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jueves, 30 de marzo de 2017

Cómo interpretar la violencia en el Antiguo Testamento



Por. Juan Stam, Costa Rica
Vamos a dar algunas pautas para una mejor interpretación de estos relatos violentos del Antiguo Testamento que mencionamos en el artículo de la semana pasada, y que son muy chocantes para nosotros hoy, y estamos tentados a rechazarlos como muy primitivos e inferiores a nuestra cultura superior moderna.
Sin embargo, el concepto moderno de "guerra total" trae a veces acciones mucho más bárbaras que cualquier relato bíblico, y son endosadas por muchos cristianos y judíos contemporáneos.  ¿Qué pensarían los autores bíblicos de los bombardeos de Londres y Dresde, los bombardeos incendiarios de Tokio y otras ciudades japonesas en los que mataron a cientos de miles de civiles, la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, y los más recientes bombardeos masivos de Vietnam e Iraq por los Estados Unidos de Norteamérica?
¿Qué podemos decir de la respuesta violenta y vengativa del presidente Bush, supuestamente un presidente "evangélico" de un país "cristiano", a los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y al Pentágono? [10]
Sería imperdonablemente anacrónico esperar en los autores antiguos normas de compasión humanitaria que nuestros propios gobiernos hoy están lejos de respetar.
Un estudio objetivo de estos relatos no pretenderá suavizarlos, pero sí entenderlos.  Es fundamental una comprensión dinámica de la inspiración bíblica, no como un dictado mecánico y mágico sino como una confluencia del influjo del Espíritu de Dios con el esfuerzo del autor humano, quien trae consigo su contexto, su cultura y su lenguaje.
Con una sana hermenéutica podremos evitar los dos extremos peligrosos ante estos pasajes: (1) verlos como una negación total de la credibilidad de las escrituras hebreas y (2) encontrar en ellos alguna justificación para las guerras (ni mucho menos guerras santas), las conquistas territoriales, las torturas o la pena de muerte hoy día.
Algunas orientaciones hermenéuticas nos podrán ayudar:
 A) Estos pasajes deben entenderse a la luz de la revelación progresiva de Dios en las escrituras.  La revelación divina es un largo proceso pedagógico.  Dios ni revela todo de una vez, ni corrige todo de un solo golpe.  En ese proceso, la inspiración del Espíritu Santo no anula lo humano de los autores, no los hace omniscientes ni les coloca encima de sus propias culturas.  Dios, en su paciencia pedagógica, "pasaba por alto" muchos pecados y muchos errores durante muchos siglos (Rom 3:25) para después revelar con más plenitud su verdad y su voluntad.  Ese proceso se ve en la aparente aceptación de la poligamia, en la trayectoria de la enseñanza sobre el divorcio ("por la dureza de vuestro corazón"), y aquí también en cuanto a la guerra santa y la violencia.[11]
Es justo notar que el AT, aun en estos mismos libros donde aparecen los relatos ya analizados, muchas veces condena la "violencia" (como ellos lo entendían) y señala que Dios la castiga.  Tal es precisamente el caso del diluvio, como castigo de la "violencia" y la corrupción que habían llenado la tierra (Gn 6:10,13).  La crueldad de Simeón y Leví contra los siquemitas (Gn 34) es denunciada en el poema de despedida de Jacob, porque "llevaron al colmo la violencia con sus exterminios" (Gn 49:5).  Las masacres de Jehú, aprobadas por Dios en un pasaje (2 R 10:30), un siglo después reciben la vehemente condena del profeta Amós (1:4-5). Un tal Semei, enemigo de David, es denunciado como "hombre sanguinario y malvado" (2 Sm 16:7).  Eliseo dijo al rey de Israel, "¿matarás tú a los que tomaste cautivos con tu espada?" y propuso más bien ofrecer agua y comida a los presos (2 R 6:22).  El texto agrega que después de esa gesta generosa, los sirios nunca más volvieron a atacar a Israel (6:23).
B) Estos relatos, como todo pasaje bíblico, deben entenderse dentro de su contexto histórico.  No hay principio más fundamental de la interpretación bíblica que la ley de la interpretación contextual: "un texto sin su contexto es un pretexto".  El pueblo de Israel vivía siempre con la guerra, que ellos consideraban como una parte inevitable de la vida.  Aun los mitos antiguos de la creación (Babilonia, Egipto, Canaán) eran muy violentos. La crueldad típica de la guerra de esa época se revela en un himno asirio que alaba los triunfos de Tiglat-Peleser y lo elogia porque "él abría en canal a las mujeres encintas, arrancaba los ojos de los niños, y decapitaba a los fuertes" (NIDOTT I:702).[12]  No debe sorprender que las tradiciones de Israel reflejen algo de la violencia de su medio ambiente.
El AT ve a los pueblos cananeos que rodeaban a Israel como muy corruptos, que amenazaban con corromper al pueblo de Dios.  Sobre todo practicaban la idolatría y la prostitución sagrada.  Ese factor contextual constituye la justificación principal de las guerras de exterminio, "para que no enseñen a imitar todas esas abominaciones que ellos hacían en honor de sus dioses" (Dt 20:17-18; cf. 7:2-5; Ex 23:32-33; 34:12-16; Lv 18:24-30 ).  Por su perversidad Dios mismo iba a desalojar a esas naciones (Dt 9).  Obviamente, no se les ocurría que los niños y el ganado, que ellos iban a matar, no habían practicado esas abominaciones ni tenían culpa de la cultura en que nacieron.  Eso no pertenecía a la mentalidad de la época, y era imposible que se les ocurriera tal preocupación.
Otro elemento esencial de ese mundo antiguo oriental era la guerra santa, que aparece también en las escrituras hebreas.  Como otros pueblos antiguos, Israel entendía las guerras como campo de batalla entre deidades rivales.  Por eso, entendían que Yahvéh peleaba por ellos como guerrero (Ex 14:14; 15:3; Sal 24:8).  El exterminio total del enemigo se consideraba un sacrificio a su dios.  En la Estela Moabita, por ejemplo, el rey Mesa de Moab informa de Gad que "yo lo tomé y maté a todos los habitantes del pueblo como satisfacción a Quemos y Moab" y que luchó contra Israel "matando a todos, 7000 hombres, varoncitos , mujeres, niñas y criadas, porque los había dedicado a Astar-Quemos para destrucción" (DIB:429; NIDOTT I:1055).  En el AT también, la frase hebrea para aniquilar a un pueblo era "consagrarlo al anatema" (Dt 7:2) y el término para "declarar la guerra" era "santificar una guerra" (QaDaSh MilJâMâH Jer 6:4; 22:7; Jl 3:9/4:9; Miq 3:5; cf. Jer 51:27), sobre todo por realizar los preparativos cúlticos para el ataque.  El campamento militar era también sagrado (Dt 23:15).  Dios llama "mis consagrados" a los soldados persas que toman Babilonia; son su tropa de combate a que pasa revista (Is 13:3-4).  David describe a sus guerrilleros y sus cuerpos (o sus armas) como santos (1 Sm 21:6 hebr).  En realidad los antiguos hebreos no tenían otras categorías que éstas para conceptualizar sus guerras.
Juan Yoder sitúa este problema hermenéutico en la diferencia radical entre la mentalidad antigua y la nuestra (1985:59-61).  "Cuando los cristianos modernos se acercan al AT preocupados por el problema de la guerra", escribe Yoder, "la actitud es legalista y generalizadora" (p.59). Queremos saber si la guerra es siempre prohibida bíblicamente, o bajo cuáles circunstancias se permite.  Interpretamos el texto en categorías modernas de pacifismo o de guerra justa.  Pero los lectores originales no se hubieran preguntado si el texto confirmaba una y otra de los tantos principios generales, sino que lo hubieran leído como la historia de su propio pasado en que reconocen que Yahvéh (con o sin violencia) ha salvado a su pueblo.  Las preguntas que presuponemos nosotros acentúan las aparentes contradicciones éticas; el enfoque intuitivo de ellos acentuaba la gracia de Dios en sus gestas salvíficas a partir del éxodo.  Por eso, si lo interpretamos según la intención del autor y la comprensión del lector original, dice Yoder, los relatos no tienen la intención de definir criterios morales.  "Preguntar si quitar la vida era moralmente permitido o estaba prohibido bajo toda circunstancia, no era una pregunta culturalmente concebible en la época..." (p.61).
Es lógico que los hebreos, como pueblo antiguo y oriental, compartían la comprensión básica de la época sobre lo que constituía "violencia".  Sería un error grave, y una injusticia histórica, esperar de ellos toda la definición moderna de violencia y de derechos humanos, que se ha desarrollado durante largos siglos.  Específicamente, para los autores bíblicos la esencia de la "violencia" consistía en violar el ser y los derechos del pobre y del débil.  Para ellos, "violencia" era esencialmente lo que nosotros hoy llamamos opresión.  No era que la Biblia aprobaba la violencia, sino que la entendía de otra manera.  Cuando tenemos eso claro, podremos ver que los escritos bíblicos nunca aprueban, sino a menudo condenan, la "violencia" como ellos lo podían entender.  Y a la larga perspectiva de los siglos, esa percepción hizo valiosos aportes al desarrollo de conceptos como justicia, derechos humanos y paz.
Dentro de este contexto, y en comparación con otras sociedades, se notan los esfuerzos del pueblo hebreo de humanizar la guerra (NIDOTT I:527; von Rad 1966:132-133).  La misma lex talionis (Ex 21:24) debe verse como una limitación de la venganza, que no debe exceder al daño hecho, mucho menos ser las setenta veces siete con que amenazó Lámek (Gn 4:24).  De Vaux (1985:344-345) señala que, en la práctica, los actos de crueldad eran la excepción en Israel y que las leyes  deuteronómicas de guerra santa (Dt 20:1-13) eran teóricas e irreales (126; 344).  De hecho la matanza de presos nunca fue la regla en Israel (De Vaux 1985:344), y más bien era desaprobada (2 R 6:22).  Al contrario, los reyes de Israel tenían fama de misericordiosos (1 R 20:31; de Vaux 344).  En otra dimensión, la ley judía estipulaba que los recién casados (o comprometidos, pero aun no casados), o los que estrenaban una casa o un viñedo nuevos, deben estar exentos del servicio militar (Dt 20:5-7; 24:5), para dar prioridad a la vida normal humana sobre las necesidades de defensa (NIDOTT I:527).[13]  Otra legislación prohibía cortar árboles frutales para construcciones de asedio (Dt 20:19-20; 2 Cr 26:15), lo cual según von Rad era algo sin paralelo en el mundo antiguo (1966:133).  Aunque nos parezca paradójico, las escrituras hebreas, por mucho que nos escandalicen, en su contexto representan un significativo avance en la humanización de la guerra (NIDOTT I:527; von Rad 1966:132-133; de Vaux 1985:344-345).
C) ¿Interpretación literal o interpretación teológica? Nuestra mentalidad moderna occidental tiende a ser más literalista que la mentalidad hebrea antigua.  Quienes respetan las escrituras como palabra de Dios y como inspiradas por el Espíritu Santo, muchas veces infieren que por eso todos los textos deben entenderse literalmente. El literalismo se toma como medida de fe en la Biblia, e interpretaciones no literales como falta de fe.[14]  Al contrario, cada pasaje debe entenderse según su propio género y estilo, sin preferencia a priori por lo literal.  De hecho, nadie toma toda la Biblia al pie de la letra; a fin de cuentas, termina siendo problema de criterios de interpretación, según las características de cada pasaje.
Es importante reconocer que las escrituras, incluso todos estos pasajes sobre la violencia, utilizan una variedad de géneros literarios, no sólo el género histórico.  Algunos de los pasajes (como Éxodo 15) tienen formato poético, que no debe interpretarse de la misma manera que la prosa.  Otros tienen carácter de fábula (como Jueces 9.8-15, donde los árboles hablan) o de epopeya (como las hazañas de Sansón).  Aunque otros relatos pertenecen grosso modo al género histórico, las antiguas comprensiones de la historia y la historiografía eran radicalmente distintas de las nuestras hoy.  En aquella época no privaba la búsqueda "de lo que realmente pasó".  La historiografía hebrea era profundamente parenética, con la intención primordial de exhortar al pueblo de Dios y llamarlo a la obediencia.
Es muy importante tomar esto en consideración cuando estos relatos ponen a Dios a hablar y a mandar acciones violentas.  Obviamente esto es una expresión simbólica por la convicción de que determinada conducta era la voluntad de Dios.[15]  Este "hablar" de Dios fue comunicado al pueblo por una mediación humana (Moisés, Josué, y otros).  Con sólo preguntar en qué idioma "habló" Dios para mandar estas acciones, se hace obvio que no se trata de un fenómeno linguístico, sino de conciencia y convicción humanas.  Tales expresiones eran típicas de la época.  En la estela moabita abunda la frase, "y Quemos me dijo...", igual que en las escrituras hebreas.  También dice Mesa de Moab que Quemos lo hizo triunfar; "Quemos los expulsó" a los israelitas y expresiones parecidas.  Ese contexto nos ayuda a entender que la expresión "Yahvéh los entrego en sus manos" es una afirmación de fe de que la victoria se debía a la  buena providencia de Dios.[16]
Entonces estos relatos deben entenderse como "historia" (como ellos la entendían) con un sentido teológico.  Expresaban (entre muchos aspectos) el grave peligro que representaban los pueblos cananeos, y la robusta convicción de la soberanía de Dios en la vida de su pueblo.  Un análisis más a fondo lleva a la conclusión de que la intención del autor no era la de promover crueldad y masacres, sino la de advertir contra la tentación idólatra y exhortar al pueblo a resistirla.

La semana que viene continuaremos con "Cultura y violencia en el AT".
NOTAS AL PIE
[10] En su "guerra al terrorismo", el lenguaje del presidente Bush ha tenido ecos alarmantes de guerra santa, cuando ha hablado de "una cruzada" y de "justicia infinita" o cuando se interpreta la guerra contra el terrorismo como una lucha cristiana.
[11] Walter Wink (Engaging the Powers, Minneapolis: Fortress, 1992, p.44) ha presentado evidencias fuertes contra la validez de este familiar argumento de revelación progresiva.
[12] Los asirios eran especialmente crueles. Solían decapitar a sus víctimas y llevar las cabezas al rey, o sacarles los ojos, quemarlos vivos, o confinarlos en jaulas (Heschel 1962:163).
[13] Es probable que originalmente estas exenciones respondían a una creencia según la cual los que estrenaban casa, viñedo o esposa estaban sujetos a influencias demoníacas que contaminarían el campamento militar.  Pero ya en el deuteronomista, la intención era humanitaria (NIDOTT I:527).
[14] Debe mencionarse que si el literalismo es alguna especie de summum bonum en la interpretación bíblica, entonces grupos como los mormones o los testigos de Jehová superan en fe y reverencia por las escrituras a las tradiciones más centradas del cristianismo.
[15] En este aspecto, estas expresiones se diferencian cualitativamente del concepto teológico más elaborado de inspiración por el Espíritu Santo en la enseñaza del Nuevo Testamento.
[16] El carácter simbólico de este lenguaje comienza con la expresión, "Dios los entregó en sus manos", donde los vocablos "manos" y "entregar" no pueden ser literales.

Fuente: Protestantedigital, 2017.

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