Por. Carlos Martínez García, México
Primero se benefició de la esclavitud, después
fue un opositor del régimen que deshumanizó a los pobladores originales del
Nuevo Mundo. Bartolomé de Las Casas (1484-1566) llegó a la Isla La Española
(territorio hoy compartido por República Dominicana y Haití) en 1502. Tuvo
esclavos indígenas para que trabajaran en las minas y cultivando tierras.
El 21 de diciembre de 1511, cuarto Domingo de
Adviento, escuchó el sermón dado por Antón de Montesinos en nombre suyo
y de los dominicos. La pieza fue una severa denuncia de la empresa
colonizadora, y a ella nos referimos la semana pasada. Inicialmente las
palabras de Montesinos tuvieron poco efecto en el encomendero Bartolomé de Las
Casas, pero pocos años después serían centrales para llevarle a romper con el
sistema del que fue cómplice.
Lewis Hanke narra que Las Casas participó en la
conquista de Cuba (1512). Al año siguiente fue recompensado por este servicio y
le fueron otorgados tierras y esclavos. En 1514 “un fraile dominico le negó los
sacramentos en vista de que poseía esclavos”, se defendió de la negativa pero
no pudo convencer al fraile (La humanidad es una, Fondo de Cultura Económica,
México, 1985, p. 28).
Su crisis de conciencia le llevó a renunciar en
1515 a la encomienda real que usufructuaba, e inició su larga lid contra la
explotación de los indígenas y por la defensa de sus derechos.
Tras renunciar a sus propiedades y privilegios como
colonizador, Las Casas viaja a España con el fin de informar a la Corona de las
atrocidades cometidas contra los indígenas. Permanece allí hasta 1517, cuando
regresa a La Española y atestigua el empeoramiento de las condiciones que
mermaban a los indígenas.
Colonos de La Española, como Antonio de Villasante
y Lucas Vázquez, expresaron el concepto en que tenían a los indios, el primero
“afirmó enfáticamente que ni los indios ni las indias eran capaces de mandarse
a sí mismos, ni siquiera como lo haría el más rudo de los españoles”. Para el
segundo, “resultaba preferible […] que los indígenas se volvieran hombres
siervos a que siguieran siendo bestias libres” (Lewis Hanke, op. cit., p. 33).
Lo central era que se negaba su condición de
seres humanos a los pobladores originarios, se les consideraba carentes de
capacidades racionales y sentimentales. Así lo expuso en 1525 el padre
dominico Tomás Ortiz, cuya argumentación era la antípoda de lo predicado por
Antón de Montesinos: “Dios nunca ha creado una raza más llena de vicios […] Los
indios son más estúpidos que los asnos y rechazan cualquier tipo de progreso”.
Bartolomé de Las Casas ingresó en La Española a la orden
de los dominicos en 1522. Al contrario de los años en que tuvo esclavos, su
forma de relacionarse con los indígenas era sin violencia y convencido de su
plena humanidad. También inicia la tarea de documentar y escribir tanto sobre
la cruel colonización española, como acerca de las características culturales
de los pobladores originales del llamado Nuevo Mundo.
En 1527 comenzó a redactar la Historia de Las
Indias, según él mismo lo dejó asentado en el prólogo que hizo a la obra en
1552 (el dato está en la edición del tomo I, publicado por la Biblioteca
Ayacucho, Caracas, 1986, p. 18)
Su convicción de hacer misión al estilo de
Cristo quedó bien consignada en De unico vocationis modo omnium gentium ad
veram religionem, de 1534 (edición en español: Del único modo de atraer a todos
los pueblos a la verdadera religión, Fondo de Cultura Económica, México, 1975).
La obra es “un gran tratado doctrinal en que
desarrolla su teoría de la conquista evangélica, es decir de la atracción a la
fe cristiana por medios únicamente persuasivos, y probaba largamente, por otra
parte, la plena capacidad intelectual de las gentes del Nuevo Mundo” (Prólogo
de André Saint-Lu, Historia de las Indias, p. XIX).
Cuando Las Casas expuso de viva voz su teología
cristocéntrica, y por lo tanto la necesidad de hacer misión en el ejemplo de
Cristo, “ante los españoles de Santiago de Guatemala, sólo encontró
carcajadas de desprecio y provocaciones para que pusiera en práctica sus
‘disparatadas’ teorías con tan belicosas gentes como los indios nativos” ( http://cvc.cervantes.es/literatura/aispi/pdf/11/11_091.pdf,
p. 94).
A principios de 1545 llega a Chiapas como primer
obispo de ésa provincia de la Nueva España. Comprueba la devastación de los
conquistadores españoles, y los presenta con términos muy duros, menciona que
el mismo Lucifer gobernaba mejor “que la infidelidad más profunda destas gentes
[…] ni en tiempos de [Pedro] Alvarado, ni de Nuño de Guzmán […] se han hecho
delitos tan enormes. Los peores son los ministros de la justicia del rey” (Gudrun
Lenkersdorf, “Huellas de Fray Bartolomé de Las Casas en Chiapas”, http://bibliohistorico.juridicas.unam.mx/libros/4/1773/10.pdf,
p. 283).
En 1550 Las Casas renuncia al obispado de
Chiapas, viaja a España y participa en agosto en un debate, en Valladolid,
donde su contrincante fue el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda, decidido
partidario de la conquista sangrienta de los pueblos indios del Nuevo Mundo. De
los argumentos cristocéntricos aportados en la controversia por fray Bartolomé
daré cuenta en el próximo artículo.
Fuente: Protestantedigital, 2016
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