Por. Juan Stam, Costa Rica
A mediados de la década de 1940, un grupo de
cristianos básicamente conservadores, reunidos alrededor del Seminario Fuller y
la figura de Billy Graham, rompió con los fundamentalistas y rechazó ese
título.
Abogaron por una teología más centrada y abierta,
una ética no legalista sino fundamentada en convicciones personales maduras, y
una nueva preocupación social.
No definían su fe por los dogmas de la ortodoxia y
el fundamentalismo sino, como su nombre indica, se basaban en los hechos
salvíficos que son las buenas nuevas para la humanidad.
Se esforzaron escrupulosamente en ser objetivos y
justos con otros teólogos en vez de traficar en caricaturas.[18] Era claramente
un fenómeno nuevo en el escenario teológico.[19]
NEO-EVANGÉLICOS
En 1947 Harold Ockenga, entonces presidente del
Seminario Fuller, acuñó el término de "neo-evangelicalismo" para
identificar este nuevo movimiento. Sin embargo, este título no se impuso y
dentro de una década, más o menos, por razones no muy claras, fue sustituido
por "evangélicos conservadores".[20]
El nuevo apellido correspondía a una clara
derechización del movimiento, en estrecha alianza con el Partido Republicano, y
una cierta vuelta hacia el viejo fundamentalismo.
Así en una medida significativa los
"conservative evangelicals", que ya eran numerosos y poderosos, eran
de hecho "neo-fundamentalistas", más sofisticados y cultos, pero
bastante parecidos en teología y política.
LOS EVANGÉLICOS RADICALES
Frente a ese retroceso surgieron "los
evangélicos radicales" (progresistas) que buscaban recuperar el impulso
original del movimiento y llevarlo más adelante.
Estos ampliaron considerablemente la libertad del
pensamiento, dentro de los parámetros de "las sagradas escrituras y la
sana razón" de Lutero o el cuadrilátero de Juan Wesley,[21]
Por otra parte, estos evangélicos, en sus
publicaciones, congresos y praxis, han promovido un radical compromiso
social.[22]
En su lucha incesante por la justicia, este
movimiento representa una especie de "izquierda evangélica".
Como el nombre indica, la teología evangélica es la
teología de las buenas nuevas de la vida, muerte y resurrección corpórea de
Jesucristo.
Como tal, esta teología evangélica no se fundamenta
en conceptos generales de religión ni en nuestro sentimiento piadoso, sino en
la acción histórica de Dios para nuestra salvación, conocida también como el
kerigma.
Estas buenas nuevas son el evangelio de Dios (Rom
1:1; 1Ts 2:9) y de Jesucristo (Mr 1:1; Rom 1:9; de la gloria de Cristo, 2Cor 4:4),
el evangelio de la gracia de Dios (Hch 20:24), el evangelio de la salvación
(Rom 1:16; cfEf 1.13) el evangelio del reino (Mt 9.35; cf. Hch 28:31) y
"buenas nuevas a los pobres" (Mat 11:5; Lc 4:18).
En su conjunto, estas frases descriptivas resumen
mucho de lo que es realmente la teología evangélica. Es una teología desde la
fe, en busca de inteligencia y eficacia.
Los evangélicos damos mucha prioridad a la
normatividad de las escrituras y por eso a la cuidadosa exégesis bíblica,
incluso con el empleo de los métodos críticos de la moderna ciencia
bíblica.[23] Tampoco insistimos en la interpretación literal de los primeros
capítulos de Génesis. El libro de Bernard Ramm sobre la Biblia y la Ciencia
abrió el camino hacia nuevos enfoques del tema de la creación, de modo que la
polémica anti-evolucionista no pertenece a la agenda evangélica.[24] De igual
manera han liberado la exégesis del Apocalipsis del literalismo a priori que
distorsionaba su interpretación. En vez de rechazar a priori toda autoridad,
los evangélicos persiguen la meta de "autoridad (las escrituras) sin
autoritarismo, tradición (la historia) sin tradicionalismo, y dogma (la
teología) sin dogmatismo".
A diferencia de los ortodoxos del siglo XVII y
los fundamentalistas del siglo XX, los evangélicos radicales buscan enseñar
"todo el consejo de Dios", no sólo una agenda polémica reduccionista.
Buscan ser también radicalmente autocríticos, para
cuestionar su propia tradición, y radicalmente honestos para aprender de otras
tradiciones y movimientos (p.ej. de Karl Barth y Oscar Cullmann, pero también
Paul Tillich y Rudolf Bultmann).
Busca también ser radicalmente comprometido con la
lucha por la justicia, la paz y la igualdad. Mantiene su identificación con los
sectores evangélicos y pentecostales de la iglesia, esperando en Dios
transformarla día a día en una iglesia más fiel a la Palabra.
NOTAS
[18] Por esta
honestidad de G. Berkouwer, Karl Barth reconoció su libro, The Triumph of Grace
in the Theology of Karl Barth, como el mejor libro sobre su teología. La misma
integridad caracterizó la tesis de E.J. Carnell sobre ReinholdNiebuhr y los
trabajos de evangélicos como P.K. Jewett, B. Ramm. G. Ladd, R. Mounce y otros.
Cf. Stam, "ética y estética del discurso teológico" en Haciendo
teología en América Latina, Tomo I, pp. 23-45.
[19] Igual que los
reformadores, este nuevo movimiento afirmaba el evangelio como buenas nuevas, y
(junto con los ortodoxos y fundamentalistas) sostenía las doctrinas básicas de
la deidad de Jesucristo y su resurrección, pero sin la rigidez escolástica. La
espiritualidad de los neo-evangélicos tuvo raíces en el pietismo y el
movimiento wesleyano, y su ética tuvo antecedentes en el evangelio social de
Rauschenbusch.
[20] Este título
puede verse como un oxímoron, ya que el evangelio no implica una mentalidad
conservadora. El adjetivo y el sustantivo se contradicen.
[21] La fascinante
historia de las casi ocho décadas de FullerSeminary demuestra esa impresionante
libertad, dentro de parámetros evangélicos.
[22] Entre las
revistas han sido importantes Sojourners, The OtherSide y The WittenbergDoor.
Sus encuentros sobre temas sociales han sido numerosísimos, comenzando con la
consulta de Wheaton (1966), Lausanne (1974), Wheaton (1983), los Clade y la Red
Miqueas en América Latina.
[23] Se destaca el
extraordinario aporte de F.F. Bruce a la exégesis y la teología bíblica,
empleando fielmente los métodos críticos. Cf. el libro de George Ladd sobre la
Crítica Bíblica. De hecho, los biblistas evangélicos han estado entre los
mejores de la época moderna.
[24] Cf. Stam, Las
buenas nuevas de la creación (Nueva Creación 1995; Kairós 2003).
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