Por.
Carlos Martínez García, México
Se
habla de Reforma por economía conceptual, en realidad en el siglo XVI tuvieron
lugar varias reformas. El movimiento desatado por Martín Lutero se ramificó,
incluso contra su voluntad, en distintas opciones de cambio religioso y social.
En
algunos círculos predominó, y todavía predomina, la idea de que la protesta de
Lutero contra la Iglesia católica romana emergió de la nada, es decir que tras
el monje agustino hubo un largo paréntesis histórico de cautividad babilónica
de la Iglesia cristiana, que va de la Iglesia primitiva (fiel al Evangelio de
Cristo) hasta la 1517, cuando él fijó sus 95 tesis contra las indulgencias.
No fue así, ya que personajes y grupos en distintos siglos confrontaron la
corrupción eclesiástica y la institucionalización clerical que adulteraban las
enseñanzas de Jesús el Cristo. De esto queda plena constancia panorámica, entre
otras, en dos obras: Samuel Vila, El cristianismo evangélico a través de los
siglos, CLIE, Barcelona, 1982 (aquí una versión en línea); y Juan Driver, La fe en la
periferia de la historia. Una historia del pueblo cristiano desde la
perspectiva de los movimientos de restauración y reforma radical, CLARA-SEMILLA,
Bogotá-Guatemala, 1997 (una reimpresión reciente hecha en España puede
conseguirse aquí).
Si
un error es el señalado, desconocer los antecedentes por regresar a las
enseñanzas del Evangelio en distintos momentos de la historia, otro desatino
es marginar el contexto social, político y religioso en el cual vivió Lutero y
cómo incidió en la conformación del movimiento que llegaría a la ruptura con la
Iglesia católica romana. Por ejemplo, un recurso que tuvo a su disposición
el teólogo germano, y del que carecieron John Wycliffe, en el siglo XIV, y Jan
Hus, en el XV, fue la reproducción masiva de sus escritos gracias al invento de
la imprenta de tipos movibles. Tanto Wycliffe como Hus hicieron críticas muy
semejantes a las realizadas por Lutero contra el papado romano y su sistema
teológico/eclesiástico. Las propuestas de Lutero llegaron a prácticamente toda
Europa gracias al abaratamiento de los impresos y su rápida reproducción que hizo
posible la imprenta. Tuvo de su lado un avance tecnológico y supo aprovecharlo
para la diseminación de su querella contra Roma.
Los
estudios sobre Lutero alcanzan un cúmulo prácticamente inabarcable para los
especialistas en su vida y obra.
Si esto es así para los académicos cuyo campo de estudio es el reformador
alemán, es más cierto para quienes nos acercamos al personaje para conocerle
mejor pero no buscamos hacer de él nuestro campo de estudio. Por esto son muy
benéficas obras que concentran distintas ópticas sobre Lutero, y que nos
presentan en un volumen ángulos acerca de su vida, pensamiento y acciones cuyos
autore(a)s son autoridades en el tema.
El
libro coordinado por Donald K. Mckim, The Cambridge Companion to Martin
Luther, Cambridge University Press, Cambridge, U. K., 2003, es una
herramienta para hacernos de una visión global del hombre que inicialmente
quiso depurar una institución religiosa y terminó rompiendo con ella para
construir la opción que llegó a ser el protestantismo. McKim es autor de varios
libros en el área de estudios de la Reforma y hermenéutica, él coordinó para la
misma serie en que fue publicada la obra que estamos comentando sobre Lutero el
volumen respectivo a Juan Calvino.
El
libro consta de 18 capítulos, el primero, de Albrecht Beutel (profesor de
Historia de la Iglesia en la Facultad Evangélica de Teología de la Universidad
de Wilhelms, en Münster), está dedicado trazar a grandes rasgos la vida de
Lutero. En el capítulo 2, Helmar Junghans (enseña en la Facultad de Teología de
la Universidad de Leipzig), delinea las condiciones de Wittenberg antes,
durante y después de la disidencia de Lutero.
El
tercer capítulo, “Los escritos de Lutero”, a cargo de Timothy F. Lull (al
tiempo de la edición del libro era presidente del Seminario Teológico Luterano
del Pacífico, en Berkeley, California) examina a grandes rasgos la muy amplia
producción del teólogo alemán. Lull menciona que la tarea de leer la obra
escrita de Lutero es todo un reto, ya que la edición crítica en alemán y latín
consta de 68 volúmenes de escritos teológicos y sermones, 17 de cartas, 12 de
documentos relacionados con la traducción de la Biblia, y 6 de las conocidas
como charlas de sobremesa.
Eric
W. Gritsch (autor de un buen número de libros sobre Lutero y el luteranismo,
profesor emérito de Historia de la Iglesia en el Seminario Teológico Luterano
de Gettysburg, Pennsylvania) tuvo a su cargo el capítulo 4, “Lutero como
traductor de la Biblia”. Gritsch recuerda que Lutero no fue el primer traductor
alemán de la Biblia, antes que él hubo otros pero fue él quien con su
traducción del Nuevo Testamento (publicada en 1522) y de toda la Biblia (en
1534) sentó precedentes para que en distintas lugares de Europa otros se dieran
a la tarea de traducir Las Escrituras a las lenguas vernáculas.
El
siguiente capítulo, el quinto, tiene cercana relación con el antecedente porque
trata el tema de “Lutero como intérprete de la Santa Escritura”, su autor es
Oswald Bayer (profesor de Teología Sistemática en la Facultad de Teología
Evangélica de la Universidad Eberhard Karls, en Tubinga). Si la faceta de
Lutero como traductor de la Biblia, subraya Bayer, llevó a Friederich Nietzche
a sostener que el reformador produjo “el mejor libro alemán”, y que Goethe
considerara la Biblia de Lutero como un “espejo del mundo”, las repercusiones
de las interpretaciones bíblicas realizadas por el profesor de teología en
Wittenberg tuvieron alcances cataclísmicos en el mundo de entonces. La gesta de
Lutero tiene muchas facetas, uno de ellos fue la hermenéutica. Al descubrir,
por ejemplo, en su lectura de la Carta a los Romanos la justicia de Dios en
Jesucristo y que las buenas obras no alcanzaban para ser salvo y reconciliado
con Dios, Lutero puso en jaque al sistema teológico tradicional.
La
semana próxima continuaré dando cuenta de los siguientes capítulos que
conforman el volumen sobre Lutero publicado en la prestigiada serie que
auspicia la Universidad de Cambridge.
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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