Por. Oscar
Geymonat, Uruguay
No lo oí. Traducción mediante lo leí. Y no en el
código de Hamurabi que parecía ser todo un avance mil ochocientos años antes de
Cristo. Lo acabo de leer cuando cierro esta edición de “Cuestión de fe” para
mandar a la imprenta dos mil años después de aquel Sermón del Monte que dio a
esa noción retributiva de la justicia un papel ya superado. “Oyeron ustedes que
se dijo: ojo por ojo y diente por diente” .
Me quedé pasmado cuando lo encontré en una
alocución del presidente francés después de uno de los tantos hechos terribles
que le ha tocado vivir en estos días a su país en materia de ataques
terroristas.
Éste, el último, antes, de que entregue esta nota a
la imprenta, pero mucho me temo que no sea el último cuando usted la lea, fue
en Normandía. Un grupo armado tomó rehenes en un templo católico, mató por lo
menos al sacerdote, otros quedaron heridos, los integrantes del grupo fueron
muertos por la policía. Dice la información que se les oyó gritar “Alá es
grande”.
Pavoroso, pero a fuerza de repetitivo corre el
riesgo de volverse una noticia más que no lastime lo suficiente nuestra
sensibilidad anestesiada por la lejanía y la falta de novedad. Corre el riesgo
de transformarse en otro refuerzo de los prejuicios que van distorsionando
nuestra mirada de la realidad y fabricando enemigos cada vez más
irreconciliables en aquellos de quienes no sabemos nada, pero estamos obligados
a odiar.
Así se fabrican las guerras, así se sostienen, así
alimentan las ganancias de los que siempre ganan y justifican las muertes de
los que siempre mueren. Desgraciado aquél, si lo hubo, que gritó “Alá es
grande” porque seguramente fue conducido al engaño de creer que su acción es un
servicio a Dios. En realidad, es una forma de tomar el nombre de Dios en vano;
una de las tantas, pero de las más terribles.
La represalia no se hizo esperar; bombardeos en
Siria. De eso no tenemos detalles, no nos llegan las voces de los que pudieron
escapar ni las imágenes de los que no tuvieron más que su vida para perder.
En la lógica de la guerra nunca se pregunta cuál
fue el primer ojo, y nadie sabe cuál será el último.
El otro camino, el único capaz de conducirnos a la
paz, empieza diciendo: “pero yo les digo…” y sigue en el Sermón del Monte.
Publicado
en Cuestión de Fe- Iglesias Evangélicas Valdenses de: COLONIA –
COSMOPOLITA – ROSARIO – TARARIRAS – VALDENSE
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