Por.
Juan Stam, Costa Rica
"El
templo se llenó de humo que procedía de la gloria y del poder de Dios, y nadie
podía entrar allí hasta que se terminaran las siete plagas de los siete
ángeles" (Apoc 15:8)
Este
detalle, de un simbolismo muy impactante pero de interpretación algo
discutible, remite obviamente a los relatos de la dedicación del tabernáculo y
del templo:
En
ese instante la nube cubrió la tienda de reunión, y la gloria de Yahvé llenó el
santuario. Moisés no podía entrar en la Tienda de reunión porque la nube se
había posado en ella y la gloria de Yahvé llenaba el santuario. Éxodo 40:34-35
Cuando
los sacerdotes se retiraron del Lugar Santo, la nube llenó el templo de Yahvé.
Y por causa de la nube, los sacerdotes no podían celebrar el culto, pues la
gloria de Yahvé había llenado el templo. 1 R 8:10-11 (2 Cr 5:13-14)[1]
En
todo el conjunto simbólico de nubes (o viento o humo) que llenan el templo, la
última frase de 15:8 es una excepción; los demás pasajes (Ex 40; 2 R 8; Is 6)
simbolizan la gloria y majestad de Dios y no la solemnidad y finalidad de su
juicio. Los otros relatos tampoco ponen énfasis en un punto terminal del
fenómeno, como hace 15:8, ni menos que la reapertura del templo dependiera de
que termine una serie de juicios muy severos.
Es
doblemente extraño: el castigo de los impíos no puede seguir adelante sin
afectar el culto de los fieles, y el culto de los fieles no puede seguir su
curso mientras Dios esté juzgando a los impíos. ¿Qué tiene que ver el uno con el otro?
[2]
Para
todos los buenos cristianos, "ir al templo" es una rutina semanal,
que en general se da por sentado como una simple actividad tradicional. Algunos
van sin mayores expectativas de posibles sorpresas, otros con gran esperanza y
entusiasmo. Pero casi nunca vamos con temor. Sentimos que con asistir estamos
haciendo algo bueno, algo que por supuesto agrada a Dios, sin dudar jamás de
nuestro derecho de entrada.
Si
algún día yo llegara al templo y alguien me dijera, "usted no puede entrar
hoy", o si encontrara la puerta cerrada con un rótulo, "Templo
Cerrado; Dios no está dispuesto a recibirlos", ¡me sentiría muy
preocupado!
¿Por
qué sería que nadie podía entrar al templo? ¿Qué fuerza tiene una nube, o el
humo, para impedir que entren?
¿Por qué tuvieron que suspenderse todos los cultos del templo para la duración
de los juicios? ¿Será que los fieles, en vez de alegrarse en el sufrimiento
ajeno al contemplar la condena de otros, o felicitarse con confianza presumida
que ellos son los justos, más bien ponen la mano sobre el pecho y reconocen su
propia indignidad para presentarse ante Dios? Ver la presencia de Dios en la
condena de otros les llenó de temor reverente, tanto que no se atrevían a
presentarse delante del Señor, hasta que se aclararan todas las cosas.
Entrar
en la presencia de Dios no es algo así como un derecho humano, ni un favor que
le hacemos a Dios, ni tampoco algo que nosotros podemos merecer. ¿Sería por eso que esta nube de humo
vino a interrumpir los rituales del templo?
En
nuestro mundo actual, de tanta espiritualidad "lite" y tanto
evangelio de ofertas y de gracia barata, ¿podría ser también que una nube de
humo ha venido entre nosotros y Dios, pero no nos damos cuenta y seguimos
adelante con nuestro "show" piadoso?[3]
Cuando
nos damos cuenta realmente de la santa presencia de Dios, tomamos con temor y
temblor el entrar en su templo.
Porque Dios está presente ahí, cualquier adoración falsa constituye un
sacrilegio frente al mismo rostro del Señor. El culto como espectáculo, como
entretenimiento o como masaje en vez de mensaje, no puede ser otra cosa que una
blasfemia.
Los
profetas hebreos, en la época pre-exílica (que en mucho se parece a la época
nuestra), denunciaban con gran vehemencia lo falso e hipócritica de las
prácticas religiosas de Israel.
El problema no era el culto mismo, sino la osadía de presentarse ante Dios sin
hacer su voluntad. El problema tampoco era que estuvieran desatendiendo los
cultos y los rituales, sino que pretendían adorar a Dios sin practicar la
justicia.
Dios
mandó al profeta Jeremías pararse en la puerta del templo y advertir a
Israel no atreverse a entrar en esos sagrados precintos: Enmienden su
conducta y sus acciones... No confíen en esas palabras engañosas que repiten:
¡Este es el templo del Señor!.. Si en verdad practican la justicia los unos con
los otros, si no oprimen al extranjero ni al huérfano ni a la viuda, si no
derraman sangre inocente en este lugar, ni siguen a otros dioses para su propio
mal, entonces los dejaré seguir viviendo en este país... Pero ustedes confían
en palabras engañosas... Roban, matan, cometen adulterio, juran en falso,
queman incienso a Baal, siguen a otros dioses... ¡y vienen y se presentan ante
mí en esta casa que lleva mi nombre... para luego seguir cometiendo todas esas
abominaciones! ¿Creen acaso que esta casa es una cueva de ladrones?
Jer 7:1-11[4]
Comparando
a Israel con Sodoma y Gomorra, el profeta Isaías denuncia esta
religiosidad falsa: ¡Oigan la palabra del Señor, gobernantes de Sodoma!
¡Escuchen la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! ¿De qué me
sirven sus muchos sacrificios? -dice el Senor-. Harto estoy de holocaustos de
carneros y de la grasa de animales engordados... ¿Por qué vienen a presentarse
ante mí? ¿Quién les mandó traer animales para que pisotearan mis atrios? No me
sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna
nueva, día de reposo, asambleas convocadas; ¡No soporto que con su
adoración me ofendan! Yo aborrezco sus lunas nuevas y festividades; se me han
vuelto una carga que estoy cansado de soportar. Cuando levantan sus manos, yo
aparto de ustedes mis ojos; aunque multipliquen sus oraciones, no las
escucharé; pues tienen las manos llenas de sangre. ¡Lávense, límpiense!
¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a
hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el
huérfano y defiendan a la viuda! Vengan, pongamos las cosas en claro, - dice el
Señor-. Is 1:10-18
Aún
más fuertes son las palabras de Amós: Yo aborrezco sus fiestas
religiosas; no me agradan sus cultos solemnes. Aunque me traigan holocaustos y
ofrendas de cereal, no los aceptaré, ni prestaré atención a los
sacrificios...[5] Aleja de mi el bullicio de tus canciones; no quiero oír la
música de tus cítaras. ¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia
como arroyo inagotable! Amós 5:21-25
Son
muy enfáticos en el mismo sentido Os 6:6; Miq 6:6-8, Jer 7:21-23 y 1 Sm 15:22.
Todos
estos pasajes insisten tajantemente en la práctica de la justicia, e insisten
en que sin la justicia, toda la práctica religiosa no es otra cosa que una
abominación ante Dios que le da asco.
Si no hay justicia, Dios rechaza sus ofrendas (Am 4:4-5), abomina sus
festividades y asambleas (Os 2:11; Am 8:10) y no escucha sus cánticos (Os
5:23-24; Am 8:10) ni sus oraciones (Is 1:15; 58:4).
Sobre
los ayunos dice el Señor: Denúnciale a mi pueblo sus rebeldías... Porque día
tras día me buscan, y desean conocer mis caminos, como si fueran una nación que
practicara la justicia... Me piden decisiones justas y desean acercarse a mí, y
hasta me reclaman: ¿Para qué ayunamos, si no lo tomas en cuenta?... Pero
el día en que ustedes ayunan, hacen negocios y explotan a sus obreros... Si
quieren que el cielo atienda sus ruegos, ¡ayunen, pero no como ahora lo hacen!
¿Acaso el ayuno que he escogido es sólo un día, para que el hombre se
mortifique?.. ¿A eso llaman ustedes día de ayuno y el día aceptable al Señor?
El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y
desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper
toda atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar
refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo, y no dejar de lado a tus
semejantes? Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora,, y al instante
llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del
Señor te seguirá. Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá:
¡Aquí estoy! Is 58:1-9
La
perspectiva bíblica es evidente. La adoración a Dios debe ser en Espíritu y en
verdad (Jn 4:24). Culto más justicia agrada a Dios. Culto sin justicia es
abominación ante Dios.
Mejor no adorar del todo, que adorar viviendo en pecado, corrupción e
injusticia. "Sin santidad nadie verá a Dios" (Hb 12:14), por mucha
"piadosidad" que exhiba. Culto sin justicia es la espiritualidad de
los que repiten sin cesar, "Señor, Señor", pero en vez de hacer la
voluntad del Padre que está en los cielos, son hacedores de maldad (Mt
7:21-23).[6]
¡Sí,
es cierto! ¡El verdadero culto es peligroso! A veces sería mejor no acercarnos
al templo, es decir, sin antes arrepentirnos de nuestros pecados e injusticias. Antes de ir al culto el próximo
domingo, examínate ante Dios -deja que Dios te examine- para estar seguro de
que no existan nubes oscuras entre ti y Dios que te bloquean el acceso a su
presencia.
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[1]
También en Ez 10:4 "la casa fue llena de una nube"; en la visión de
un futuro templo, "la gloria de Yahvé entró en la casa" y "la
gloria de Yahvé llenó la casa" (Ez 43:4-5; 44:4; cf. Hch 2:2, "un
viento...llenó toda la casa").
[2]
Un aspecto del mensaje podría ser que el juicio divino no es sólo para
"ellos" (gentiles, ateos, islámicos etc) sino es también para
"nosotros". El juicio comienza por la casa de Dios (1 P 4:17).
[3]
Exactamente lo mismo pasaba en tiempos del profeta Osías (7:8-10, "ni
cuenta se da"), véase "¿Es posible ser idólatra sin darse
cuenta?" bajo Apoc 13.
[4]
Jesús cita el último versículo de este pasaje en Mat 21:13 y paralelos en su
propia denuncia contra el abuso del templo.
[5]
Hoy podríamos traducir "fiestas religiosas" por vigilias y retiros, y
"sacrificios" por diezmos y ofrendas.
[6]
Viene al caso también la exhortación de Mt 5:23-24: "Si estás presentando
tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,
deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu
hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda".
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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