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domingo, 10 de enero de 2016

Líder y pastor



El líder, con el tiempo, se infla de orgullo. El pastor es consciente de la importancia de su congregación y cada día se entrega más a los suyos.
Por. Isabel Pavón, España
Últimamente hermanos y hermanas en la fe se cuestionan estos dos conceptos. Yo también.
El entendimiento de lo que significa ser líder es diferente al de pastor. El concepto final de un líder es la de ser admirado por su obra. El pastor admira a su rebaño.
El líder, con el tiempo, se infla de orgullo. El pastor es consciente de la importancia de su congregación y cada día se entrega más a los suyos.
El líder exige obediencia y se enfada cuando no la recibe. El pastor recapacita, piensa si sus decisiones estarán equivocadas y obedece las necesidades de los que el Señor ha puesto en sus manos.
El líder encamina a la gente hacia la meta que él propone. El pastor busca lo mejor para el rebaño, no sus propias ilusiones.
El líder no consulta, hace como que consulta a la iglesia pero sin pensamiento de cambiar de opinión. El pastor se deja aconsejar por las necesidades de su congregación, consulta con intención de satisfacer necesidades.
El líder exige honra. El pastor honra a los que tiene a su cuidado.
El líder ve la iglesia como una empresa. El pastor como una congregación de personas iguales.
El líder no se duele con el sufrimiento de la congregación. Por lo general no fue usado por el Señor para la conversión de estas personas y por eso no se entristece cuando le abandonan, más bien sienten rabia cuando le desprecian por su mala actuación. Ni le importa el sufrimiento de las personas ni el motivo que lo causa. Simplemente persigue sus propios objetivos. El pastor se duele y sufre con los suyos.
Para el líder la congregación siempre es menor de edad, por otro lado, no le interesa que maduren pues teme perder su dominio. La obra del pastor hace que los miembros crezcan y se desarrollen sin temor alguno pues está tranquilo de que la obra no es suya sino del Señor.
Suelo comparar al líder con este fragmento del capítulo 34 del libro de Ezequiel. En aquella época no existía la palabra líder pero sí el concepto del mal pastor:

El Señor se dirigió a mí y me dijo: “Tú, hombre, habla en mi nombre contra los pastores de Israel. Diles: ‘Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se cuidan a sí mismos! Lo que deben cuidar los pastores es el rebaño.  Vosotros os bebéis la leche, os hacéis vestidos con la lana y matáis las ovejas más gordas, pero no cuidáis el rebaño.  No ayudáis a las ovejas débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las que tienen una pata rota, ni hacéis volver a las que se extravían, ni buscáis a las que se pierden, sino que las tratáis con dureza y crueldad.  Mis ovejas se quedaron sin pastor, se dispersaron y las fieras salvajes se las comieron.  Se dispersaron por todos los montes y cerros altos, se extraviaron por toda la tierra y no hubo nadie que se preocupara por ellas y fuera a buscarlas.
‘Así que, pastores, escuchad bien mis palabras.  Yo, el Señor, lo juro por mi vida: Fieras salvajes de todas clases han robado y devorado a mis ovejas, que no tienen pastor. Mis pastores no van en busca de las ovejas. Los pastores cuidan de sí mismos, pero no de mi rebaño.  Por eso, pastores, escuchad las palabras  que yo, el Señor, os dirijo: Pastores, yo me declaro vuestro enemigo y os voy a reclamar mi rebaño; voy a quitaros el encargo de cuidarlo, para que no os sigáis cuidando a vosotros mismos; rescataré a mis ovejas, para que no os las sigáis comiendo.’

El pastor verdadero, tiende por naturaleza y por la unción que ha recibido a cumplir y hacer realidad los deseos de parecerse al modo de obrar del Señor y vivir según su voluntad sin sacar beneficio propio. Lo tenemos en este otro párrafo del mismo capítulo de Ezequiel:

Yo, el Señor, digo: Yo mismo me encargaré del cuidado de mi rebaño.  Como el pastor que se preocupa por sus ovejas cuando están dispersas, así me preocuparé yo de mis ovejas; las rescataré de los lugares por donde se dispersaron un día oscuro y de tormenta. Las sacaré de los países extranjeros, las reuniré y las llevaré a su propia tierra. Las llevaré a comer a los montes de Israel, y por los arroyos y por todos los lugares habitados del país. Las apacentaré en los mejores pastos, en los pastizales de las altas montañas de Israel. Allí podrán descansar y comer los pastos más ricos. Yo mismo seré el pastor de mis ovejas; yo mismo las llevaré a descansar. Yo, el Señor, lo afirmo. Buscaré a las ovejas perdidas, traeré a las extraviadas, vendaré a las que tengan alguna pata rota, ayudaré a las débiles y cuidaré a las gordas y fuertes. Yo las cuidaré como es debido.
“Yo, el Señor digo: Escuchad, ovejas mías: Voy a hacer justicia entre los corderos y los cabritos. ¿No os basta con comeros los mejores pastos, sino que tenéis que pisotear el que queda? Bebéis el agua clara y enturbiáis el resto con las patas. Y mis ovejas tienen que comer los pastos que vosotras habéis pisoteado y beber el agua que habéis enturbiado. Por eso yo, el Señor, os digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas gordas y las flacas. Habéis alejado a empujones a las débiles, las habéis atacado a cornadas y las habéis hecho huir. Pero yo salvaré a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Haré justicia entre las ovejas.  Haré que vuelva mi siervo David y lo pondré como único pastor, y él las cuidará. Él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el Señor, he hablado. Voy a hacer un pacto con ellas, para asegurarles una vida sosegada. Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan vivir tranquilas en campo abierto y puedan dormir en los bosques.
“Yo pondré a mis ovejas alrededor de mi monte santo y las bendeciré; les enviaré lluvias de bendición en el tiempo oportuno. Los árboles del campo darán su fruto, la tierra dará sus cosechas y ellas vivirán tranquilas en su propia tierra. Cuando yo libere a mi pueblo de quienes lo han esclavizado, entonces reconocerán que yo soy el Señor. Los pueblos extranjeros no volverán a apoderarse de ellos ni las fieras volverán a devorarlos. Vivirán tranquilos, sin que nadie los asuste. Les daré sembrados fértiles, y no volverán a padecer hambre ni las demás naciones volverán a burlarse de ellos. Entonces reconocerán que yo, el Señor su Dios, estoy con ellos, y que Israel es mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo. Vosotros sois mis ovejas, las ovejas de mi prado. Yo soy vuestro Dios. Yo, el Señor, lo afirmo.”

El salmo 23 es un hermoso ejemplo a imitar para quien dice que siente la llamada y quiera asemejarse al Señor en el cumplimiento de estas funciones.

El Señor es mi pastor; nada me falta. Me hace descansar en verdes pastos, me guía a arroyos de tranquilas aguas, me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos haciendo honor a su nombre.  Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu cayado me inspiran confianza. Me has preparado un banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido perfume sobre mi cabeza y has llenado mi copa a rebosar. Tu bondad y tu amor me acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.

En la actualidad existen muchos cursos, charlas, talleres, seminarios y mucha gente interesada en preparar líderes, en engordar el orgullo y el despotismo de personas que siempre han deseado gobernar sobre otras con el fin de dominarlas. Muchos que no tienen funciones de mando en la sociedad buscan dentro de las iglesias ejercer este tipo de cargos y lo consiguen. La preparación para el liderazgo inunda la publicidad dentro de las redes sociales cristianas y pronto, de seguir así, habrá muchos más líderes que gente a la que someter.
Si a usted le interesa este tema puede comparar estos dos conceptos de líder y pastor en el ambiente en el que se mueve y examinar a quien tiene dirigiendo su iglesia. Hay líderes que disfrazan su ocupación poniéndose otros nombres más discretos, pero se les reconoce a leguas.

Fuente: Protestantedigital, 2016.

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