Por. Juan Stam, Costa Rica
Vamos a dar algunas pautas para una mejor
interpretación de estos relatos violentos del Antiguo Testamento que
mencionamos en el artículo de la semana pasada, y que son muy chocantes para
nosotros hoy, y estamos tentados a rechazarlos como muy primitivos e inferiores
a nuestra cultura superior moderna.
Sin embargo, el concepto moderno de "guerra
total" trae a veces acciones mucho más bárbaras que cualquier relato
bíblico, y son endosadas por muchos cristianos y judíos
contemporáneos. ¿Qué pensarían los autores bíblicos de los bombardeos de
Londres y Dresde, los bombardeos incendiarios de Tokio y otras ciudades
japonesas en los que mataron a cientos de miles de civiles, la bomba atómica
sobre Hiroshima y Nagasaki, y los más recientes bombardeos masivos de Vietnam e
Iraq por los Estados Unidos de Norteamérica?
¿Qué podemos decir de la respuesta violenta y
vengativa del presidente Bush, supuestamente un presidente
"evangélico" de un país "cristiano", a los ataques
terroristas contra las Torres Gemelas y al Pentágono? [10]
Sería imperdonablemente anacrónico esperar en los
autores antiguos normas de compasión humanitaria que nuestros propios gobiernos
hoy están lejos de respetar.
Un estudio objetivo de estos relatos no pretenderá
suavizarlos, pero sí entenderlos. Es fundamental una comprensión dinámica de la
inspiración bíblica, no como un dictado mecánico y mágico sino como una
confluencia del influjo del Espíritu de Dios con el esfuerzo del autor humano,
quien trae consigo su contexto, su cultura y su lenguaje.
Con una sana hermenéutica podremos evitar los dos
extremos peligrosos ante estos pasajes: (1) verlos como una negación total de
la credibilidad de las escrituras hebreas y (2) encontrar en ellos alguna
justificación para las guerras (ni mucho menos guerras santas), las conquistas
territoriales, las torturas o la pena de muerte hoy día.
Algunas orientaciones hermenéuticas nos podrán ayudar:
A) Estos pasajes deben entenderse a la luz de la
revelación progresiva de Dios en las escrituras. La
revelación divina es un largo proceso pedagógico. Dios ni revela todo de
una vez, ni corrige todo de un solo golpe. En ese proceso, la inspiración
del Espíritu Santo no anula lo humano de los autores, no los hace omniscientes
ni les coloca encima de sus propias culturas. Dios, en su paciencia
pedagógica, "pasaba por alto" muchos pecados y muchos errores durante
muchos siglos (Rom 3:25) para después revelar con más plenitud su verdad y su
voluntad. Ese proceso se ve en la aparente aceptación de la poligamia, en
la trayectoria de la enseñanza sobre el divorcio ("por la dureza de
vuestro corazón"), y aquí también en cuanto a la guerra santa y la
violencia.[11]
Es justo notar que el AT, aun en estos mismos libros
donde aparecen los relatos ya analizados, muchas veces condena la
"violencia" (como ellos lo entendían) y señala que Dios la castiga. Tal es
precisamente el caso del diluvio, como castigo de la "violencia" y la
corrupción que habían llenado la tierra (Gn 6:10,13). La crueldad de
Simeón y Leví contra los siquemitas (Gn 34) es denunciada en el poema de
despedida de Jacob, porque "llevaron al colmo la violencia con sus
exterminios" (Gn 49:5). Las masacres de Jehú, aprobadas por Dios en
un pasaje (2 R 10:30), un siglo después reciben la vehemente condena del
profeta Amós (1:4-5). Un tal Semei, enemigo de David, es denunciado como
"hombre sanguinario y malvado" (2 Sm 16:7). Eliseo dijo al rey
de Israel, "¿matarás tú a los que tomaste cautivos con tu espada?" y
propuso más bien ofrecer agua y comida a los presos (2 R 6:22). El texto
agrega que después de esa gesta generosa, los sirios nunca más volvieron a
atacar a Israel (6:23).
B) Estos relatos, como todo pasaje bíblico, deben
entenderse dentro de su contexto histórico. No hay principio más
fundamental de la interpretación bíblica que la ley de la interpretación
contextual: "un texto sin su contexto es un pretexto".
El pueblo de Israel vivía siempre con la guerra, que ellos consideraban como
una parte inevitable de la vida. Aun los mitos antiguos de la creación
(Babilonia, Egipto, Canaán) eran muy violentos. La crueldad típica de la guerra
de esa época se revela en un himno asirio que alaba los triunfos de Tiglat-Peleser
y lo elogia porque "él abría en canal a las mujeres encintas, arrancaba
los ojos de los niños, y decapitaba a los fuertes" (NIDOTT
I:702).[12] No debe sorprender que las tradiciones de Israel reflejen
algo de la violencia de su medio ambiente.
El AT ve a los pueblos cananeos que rodeaban a Israel
como muy corruptos, que amenazaban con corromper al pueblo de Dios. Sobre
todo practicaban la idolatría y la prostitución sagrada. Ese factor
contextual constituye la justificación principal de las guerras de exterminio,
"para que no enseñen a imitar todas esas abominaciones que ellos hacían en
honor de sus dioses" (Dt 20:17-18; cf. 7:2-5; Ex 23:32-33; 34:12-16; Lv
18:24-30 ). Por su perversidad Dios mismo iba a desalojar a esas naciones
(Dt 9). Obviamente, no se les ocurría que los niños y el ganado, que
ellos iban a matar, no habían practicado esas abominaciones ni tenían culpa de
la cultura en que nacieron. Eso no pertenecía a la mentalidad de la
época, y era imposible que se les ocurriera tal preocupación.
Otro elemento esencial de ese mundo antiguo oriental
era la guerra santa, que aparece también en las escrituras hebreas. Como
otros pueblos antiguos, Israel entendía las guerras como campo de batalla entre
deidades rivales. Por eso, entendían que Yahvéh peleaba por
ellos como guerrero (Ex 14:14; 15:3; Sal 24:8). El exterminio total del
enemigo se consideraba un sacrificio a su dios. En la Estela Moabita, por
ejemplo, el rey Mesa de Moab informa de Gad que "yo lo tomé y maté a todos
los habitantes del pueblo como satisfacción a Quemos y Moab" y que luchó
contra Israel "matando a todos, 7000 hombres, varoncitos , mujeres, niñas
y criadas, porque los había dedicado a Astar-Quemos para destrucción"
(DIB:429; NIDOTT I:1055). En el AT también, la frase hebrea para
aniquilar a un pueblo era "consagrarlo al anatema" (Dt 7:2) y el
término para "declarar la guerra" era "santificar una
guerra" (QaDaSh MilJâMâH Jer 6:4; 22:7; Jl 3:9/4:9; Miq 3:5; cf. Jer
51:27), sobre todo por realizar los preparativos cúlticos para el ataque.
El campamento militar era también sagrado (Dt 23:15). Dios llama
"mis consagrados" a los soldados persas que toman Babilonia; son su
tropa de combate a que pasa revista (Is 13:3-4). David describe a sus
guerrilleros y sus cuerpos (o sus armas) como santos (1 Sm 21:6 hebr). En
realidad los antiguos hebreos no tenían otras categorías que éstas para
conceptualizar sus guerras.
Juan Yoder sitúa este problema hermenéutico en la
diferencia radical entre la mentalidad antigua y la nuestra (1985:59-61).
"Cuando los cristianos modernos se acercan al AT preocupados por el
problema de la guerra", escribe Yoder, "la actitud es legalista y
generalizadora" (p.59). Queremos saber si la guerra es siempre
prohibida bíblicamente, o bajo cuáles circunstancias se permite.
Interpretamos el texto en categorías modernas de pacifismo o de guerra
justa. Pero los lectores originales no se hubieran preguntado si el texto
confirmaba una y otra de los tantos principios generales, sino que lo hubieran
leído como la historia de su propio pasado en que reconocen que Yahvéh (con o
sin violencia) ha salvado a su pueblo. Las preguntas que presuponemos
nosotros acentúan las aparentes contradicciones éticas; el enfoque intuitivo de
ellos acentuaba la gracia de Dios en sus gestas salvíficas a partir del
éxodo. Por eso, si lo interpretamos según la intención del autor y la
comprensión del lector original, dice Yoder, los relatos no tienen la intención
de definir criterios morales. "Preguntar si quitar la vida era
moralmente permitido o estaba prohibido bajo toda circunstancia, no era una
pregunta culturalmente concebible en la época..." (p.61).
Es lógico que los hebreos, como pueblo antiguo y
oriental, compartían la comprensión básica de la época sobre lo que constituía
"violencia". Sería un error grave, y una injusticia histórica,
esperar de ellos toda la definición moderna de violencia y de derechos humanos,
que se ha desarrollado durante largos siglos. Específicamente, para
los autores bíblicos la esencia de la "violencia" consistía en violar
el ser y los derechos del pobre y del débil. Para ellos,
"violencia" era esencialmente lo que nosotros hoy llamamos
opresión. No era que la Biblia aprobaba la violencia, sino que la
entendía de otra manera. Cuando tenemos eso claro, podremos ver que
los escritos bíblicos nunca aprueban, sino a menudo condenan, la
"violencia" como ellos lo podían entender. Y a la larga
perspectiva de los siglos, esa percepción hizo valiosos aportes al desarrollo
de conceptos como justicia, derechos humanos y paz.
Dentro de este contexto, y en comparación con otras
sociedades, se notan los esfuerzos del pueblo hebreo de humanizar la guerra (NIDOTT
I:527; von Rad 1966:132-133). La misma lex talionis (Ex 21:24) debe verse
como una limitación de la venganza, que no debe exceder al daño hecho, mucho
menos ser las setenta veces siete con que amenazó Lámek (Gn 4:24). De
Vaux (1985:344-345) señala que, en la práctica, los actos de crueldad eran la
excepción en Israel y que las leyes deuteronómicas de guerra santa (Dt
20:1-13) eran teóricas e irreales (126; 344). De hecho la matanza de
presos nunca fue la regla en Israel (De Vaux 1985:344), y más bien era
desaprobada (2 R 6:22). Al contrario, los reyes de Israel tenían fama de
misericordiosos (1 R 20:31; de Vaux 344). En otra dimensión, la ley judía
estipulaba que los recién casados (o comprometidos, pero aun no casados), o los
que estrenaban una casa o un viñedo nuevos, deben estar exentos del servicio
militar (Dt 20:5-7; 24:5), para dar prioridad a la vida normal humana sobre las
necesidades de defensa (NIDOTT I:527).[13] Otra legislación prohibía
cortar árboles frutales para construcciones de asedio (Dt 20:19-20; 2 Cr
26:15), lo cual según von Rad era algo sin paralelo en el mundo antiguo
(1966:133). Aunque nos parezca paradójico, las escrituras hebreas, por
mucho que nos escandalicen, en su contexto representan un significativo avance
en la humanización de la guerra (NIDOTT I:527; von Rad 1966:132-133; de Vaux 1985:344-345).
C) ¿Interpretación literal o interpretación teológica? Nuestra
mentalidad moderna occidental tiende a ser más literalista que la mentalidad
hebrea antigua. Quienes respetan las escrituras como palabra de Dios y
como inspiradas por el Espíritu Santo, muchas veces infieren que por eso todos
los textos deben entenderse literalmente. El literalismo se toma como medida de
fe en la Biblia, e interpretaciones no literales como falta de fe.[14] Al
contrario, cada pasaje debe entenderse según su propio género y estilo, sin
preferencia a priori por lo literal. De hecho, nadie toma toda la
Biblia al pie de la letra; a fin de cuentas, termina siendo problema de
criterios de interpretación, según las características de cada pasaje.
Es importante reconocer que las escrituras, incluso
todos estos pasajes sobre la violencia, utilizan una variedad de géneros
literarios, no sólo el género histórico. Algunos de los pasajes (como
Éxodo 15) tienen formato poético, que no debe interpretarse de la misma manera
que la prosa. Otros tienen carácter de fábula (como Jueces 9.8-15, donde
los árboles hablan) o de epopeya (como las hazañas de Sansón). Aunque
otros relatos pertenecen grosso modo al género histórico, las antiguas
comprensiones de la historia y la historiografía eran radicalmente distintas de
las nuestras hoy. En aquella época no privaba la búsqueda "de lo que
realmente pasó". La historiografía hebrea era profundamente
parenética, con la intención primordial de exhortar al pueblo de Dios y
llamarlo a la obediencia.
Es muy importante tomar esto en consideración cuando
estos relatos ponen a Dios a hablar y a mandar acciones violentas.
Obviamente esto es una expresión simbólica por la convicción de que determinada
conducta era la voluntad de Dios.[15] Este "hablar" de Dios fue
comunicado al pueblo por una mediación humana (Moisés, Josué, y otros).
Con sólo preguntar en qué idioma "habló" Dios para mandar estas
acciones, se hace obvio que no se trata de un fenómeno linguístico, sino de conciencia
y convicción humanas. Tales expresiones eran típicas de la época.
En la estela moabita abunda la frase, "y Quemos me dijo...", igual
que en las escrituras hebreas. También dice Mesa de Moab que Quemos lo
hizo triunfar; "Quemos los expulsó" a los israelitas y expresiones
parecidas. Ese contexto nos ayuda a entender que la expresión
"Yahvéh los entrego en sus manos" es una afirmación de fe de que la
victoria se debía a la buena providencia de Dios.[16]
Entonces estos relatos deben entenderse como
"historia" (como ellos la entendían) con un sentido teológico.
Expresaban (entre muchos aspectos) el grave peligro que representaban los
pueblos cananeos, y la robusta convicción de la soberanía de Dios en la vida de
su pueblo. Un análisis más a fondo lleva a la conclusión de que la
intención del autor no era la de promover crueldad y masacres, sino la de
advertir contra la tentación idólatra y exhortar al pueblo a resistirla.
La semana que viene continuaremos con "Cultura y
violencia en el AT".
NOTAS AL PIE
[10] En su "guerra al terrorismo", el
lenguaje del presidente Bush ha tenido ecos alarmantes de guerra santa, cuando
ha hablado de "una cruzada" y de "justicia infinita" o
cuando se interpreta la guerra contra el terrorismo como una lucha cristiana.
[11] Walter Wink (Engaging the Powers, Minneapolis:
Fortress, 1992, p.44) ha presentado evidencias fuertes contra la validez de
este familiar argumento de revelación progresiva.
[12] Los asirios eran especialmente crueles. Solían
decapitar a sus víctimas y llevar las cabezas al rey, o sacarles los ojos,
quemarlos vivos, o confinarlos en jaulas (Heschel 1962:163).
[13] Es probable que originalmente estas exenciones
respondían a una creencia según la cual los que estrenaban casa, viñedo o
esposa estaban sujetos a influencias demoníacas que contaminarían el campamento
militar. Pero ya en el deuteronomista, la intención era humanitaria
(NIDOTT I:527).
[14] Debe mencionarse que si el literalismo es alguna
especie de summum bonum en la interpretación bíblica, entonces grupos como los
mormones o los testigos de Jehová superan en fe y reverencia por las escrituras
a las tradiciones más centradas del cristianismo.
[15] En este aspecto, estas expresiones se diferencian
cualitativamente del concepto teológico más elaborado de inspiración por el
Espíritu Santo en la enseñaza del Nuevo Testamento.
[16] El carácter simbólico de este lenguaje comienza
con la expresión, "Dios los entregó en sus manos", donde los vocablos
"manos" y "entregar" no pueden ser literales.
Fuente: Protestantedigital, 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario