Por. Juan Stam, Costa Rica
Este término, un poco curioso, tiene una
historia interesante. Durante las últimas décadas del siglo XIX los opositores
del liberalismo no se llamaban fundamentalistas sino ortodoxos, conservadores o
defensores de la sana doctrina.
En esa guerra sin cuartel contra los liberales, dos
multimillonarios petroleros, los hermanos Lyman y Milton Steward, ofrecieron
financiar una nueva revista con el título de “The Fundamentals” (adjetivo
sustantivado, para decir “las doctrinas fundamentales”).
Entre 1910 y 1915 publicaron 12 extensos tomos, de
los que circularon más de tres millones de ejemplares en forma gratuita a
pastores, seminaristas y otros líderes.
De ese proyecto quedó el nombre de
"fundamentalistas" como movimiento histórico.
El fundamentalismo traía desde su nacimiento un
virus mortal, que era el reduccionismo.[1]
Les gustaba reducir todo a los cinco o seis puntos
fundamentales.
Ya en 1895 la famosa Conferencia de Niágara definió
los temas del conflicto: la inerrancia de la Biblia y su interpretación
literal, la deidad y nacimiento virginal de Jesús, su muerte en la cruz como
expiación vicaria, su resurrección y su regreso físico a la tierra.
Insistía también en la historicidad literal de
todos los milagros narrados en la Biblia y de los primeros capítulos de Génesis
(creación literal en seis días, diluvio universal).
Muy importante además era el rechazo categórico de
la evolución y la alta crítica bíblica.
La temática se limitaba a los temas de controversia
con los liberales, sin tomar en consideración otros temas urgentes como el
reino de Dios, la iglesia y su misión, la humanidad de Jesús, la hermenéutica y
mucho más.
En la ética fundamentalista ocurrió el mismo
reduccionismo, resumiendo toda la moral en cinco o seis tabúes, mayormente
irrelevantes: no ir al cine, no bailar, no fumar, no beber, no jugar naipes y
no pertenecer a sociedades secretas.
Implícita estaba otra prohibición: no participar en
"el mundo", la sociedad secular.
Frente al "evangelio social" de los
liberales, los fundamentalistas proclamaban un "evangelio
anti-social", de extrema derecha (diríamos hoy). El fundamentalismo no
se preocupó por una integral ética personal, mucho menos una ética social.
El trágico papel de William Jennings Bryant en el
proceso contra el profesor Scopes por enseñar la evolución (Dayton, Tenessee,
1925) desacreditó significativamente la seriedad intelectual de los fundamentalistas.
Con el tiempo dos corrientes tomaron
prominencia en el fundamentalismo. La primera fue el dispensacionalismo de
la Biblia Scofield, con un fuerte énfasis en el rapto de la iglesia.
La otra fue el separatismo, encabezado por
Carl McIntire. Éstos enseñaron la "triple separación": separarse
personalmente de la falsa doctrina, separarse de cualquier iglesia que enseñe
falsa doctrina y, separarse de las personas que no se han separado de esas
iglesias, aunque la doctrina de ellos sea sana.
Con cada década el fundamentalismo se volvía más
ofensivo, hasta que el mismo término llegó a ser sinónimo de necedad y
malacrianza, ignorancia y fanatismo.
NOTAS
[1] Otros
defectos congénitos del fundametanlismo eran el literalismo, el legalismo y el
dogmatismo.
Fuente: Protestantedigital, 2016
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