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miércoles, 10 de agosto de 2016

Misión cristocéntrica (II)



Por. Carlos Martínez García, México
Primero se benefició de la esclavitud, después fue un opositor del régimen que deshumanizó a los pobladores originales del Nuevo Mundo. Bartolomé de Las Casas (1484-1566) llegó a la Isla La Española (territorio hoy compartido por República Dominicana y Haití) en 1502. Tuvo esclavos indígenas para que trabajaran en las minas y cultivando tierras.
El 21 de diciembre de 1511, cuarto Domingo de Adviento, escuchó el sermón dado por Antón de Montesinos en nombre suyo y de los dominicos. La pieza fue una severa denuncia de la empresa colonizadora, y a ella nos referimos la semana pasada. Inicialmente las palabras de Montesinos tuvieron poco efecto en el encomendero Bartolomé de Las Casas, pero pocos años después serían centrales para llevarle a romper con el sistema del que fue cómplice.
Lewis Hanke narra que Las Casas participó en la conquista de Cuba (1512). Al año siguiente fue recompensado por este servicio y le fueron otorgados tierras y esclavos. En 1514 “un fraile dominico le negó los sacramentos en vista de que poseía esclavos”, se defendió de la negativa pero no pudo convencer al fraile (La humanidad es una, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, p. 28).
Su crisis de conciencia le llevó a renunciar en 1515 a la encomienda real que usufructuaba, e inició su larga lid contra la explotación de los indígenas y por la defensa de sus derechos.
Tras renunciar a sus propiedades y privilegios como colonizador, Las Casas viaja a España con el fin de informar a la Corona de las atrocidades cometidas contra los indígenas. Permanece allí hasta 1517, cuando regresa a La Española y atestigua el empeoramiento de las condiciones que mermaban a los indígenas.
Colonos de La Española, como Antonio de Villasante y Lucas Vázquez, expresaron el concepto en que tenían a los indios, el primero “afirmó enfáticamente que ni los indios ni las indias eran capaces de mandarse a sí mismos, ni siquiera como lo haría el más rudo de los españoles”. Para el segundo, “resultaba preferible […] que los indígenas se volvieran hombres siervos a que siguieran siendo bestias libres” (Lewis Hanke, op. cit., p. 33).
Lo central era que se negaba su condición de seres humanos a los pobladores originarios, se les consideraba carentes de capacidades racionales y sentimentales. Así lo expuso en 1525 el padre dominico Tomás Ortiz, cuya argumentación era la antípoda de lo predicado por Antón de Montesinos: “Dios nunca ha creado una raza más llena de vicios […] Los indios son más estúpidos que los asnos y rechazan cualquier tipo de progreso”.
Bartolomé de Las Casas ingresó en La Española a la orden de los dominicos en 1522. Al contrario de los años en que tuvo esclavos, su forma de relacionarse con los indígenas era sin violencia y convencido de su plena humanidad. También inicia la tarea de documentar y escribir tanto sobre la cruel colonización española, como acerca de las características culturales de los pobladores originales del llamado Nuevo Mundo.
En 1527 comenzó a redactar la Historia de Las Indias, según él mismo lo dejó asentado en el prólogo que hizo a la obra en 1552 (el dato está en la edición del tomo I, publicado por la Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1986, p. 18)
Su convicción de hacer misión al estilo de Cristo quedó bien consignada en De unico vocationis modo omnium gentium ad veram religionem, de 1534 (edición en español: Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión, Fondo de Cultura Económica, México, 1975).
La obra es “un gran tratado doctrinal en que desarrolla su teoría de la conquista evangélica, es decir de la atracción a la fe cristiana por medios únicamente persuasivos, y probaba largamente, por otra parte, la plena capacidad intelectual de las gentes del Nuevo Mundo” (Prólogo de André Saint-Lu, Historia de las Indias, p. XIX).
Cuando Las Casas expuso de viva voz su teología cristocéntrica, y por lo tanto la necesidad de hacer misión en el ejemplo de Cristo, “ante los españoles de Santiago de Guatemala, sólo encontró carcajadas de desprecio y provocaciones para que pusiera en práctica sus ‘disparatadas’ teorías con tan belicosas gentes como los indios nativos” ( http://cvc.cervantes.es/literatura/aispi/pdf/11/11_091.pdf, p. 94).
A principios de 1545 llega a Chiapas como primer obispo de ésa provincia de la Nueva España. Comprueba la devastación de los conquistadores españoles, y los presenta con términos muy duros, menciona que el mismo Lucifer gobernaba mejor “que la infidelidad más profunda destas gentes […] ni en tiempos de [Pedro] Alvarado, ni de Nuño de Guzmán […] se han hecho delitos tan enormes. Los peores son los ministros de la justicia del rey” (Gudrun Lenkersdorf, “Huellas de Fray Bartolomé de Las Casas en Chiapas”, http://bibliohistorico.juridicas.unam.mx/libros/4/1773/10.pdf, p. 283).
En 1550 Las Casas renuncia al obispado de Chiapas, viaja a España y participa en agosto en un debate, en Valladolid, donde su contrincante fue el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda, decidido partidario de la conquista sangrienta de los pueblos indios del Nuevo Mundo. De los argumentos cristocéntricos aportados en la controversia por fray Bartolomé daré cuenta en el próximo artículo.

Fuente: Protestantedigital, 2016

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