Por.
Juan Stam, Costa Rica
Si
es cierto que "por la víspera se saca el día", entonces podemos
anticipar que el siglo XXI habrá de caracterizarse por mucha violencia [1].
Al
terminar la guerra fría entre el comunismo soviético y el capitalismo
estadounidense, el entonces presidente Bush anunció la feliz llegada del
"nuevo orden mundial". Pero en seguida irrumpió la violencia
por todos lados en un "nuevo desorden mundial": violencia en varios
países africanos y violencia en el antiguo Yugoslavia, violencia en el Golfo
Pérsico seguida por violencia contra Iraq, horrenda violencia en Israel y los
territorios palestinos, mientras seguía "la eterna balacera" en países
latinoamericanos.
La
situación se grabó con fuego en la conciencia universal con los trágicos
acontecimientos del 11 de setiembre de 2001 y con todas sus secuelas de más
terror y más violencia.
La
historia de América Latina ha sido la de cinco siglos de violencia desde la
brutal conquista de Abya Yala por los españoles. Como bien sentenció la
conferencia episcopal de Medellín (1968), este continente fue "concebido
en pecado" cuando nació en un baño de sangre, y vive en un estatus quo de
pecado mortal (literalmente). Lo peor es que esa agresión se justificó desde
las páginas de la Biblia, sobre todo apelando al paradigma de la
"conquista" de Canaán por Israel.[2]
Las
condiciones del famoso "Requerimiento" se basaban textualmente en los
términos de Deuteronomio 20:10-11 para la rendición y esclavización de las
ciudades cananeas. Desde entonces la violencia, tanto implícita
(estructural, clasista, racista) como explícita (masacres, torturas,
secuestros, desapariciones), ha reinado en la mayoría de nuestros países.
Un
poco de clarificación de términos: El complejo semántico relacionado con la
violencia es vasto:
guerra, ejército, policía, guerrilla, lucha armada, revolución, terrorismo,
tortura, masacre, atrocidades, secuestro, opresión, y muchos vocablos más.
Hay
también otros niveles del fenómeno como son la violencia sicológica, la
económica, la violencia doméstica, acoso sexual, y hasta violentos fenómenos
naturales (terremotos, volcanes, huracanes, sequías e inundaciones). Es
importante tomar en cuenta la amplia variedad de estas formas de violencia, y
también utilizar el vocabulario con la mayor precisión posible.
El
denominador común de su significado puede iluminarse por la relación de
"violencia" con el verbo "violar". Violencia puede entenderse
como todo aquello que irrespeta la dignidad del ser humano y atropella su mismo
ser como imagen y semejanza de Dios.
Se
puede "violar" al otro físicamente, hiriéndolo o matándolo, pero
también materialmente (robando o dañando sus bienes o negándole la base
material de su subsistencia); además verbalmente, sicológicamente y en muchas
otras acciones que abusan del ser humano e infringen sus derechos y su dignidad
(Horsley 1993:20-28).
Hélder
Cámara, en su libro El cristianismo y la liberación (1976.102), ofreció
uno de los más penetrantes análisis de la violencia, que se ha convertido en
punto de partida para el tema. Según don Hélder, hay tres
violencias. A la primera la llama violencia institucional, instalada
en las estructuras injustas de una sociedad opresora. Sus víctimas son
los pobres, los explotados y marginados. "Esta es la primera y la
peor violencia", dice Hélder Cámara. La segunda violencia, según
el obispo brasileño, es la violencia insurreccional, en reacción contra la
existente violencia institucionalizada. Es en efecto una
contra-violencia. La tercera es la violencia represiva, para defender al
sistema y sus privilegios contra la amenaza insurrecional.
Desafortunadamente,
se suele limitar el término "violencia" a la segunda, la violencia
revolucionaria, y se buscan eufemismos para la primera y la tercera. Como
veremos en seguida, eso es exactamente lo contrario de la semántica bíblica.
CONCEPTO
HEBREO ANTIGUO
En
el hebreo el concepto de violencia era significativamente diferente a nuestro
concepto moderno. Aunque en su lenguaje existían bastantes términos para
opresión, destrucción, robo, etc.[3], había un solo vocablo que corrrespondía
en forma precisa al sentido de "violencia", la palabra JâMâS (60
veces en AT; el verbo JâMaS ocho veces).
El
diccionario de Schökel y Morla nuclea este sustantivo alrededor de
"violencia, injusticia, agresión, brutalidad, atropello", lo cual resume bien el campo
semántico correspondiente (1999:263). Los agentes de JâMâS son siempre
los opresores, los podoerosos y privilegiados (Am 3.10; Miq 6.11-12; Ezq
7.11,19,23-34.).[4]
En
el uso hebreo, aunque nos parezca extraño, no se habla de JâMâS cometido por
los pobres y débiles, ni tampoco contra los poderosos.[5] Herbert Haag,
en un comentario sobre Sofonías 3:4, describe JâMâS como "el abuso contra
los indefensos, torciendo la ley religiosa en desventaja de ellos"
(1980:479). Después de un análisis cuidadoso, Haag concluye que "la
opresión de los [pobres]...es el sentido básico de JâMâS" (p.480).
Mott (1995:184) demuestra que "en perspectiva bíblica, la violencia es una
subcategoría de la injusticia".
Por
eso, muchas acciones que nosotros consideramos violentas, pero que no son
opresión de los poderosos contra los débiles, en el pensamiento hebreo no se
clasifican como violencia ni se condenan como tal. La conquista
sangrienta de Canaán según Josué 1-11 nunca se tilda de violenta (JâMaS).
En el libro de Jueces, tan lleno de acciones sumamente crueles, no se describen
esas "luchas armadas" como violencia sino como liberación (2:16-18;
3:9;15; 10:1) y salvación (6:14-16,36; 13:5; 15.18). El guerrillero David
niega que haya habido JâMaS en sus manos (1 Cr 12.17), a pesar de haber librado
fuertes luchas armadas.
Para
mayor rigor semántico, en este estudio trataremos de distinguir entre violencia
(sin comillas), para indicar nuestro entendimiento moderno del término, y por
otra parte "violencia" con comillas cuando nos referimos a la antigua
comprensión hebrea del concepto.
El término sin comillas significará un entendimiento de la violencia
básicamente ajeno a la conciencia hebrea; con comillas, significaría lo que
estarían entendiendo ellos pero diferente a la conceptualización nuestra.
Con
esa clarificación podemos intentar una hipótesis parcial sobre el tema: aunque
hay mucha violencia en la Biblia, Dios nunca aprueba la "violencia"
como podían entenderla ellos en su propio contexto. Esa precisión, por
supuesto, sólo pretende situar el problema, no justificar todo lo que se hizo
en la época bíblica ni mucho menos proponerlo como norma de conducta para hoy.
NOTAS AL PIE
[1]
Este artículo fue escrito para el Comentario Bíblico Latinoamericano, tomo I, a
ser publicado pronto por Verbo Divino (Buenos Aires).
[2]
Cf. J. Stam, "La Biblia en la Teología colonialista de Juan de
Sepúlveda" en Revista de Historia, Universidad Nacional de Costa Rica, #25
(enero-junio 1992), pp.157-164; "Exégesis Bíblica en la Teología de los
Conquistadores", Boletín Teológico #47/48 (12.92), pp. 267-272. Por
supuesto, otro tanto sufrieron los indígenas de las colonias británicas.
[3]
Hanks (1982:2-42; 1983:5-25) analiza diez vocablos hebreos del complejo
semántico de "opresión"; la versión inglesa agrega "diez raíces
menos frecuentes para opresión" (1983:26-31).
[4]
Job acusa a Dios de cometer JâMâS contra él (19:7); varios pasajes interpretan
la JâMâS de Asiria y Babilonia como castigo divino, en que Dios usa la
violencia de ellos para sus propósitos de justicia contra los opresores
israelitas (Hab 1.2).
[5]
Haag (1980) 479-483; Hanks (1982) 129-132; Mott (1995) 184-185.
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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