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Hace 500 años, un 10 de julio de 1509, nació en Picardía, en el norte de Francia, Juan Calvino, uno de los dos grandes teólogos e iniciadores del protestantismo, movimiento que actualmente cuenta con unos 600 millones de fieles por todo el mundo. Se le ha recordado en estos meses con exposiciones, actos conmemorativos y conferencias que repasan su vida, escritos e influencia.
Al igual que su contemporáneo Martín Lutero (1483-1546), al que nunca conoció personalmente, Calvino privilegió la referencia e importancia de la Biblia por encima de dogmas y tradiciones, la importancia de la gracia y la «salvación por la fe» por encima de las obras. Pero más metódico, menos apasionado, casi frío, él se distinguió por la creencia en la «predestinación» (Dios ha elegido el destino del hombre, lo que no limita la libertad de éste) y por su rechazo a toda jerarquía eclesial.
INFANCIA Y JUVENTUD
Poco se sabe sobre su infancia: nació en la pequeña ciudad de Noyon, en el corazón de Picardía, de una madre devota que murió cuando tenía sólo seis años, y de un padre autoritario y procurador eclesiástico, que desea destinarlo a la iglesia católica. Estudia en París, Orleans y Bourges, donde conoce a los discípulos de Lutero y se enfrenta a las ideas de Erasmo y de Guillaume Budé.
En 1533, se convierte en un resuelto adversario de la iglesia católica y condena, al igual que Lutero, el poder del Papa y de los concilios, así como la confesión católica. Se ve forzado a esconderse. Pasa una temporada en Angoulème, y en Basilea (Suiza), donde publica en 1536 su obra maestra, «La Institución de la Religión Cristiana», en la que preconiza un protestantismo riguroso, una obra que retomará y enriquecerá a lo largo de su vida.
La visión teológica propugnada por Calvino, recogida en esta obra, se conoce hoy como ´Calvinismo´. Una doctrina conocida por promover la laboriosidad, la confiabilidad en el ejercicio de la responsabilidad y la excelencia. Algo que para muchos expertos permitió el ascenso de la existencia de un Estado sin corrupción e influyó decisivamente en el avance democrático.
ETAPA EN GINEBRA
Empieza una nueva vida para él el mismo año, cuando es nombrado profesor de teología en Ginebra, donde se adoptó la reforma y donde creó la primera escuela primaria, obligatoria, gratuita, abierta tanto a los niños como a las niñas.
Pero dos años después se ve obligado a abandonar la ciudad a la que no volverá hasta 1541, tras una estancia en Estrasburgo donde frecuenta a Martin Bucero, otro teólogo de la reforma protestante. Quiere convertir a Ginebra en una ciudad «modelo» e impone un rigorismo que numerosos fieles juzgan excesivo, e incluso acusó de «brujería» a algunas de las víctimas de peste de 1545.
MOVIMIENTO INFLUYENTE
Muere el 27 de mayo de 1564 en Ginebra, pero su renombre ya es universal. La influencia calvinista se extendió por la Suiza romanda y se ha convertido en corriente mayoritaria entre los protestantes franceses («Iglesia Reformada»).
Pero el calvinismo también caló en Holanda y, de forma más difusa, en Gran Bretaña y en Estados Unidos. Según el historiador de religiones Odon Vallet, es difícil hoy en día decir «quién es calvinista y quién no lo es». Los anglicanos fueron, apunta, influenciados tras su escisión del catolicismo por Calvino, mientras que entre los grupos y denominaciones evangélicos, hay una parte «histórica» calvinista o con influencia doctrinal del calvinismo.
Las grandes familias derivadas del protestantismo son muchas, desde los luteranos, los reformados, y los anglicanos, hasta los pentecostales y las denominaciones evangélicas más recientes. Agrupa a entre 600 y 800 millones fieles a través del mundo, principalmente en Europa y en Norteamérica. Aunque los grupos vinculados a la reforma calvinista en sentido estricto, representan a entre 50 y 60 millones de fieles.
HASTA EL VATICANO DESTACA SU FIGURA
El mismo diario vaticano L`Osservatore Romano resaltó estos días la figura de Juan Calvino, colocándola por encima de la de Lutero y señaló que el reformador protestante es «uno de los dos franceses que han dejado una huella duradera, visible y reconocida en la faz de la tierra». El otro es Rousseau, precisó el vespertino de la Santa Sede en un comentario del historiador Alain Besancon.
«Sin Calvino la reforma luterana se habría quedado en una cuestión alemana y a la larga habría sido absorbida (por Roma)... Fue más bajo la forma calvinista que bajo la luterana que la Reforma avanzó en Polonia, Hungría, Francia, Holanda, Inglaterra, Escocia y EU», escribe Besancon.
Calvino, precisó el historiador, «era un cristiano que creía en la Iglesia una, santa, católica, aunque prefería decir universal y apostólica». «Creía en la Trinidad, el pecado original, la salvación a través de Jesucristo y aunque no le gustaba que se rezase a la Madre de Dios, creía firmemente en su virginidad perpetua. Contrariamente de lo que se dice, creía en la presencia real (de Cristo en la Eucaristía), aunque no admitía la concepción católica de la transustanciación», agrega el vespertino, que añade que Calvino era un «luterano puro y sencillo».
Además, alabó que Calvino no entregase «el mando a los príncipes», como según el historiador hizo Lutero. El francés «fundó un sistema eclesial compenetrado en la sociedad civil y al mismo tiempo lo suficientemente independiente como para no ser influenciado». Para Besancon, la organización calvinista «es una creación genial, capaz de adaptarse a las monarquías, a las repúblicas aristocráticas, a las repúblicas democráticas».
MÁS INFORMACIÓN
Pueden leer la serie sobre Calvino y su Jubileo, escrita por el historiador Leopoldo Cervantes-Ortiz, en la que podrá encontrar un amplio, completo y apasionante estudio de las múltiples facetas de la vida y obra del genial reformador protestante, incluyendo (¡cómo no!) sus errores: www.protestantedigital.com/new/nowleernoticiaDom.php?r=284&n=14084
Hace 500 años, un 10 de julio de 1509, nació en Picardía, en el norte de Francia, Juan Calvino, uno de los dos grandes teólogos e iniciadores del protestantismo, movimiento que actualmente cuenta con unos 600 millones de fieles por todo el mundo. Se le ha recordado en estos meses con exposiciones, actos conmemorativos y conferencias que repasan su vida, escritos e influencia.
Al igual que su contemporáneo Martín Lutero (1483-1546), al que nunca conoció personalmente, Calvino privilegió la referencia e importancia de la Biblia por encima de dogmas y tradiciones, la importancia de la gracia y la «salvación por la fe» por encima de las obras. Pero más metódico, menos apasionado, casi frío, él se distinguió por la creencia en la «predestinación» (Dios ha elegido el destino del hombre, lo que no limita la libertad de éste) y por su rechazo a toda jerarquía eclesial.
INFANCIA Y JUVENTUD
Poco se sabe sobre su infancia: nació en la pequeña ciudad de Noyon, en el corazón de Picardía, de una madre devota que murió cuando tenía sólo seis años, y de un padre autoritario y procurador eclesiástico, que desea destinarlo a la iglesia católica. Estudia en París, Orleans y Bourges, donde conoce a los discípulos de Lutero y se enfrenta a las ideas de Erasmo y de Guillaume Budé.
En 1533, se convierte en un resuelto adversario de la iglesia católica y condena, al igual que Lutero, el poder del Papa y de los concilios, así como la confesión católica. Se ve forzado a esconderse. Pasa una temporada en Angoulème, y en Basilea (Suiza), donde publica en 1536 su obra maestra, «La Institución de la Religión Cristiana», en la que preconiza un protestantismo riguroso, una obra que retomará y enriquecerá a lo largo de su vida.
La visión teológica propugnada por Calvino, recogida en esta obra, se conoce hoy como ´Calvinismo´. Una doctrina conocida por promover la laboriosidad, la confiabilidad en el ejercicio de la responsabilidad y la excelencia. Algo que para muchos expertos permitió el ascenso de la existencia de un Estado sin corrupción e influyó decisivamente en el avance democrático.
ETAPA EN GINEBRA
Empieza una nueva vida para él el mismo año, cuando es nombrado profesor de teología en Ginebra, donde se adoptó la reforma y donde creó la primera escuela primaria, obligatoria, gratuita, abierta tanto a los niños como a las niñas.
Pero dos años después se ve obligado a abandonar la ciudad a la que no volverá hasta 1541, tras una estancia en Estrasburgo donde frecuenta a Martin Bucero, otro teólogo de la reforma protestante. Quiere convertir a Ginebra en una ciudad «modelo» e impone un rigorismo que numerosos fieles juzgan excesivo, e incluso acusó de «brujería» a algunas de las víctimas de peste de 1545.
MOVIMIENTO INFLUYENTE
Muere el 27 de mayo de 1564 en Ginebra, pero su renombre ya es universal. La influencia calvinista se extendió por la Suiza romanda y se ha convertido en corriente mayoritaria entre los protestantes franceses («Iglesia Reformada»).
Pero el calvinismo también caló en Holanda y, de forma más difusa, en Gran Bretaña y en Estados Unidos. Según el historiador de religiones Odon Vallet, es difícil hoy en día decir «quién es calvinista y quién no lo es». Los anglicanos fueron, apunta, influenciados tras su escisión del catolicismo por Calvino, mientras que entre los grupos y denominaciones evangélicos, hay una parte «histórica» calvinista o con influencia doctrinal del calvinismo.
Las grandes familias derivadas del protestantismo son muchas, desde los luteranos, los reformados, y los anglicanos, hasta los pentecostales y las denominaciones evangélicas más recientes. Agrupa a entre 600 y 800 millones fieles a través del mundo, principalmente en Europa y en Norteamérica. Aunque los grupos vinculados a la reforma calvinista en sentido estricto, representan a entre 50 y 60 millones de fieles.
HASTA EL VATICANO DESTACA SU FIGURA
El mismo diario vaticano L`Osservatore Romano resaltó estos días la figura de Juan Calvino, colocándola por encima de la de Lutero y señaló que el reformador protestante es «uno de los dos franceses que han dejado una huella duradera, visible y reconocida en la faz de la tierra». El otro es Rousseau, precisó el vespertino de la Santa Sede en un comentario del historiador Alain Besancon.
«Sin Calvino la reforma luterana se habría quedado en una cuestión alemana y a la larga habría sido absorbida (por Roma)... Fue más bajo la forma calvinista que bajo la luterana que la Reforma avanzó en Polonia, Hungría, Francia, Holanda, Inglaterra, Escocia y EU», escribe Besancon.
Calvino, precisó el historiador, «era un cristiano que creía en la Iglesia una, santa, católica, aunque prefería decir universal y apostólica». «Creía en la Trinidad, el pecado original, la salvación a través de Jesucristo y aunque no le gustaba que se rezase a la Madre de Dios, creía firmemente en su virginidad perpetua. Contrariamente de lo que se dice, creía en la presencia real (de Cristo en la Eucaristía), aunque no admitía la concepción católica de la transustanciación», agrega el vespertino, que añade que Calvino era un «luterano puro y sencillo».
Además, alabó que Calvino no entregase «el mando a los príncipes», como según el historiador hizo Lutero. El francés «fundó un sistema eclesial compenetrado en la sociedad civil y al mismo tiempo lo suficientemente independiente como para no ser influenciado». Para Besancon, la organización calvinista «es una creación genial, capaz de adaptarse a las monarquías, a las repúblicas aristocráticas, a las repúblicas democráticas».
MÁS INFORMACIÓN
Pueden leer la serie sobre Calvino y su Jubileo, escrita por el historiador Leopoldo Cervantes-Ortiz, en la que podrá encontrar un amplio, completo y apasionante estudio de las múltiples facetas de la vida y obra del genial reformador protestante, incluyendo (¡cómo no!) sus errores: www.protestantedigital.com/new/nowleernoticiaDom.php?r=284&n=14084
Fuente: www.protestantedigital.com
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