Cuando tenía 20 años, les dijo a los teólogos: vuestro tema es la Iglesia. A los 30, le dijo a la Iglesia: tu tema es el mundo. Y cerca de los 40 años le dijo al mundo: tu tema, que es el abandono, es el tema propio de Dios; con ese tema, él no engaña tu existencia, sino que la abre. Eberhard Bethge
“Después de cincuenta años se debe respetar la buena fe de cada uno y tener piedad por todos aquellos que pagaron con su vida.” Esta reflexión de Umberto Eco es perfectamente aplicable al caso que nos ocupa. Precisamente, en la madrugada del 9 de abril de 1945 era ahorcado en el campo de concentración de Flossenbürg el pastor y teólogo Dietrich Bonhoeffer. Su nombre, desde un mero punto de vista estadístico, sólo engrosaría las largas listas de víctimas del nazismo. Desde otra óptica, sin embargo, constituye un ejemplo digno de ser conocido, apreciado y valorizado a medio siglo de los sucesos. Bonhoeffer pertenecía a una familia de la alta burguesía luterana en Breslau. Había nacido en febrero de 1906. A los 14 años experimenta la vocación por los estudios teológicos, cosa que sorprendió a sus amigos, caso porque sus padres no acostumbraban a concurrir regularmente a los cultos y participar activamente de la vida de la parroquia. Su biógrafo y amigo, Eberhard Bethge, diría al respecto: “Porque era solitario, se convirtió en teólogo, y porque se hizo teólogo fue un solitario.” Siga leyendo en:
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