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lunes, 29 de agosto de 2016

La conversión cristocéntrica de Menno Simons



Por. Carlos Martínez García, México
La lectura de la Biblia y su entendimiento cristocéntrico conformaron la práctica misional de Menno Simons. Para su conversión confluyeron varios factores, pero fue el descubrimiento del ministerio de Jesús el Cristo lo que cambió radicalmente al sacerdote católico romano y le hizo tomar la decisión de pastorear a un pequeño grupo de anabautistas pacificadores.
El nacimiento de Menno fue en 1496, en una población pequeña llamada Witmarsum, Friesland, Holanda. Sus padres lo ingresaron, a los nueve años, en la escuela de un convento. Cuando cumplió veinte años hizo votos de novicio, y ocho años más tarde recibió la ordenación sacerdotal. La primera parroquia en la que sirvió fue una situada en Pingjum, no muy lejos de donde nació.
Como párroco, recordaría años más tarde, en compañía de otros eclesiásticos se la pasaba “jugando, tomando y practicando otros pasatiempos en total vanidad” (Helmut Siemens, Menno Simons: su concepto de la Biblia, una evaluación, Centro de Estudios de Teología Anabautista y de Paz, Asunción, 2012, p. 18).
Junto con dudas sobre la transubstanciación (¿eran realmente transformados el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo mediante la declaración del sacerdote’), Menno Simons comenzó a leer la Biblia en 1524, sobre todo el Nuevo Testamento, “y en eso no llegué lejos, antes de ver que habíamos sido engañados y mi anteriormente mencionada conciencia afligida fue liberada de esta aflicción, sin toda instrucción humana” (Siemens, op. cit., pp. 19-20).
Menno, todavía como sacerdote católico, predicaba conforme a lo que iba comprendiendo de sus lecturas bíblicas. También leyó algunas obras de Martín Lutero y conoció grupos que habían roto con el catolicismo romano.
Lo que aceleró el cambio en las concepciones de Menno sobre lo que significaba seguir a Cristo, fue la decapitación de Sicke Snyder, el 20 de marzo de 1531 en Leeuwarden, por haberse rebautizado de adulto.
Entonces Simons conoció la existencia de un grupo que no practicaba el bautismo de infantes, sino de creyentes conscientes de la decisión que tomaban al dar testimonio público de seguir a Jesús junto con otros y otras en una comunidad de fe.
El caso Snyder hizo que revisara “la Escritura con diligencia, y reflexioné seriamente en ella, pero no pude encontrar ningún relato de bautismo infantil. En vista de que me había enterado de esto, conversé con mi pastor [católico] sobre estas cosas. Después de muchas palabras conseguí que reconociera que el bautismo infantil no tenía ningún fundamento en la Escritura” (Menno Simons, Un fundamento de fe, Centro de Estudios de Teología Anabautista y de Paz, Asunción, 2013, p. 14. La primera versión es de 1540, la segunda de 1558, de la cual procede la traducción al castellano que cito).
Como antes la transubstanciación, el tema de quiénes debían ser bautizados provocó que Menno buscará respuesta en el estudio bíblico, y además en obras de reformadores como Martín Lutero, Enrique Bullinger y Martín Bucero.
Tras haber leído a estos teólogos, Simons escribió: “descubrí en todas partes que los autores divergieron tanto acerca del fundamento, y que cada uno seguía su propio razonamiento, me quedó claro que fuimos engañados en cuanto al bautismo infantil” (Un fundamento de fe, p. 15).
En 1532 Menno Simons es enviado a Witmarsum, su aldea natal, para encargarse de una parroquia. Entró en contacto con anabautistas, pero no se hizo uno de ellos aunque ya tenía creencias similares. Más bien, escribió, “me atrajeron la codicia y avidez de hacerme un gran nombre. Ahí hable muchas cosas de la Palabra del Señor sin el Espíritu y sin amor, igual que otros hipócritas. Y de esta manera hice discípulos que me parecían jactanciosos, vanos, charlatanes imprudentes, quienes lamentablemente no tomaban estas cosas en serio, igual que yo”.
Los acontecimientos insurreccionales de 1534-1535 en Münster, donde dos autoproclamados profetas (Jan Van Leiden y Jan Matthijs) encabezaron el establecimiento de la Nueva Jerusalén y anunciaron el advenimiento del Apocalipsis, sacudieron la conciencia de Menno Simons dado el trágico desenlace en el que terminó el experimento: la represión sangrienta por parte de las autoridades católicas y la posterior desbandada de quienes Simons consideraba habían sido cautivados por las visiones milenaristas de líderes que se creyeron ungidos para instaurar el Reino de Dios por asalto y a través de la violencia.
La debacle de Münster tocó muy de cerca a Menno, cuando en marzo de 1535 un grupo que sostenía posiciones semejantes a los insurrectos de aquél lugar fue mortalmente reprimido en el Antiguo Monasterio cercano a Bolsward. El hermano menor de Simons, de nombre Peter, figuró entre los que perdieron la vida ( John Howard Yoder, Textos escogidos de la Reforma Radical, Editorial La Aurora, Buenos Aires 1976, p. 399; y Abraham Friesen, Menno Simons; Dutch Reformer Between Luther, Erasmus and the Holy Spirit, Xlibris, s/l, 2015, p. XIV).
La decisión de abandonar a la Iglesia católica y renunciar al sacerdocio fue tomada por Menno Simons en 1536. Entonces fue bautizado por Obbe Philips y comenzó su ministerio pastoral itinerante entre las células anabautistas dispersas en los países bajos y el norte de Alemania.
Las redes clandestinas de creyentes lo protegieron de la pena de muerte que pesaba sobre él por rechazar el paidobautismo y negar autoridad a los gobernantes para decidir acerca de cuestiones de fe.
Menno y los anabautistas de los grupos pastoreados por él eran firmes creyentes en el mandato dado por Jesús de ir a todas las naciones para hacer discípulos. No reconocieron la jurisdicción excluyente de las iglesias territoriales y con su activismo evangelizador fueron percibidos como un peligro para la unidad Estado-Iglesia oficial, fuera ésta católica o protestante.
Sin referirse conceptualmente al punto máximo de la historia de la salvación, el cual es Jesucristo, como revelación progresiva de Dios, Menno sostenía la supremacía del Verbo encarnado en los asuntos de fe y conducta. Es así que “con su énfasis cristológico expresa justamente lo que dice este término. Su concepto de Cristo como la figura central de la Historia de la Salvación de Dios, en la cual se cumplen todas las profecías y promesas del Antiguo Testamento, tiene fundamento bíblico. Desde este punto, todas las expresiones bíblicas, también las del Antiguo Testamento, reciben su significado y su valoración. Desde esta perspectiva puede subrayar el carácter preparativo del Antiguo y la supremacía del Nuevo Testamento” (Siemens, op. cit., p. 100).
Entonces su fondo y forma de hacer misión, siguiendo el ejemplo de Cristo, fue resultado de un ejercicio hermenéutico en el que la centralidad la tenía exclusivamente la Palabra hecha ser humano, “quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos” (Filipenses 2:6-7, NVI).
De la actividad misional cristológica de Menno trataré la próxima semana.

Fuente: Protestantedigital, 2016.

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