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martes, 22 de septiembre de 2009

Aborto, sanidad, y la doble moral

Más de una vez hemos tratado el tema de la doble moral; ahora con el debate de la Sanidad pública en EEUU se muestra con toda claridad esta doble moral en muchos defensores pro-vida.
En primer lugar desplegaremos ante sus ojos la situación de la sanidad en EEUU. La sanidad pública gratuita cubre allí sólo aspectos indispensables básicos: que nadie muera de una apendicitis, o de una puñalada, sin ser atendido. Pero si entramos en diagnósticos o tratamientos más costosos, la cosa cambia. Sólo la poderosa sanidad privada, un auténtico negocio, es capaz de atender estos casos… a precio de oro. Resultado: sólo los más adinerados (¡o hipotecándose!) pueden costearse una sanidad que cubra todos los posibles riesgos con seguros con cuotas desorbitadas, o abonar los altos precios de las pruebas, terapias y atención médica.
Así, una persona de clase media, no digamos pobre, puede ver cómo un hijo suyo muere de leucemia porque no tiene dinero suficiente. O que por falta de medios una persona en plena edad laboral, con familia a su cargo, fallezca sin poder realizarse un trasplante hepático o cardiaco, o una quimioterapia para un cáncer curable de mama. Por poner algún ejemplo más. Dicho esto, la dificultad del cambio que plantea Obama (y antes otros presidentes de EEUU) es el lobby sanitario privado, que vería menguar de forma drástica sus ingresos; ya que muchos asegurados anularían sus pólizas al poder ser atendidos por la sanidad pública con la misma cobertura.
Y aquí viene la pregunta. Antes estos niños, hombres y mujeres que mueren ¿qué dicen las asociaciones pro-vida? Prácticamente nada. Y si comparamos esto con el volumen de la queja en contra del aborto, es un silencio desgarrador. ¿Vale menos la vida de un “nacido” que la del no nato? No, desde luego. Incluso se añade en el caso de la muerte del ya nacido el mayor daño del impacto a sus familiares y amigos. Esta doble moral no cuestiona en nada el mal que el aborto supone. Sería también una doble moral decir: como se calla ante la muerte de personas por déficit sanitario corregible, callemos también ante el aborto. Un mal no soluciona otro mal. Pero sí sirve para ver por qué a veces la voz moral o social de los creyentes tiene poca influencia en la sociedad. Le falta la contundencia de la integridad. Y la gente está cansada de defensores de valores puntuales, a menudos manipulados por intereses políticos, económicos o de otra índole.
Se necesitan voces auténticas, íntegras, que defiendan lo que creen les convenga o les perjudique. Con una moral que no se reduce a parcelas concretas, sino que se aplica de la misma forma a todos los aspectos de la vida. Por eso, igual que en su día manifestamos nuestra postura (coincidente con la de la Alianza Evangélica Española) en relación al aborto; aquí y ahora denunciamos el atentado contra la vida que suponen sistemas sanitarios en los que el ser humano es una mercancía. Y, de la misma forma, la hipocresía del silencio de quienes defienden la vida ante esta situación injustificable. Al fin y al cabo la sanidad pública es un modelo de solidaridad y justicia que son la base de la fe cristiana. Todos colaboramos a lo largo de nuestra vida, aunque estemos sanos, para que cuando llegue la enfermedad nadie quede sin atender y muera o sufra consecuencias evitables de la enfermedad.

Fuente: Redacción es la Dirección de Protestante Digital© Protestante Digital, 2009, España.

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