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jueves, 18 de enero de 2018

Martin Luther King, Jr. Pasión pastoral, vocación profética

Por. Carmelo Valencia, EEUU.
Este 15 de enero recordamos el natalicio de este pastor-profeta, que ya ha cobrado estatura universal por su compromiso y martirio. No olvidemos que el 4 de abril de 1968 fue vilmente asesinado, allá en Memphis. Se cumplen 50 años en esa fecha.
Al acercarnos, una vez más, a esta figura que convoca siempre al auto-examen y la búsqueda, quisiera enfocar en dos dimensiones que conjugan y definen el perfil y el ministerio de este afro-americano siempre vigente. Por un está lado su pasión pastoral y por el otro su vocación profética. Su ministerio de compasión amorosa encarna esos perfiles que lo definen como siervo de Dios.
Quisiera destacar estos perfiles ministeriales de Martin Luther King, Jr., reflexionando sobre dos lecturas recientes que rescatan esas dimensiones mencionadas, y reiteran la radicalidad del compromiso de Martin Luther King, Jr. por la justicia y su lucha existencial por ser consecuente en la ruta hacia su entrega total por la liberación plena de su pueblo afro-americano.
En el libro Stride Toward Freedom. The Montgomery Story (Boston: Beacon Press, 2010, 1-10), hay un capítulo en que abre la mente y el corazón de este pastor-profeta, con una transparencia y autenticidad admirable. El capítulo lo titula: Return to the South (Regreso al Sur). Relata que ha recibido la invitación para ser pastor en la Iglesia Bautista de la Avenida Dexter en Montgomery, Alabama. En el corazón mismo del sur racista y segregacionista. Por años Montgomery se consideraba la Cuna de la Confederación.
Otras invitaciones a pastorados en Massachussets y Nueva York también habían surgido. Había llegado el momento de considerar seriamente el llamado de la Iglesia Bautista en Dexter, Montgomery. Con mucha ansiedad y determinación predicó el “sermón de prueba”. Finalmente fue llamado en una elección congregacional por unanimidad. Entonces, surgía con fuerza el gran dilema de aceptar un pastorado en el Sur, con toda su turbulencia y conflicto, o irse a una cátedra de teología de uno de los seminarios prestigiosos que lo consideraban seriamente. En consulta con su esposa Coretta y con el resto de la familia extendida, optaron por los sacrificios y luchas que habría que enfrentar en el Sur. En septiembre de 1964 se movieron a Montgomery, Alabama. Los retos y desafíos de aquí en adelante lo llevaron a Martin Luther King, Jr. y su familia los en volvieron en un ministerio pastoral-profético que no pudieron eludir más. El resto lo conocemos bien.
El otro libro que he leído con suma atención es una antología de artículos editados, con una sólida introducción, por el amigo y hermano, Dr. Cornel WestThe Radical King. (Boston: Beacon Press, 2015). La división en cuatro partes, traza una trayectoria que presenta los ángulos más proféticos de Martin Luther King, Jr., su visión revolucionaria, resaltando su identificación con los pobres, su oposición a la guerra de Vietnam y su lucha contra un imperialismo global creciente.
Mi lectura de estos textos confirma ese perfil profético de Martin Luther King, Jr. que muchas veces ha querido ser domesticado o silenciado, incluso resaltando su postura no violenta, con un pacifismo inofensivo que nunca fue la postura de éste valeroso y militante promotor de la justicia del Reinado de Dios. Martin Luther King, Jr. fue un constructor de paz con una ética radical en su propia entrega martirial. Su vida y sacrificio confirman su tesitura espiritual y su predicación pastoral-profética nos muestran el perfil de un cristiano auténtico y cabal.
Quisiera resumir lo que he intentado plantear aquí con tres perspectivas que nos ayuden a comprender la trascendencia, importancia y vigencia de Martin Luther King Jr. en los conflictos y luchas que estamos enfrentando en Estados Unidos y en todo el mundo.
En primer lugar, la pasión pastoral y la vocación profética son dimensiones que se complementan. Su expresión más certera y pertinente es el ministerio del acompañamiento y el compromiso. Jamás una pastoral descomprometida, nunca una función profética sin promoción de la justicia y la paz.
En segundo lugar, es de vital importancia reconocer y entender que lo profético va de la mano con lo martirial. Es decir, somos testigos de un evangelio que se encarna y puede reclamar la entrega de nuestra propia vida.
En tercer lugar, como nos recuerda Abraham J. Heschel en su monumental y valiosa obra, The Prophets. (New York: HarperCollins, 2001, 5-6), el profeta es una persona que recibe una carga pesada de Dios. “La profecía es la voz que Dios ha prestado a la agonía silente”. Entonces, nos añade, Abraham J. Herschel: “Dios rige el mundo con justicia y compasión, o amor. Estos dos caminos no son divergentes, más bien complementarios, porque, es por la compasión que la justicia es administrada”. (280).
En su última predicación desde el Templo C.H. Mason, Iglesia de Dios en Cristo, Memphis, Tennessee, Martin Luther King, Jr. lo expresa con certeza: “Yo veo la tierra prometida”. Les comunica que como pueblo ellos poseerán la tierra prometida. El probablemente no llegue allí. Y con voz convincente (hay video) resume su ministerio: “Mis ojos han visto la gloria de la llegada del Señor”. (Salmo 121). Ha cumplido su misión.
¡Que este pastor-profeta nos siga alentando y animando en esta caminada hacia la plenitud del reinado de Dios y su justicia!


Fuente: Lupaprotestante, 2018

domingo, 24 de agosto de 2014

Bonhoeffer no participó en intento de asesinar a Hitler (III)

Por. Carlos Martínez García, México*
Thiessen Nation demuestra fehacientemente la consistencia en el pacifismo de Bonhoeffer a partir de su estancia en Nueva York (1930-1931) y hasta el día de su ejecución, el 9 de abril de 1945. 
Incluso quienes sostienen que Dietrich Bonhoeffer estuvo involucrado en alguno de los intentos de asesinar a Hitler no dudan de su pacifismo anterior a su pretendido compromiso con el magnicidio. Desde esta óptica fue la ominosa realidad del nazismo la que habría llevado a Bonhoffer a darse cuenta de que tal realidad demandaba una salida tan contundente como el asesinato del dictador. Para Bonhoeffer era claro que los nazis representaban un gran peligro no solamente para la sociedad alemana sino también para el orden mundial. De ahí su interés porque los cristianos supiesen leer correctamente los signos de los tiempos, antes que dejarse cautivar por las pretensiones supremacistas que con fervor religioso predicaba Adolfo Hitler. En un sermón del 14 de octubre de 1934, Dietrich advirtió: “sea que queramos verlo o no, sea que pensemos es correcto o no lo es, las iglesias están atrapadas en una lucha por su fe como no la hemos tenido en cientos de años. Esta es una lucha, estemos o no de acuerdo, acerca de nuestra confesión de Jesucristo como único Señor y Redentor del mundo”. Estas palabras adquieren toda su dimensión ante las reivindicaciones mesiánicas de Hitler.
Bonhoeffer junto con otros líderes de la Iglesia Confesante Alemana estuvieron activos en la construcción de alternativas que confrontasen la rendición al totalitarismo hitleriano por parte de los llamados Cristianos Alemanes. Una de esas alternativas fue la capacitación ministerial clandestina de lo que se conoció como el Seminario de Finkenwalde. De la experiencia en el proyecto, particularmente en el periodo primavera de 1935 al otoño de 1937, Bonhoeffer dejó constancia de lo que significó para el en el libro  Vida en comunidad.  El 16 de marzo fue ordenada por el régimen nazi la conscripción militar obligatoria. En el movimiento de la Iglesia Confesante hubo quienes no vieron en ello peligro alguno, porque, argumentaban, era una oportunidad de servir a la nación alemana sin, necesariamente, verse involucrado en acciones beligerantes. Entonces, de acuerdo con el acucioso biógrafo Eberhard Bethge, “el número de objetores de conciencia en la Iglesia evangélica Alemana en aquel tiempo podrían haberse contado con los dedos de una mano”. Los estudiantes en Finkenwalde debieron quedar en shock cuando supieron que entre esos pocos objetores se encontraba su profesor Dietrich Bonhoeffer, subraya Thiessen Nation, autor del libro que he venido reseñando.
Desde años atrás Bonhoeffer estaba muy interesado en el movimiento encabezado por Gandhi. Fue en 1934 cuando estuvo a punto de conocer directamente en la India la gesta pacificadora, “estaba motivado por el deseo de atestiguar la encarnación hecha por Gandhi del Sermón del Monte”, escribió Bethge. El viaje no se realizó porque Bonhoeffer aceptó quedarse en Alemania por petición de líderes de lo que vendría a ser la Iglesia Confesante, quienes consideraban importante la estancia del teólogo en momentos definitorios para los opositores a Hitler.
El obispo Theodor Heckel, director de la oficina de relaciones externas de la Iglesia Evangélica Alemana, hizo llegar un comunicado en el que advertía a las autoridades eclesiásticas sobre que Bonhoeffer podría “ser acusado [por el régimen nazi] de pacifista y enemigo del Estado”, por lo cual consideraba necesario para el organismo desvincularse del personaje. En agosto de 1936 fue notificado a Bonhoeffer que le estaba prohibido enseñar en la Universidad de Berlín. En septiembre de 1937 el Seminario de Finkenwalde fue cerrado por la Gestapo. En septiembre de 1938 contribuyó para sacar exitosamente de Alemania a su hermana y su esposo que era judío. Dos años más tarde, también en septiembre, le fue prohibido hablar en público, y en marzo del año siguiente supo que también le quedaba prohibido publicar sus escritos. Mark Thiessen Nation sostiene que hubo autores anteriores a Larry Rasmussen que dejaron entrever que Bonhoeffer fue condenado a muerte por los nazis debido a su participación en planes para asesinar a Hitler, es Rasmussen el autor del libro en inglés que más ha influido para presentar el tránsito de Bonhoeffer del pacifismo al tiranicidio.
El libro de Rasmussen se titula  Dietrich Bonhoeffer: Reality and Resistance,  y la primera edición es de 1972. La reedición más reciente, del 2005, reproduce sin cambios la de 1972. Rasmussen sostiene que Bonhoeffer dejó atrás el pacifismo y entre 1940 y 1943 se involucró en complots para tratar de acabar con el nazismo mediante el asesinato de su líder. El antes teólogo partidario de la vía no violenta habría cambiado su perspectiva durante el lapso que colaboró en la agencia militar de inteligencia alemana (la Abwehr, defensa), donde estuvo desde finales de octubre de 1940 hasta que fue arrestado el 5 de abril de 1943. A diferencia de quienes han sobrestimado las actividades de Bonhoeffer en la Abwehr, Thiessen Nation sostiene con evidencias que la participación de aquél fue menor y de escasa responsabilidad. Es cierto que en la Abwehr se incrustaron algunos interesados en conspirar contra Hitler y entre ellos varios dispuestos a participar en un atentado que terminase con la vida del tirano. De este hecho hay quienes han trazado una línea directa de vinculación entre Bonhoeffer y los decididos perpetrar el tiranicidio.
De los aproximadamente 13 mil empleados de la Abwehr, unos cincuenta estuvieron involucrados en operaciones para intentar acabar con la vida de Hitler. Thiessen Nation llama la atención a un dato interesante y que ha sido poco aquilatado por los que involucran a Bonhoeffer en los atentados: la oficina central de la Abwehr estaba en Berlín, donde laboraban los principales conspiradores, y el teólogo lo hacía en la oficina de Munich, distante 300 millas de Berlín. Tal factor hacía sumamente difícil encuentros frecuentes con quienes estaban haciendo cuidadosos planes para liquidar a Hitler, encuentros que debían ser cara a cara y en secrecía evitando ser descubiertos por la eficaz inteligencia nazi.
En mayo de 1939 Bonhoeffer fue llamado a las filas militares, él viajó entonces en junio a Nueva York para evadir la conscripción. Pudo quedarse allí, pero decidió regresar a su país pocas semanas después porque si no, como escribió en carta a Reinhold Niebuhr, “no tendría derecho a participar en la reconstrucción de la vida cristiana en Alemania después de la guerra si no compartí las dificultades de la época con mi pueblo”. A su regreso a Alemania buscó ser capellán militar, pero su solicitud fue negada en febrero de 1940. Su siguiente movimiento para evadir el servicio militar, en el que necesariamente tendría que “matar a los enemigos de Alemania en el nombre de Hitler”, escribe Thiessen Nation, fue ingresar a la Abwehr.
Hubo 42 intentos separados entre sí por asesinar a Hitler. Según el recuento de historiadores como Roger Moorehouse ( Killling Hitler: The Plots, the Assasins, and the Dictator Who Created Dead,  Bantam Books, New York, 2005). Varios de esos intentos sólo quedaron en acciones iniciales que debieron ser desarticuladas por sus instigadores ante el peligro de ser descubiertos por los nazis. Cinco de los intentos de magnicidio conducirían a posibles conexiones de Bonhoeffer con los conspiradores. De los cinco complots, uno tuvo lugar en 1938 y otro en 1939. El primero fue orquestado por militares en desacuerdo con el rumbo que estaba tomando el gobierno encabezado por Hitler. El segundo planificado para el 11 de noviembre de 1939, con la participación de militares de alto rango, buscaba detener el belicismo hitleriano que dos meses atrás había invadido Polonia. Ambos atentados debieron ser cancelados por sus autores, al no tener condiciones favorables para realizarlos. Hasta ahora ninguno de los que presentan a Bonhoeffer como partícipe en algún atentado contra Hitler lo han vinculado con los intentos de 1938 y 1939, y no lo han hecho porque no hay evidencias.
Dos atentados más fueron los del 13 y 21 de marzo de 1943. El del día 13, llamado “Operación Flash”, consistía en colocar una bomba en el avión que transportaría a Hitler. La bomba fue colocada en la aeronave, pero no detonó y tampoco los operadores del intento fueron descubiertos. El 21 de marzo Adolfo Hitler daría un discurso en la celebración del Día de los Héroes en Berlín, tras el cual visitaría una exhibición de armas incautadas a los soviéticos. El encargado de darle el tour a Hitler fue Rudolf-Christoph von Gersdorff, alto oficial de inteligencia y al mismo tiempo comprometido con la resistencia anti nazi. Hitler apenas estuvo dos minutos en el tour (estaba diseñado para durar 30 minutos), y von Gersdorff no tuvo tiempo para detonar la bomba que llevaba entre sus ropas. De estos dos intentos se sabría tiempo después, y como en su momento no fueron descubiertos los gestores de los mismos no tuvieron represalias inmediatas. Como en los dos anteriores atentados, los de 1938 y 1939, en estos de 1943 tampoco existe evidencia alguna de que Bonhoeffer haya sido parte en su preparación y menos en la implementación de los mismos.
El más conocido de los atentados contra Hitler, y el más cercano a tener el éxito buscado por quienes lo llevaron a cabo, fue el perpetrado por Claus von Stauffenberg, el 20 de julio de 1944. Stauffenberg había estado en África bajo el mando de Erwin Rommel, donde el 7 de abril de 1943 a consecuencia de heridas en batalla perdió un ojo, la mano derecha y dos dedos de la mano izquierda. Por su valentía, Stauffenberg fue reconocido por el mismo Hitler, y tuvo acceso a las reuniones del dictador con su círculo cercano conformado por militares.
El 20 de julio de 1944, Stauffenberg participó en una de las reuniones antes aludidas. Sin ser percibido por los demás asistentes puso una bomba en el lugar, momentos después salió del salón de juntas y escuchó la detonación del artefacto. Stauffenberg pensó que había liquidado al tirano, pero éste sólo sufrió heridas leves. El fallido atentado ha sido recreado para el cine en el filme  Operación Valquiria,  con Tom Cruise en el papel de Claus von Stauffenberg. Para cuando Operación Valquiria tuvo lugar, Dietrich Bonhoeffer tenía un año y tres meses de estar encarcelado. Por lo tanto es más que evidente su ausencia en el atentado. Bonhoeffer, nos dice Mark Thiessen Nation, fue llevado a la cárcel por los nazis debido a su decidida participación en Operación 7, la cual consistió en sacar clandestinamente de Alemania primero a siete judíos y después a 14 para salvarles la vida.
Thiessen Nation demuestra fehacientemente la consistencia en el pacifismo de Bonhoeffer a partir de su estancia en Nueva York (1930-1931) y hasta el día de su ejecución, el 9 de abril de 1945. El libro de Mark Thiessen fue publicado en octubre del 2013, a diez meses de haber salido a la luz su afirmación de que el involucramiento de Bonhoffer en atentado alguno contra la vida de Hitler es un mito no ha sido desmentida. Y me parece que difícilmente lo será porque Bonhoeffer fue un constructor de paz y eso le costó la vida. Sus verdugos en Flossenbürg condujeron a Dietrich Bonhoeffer a la horca (hicieron que caminara desnudo hacia ella). Sus últimas palabras fueron una confesión de esperanza, una certeza para quien confiesa al Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz: “Este es el final, pero para mí el principio de la vida”. Amén


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