Por.
Wenceslao Calvo, España
Se
conoce con el nombre de ideología de género la corriente filosófica que enseña
que la identidad entre anatomía física y género sexual es una construcción
social, fruto de una determinada educación, que impone sobre el individuo un
papel a lo largo de su vida, papel que invade y hasta niega derechos que le son
propios. El hecho de
nacer con órganos de reproducción sexual femeninos no significa que la persona
sea automáticamente mujer, como tampoco el hecho de nacer con órganos de
reproducción sexual masculinos significa que la persona sea automáticamente
hombre. La denominada ideología de género considera un convencionalismo
social identificar sexo y género, por lo cual su propósito es separar ambas
cosas. Aunque biológicamente estemos dotados de unas determinadas
características físicas eso no quiere decir que tengan que estar necesariamente
asociadas a unas determinadas características personales y vitales.
Por
supuesto el principal campo de propagación de esta idea se centra en la
escuela, donde las nuevas generaciones pueden ser más fácilmente
adoctrinadas en su tesis, pero sin olvidar a los demás segmentos de la población,
a los que es preciso adoctrinar a través de los medios de comunicación y la
presencia en todo tipo de foros e instituciones, persuadiendo a los indecisos y
hasta ganando a los refractarios.
Como
cualquier eufemismo que se precie, la ideología de género busca enmascarar la
realidad mediante una jerga que esconde su verdadero contenido y ya de por sí
su nombre, ideología de género, camufla en un lenguaje aséptico lo que en
realidad se puede denominar perversión de género.
Como
las palabras son decisivas en todos los debates, es muy importante acudir a
ellas para clarificar las cosas, ya que rectas nociones nos conducirán a rectas
conclusiones, mientras que torcidas nociones nos llevarán indefectiblemente a
torcidas conclusiones. De ahí que sea una regla invariable que todos
aquellos que buscan enredar, siempre comienzan por trastocar las palabras y
así es como binomios como bien-mal, justicia-injusticia, verdad-error,
libertad-esclavitud, excelencia-vileza, belleza-fealdad, democracia-dictadura,
etc., se alteran mediante un procedimiento interesado para que su contenido se
desplace adonde a ellos les interesa. Es el archiconocido argumento expuesto
por George Orwell en su famosa novela Nineteen Eighty-four.
En
el libro de Génesis capítulo 1 y versículo 27 se afirma lo siguiente (sigo la
versión Reina-Valera de 1960): ‘Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó.’ Los dos vocablos diferenciadores usados
para los dos géneros sexuales son las palabras zakar y neqebah en
la lengua hebrea, palabras que indican el sexo de cada uno de los dos seres
humanos que Dios creó. En primer lugar es preciso notar que hay dos sexos y
solamente dos. En segundo lugar que esta diferenciación procede desde el
principio, esto es, desde el mismo acto creativo. En tercer lugar que la
traducción al español del pasaje, para ser equilibrada y correcta, debería
haber dicho macho y hembra, poniendo así en consonancia la palabra hembra con
macho, consonancia que no se da perfectamente entre hembra y varón. Pero como
la palabra macho siempre ha tenido una connotación con lo animal y modernamente
con el machismo, no sería tolerable hacer una traducción así, aunque en
realidad, si se despoja a la palabra de esas connotaciones, macho es
simplemente designación de lo masculino, como hembra lo es de lo femenino, a
causa de sus respectivos órganos sexuales. Zakar y neqebah,
pues, aluden a lo biológico. Nada más. De hecho son las dos palabras que se
emplean en el relato del diluvio para referirse a los animales que Noé metió en
el arca: ‘Dos de cada especie entrarán contigo, macho y hembra serán.’i
Sin
embargo, cuando en el capítulo dos de Génesis se narra en forma específica la
creación de los dos primeros seres humanos, ya no se echa mano de las dos
palabras anteriores sino de otras dos nuevas, que son ish e ishahii,
significando la primera varón y la segunda mujer. Aquí ya no estamos solamente
ante el hecho biológico, lo masculino y lo femenino, sino ante la diferenciación
personal, varón y mujer, que surge como consecuencia de la diferenciación
biológica y sexual. Por lo tanto, hay una continuidad e identidad entre lo
masculino y el varón, como también hay una continuidad e identidad entre lo
femenino y la mujer. Es decir, la correlación entre lo biológico, sexual y
personal es total. Adán es varón porque es del sexo masculino, de la misma
manera que Eva es mujer porque es del sexo femenino. Quien es zakar es ish
y quien es neqebah es ishah. Nunca se entrecruzan esas líneas que
siempre corren paralelas. Unas líneas paralelas que son la salvaguarda de la
humanidad y que el Creador estableció desde el origen.
La
unión entre sexo y género que enseña la Biblia, que enseña el sentido común,
que enseña la historia y que enseña la naturaleza, es la que quieren destruir
los enredadores actuales con su ‘ideología de género’, que más bien debe
denominarse perversión de género. Que ellos estén enredados es su
responsabilidad y de ello darán cuenta, pero que nos enreden a mí o a ti queda
bajo nuestra responsabilidad.
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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