Por.
Carlos Martínez García. México.
Los
precursores del protestantismo en la ciudad de México primero tuvieron
reuniones en templos católicos expropiados por el gobierno liberal de Benito
Juárez. Cuando la
condición ruinosa de los templos hizo imposible continuar servicios en ellos,
las células se concentraron en casas de los líderes, como el domicilio de
Manuel Aguilar Bermúdez, situado en el número 4 de la calle de la Hermandad de
San Pablo, renombrada después “1ª de Cuevas”.1
En el artículo anterior mencioné que dicha arteria es actualmente la calle de
Jesús María en el tramo comprendido entre Fray Servando (antes Cuauhtemotzin) y
San Pablo.2
Con
el fin de solicitar apoyo externo a los esfuerzos internos que los Padres
Constitucionalistas realizaban para impulsar núcleos no católico romanos, en
1862 y 1863 viajan a Nueva York “los sacerdotes [Francisco] Domínguez, [Rafael]
Díaz Martínez y [Juan N. Enríquez] Orestes […] para ponerse en contacto con las
autoridades de la Iglesia Episcopal”.3
En
los primeros meses de 1865, Juan Francisco Domínguez y Enríquez Orestes,
destacados integrantes de los Padres constitucionales reformistas, y que llevan
con ellos cartas de recomendación de Melinda Rankin,4
cabildean en Nueva York a favor de su causa, se reúnen con líderes
eclesiásticos protestantes y en varias actos públicos describen lo que sucede
en México respecto del movimiento a favor de la reforma política y religiosa.
Entre
1864 y los primeros meses de 1867, el capellán moravo del ejército francés,
Emile Guión, realiza servicios protestantes en San Ildefonso, Manuel Aguilar
Bermúdez asiste en varias ocasiones.5
Sóstenes Juárez también tiene contacto con Guión y toma de él la liturgia que
pondría en práctica al interior del grupo con el que se vincula.6
Mencionamos que Juárez dominaba el idioma francés, prueba de ello es que años
antes tradujo la obra El evangelio del pueblo, de Alfonso Esquiros.7
Un
personaje que haría contribuciones importantes para fortalecer al inicial protestantismo
mexicano fue John William Butler, quien era cuáquero8
y trabajó para la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Por recomendación de
él, Westrup le escribe a Santiago Hickey (afincado en Matamoros, Tamaulipas)
con la solicitud de que se traslade a Monterrey, lo que acepta y llega a la
capital de Nuevo León en noviembre de 1862.9
Entonces Butler ya tenía algún tiempo de realizar trabajos de distribución
bíblica por el país, difundiendo materiales en Monterrey pero sobre todo en la
ciudad de México y alrededores. Su labor concluyó en 1871.10
Manuel
Aguilar Bermúdez era masón y fue el primero de los Padres Constitucionalistas
en ser capellán de las fuerzas que combatieron la Intervención francesa.11
En 1864 el sacerdote Aguilar Bermúdez y el representante de la Sociedad Bíblica
Británica y Extranjera, John W. Butler, entre otros, tienen reuniones de
carácter evangélico en la ciudad de México, inicialmente “en los bajos de la
casa núm. 21 de la calle de San José del Real” y después en el tercer piso.12
Entre los asistentes se encuentran José Parra y Álvarez, Prudencio G. Hernández
y Sóstenes Juárez.13
Otra fuente menciona al padre Aguilar Bermúdez como quien consigue, en la
dirección mencionada, “un espacioso salón […] y allí se celebraron las primeras
reuniones públicas bastante concurridas”.14
Quien facilita el lugar, que era de su propiedad, es el señor Verduzco,
“arquitecto y maestro de obras”. Él formaba parte de la congregación, y permite
usar las instalaciones sin recibir retribución alguna hasta que el grupo se
consolida y tiene fondos para cubrir alguna suma como pago de renta.15
Acerca
del espacio donde se reunía la Sociedad de Amigos Cristianos/Sociedad
Evangélica por lo menos a partir de 1864, San José el Real número 21, este se
ubicaba en parte del conjunto que había “pertenecido al convento de los
jesuitas de la Profesa, que por virtud de las Leyes de Reforma había sido
secularizado”.16
Cuando en 1861 “se ampliaron plazas y se abrieron calles […] uno de los
conventos que para abrir la [actual] calle de Cinco de Mayo sufrió ruptura fue
el edificio que había servido de colegio de jesuitas, llamado La Profesa […]”.17
Para
conmemorar la victoria “de las armas republicanas en Puebla el 5 de mayo de
1862, el Ayuntamiento de la ciudad acordó ese año dar el nombre de Cinco de
Mayo a la calle que dividió la Profesa”.18
Esta quedó partida por la nueva vialidad, y al caminar por ella desde el Zócalo
hasta dar vuelta a la izquierda en San José el Real (hoy Isabel la Católica),
estaba una parte del convento y junto la Iglesia de la Profesa. Otra sección
del convento quedó cruzando Cinco de Mayo. Cabe la posibilidad de que el sitio
de las reuniones haya estado en el lugar que hoy ocupa el Hotel Gillow
(inaugurado el 16 de junio de 1872,19
y que sigue abierto en Isabel la Católica 17), o en la parte que desapareció al
ser abierta la calle Cinco de Mayo. También es factible que el antiguo número
21 de San José el Real corresponda al presente número 13 de Isabel la Católica.
Lo cierto es que en la vieja calle de San José el Real floreció la Sociedad
Evangélica de Manuel Aguilar Bermúdez, la cual después presidió Sóstenes
Juárez.
Como
resultado de las gestiones de la delegación de los Padres Constitucionalistas
que viaja a Nueva York, llega a la ciudad de México en diciembre de 1864 E. C.
Nicholson, enviado por el Foreign Comittee of the Board of Missions of the
American Episcopal Church.20
Durante su estancia de algunos meses en la capital del país, Nicholson coadyuva
para conformar la Sociedad Católica Apostólica Mexicana. Al regresar a Nueva
York, Nicholson informa entusiastamente de la vitalidad del núcleo liderado por
Aguilar Bermúdez:
La
causa de la Iglesia reformada ha penetrado profundamente en las mentes y
corazones de mucha gente, y si es dirigida con inteligencia será un éxito.
Todos los hombres buenos e inteligentes nos tratan con respeto y alegría al
conocer nuestros trabajos y propósitos. El trabajo abierto por nuestra iglesia
es muy prometedor… Nosotros creemos que una adoración espiritual y racional de
nuestro Salvador suplantará definitivamente las formas paganas de adoración que
están en boga en México, y que una verdadera Iglesia Católica Apostólica y
Mexicana se moldeará frente a nosotros compensando los sacrificios de los
trabajadores y será bendición para toda la gente de esta tierra.21
El
reporte de Nicholson describió a Manuel Aguilar Bermúdez como “representante de
una multitud de sacerdotes devotos y buena gente en México, quienes han roto
con el Papa y el papismo, se llaman a sí mismos verdaderos católicos, pero no
romanistas”.22
El documento incluyó un pronunciamiento del grupo de creyentes que se reunía en
San José el Real 21, los cuales se presentaban como “leales a Cristo,
evangélicos en fe y esperanza, […] unidos para cuidarse unos a otros en amor, y
para trabajar juntos con el fin de introducir en cada parte de México una fe
más simple y racional, y un culto más puro y benevolente, como la fe y culto de
Jesús y los apóstoles”.23La
contribución de Nicholson al grupo que encabezaba Manuel Aguilar Bermúdez fue
brindarle orientación teológica y materiales educativos.
No
mucho después del decreto de tolerancia de cultos promulgado por el emperador
Maximiliano (26 de febrero de 1865),24
Butler, Sóstenes Juárez y algunos Padres Constitucionalistas forman la Sociedad
de Amigos Cristianos. Al triunfo de la República sobre los conservadores y
Maximiliano, dicha Sociedad trasmuta su nombre por el de Comité de la Sociedad
Evangélica, y sus integrantes abren al público sus reuniones que continúan
desarrollándose en San José el Real.25
Junto
con los trabajos que realiza para la agrupación evangélica, Sóstenes Juárez se
da tiempo para manifestar su férrea oposición a la invasión francesa. Es el
principal protagonista de una demostración de rechazo al imperio de Maximiliano
cuando frente al cortejo fúnebre del coronel francés Tourre grita
reiteradamente consignas. Mientras el contingente camina silencioso por la
calle de Plateros (hoy avenida Madero, en el centro de la ciudad), “se oyó un
grito que salía de entre la multitud diciendo: ‘Mueran los franceses. No basta
con estos tres ataúdes. Es necesario que perezcan todos’. Estos gritos odiosos,
sobre todo en aquella sazón, fueron seguidos de provocaciones más odiosas
todavía”. La información periodística añade que “aprehendido infraganti el
individuo que las hacía, declaró llamarse Sóstenes Juárez y ejercer la
profesión de maestro en México”.26
El
episodio le vale a Juárez ser declarado “culpable de provocación al crimen no
seguido de efecto”. Por ello se le condena a cinco años de prisión y multa de
mil francos. Sóstenes recibe el indulto de la pena, junto con sentenciados por
otras causas, por parte del emperador Maximiliano.27
Las
reuniones iniciadas en San José el Real a partir de 1864 alcanzan más
organización y el 18 de noviembre de 1865 tiene lugar un culto más formal, en
el que participan, entre otros, Manuel Aguilar, John W. Butler, Sóstenes
Juárez, José Parra y Álvarez, Julián Rodríguez Peña, Eusebio Trejo Meza y
Antonio Hinojosa.28
Tienen reuniones a las que los interesados llegan mediante invitación de alguno
de los integrantes de la célula. Es decir, no propagandizan abiertamente la
existencia del núcleo, aunque tampoco es un grupo cerrado y secreto. Más bien
mantienen un perfil bajo, en espera de fortalecerse para proyectarse hacia
afuera.
Manuel
Aguilar Bermúdez escribe una carta en 1866 a la Sociedad Bíblica de Londres, la
que inicia refiriendo que lucha “en la República mexicana por la fe que una vez
fue entregada a los santos”, eco de una cita bíblica localizada en el Nuevo
Testamento (Judas 1:3). Notifica que “ha sido necesario combatir con las
preocupaciones del fanatismo que ha existido aquí hace más de 300 años y
también con la indiferencia religiosa de muchas almas extraviadas”.29
A
pesar de los grandes obstáculos, dice Aguilar, la Biblia es distribuida y en
muchos casos bien recibida por gente identificada con el partido liberal,
obreros que la llevan a sus hogares y la comparten con sus familias. Percibe un
futuro prometedor para la causa evangélica:
Ya
hallamos personas que examinan las Escrituras diariamente con espíritu de
humildad y devoción; que las estudian bajo la influencia de fervientes
oraciones y llenos de fe, que predican la verdad con celo apostólico, que se
apropian sus saludables preceptos y se consagran a Cristo nuestro divino
Salvador para vivir sólo para él. La buena semilla del Evangelio está cayendo
sobre terreno sediento del agua de la gracia, el pan de la vida se toma con
avidez por los hambrientos hijos, muchas ovejas descarriadas están oyendo la
voz misericordiosa del divino Pastor que las llama; muchas sintiendo la
bienhechora influencia de la gracia del Espíritu Santo, practican la caridad.
Todo esto robustece nuestras esperanzas y, nos hace confiar en que Dios, en su
infinita misericordia, está visitando este pueblo para el bien. Orad con
nosotros para que nuestro padre celestial se digne bendecir nuestros esfuerzos,
nos dé fuerzas en nuestras debilidades y nos llene de su Espíritu para que la
obra que se hace en México, sea hecha para honra y alabanza de Cristo nuestro
Señor.
Lo
descrito por Manuel Aguilar Bermúdez a la Sociedad Bíblica londinense es de
alguna manera confirmado por una fuente adversa a la implantación del
cristianismo evangélico en México. En los primeros días de febrero de 1866, una
publicación editorializa sobre la existencia de biblias sin comentarios que
circulan en la capital del país. Sostiene que de acuerdo a su tradición de
“haber sido siempre firmes paladines de la Iglesia católica […] hoy nuestra
pugna es contra el protestantismo”.30
El
periódico menciona que “en México nos habíamos visto a cubierto de los ataques
de las sectas, pero comienza la lucha, y no queremos ser los últimos en saltar
a la arena”. Interpreta que la lucha comienza debido a las “biblias sin notas
que regalan los protestantes, y que está prohibida su adquisición, aunque no se
lean, serán despreciadas por los buenos cristianos y resulte burlada la
propaganda protestante”.
Además
de animar a sus lectores a rechazar las biblias antes mencionadas, denuncia que
en unas partes se regala y en otras se vende “un almanaque protestante muy
distinto del nuestro”. En él, según el editorial, se ataca a la religión y a la
civilización de la raza mexicana. Es por ello que demanda “su autor salte a la
arena; tenemos un arsenal abundante para armarnos y defendernos; hay plumas en
México muy bien cortadas para combatirlo”. Confía en que “un pueblo tan
católico, tan bien educado en su moral como el nuestro, deseche la propaganda
protestante que se ha formado para descatolizarnos, y que gasten su dinero
nuestros adversarios sin lograr su intento”.31
Retornamos
a Manuel Aguilar Bermúdez y el papel que desempeña en la propagación del
cristianismo no católico, así como lo que sucederá más tarde con el grupo que
él contribuye a formar. Henry C. Riley, quien llegó a México en diciembre de
1868 o enero de 1869, informa que Aguilar Bermúdez “en compañía de un sr.
Ocádiz tradujo el librito titulado El hombre y la Biblia, librito que es muy
conocido de todos los evangélicos del país”. Además proporciona el dato de que
“una vez muerto el sr. Manuel Aguilar, su congregación se dividió en dos: una
siguió al sr. [Gabriel] Ponce de León, y otra al sr. Sóstenes Juárez”.32
Aguilar
Bermúdez muere en el último trimestre de 1867, bajo el rumor de que fue
“envenenado por los frailes”.33
Es sustituido en el liderazgo por Rafael Díaz Martínez y Sóstenes Juárez, sobre
todo por éste último. Mediante el testimonio de Juan Magaña, uno de los
asistentes a las reuniones en San José del Real número 21, conocemos que
todavía en vida de Manuel Aguilar el liderazgo ya estaba en manos de Sóstenes
Juárez.34
En
el domicilio citado confluyeron varios esfuerzos y personas para consolidar la
presencia protestante en la capital mexicana. En la tarea fue valiosa la asesoría
de John William Butler para el fortalecimiento de la que se hizo llamar
Sociedad Evangélica. Con su experiencia para distribuir la Biblia e interesar a
distintas personas en asistir a sesiones de estudio bíblico, el representante
de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera prestó un servicio clave a la
causa protestante. Compiló y escribió materiales para conformar el Calendario
protestante de los amigos cristianos para el año de 1866, y 1867.35
Este último contiene, entre otros escritos, “La lectura de las sagradas
Escrituras” y “Las tradiciones de los judíos impugnadas por nuestro Señor Jesucristo”.36
Butler
inserta anuncios en los periódicos, tanto en inglés como en español, para dar a
conocer el objetivo de la organización que representa:
El
que suscribe, agente de la Sociedad Bíblica de Londres, establecida con la mira
de propagar las Sagradas Escrituras en todo el mundo, y en todos los idiomas,
sin adulteración, interpretación o comentario alguno, y a costa de cualquier
sacrificio pecuniario, como lo comprueba la pérdida sufrida en las ya
repartidas en México; invita a todas las personas que se interesen en la
propagación del Evangelio, a que ocurran al expendio de Biblias en la calle de
San José el Real núm. 21, y establezcan las relaciones que se desean, a fin de
facilitar su reparto en la mayor posible cantidad.37
Junto
al templo de la Profesa, en lo que fue casa y convento de los padres felipenses
estuvo de 1864 a 1869 la Sociedad Evangélica presidida por Sóstenes Juárez.
Desde 1862 solo queda de todo el conjunto el templo.
En
1868 la agrupación se anuncia en los periódicos con el fin hacer más conocida
la existencia de sus actividades. Es así que, por ejemplo, en uno de los
diarios más importantes aparece el siguiente aviso: “El Comité de la Sociedad
Evangélica invita a sus amigos, a que concurran al culto reformado, que todos
los domingos se practicará en la casa núm. 21, calle de San José el Real”.38
A partir de entonces el núcleo gana presencia pública y se agregan a él
conversos y simpatizantes.
Paulatinamente
se acrecienta el liderazgo de Sóstenes Juárez, liberal y masón, integrante de
la Sociedad Lancasteriana39
decidido partidario de Benito Juárez y su férrea lucha contra la intervención
francesa. Sóstenes fue combatiente contra esa intervención y alcanzó el grado
de mayor en el ejército juarista.40
Pocos años después se articularía al trabajo de los misioneros metodistas del
sur, conectando a estos con la red de congregaciones que le reconocían a él
como líder.
Es
Sóstenes Juárez quien hace llegar a La Opinión Nacional un comunicado en el que
deja clara la existencia de la Sociedad Evangélica de México. Informa que “ya
es un hecho práctico la libertad de cultos entre nosotros, y que está
operándose entre nosotros, por este medio, el alejamiento de la antipatías
nacionales que tantos males ha producido en lo social”.41
Informado
lo anterior, reproduce el acta donde queda asentado que el 15 de agosto de 1868
en el seno del grupo “fue presentado ante la Sociedad Evangélica, por el Sr. D.
Alberto Kienast y la Sra. Da. Sofía Landwchz un niño, hijo del Sr. D. Geo. M.
Zinser y de la Sra. Da. Luisa Zinser, nata en Klockenbring, pidiendo a su
nombre que en el seno de esta iglesia cristiana sea bautizado conforme a lo
instituido por Nuestro Señor Jesucristo”. Acto continuo, después de haber leído
la “Sagrada Escritura para instrucción de los presentes, en la parte referente
al acto fue bautizado el niño en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, recibiendo en la frente agua pura, y llevando los nombres de Jorge
Alberto, habiendo sido registrado antes, según las leyes de Reforma, en el
juzgado civil número 1; ceremonia que se practicó por el C. Sóstenes Juárez,
comisionado para este acto […]”. Firman el documento, además de Juárez, Alberto
Kienast, G. M. Zinser y Lauro González.
A
los diecinueve años acudió Arcadio Morales al grupo encabezado por Sóstenes
Juárez. El testimonio del primero nos proporciona algunas características del
espacio de las reuniones y sus asistentes:
El
templo quedaba en el fondo de unos callejones tortuosos, oscuros, en el tercer
piso de la casa mencionada […] me acompañaban el señor Luis Ortega, amigo mío y
el señor Julián Rodríguez, que en paz goce, y que era el que se había empeñado
en llevarme a su culto. Por fin llegamos a la capilla, y cual no sería mi
sorpresa al encontrarme en una sala casi hermosa, limpia y bien alumbrada, como
que era nada menos que la biblioteca de los padres filipinos, pues todo aquel
edificio había pertenecido al convento de los jesuitas de la Profesa,42
que por virtud de las Leyes de Reforma había sido secularizado.
Allí
se hallaban reunidos como unos veinte individuos pertenecientes a la clase
humilde del pueblo; campesinos y obreros todos; no había ni una sola señora ni
un niño; pero, los hombres que se hallaban allí era muy devotos y reverentes.
El señor Sóstenes Juárez, profesor, era el pastor de aquel rebaño, y en aquella
noche tenía como ayudante al señor Coronel Lauro González, quien leía la
fórmula bautismal. Cuando el señor González leyó el capítulo tercero del
Evangelio de San Mateo, me pareció al momento reconocer a un antiguo amigo mío,
un viejo conocido que, al oírlo me llenaba de placer. Al concluir el culto
fuimos presentados al pastor y su ayudante, quienes nos invitaron a volver. Al
salir de la capilla pregunté al señor Rodríguez: “Este es el culto protestante.
Sí, señor, me contestó. ¿Nada más? Nada más leer las Escrituras sagradas, hacer
oración y explicar sencillamente el Evangelio. Entonces, dije para mí, yo he
sido protestante hace mucho tiempo. ¡Qué equivocado estaba!”43
Los
detalles que describe Arcadio Morales acerca de la congregación de San José el
Real núm. 21 nos ayudan para darnos una idea de cómo funcionaba la misma.
Sabemos que las reuniones eran en un salón interior del convento de la Profesa,
“no tenía más ajuar que una tribuna en forma de pozuelo al frente y unas
cuantas sillas de morillo”.44
Las reuniones tenían lugar los domingos a las 11 de la mañana, con 70
asistentes, y los martes a las 7 de la noche, con entre 16 y 22 congregantes.
Sóstenes Juárez “aparecía en el púlpito con su traje civil, y dirigía el culto
con una liturgia especial que había formado tomando la idea, según decía él, de
otra en francés que un ministro protestante que había venido con la
Intervención francesa, le había proporcionado”. Lo usual era que Juárez leyera
“sus sermones, y generalmente tomaba sus asuntos del Nuevo Testamento”.45
Hacia
mediados de 1869 la prensa consigna el papel preponderante que tenía Sóstenes
Juárez en la propagación del naciente protestantismo mexicano. Una nota
periodística menciona que el credo “gana terreno aquí, que hay congregaciones
evangélicas en Miraflores, Amecameca, Zoyatzingo, Ozumba, Ayapango y Cuautla;
que todas estas congregaciones se han organizado por los esfuerzos de D. Sóstenes
Juárez, conforme al plan de la que existe en la calle de San José el Real núm.
21, y de la cual es presidente dicho señor; y que hay todavía en esta capital
otras congregaciones protestantes, además de estas”.46
Representantes
de las comunidades evangélicas mencionadas tienen un encuentro en San José el
Real, para coordinar los trabajos y apoyarse mutuamente. Dado el liderazgo de
Sóstenes Juárez en ese lugar es muy probable que él haya presidido las
deliberaciones. La primera reunión general de las comunidades evangélicas en la
ciudad de México y entidades aledañas, “viene a mostrar la incipiente organización
de los protestantes, que aun antes de la llegada oficial de las misiones
[extranjeras] ya había dado algunos pasos firmes en la construcción de la nueva
religión en México”.47
El
grupo encabezado por Sóstenes Juárez tuvo comentarios adversos en la prensa
católica. Una de estas publicaciones advirtió a sus lectores sobre “una que se
llama Sociedad evangélica”, la que andaba “esparciendo sus desacreditadas y
adulteradas biblias, y adoptando los folletos metodistas que se imprimen y
publican en Nueva York por la Sociedad Hispano-Americana de Tratados”. Señalaba
que los integrantes de la Sociedad Evangélica diseminaban su “propaganda contra
el catolicismo” en forma similar a como las serpientes atacaban a sus víctimas:
“para asegurar mejor su tiro se esconden entre las hierbas y flores, para
seducir a los incautos, halagar a los crédulos y hacerse recibir por los
ignorantes”.48
La
Sociedad Evangélica de San José el Real muda el domicilio de sus actividades en
la ciudad de México al callejón de Betlemitas hacia principios del último
tercio de 1869, según publica un importante diario.49
El nuevo lugar era más amplio, y por ello representaba un avance en el
ensanchamiento del grupo, que, como hemos visto, se estaba expandiendo a
poblaciones en otras zonas de la República mexicana.
Para
cuando tiene lugar el traslado del grupo a Betlemitas, dos de los principales
Padres Constitucionalistas que habían contribuido en los inicios y
fortalecimiento de la Sociedad Evangélica de San José el Real (Rafel Díaz
Martínez y Francisco Domíguez), ya no estaban en la ciudad de México. Se
encontraban en Brownsville, Texas, “donde habían reunido a una congregación de
aproximadamente 300 familias mexicanas, convertidas del papismo” al
protestantismo.50
Notas
1
Daniel Kirk Crane, op. cit., p. 91; Alberto Rosales Pérez, Historia
de la Iglesia nacional presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México,
1869-1922, s/e, México, 1998, p. 13.
2
Agradezco esta información a Juan Merlos Estrada.
3
Abraham Téllez Aguilar, Proceso de introducción del protestantismo desde la
Independencia hasta 1884, Tesis de licenciatura, UNAM, Facultad de
Filosofía y Letras-Colegio de Historia, México, 1989, p. 163.
4 Christian World, 16/IV/1865, p. 123.
5
Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia nacional presbiteriana El
Divino Salvador de la ciudad de México bajo el pastorado del pbro. y dr.
Arcadio Morales Escalona, 1869-1922, s/e, México, 1998, p. 40 y
Daniel Kirk, op. cit., p. 91.
6
Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 1/XI/1893,
p.165.
7
La Reforma, 29/XII/1860, p. 4.
8
John Wesley Butler, History of the Methodist Episcopal Church in Mexico,
The Methodist Book Concern, New York-Cincinnati, 1918, p. 130.
9
Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 11 y Cosme G. Montemayor, op.
cit., p. 5.
10
Abraham Téllez, op. cit., p. 165 y Alberto Rosales, op. cit.,
p. 10-11.
11 La Patria, 18/XII/1891, p. 3; El Monitor
Republicano, 9/VI/1862, p. 1.
12 La Buena Lid, X/1896, p. 4; Arcadio Morales,
“Memorias”, El Faro, 15 de junio de 1947, en Alberto Rosales Pérez, op.
cit., p. 23. El lugar mencionado se encontraba en el conjunto de lo que fue el
convento y la casa de la Profesa, del que hoy queda el templo localizado en las
actuales calles de Madero e Isabel la Católica en el Centro Histórico de la
ciudad de México.
13 Ibíd.
14
Alberto Rosales, op. cit., p. 14.
15
Arcadio Morales, “Asunto histórico”, 1/VI/1906, p. 97.
16
Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15 de junio de 1947, en Alberto
Rosales Pérez, op. cit., p. 23.
17
Clementina Díaz y de Ovando, “El Gran Teatro Nacional baja el telón (1901)”, Revista
de la Universidad, http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/index.php/rum/article/viewFile/13009/14247,
p. 9. Información sobre la apertura de la calle y sus efectos en el conjunto de
la Profesa en Manuel Rivera Cambas, México pintoresco, artístico y
monumental, tomo 1º, Imprenta de la Reforma, México, 1880, p. 211.
18
Clementina Díaz y Ovando, op. cit., p. 9.
19 El Siglo XIX, 18/VI/1872, p. 4.
20 The Spirit of Missions, IV/1865, p. 141; Joel Morales Cruz, The
Mexican Reformation: Catholic Pluralism, Enlightenment Religion and the Iglesia
de Jesús Movement in Benito Juarez´s Mexico (1859-1872), Pickwick
Publications, Eugene, Oregon, 2011, posición 3865; Abraham Téllez, op. cit.,
p. 163.
21 The Spirit of Missions, VII/1865, p. 261, traducción de Abraham
Téllez, op. cit., p. 164.
22 The Spirit of Missions, VII/1865, p. 257.
23 Ibíd, p. 259.
25
Abraham Téllez, op. cit., p. 169.
26 La Sociedad, 7/VI/1865, p. 3.
27 La Sociedad, 7/VII/1865. p. 1.
28
Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 15/IV/1897, p. 61.
El autor menciona que a casi todos ellos los conoció bien y que, por ejemplo,
Julián Rodríguez fue quien le invitó a las reuniones de San José del Real;
Eusebio Trejo llegó a ser su suegro, y, al tiempo en que escribe menciona que
Juan Butler reside en Toluca y Antonio Hinojosa es un anciano de 80 años,
sastre, fundador e integrante de la Iglesia El Mesías en la ciudad de México.
Manuel Aguilar Bermúdez muere en 1867, antes de que Arcadio Morales se
integrara al grupo, razón por la cual no lo conoce personalmente, años después
incluso pondrá en duda su papel como precursor del protestantismo en México. Al
respecto ver El Abogado Cristiano Ilustrado, 22/VIII/1901, p 369.
29
Texto completo de la carta reproducido por el misionero Henry C. Riley, El
Abogado Cristiano Ilustrado, 20/VI/1901, pp. 198-199.
30 El Pájaro Verde, 5/II/1866, p. 1
31 Ibíd.
32 El Abogado Cristiano Ilustrado, 20/VI/1901, p. 199.
33 La Patria, 31/VIII/1894, p. 1. Sobre la muerte de
Aguilar Bermúdez no he podido precisar la fecha, sin embargo existe en el
archivo de la Iglesia Episcopal, en Austin, Texas, una carta de Aguilar al
reverendo Dennison, fechada en la ciudad de México el 8 agosto de 1867. Este
dato lo brinda Joel Morales Cruz, op. cit., posición 4469.
34
Arcadio Morales, “Rectificación: el padre Aguilar”, El Abogado Cristiano
Ilustrado, 22/VIII/1901, p. 369.
35
Noticia, y crítica, sobre el calendario en Agustín de la Rosa, “Un calendario
protestante en México para 1866”, La Religión y la Sociedad, 3/III/1866,
pp. 284-288.
36
Editado en México, Imprenta de Manuel Castro, 1866, Laura Suárez de la Torre,
“La producción de libros, revistas, periódicos y folletos en el siglo XIX”, en
Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra (editoras), La República de las
letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Publicaciones
periódicas y otros impresos, vol. II, México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 2005, p. 20; Andrés Kirk, op. cit., p 89.
37 El Boletín Republicano, 29/IX/1867 p. 4 y 20/X/1867 p.
4; The Two Republics, 3/VI/1868, p. 4.
38 El Monitor Republicano, 3/IV/1868, p. 3.
39 El Siglo Diez y Nueve, 8/I/1869, p. 3. El sistema
pedagógico promocionado por Joseph Lancaster consistía en el uso de los alumnos
más avanzados para servir de monitores a sus compañeros de clase, aquellos, a
su vez eran capacitados por un maestro para que los monitores reprodujeran en
los grupos lo aprendido. Así, con pocos recursos humanos y materiales, podían
ser escolarizados amplios números de niños y niñas. Para enseñar a leer a los
infantes se hacía uso de cartillas preparadas ex profeso y basadas en la
Biblia, a la que se tenía como libro de texto. Después los materiales de
enseñanza sustituyen a la Biblia, pero el método de aprovechar a los
estudiantes más avanzados continúa en uso en distintos países. La Sociedad
Lancasteriana se origina en Inglaterra, en 1789. Es fundada en México en 1822,
ver Dorothy T. Estrada, “Las escuelas lancasterianas en la ciudad de México:
1822-1842”, Josefina Zoraida Vázquez (Introducción y selección), La
educación en la historia de México. Lecturas de Historia Mexicana, núm. 7,
El Colegio de México, México, 1992, p. 49.
40
Jean-Pierre Bastian, op. cit., pp. 36 y 57.
41
El comunicado es reproducido por El Monitor Republicano, 23/VIII/1868,
p. 2; y El Constitucional, 25/VIII/1868, p. 2.
42
El claustro y el convento de los jesuitas comenzaron a ser demolidos en 1846,
para abrir la calle hacia la Alameda Central. En septiembre de 1862 el
presidente Benito Juárez decretó que “las calles de la Acequia, donde vivió el
general [Ignacio Zaragoza], y la recientemente abierta en el ex convento de la
Profesa, se llame en lo sucesivo de Zaragoza la primera y del 5 de Mayo la
segunda”. Verónica Zárate Toscano, “La patria en las paredes o los nombres de
las calles en la conformación de la memoria de la ciudad de México en el siglo
XIX”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, materiales de seminarios, 2005, p. 8.
43
Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15 de junio de 1947, en Alberto
Rosales Pérez, op. cit., p. 23
44
Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 1/XI/1893, p. 165.
48 “Breve reseña de los cultos, o con más
propiedad de las ‘sectas’ tituladas religiosas, invitadas a establecerse en la
República”, Semanario Católico, 4/IX/1869, p. 4.
Fuente:
Protestantedigital.
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