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domingo, 14 de mayo de 2017

10 razones para estudiar teología



Por. Will Graham, España
A lo largo de los últimos años, algunos hermanos me han hecho la siguiente pregunta: ¿Por qué estudiar teología?
Aquí tenéis una lista de diez razones.
1.- Aprendemos sobre lo bueno del pasado
Cuando estudiamos sobre el pasado, entendemos los tiempos en los cuales vivimos. No somos la primera generación de cristianos. El Espíritu de Dios ha usado a muchos hermanos de otros siglos para edificar a su iglesia.
Hacemos bien en aprender de todo lo bueno que han aportado. Sus enseñanzas y escritos teológicos siguen fortaleciendo al pueblo del Señor hoy.
2.- Aprendemos sobre lo malo del pasado
Al mismo tiempo que aprendemos sobre lo bueno del pasado también aprendemos sobre lo malo. Muchas de las desviaciones doctrinales que se están dando actualmente no son nuevas.
Por ejemplo, la corriente contemporánea de ‘Solo Jesús’ que enseña que el Padre es el Hijo y el Hijo es el Espíritu se trata de la resurrección de una herejía conocida como el modalismo condenada en la época patrística. El pasado nos ayuda a discernir los peligros doctrinales del presente.
3.- Aprendemos a usar la mente
A veces nos olvidamos de que el Señor nos llama a glorificarle con toda nuestra mente. El estudio teológico sirve para vigorizar nuestros músculos cerebrales. Simplemente hay que tener en cuenta que el estudio y la humildad cristiana han de andar juntos.
Dios no quiere que seamos todólogos carentes de amor por el rebaño de Cristo (esta tentación es particularmente fuerte para los varones jóvenes como yo).
4.- Aprendemos a diferenciar entre los asuntos cardinales y los secundarios
Al estudiar la teología reconocemos que hay ciertas verdades indubitables que tenemos que defender sí o sí: la autoridad de las Escrituras, la Trinidad, la doble naturaleza del Hijo de Dios, la justificación por la sola fe en Cristo, la vida eterna para los salvos y la condenación eterna para los impíos.
Pero luego hay un sinfín de temas secundarios que no atentan contra la salvación. Pienso en el tema de la escatología. Un hermano podría ser amilenialista, otro posmilenialista y otro premilenialista. A pesar de sus diferencias secundarias, aquellos tres hermanos se pueden unir en el evangelio de Cristo.
Otros temas controversiales que no tienen porqué dividir a los hermanos serían: el cesacionismo/ continuacionismo, el calvinismo/ arminianismo, el bautismo de adultos/ de niños, el modo de bautismo, el gobierno de la iglesia, cuántas veces hay que celebrar la santa cena, etc.
5.- Aprendemos a adorar mejor
Cuánto más aprendemos sobre las grandes obras de Dios y su verdad, nuestro corazón rebosa de alabanza. Frecuentemente cuando estamos leyendo algún libro de teología sistemática, lo mejor que podemos hacer es parar, levantar nuestras manos y adorar al Señor por todo lo que nos va enseñando.
Esta riqueza intelectual ha de engendrar una adoración cada vez más profunda en nosotros.
6.- Aprendemos a predicar mejor
Al estudiar, aprendemos a ordenar mejor nuestros pensamientos a la hora de predicar. De esta manera, somos más útiles para la iglesia local ya que la congregación podrá crecer en su conocimiento de la verdad de Dios.
Si no hay una clara línea doctrinal desde el púlpito, la congregación estará confundida y no sabrá discernir otras corrientes contrarias.
7.- Aprendemos a defender nuestra fe
La teología sirve para nuestra defensa de la fe. Nos convertimos en apologetas cuando aprendemos sobre cómo otros gigantes han defendido al Señor en sus generaciones. Gracias al estudio doctrinal, podemos aprender a refutar los errores de otras cosmovisiones que van en contra el meollo del evangelio de Cristo.
8.- Nos topamos con nuevos héroes
Me encanta la teología porque por medio de ella he descubierto a un montón de héroes que antes desconocía. Actualmente mis tres favoritos son todos británicos (claro, soy norirlandés), a saber, Charles Spurgeon, J.C. Ryle y Martyn Lloyd-Jones.
Disfruto de leer a esos hombres porque además de ser doctrinalmente ortodoxos, eran pastores y predicadores de la Palabra y sabían aplicar las grandes verdades que proclamaban con sensibilidad pastoral. No tengo nada en contra de los teólogos académicos; pero mis héroes son los teólogos pastores.
9.- Aprendemos a ser humildes
Gracias al Señor, casi todos los grandes pensadores en la historia de la iglesia usaron sus dones intelectuales de manera humilde, levantando a sus iglesias locales. Si el estudio sirve para inflar nuestro ego, algo va mal.
Estudiamos con el fin de edificar a los demás y de proteger al pueblo de Dios de los lobos. ¡Seamos humildes y seamos útiles para la iglesia!
10.- Aprendemos a maravillarnos
En último lugar, hay que estudiar la teología porque nos quita el aliento. Platón comentó que la filosofía nace con el asombro. Diría exactamente lo mismo en cuanto a la teología.
Es una asignatura que nos deja con la boca abierta una y otra vez. Nos maravillamos repetidamente ante las gloriosas verdades de Dios y todo lo que Él es y hace.
Conclusión
Así que, ¿a qué esperas? ¡A estudiar!

Fuente: Protestantedigital, 2017

domingo, 24 de enero de 2016

¿Cómo reconocer a un falso profeta?



Por. Will Graham, España
En sus exposiciones sobre el Sermón del monte, el querido predicador evangélico Dr. Martyn Lloyd-Jones (1899-1981) tomó tiempo para instruir a su congregación en Londres sobre el peligro de los falsos profetas.
Basándose en Mateo 7:15 –“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”- Lloyd-Jones ofreció las siguientes observaciones perspicaces.
1.- Un falso profeta no tiene ‘puerta estrecha’ en él
¿Cómo se puede describir a los falsos profetas? Según el pastor galés, “La forma más adecuada de contestar es decir que no hay puerta estrecha en ellos, que no hay ‘camino angosto’. Lo que dicen está bien, pero no incluye esto. Es una enseñanza cuya falsedad hay que detectarla por lo que no dice más bien por lo que dice”.
No hay nada en el falso profeta que ofenda al hombre natural. Es el tipo de predicador que agrada a todos por lo tanto todos hablan bien de él. No tiene enemigos. Nadie le persigue por sus mensajes. Sabe comportarse en cualquier contexto y “se hace todo a todos”. Es carismático, dinámico, popular, agradable a la vista y al oído. En suma, “Muy consolador, muy tranquilizante; siempre es así el falso profeta, en su vestido de oveja; siempre inofensivo y agradable, siempre, invariablemente atractivo”.
2.- Un falso profeta no predica doctrinalmente
¿De qué manera se da a conocer este espíritu tan inofensivo del falso profeta? Contesta Lloyd-Jones diciendo, “Se manifiesta en general en una ausencia casi total de doctrina en cuanto tal en el mensaje. Siempre habla con vaguedades y en forma general; nunca desciende a detalles doctrinales. No le gusta la predicación doctrinal; siempre es muy vaga”.
En vez de enseñar al pueblo de Dios sobre la sana doctrina para que sean edificados en la fe, el falso maestro se limita exclusivamente a mensajes bonitos y positivos con el fin de elevar los espíritus de la congregación. En sus sermones, los sentimientos, las emociones, las risas y hasta las lágrimas ocupan el lugar que debe corresponde a la exposición de la verdad de Dios.
3.- Un falso profeta sólo predica sobre el amor de Dios
El falso profeta no dice nada sobre la santidad ni la justicia ni la ira de Dios. Su ‘dios’ es una deidad que él mismo ha inventado en base a sus antojos carnales. “Siempre predica acerca del amor de Dios y nunca menciona las otras cosas. Nunca hace temblar a nadie cuando habla de este Ser santo y augusto con el que todos debemos enfrentarnos”.
La teología propia del falso profeta, pues, está totalmente distorsionada. Sólo entiende a Dios a luz de sus propios caprichos. Esta es la razón por la cual esconde la verdad. Quiere ser agradable, inofensivo y popular por consiguiente pasa por alto muchos textos de la revelación bíblica tocante a Dios.
4.- Un falso profeta no enfatiza el juicio final
¿Cuándo fue la última vez que escuchaste un mensaje sobre el juicio final? Algo que el falso predicador no declara nunca es que se acerca el gran día del juicio. En este sentido, el falso profeta no tiene nada en común con los profetas del Antiguo Testamento ni con los apóstoles del Nuevo ni con el mismo Señor Jesús ya que todos ellos hacían hincapié una y otra vez en el juicio venidero.
Los falsos profetas se caracterizan por un espíritu liviano que no toma en serio las amenazas del Santo de Israel. Proclaman “paz, paz” cuando no hay paz. E incluso algunos de ellos se oponen a los auténticos voceros de Dios porque sus sermones resultan demasiado incómodos y ofensivos.
5.- Un falso profeta no hace mención del pecado
Puesto que el falso profeta no quiere caerle mal a nadie, tampoco dedica mucho tiempo al tema del pecado. Es una palabra que no aparece en su vocabulario. Cree, en última instancia, que el ser humano es más o menos bueno. Sí, tiene sus imperfecciones pero no está del todo mal. “No dice que todos somos perfectos; pero sí sugiere que el pecado no es grave”.
Dada su falta de interés en el pecado tanto original como individual, tal predicador no pone de manifiesto la profunda incapacidad del hombre para hacer algo por su propia salvación. Esto produce una especie de doctrina humanista donde el hombre se convierte en el agente activo de su propia salvación, la cual es una negación explícita del Evangelio de la gracia.
6.- Un falso profeta no predica sobre el Jesús bíblico
Tanto la teología propia como la cristología del falso predicador son peligrosas. El atributo favorito del falso maestro es el amor, el amor, el amor de Jesús. Habla en términos generales y ambiguos acerca del Salvador pero no explica la grandeza del aspecto expiatorio de su sacrificio y muerte vicaria.
Predica sobre Jesús de una forma sentimentalista pero no de una manera teológicamente correcta. “Habla acerca de los que estaban en torno a la cruz y habla de forma sentimental acerca de nuestro Señor. Nada sabe acerca de la ‘ofensa de la cruz’ de Pablo.
Su predicación de la cruz no es ‘para los gentiles locura’ ni ‘para los judíos ciertamente tropezadero’. A través de su filosofía, le ha quitado todo efecto a la cruz”. ¿Cuál es esta filosofía? Es la filosofía de amor y sentimiento, la única clase de filosofía en la cual el mundo está interesado.
Da reflexiones bien preciosas sobre Jesús de Nazaret desde una perspectiva estética y ética, no obstante, las mismas están desprovistas de cualquier contenido doctrinal.
7.- Un falso profeta no habla sobre el arrepentimiento
Como regla general, el falso predicador no cree en el arrepentimiento porque tampoco cree en la perdición eterna del alma. Ya que todos somos más o menos buenos y Dios es un ser puramente emocional, el Padre celestial será el Padre de todos y concederá la vida eterna a todos.
El estilo de predicación del hermano falso está diametralmente opuesto a aquél de los puritanos y de otros gigantes del evangelismo tales como George Whitefield y John Wesley porque no se percibe ni una pizca del temor de Dios en sus mensajes. No habla sobre la necesidad de negarse a uno mismo ni sobre el llamamiento a apartarse del mundo de pecado. “El falso profeta no enfatiza la necesidad absoluta de entrar por la puerta estrecha y andar por el camino angosto”.
8.- Un falso profeta no cree en el autoexamen
La última observación de Lloyd-Jones es que el falso profeta desaconseja el autoexamen. ¿Por qué? Porque el autoexamen es incómodo. “Casi sienten que examinarse a sí mismo es herético”.
El autoexamen, además de ser un mandato sacado directamente de la Biblia, promueve la mortificación del pecado. Pero esto no agrada al falso maestro ya que quiere una salvación fácil y una vida cristiana repleta de inmadurez, carnalidad y muchas risas. El falso profeta no es sobrio ni solemne. No conoce el temor de Dios. No tiene peso espiritual.
Conclusión
Martyn Lloyd-Jones, estando muerto, todavía habla. En una generación dónde el pecado más grave parece ser el ofender a alguien o hablar de una manera políticamente incorrecta, haríamos bien en volver a asimilar las observaciones del gran pastor de almas galés.
Para recapitular lo que hemos aprendido hoy, el falso profeta: no tiene puerta estrecha en sí, no predica doctrinalmente, sólo predica sobre el amor de Dios, no enfatiza el juicio final, no hace mención del pecado, no predica sobre el Jesús bíblico, no habla sobre el arrepentimiento y no cree en el autoexamen.

Fuente: Protestantedigital, 2016.