1] Wenceslao Calvo “El silencio de Jesús sobre la homosexualidad” en:
Protestante Digital, 30 de Marzo de 2017.
El
autor es Licenciado en Teología (Instituto Universitario ISEDET, Buenos Aires),
Pastor de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, Integrante del Equipo
Editorial de El Estandarte
Evangélico, Coordinador de la Red de Liturgia del Consejo Latinoamericano
de Iglesias (CLAI).
Fuente:
Lupa Protestante, 2017.
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