Por.
Jackeline Alencar, España
Mackay
nunca dijo que era un misiólogo, pero quienes le conocieron comentan que sí lo
era, ya que en varias de sus obras se nota que era un investigador, 'indagando
el por qué de la misión y cómo llevarla a cabo'.
Antes
de señalar algunos de sus afirmaciones, digo que este libro Prefacio a la
teología cristiana, del cual he extraído algunos fragmentos, salió a la luz
en 1943, y, por lo tanto, me parece que en muchas de las páginas del mismo se
retrata una época, un tanto tumultuosa que, a mi modesto entender, se parece
mucho a la que vivimos actualmente.
Como
él mismo escribió en su libro El ecumenismo: Ciencia de la Iglesia Universal,
"Ser comunidad, aun la mejor, nunca puede ser un fin en sí; sea una
koinonia neotestamentaria, sea de aquella mística que los ortodoxos orientales
han glorificado, o en la forma de unidad ecuménica buscada entre las iglesias.
La Iglesia, concebida como una comunidad mundial de Cristo, tiene que anhelar
una meta en la historia más allá de ser un compañerismo santo.
La
Iglesia no puede existir como una colectividad que conserva meramente las
verdades 'venerables' o los principios morales exaltados, como decía Karl
Barth. Por su lealtad a la Biblia y a las tradiciones y doctrinas eclesiales,
la Comunidad de Cristo tiene que evitar el peligro de glorificar a éstas como
tesoros literarios que solamente contienen las fuentes de la ortodoxia y
ofrecer temas para reuniones sobre Fe y Constitución. La Iglesia para ser
iglesia de veras tiene que ser misionera por convicción y compromiso y ha de
afirmar esta identidad con claridad en la política y programa que ella sigue...".
Y
más: "Los líderes y los miembros de la Iglesia son llamados por Cristo a
seguirle sobre el camino a la Ciudad que tiene fundamento... tienen que ser
peregrinos, cruzados, pioneros sobre el camino del Reino... La misión de la
Iglesia esencialmente es ser una comunidad misionera para vivir así en las
fronteras de la vida en todas las sociedades y en todas las épocas de la
historia. La meta de la Iglesia es llevar a cabo el propósito de Dios en Cristo
para la humanidad. Los cristianos son llamados para hacer conocer el
Evangelio a todas las naciones y para vivir el Evangelio en cada esfera y en
cada aspecto de la vida terrenal.
La
Iglesia debe ser una comunidad que está al servicio de Dios para cumplir su
Plan en la historia. "Como comunidad es también un compañerismo del Camino
porque solamente como comunidad móvil y dinámica -un compañerismo en marcha a
todas las tierras y a todas las culturas- puede la Iglesia cumplir su destino y
lograr la misión que Dios le ha encomendado".
"La
vitalidad espiritual de la Iglesia de Cristo no puede ser comprendida solamente
por la cantidad de personas que llenan los templos para la adoración... La
Iglesia tiene que estar dispuesta a escuchar lo que Dios está diciéndole como
ciudadana de una nación particular. En una palabra, la Iglesia ha de ser
profética. Ella tiene que estar dispuesta a responder a la Palabra de Dios,
sensible a la voz de Dios y obediente para cumplir la voluntad de Dios. Es
decir, exponer la vida entera del hombre a la luz de Dios".
"Cuando
la Iglesia se identifica con Dios como su instrumento, como su mayordomo, es
decir, un administrador de su amor redentor, entonces la adoración y la
profecía llegan a su expresión culminante. Es entonces cuando la Iglesia
verdaderamente glorifica a Dios, descubre su esplendor y cumple su propósito
para la redención del mundo. Cuando la Iglesia declara abiertamente y sin
reserva que es 'el Cuerpo de Cristo', obediente a Aquél que es la Cabeza y a la
vez su vida, es que la Iglesia cumple su función redentora como 'co-obrero' con
Dios".
Se
dice que, para Mackay, "la misiología empezó a formularse temprano en
su vida por medio de una comprensión sensible de la relación entre la cultura y
la fe, es decir, un diálogo abierto y una conversación con amor con la cultura.
Se preocupaba
por entender las preguntas que la cultura hace a la religión, en vez de empezar
con la declaración de las respuestas que la fe ofrece a la sociedad.... Por eso
la misiología de Mackay se basaba en un diálogo constante mayormente con las
élites de la sociedad". Luego también consideró la importancia de este
diálogo con las masas.
Dice
Sinclair que "Mackay aprendió de Unamuno la importancia de identificar los
rasgos culturales esenciales de una cultura antes de proponer modificaciones en
su forma de pensar y actuar. Una evidencia brillante de este método es el
capítulo 'El alma ibérica', en su obra El otro Cristo español. Por ser
sensible a la cultura iberoamericana, Mackay logró penetrar a fondo con el
pensamiento cristiano evangélico de aquella cultura. O sea, con su método
encarnacional, pues estaba dispuesto a acercarse con espíritu abierto para
convivir con las realidades hispanoamericanas".
Algo
también interesante para mí es cuando dice que la Iglesia debe ser profética:
"Pero si la Iglesia, en el ejercicio de su don profético, ha de escapar al
estigma de exasperar los males del presente por medio de un puro moralismo, y
de ofrecer meros ideales y panaceas a un mundo que está interesado solamente en
realidades, es necesario que escuche de nuevo la voz de Dios, y que proclame en
toda su sencillez el evangelio de la redención aplicándolo plenamente a la
situación humana en todas partes.
La
Iglesia afirma que el silencio eterno se ha roto, que Dios mismo ha hablado en
tal forma que en Jesucristo, el Crucificado-Resucitado, hay remedio para los
males que destruyen la personalidad y la sociedad humanas.
El
Evangelio encomendado a la Iglesia no es un gran imperativo, sino una gran
indicativo; no consiste, primeramente, en un llamado a realizar ciertos ideales
humanos, sino a aceptar ciertas realidades divinas; no invita a los hombres a
conquistar algo, sino a recibir algo; pone a su alcance la nueva vida que Dios
mismo les ofrece y que puede servir de base para la construcción de un nuevo
mundo. (Prefacio...)
"En
estos últimos tiempos un aspecto muy especial de la función profética de la
Iglesia ha consistido en resistir todo intento de parte de los poderes
seculares de hacer callar su testimonio y convertirla en esclava de una
ideología o sistema político. Hay partes en el mundo en que es difícil que la
Iglesia ejercite ser la luz de Dios, sea proclamando, con todas sus
implicaciones el Evangelio de Dios". (Prefacio...)
"Todo
lo que puede hacer en esos casos, es dar testimonio de que ella pertenece a Dios,
de que es leal a Él y de que se niega a aceptar cualquiera otra lealtad.
Haciéndolo así, la Iglesia ofrece un centro espiritual de resistencia a las
arrogantes pretensiones de las nuevas iglesias seculares, o sean los regímenes
totalitarios que exigen absoluta adhesión de parte de los ciudadanos, y les
suministran en doctrina, compañerismo y culto aquello que toca a la Iglesia
suministrar a sus miembros.
Fue
la noble resistencia de la Iglesia Confesional de Alemania a las exigencias del
Estado, en momentos en que las grandes universidades y las sociedades de sabios
sucumbían bajo la férula del Fuehrer, lo que llenó a Alberto Einstein y a otros
de inmensa admiración por la Iglesia.
Y
es bastante extraño que la firme posición asumida por la Iglesia en Alemania y
otros países, en aquellos horribles días, haya ejercido mayor y más extendida
influencia en la mente secular, que muchas generaciones de predicaciones y
lucubraciones teológicas".
(Prefacio...)
"Hoy,
como en tiempos de los profetas hebreos Amos, Isaías y Jeremías, la Iglesia
Cristiana, en sus asambleas, señala a hombres y naciones el hecho de que el
orden divino del universo ha sido violado por el pecado y el error humanos. Sin
alinearse con ningún partido o facción políticos, sin desplegar la bandera de
ningún grupo o teoría sociales, la Iglesia pone en el más vigoroso relieve su
diagnóstico de las infortunadas situaciones en que el bienestar humano es
objeto de transacciones y en que se violan los principios de la justicia.
Se
hace hincapié en el hecho de que el universo tiene también, como la madera, una
"fibra", y que ¡ay de los artífices de la vida humana que forjan
planes que van contra la "fibra" del universo! Las naciones deben
saber también —y la Iglesia en nuestros tiempos se vale de diversos medios para
informar de ello a sus ciudadanos— que la única posibilidad de obtener un orden
político estable y digno es por medio de Dios". (Prefacio)
"...
la Iglesia tiene una función comunal; es decir, pertenece inherentemente a su
naturaleza y misión el establecer la realidad de la verdadera comunidad, y esto
debe hacerlo en las relaciones entre los miembros de cada grupo cristiano
local, así como en las relaciones colectivas entre todos los grupos cristianos.
Hasta donde sea posible, la Iglesia debe desempeñar un ministerio de
reconciliación en la sociedad en general. Hoy día, es en esta esfera donde la
Iglesia Cristiana ha de aportar su contribución suprema. Porque la Iglesia,
según el lema de Oxford, debe ser "verdaderamente la Iglesia.
Hombres
y mujeres deben hallar dentro de la comunidad cristiana una calidad y fuerza de
compañerismo que no pueden hallar en ninguna asociación secular. Ahora más que
nunca, en medio del derrumbamiento actual de las relaciones humanas, la
Iglesia, como en los siglos cristianos primitivos, mantiene unido al
mundo".
"A
medida que este pleno testimonio, que de Dios y de su redentora voluntad de
comunión, da la Iglesia, se manifieste cada vez más potente, se presenciará
entre todos los cristianos del mundo una unidad todavía mayor y más efectiva. La comunidad cristiana ha demostrado
ser, al presente, la comunidad más unida, así como la más universal del mundo.
En
años en que la situación internacional seguía un trágico proceso de
desintegración, la situación ecuménica se consolidaba más y más. Y mientras el
problema internacional consiste hoy en hallar una base común de entendimiento,
para que las naciones puedan ponerse de acuerdo y cooperar, el problema
ecuménico consiste en aplicar el entendimiento fundamental que ya existe entre
los cristianos, a todos los problemas de la humanidad.
Es
notable y providencial que la Iglesia ecuménica haya aparecido en el momento
preciso en que el mundo, como un todo, se convierte en un organismo ecuménico.
Cuando, por primera vez en los asuntos humanos, la unidad física y la desunión
espiritual pueden considerarse, en el sentido más absoluto, como atributos del
orden secular, es consolador hallar que, desde que la Iglesia Oriental se separó
de la Occidental, y las Iglesias Protestantes abandonaron la Iglesia de Roma,
la unidad jamás había sido tan real como ahora dentro de los contérminos de la
comunidad cristiana. Esta Iglesia ecuménica tiene una inmensa significación
comunal. Felizmente hemos llegado al momento en que está teniendo lugar no sólo
la cooperación entre diferentes iglesias, sino la unión orgánica de muchas de
ellas". (Prefacio)
"La
unidad es un deber cristiano, pero el cultivo de la unidad espiritual y la
práctica de una efectiva cooperación por parte de los cristianos que pertenecen
a diversas denominaciones, no significa que deba entrarse en la unión orgánica
con precipitación. Debe tenerse cuidado de que la unión no se efectúe por
simples razones de expediente, o por haberse perdido entre quienes la buscan la
conciencia de la verdad.
Donde
tal cosa sucede, los grupos que se unen no aportan a la vida nada de valor. A
la Iglesia Cristiana se le presenta en estos días un problema sumamente
trágico. La guerra, en gigantescas proporciones, y con más profundos intereses
jugándose en ella que en cualquiera otra época de la era cristiana, ha dividido
a la familia humana.
Tal
parecía que la escena se estuviera preparando para un choque entre continente y
continente, y no, como antes, entre nación y nación. Razón tenemos para dar
gracias a Dios de que, como dijimos, se plantaron ramas de la Iglesia Cristiana
en todas las áreas representativas del mundo, antes de que surgiera esta
trágica situación.
En
estos momentos hay cristianos, de uno y otro lado del conflicto titánico, que
empeñaron entre sí votos de fidelidad, de que, pasare lo que pasare en la arena
política para dividir las naciones a que individualmente deben cada quien
adhesión, no permitirían que surgiera situación alguna que viniera a separar
unos de otros sus corazones. La esperanza de la civilización depende en gran
parte de la lealtad con que esos cristianos sean capaces y estén dispuestos a
cumplir su promesa". (Prefacio)
"Si
la Iglesia se mantiene unida, como creemos que lo hará, un nuevo ethos, de que
hoy carece por completo el mundo, hallará fértil suelo en que desarrollarse. Y
de ese nuevo ethos surgirá un nuevo espíritu y un nuevo concepto del mundo. Hay
grupos de cristianos que han estado muy preocupados por el problema de la paz
que seguirá a la presente guerra.
Surge
esta cuestión: ¿Hasta qué punto será la Iglesia Cristiana una fuerza efectiva
para la paz y el restablecimiento de las buenas relaciones entre los pueblos
vencedores y los vencidos? La situación es tal que uno "levanta los ojos a
los montes" y, en simple desesperación, invoca a Dios pidiéndole
misericordia para nuestro mundo. Sin embargo, esto es, al menos, cierto: lo
supranacional sólo puede lograrse por medio de lo sobrenatural.
Aun
en el peor de los casos, aun cuando en nuestros tiempos la fuerza llegara a
imponerse y a hacernos retroceder a nuevas edades oscuras, siempre habrá nuevos
campos misioneros preparados para la comunidad cristiana. Porque la Iglesia
sabe que en el mundo de Dios la fuerza no prevalecerá para siempre.
Sabe
que Jesucristo es Señor y que finalmente prevalecerá la voluntad de comunión y
no la voluntad de poder. La vida y pensamiento de la Iglesia están dedicados a
hacer que la voluntad de comunión prevalezca". (Prefacio)
"Tiempo
es éste en que se vive por la esperanza. Todos nuestros planes minuciosos para
un mundo mejor han sido hechos trizas o quedado tan plagados de borrones que
difícilmente podemos reconocerlos. De nuevo exclamamos en nuestra aflicción:
"Mas nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel''.
Y
la misma Voz que antes habló, responde: "¿No era necesario que el Cristo
padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?". Entonces, se ilumina
nuestra mente y arde de nuevo nuestro corazón. Porque si el Camino a Emmaús es
todavía nuestro camino, el Gran Compañero que transitó entonces por él,
transita en él todavía, para guiar a los peregrinos de esta hora crepuscular a
la gloria de un nuevo amanecer".
Sin
prisas, continuaré hablando de Mackay, puesto que continúa invitándome a
transitar más por el Camino. Aun en medio de luces y sombras...
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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