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martes, 13 de octubre de 2009

Buscando un nuevo estilo misionero evangélico

Samuel Escobar, Ph.D, España*
A casi todos los españoles la expresión Capetown 2010 les hará pensar en el campeonato mundial de fútbol del próximo año. Pero Capetown 2010 es también una frase sobre un lugar y una fecha significativos para las personas interesadas en la misión cristiana. Un artículo de Samuel Escobar.

El movimiento de Lausana (1974)
En esa ciudad sudafricana se llevará a cabo la Tercera Conferencia Mundial de Evangelización Lausana III, en continuidad con el Movimiento de Lausana que desde 1974 promueve la práctica misionera evangélica alrededor del mundo y la reflexión teológica sobre esa práctica.
Además en el año 2010 se cumple el centenario de una Conferencia Misionera que tuvo lugar en Edimburgo en el año 1910. En ella las misiones protestantes que durante el siglo diecinueve habían contribuido a la mayor expansión misionera de la historia cristiana se reunieron para pasar revista a la situación de las iglesias y misiones en el mundo, con la intención de completar la tarea de evangelización a la cual Cristo se había referido en su Gran Comisión.
Durante el último cuarto del siglo veinte, los estudiosos evangélicos de la misión se embarcaron en un esfuerzo concertado para reflexionar sobre el enorme caudal de experiencia acumulada por la acción misionera evangélica. El “Movimiento de Lausana” que se desarrolló a partir de 1974 fue la plataforma en la cual se dio esta reflexión. La evaluación honesta de la actividad misionera a la luz de la Palabra de Dios, la verdad teológica y los nuevos desafíos llevó a visualizar nuevos modelos de obediencia misionera. En esta primera década del siglo veintiuno, la ampliación y profundización de la agenda misionológica tiene que darse ahora frente a las realidades de una iglesia global alrededor del mundo. Un grado mínimo de conciencia histórica es indispensable para comprender las nuevas perspectivas sobre la misión cristiana que serán exploradas en Lausana III.
DOS CICLOS DE MISIÓN PROTESTANTE EN EL SIGLO XX
En el siglo veinte hubo dos ciclos de actividad misionera protestante. Uno tiene raíces en el siglo diecinueve y se mantuvo vigente con fuerza hasta la segunda guerra mundial que terminó en 1945. Representaba la obra misionera oficial de las grandes denominaciones protestantes tanto en la práctica como en la reflexión teológica al respecto.
Ese período estuvo marcado por una actividad significativa de juntas misioneras de las iglesias europeas y norteamericanas, y por los debates teológicos acerca de la naturaleza de la misión cristiana y la identidad de las nuevas iglesias que iban surgiendo en Asia, África y América Latina. Durante este período el pensamiento misionológico se desarrolló dentro del contexto de organizaciones protestantes, especialmente el Consejo Misionero Internacional. Con esta organización estuvieron relacionados algunos de los gigantes de la actividad y reflexión misionera de ese período, tales como Robert Speer, John R. Mott, Hendrik Kraemer, Juan A. Mackay y Lesslie Newbigin.
Al lado de las juntas misioneras denominacionales estaban las llamadas “misiones de fe,” es decir misiones independientes del control denominacional y sostenidas por los aportes voluntarios de miembros de todo tipo de iglesia protestante. La famosa China Inland Mission (Misión al Interior de la China), fundada en Gran Bretaña por Hudson Taylor en 1865 tenía el propósito de evangelizar en zonas que las misiones más antiguas había dejado olvidadas, con una metodología más flexible y una teología más conservadora. Hoy se conoce a esta misión como Overseas Missionary Fellowship (Compañerismo de Misiones de Ultramar), la cual ha tenido mucha influencia en los conceptos y prácticas de otras misiones independientes. A menudo estos grupos prestaron poca atención a la reflexión teológica o misionológica, especialmente cuando la teología liberal resultó muy influyente en el Protestantismo histórico tradicional.
Una de las consecuencias de la segunda guerra mundial fue que los Estados Unidos llegaron a ser un poder mundial dominante. Después de la guerra hubo una declinación de la actividad misionera del protestantismo tradicional y una significativa expansión de la actividad e influencia de agencias protestantes conservadoras, especialmente desde los Estados Unidos, y en menor escala Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Hubo también un crecimiento explosivo de antiguas y nuevas misiones independientes y de agencias para-eclesiásticas de Europa y Norteamérica.
En esa época surgieron organizaciones de alcance global como la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE) fundada en 1947,(1) las Sociedades Bíblicas Unidas organizadas como tales en 1946, o la Alianza Evangélica Mundial fundada en 1951. Se desarrollaron en Estados Unidos nuevas agencias especializadas para la traducción de la Biblia, el transporte de misioneros, los medios de difusión masiva como la radio y posteriormente televisión, servicios de salud y evangelización masiva, cuyos conceptos y metodologías misioneras reflejaban los valores culturales y la forma de ser de ese país y los difundían por todo el mundo. Otra tendencia que apareció después de la guerra fue el impacto creciente del evangelista Billy Graham en Norteamérica y Europa, lo cual reflejaba que esas regiones podían ser consideradas como campo de misión en el cual millones de personas habían perdido todo contacto significativo con las iglesias establecidas.
TEOLOGÍA Y EVANGELIZACIÓN EN LA MISIÓN
Aunque Billy Graham insistía en que él era evangelista y no teólogo se dio cuenta que la teología era importante y en 1956 auspició el lanzamiento de la revista Christianity Today. Este era un periódico quincenal que combinaba el fervor misionero y evangelístico con la reflexión teológica seria, en un esfuerzo por conectar el empuje evangelístico de Billy Graham con la tarea erudita de destacados teólogos evangélicos. El avivamiento de la erudición evangélica en el mundo de habla inglesa superó las controversias del fundamentalismo. Así surgieron evangelistas pastores y teólogos como John Stott, James Packer, Michael Green, Derek Kidner, Leon Morris y mucho otros.
Esta renovación provino de los vigorosos movimientos estudiantiles evangélicos asociados en la CIEE, pero no fue algo puramente académico sino que tuvo empuje misionero, gracias a la conexión con la vida misionera de esos movimientos. Mediante el uso intenso y extenso de los medios de comunicación, las instituciones teológicas y las conferencias misioneras, estas corrientes evangélicas llegaron a tener influencia no sólo en los países que recibían misioneros, sino también en Norteamérica y Europa. Una mirada a estas corrientes nos permite comprender el impacto a largo plazo que iba a tener el Movimiento de Lausana, que fue la secuela del Congreso de Evangelización Mundial realizado en la ciudad suiza de Lausana, en 1974.
Un importante antecedente del Congreso de Lausana fue el Congreso de Evangelismo de Berlín, auspiciado por Billy Graham para conmemorar los primeros diez años del periódico Christianity Today. En ese congreso de Berlín el biblista y pastor John Stott abrió para los evangélicos una dimensión clave de la agenda bíblica: “La misión a la manera de Cristo.”(2) En sus exposiciones bíblicas sobre “La Gran Comisión” en los cuatro evangelios, Stott nos llevó a centrar nuestra atención ya no en el pasaje clásico de la Gran Comisión en Mateo 28:18-20, sino en el casi olvidado texto de Juan 20:21: “Como el Padre me envió a mi, también yo os envío a vosotros”. Aquí no solo tenemos un mandato para la misión, sino también un modelo de estilo misionero, en obediencia al designio de amor del Padre, moldeado por el ejemplo de Jesucristo, e impulsado por el poder del Espíritu Santo.
En la cruz Jesucristo murió para nuestra salvación y también dejó un modelo para nuestra vida misionera. La misión requiere ortodoxia, es decir fidelidad a la integridad del mensaje, pero también requiere ortopraxis una fidelidad al modelo en la manera de llevar a cabo la práctica misionera. Antes de cualquier búsqueda de métodos y herramientas para la comunicación verbal de un mensaje, es imperativo buscar un nuevo estilo de presencia misionera pertinente a este momento de la historia humana. Cuando miramos la Gran Comisión dentro del contexto de todo el Evangelio el modelo de Jesús adquiere perfiles que nos obligan a revisar nuestros presentes modelos.(3)
RECUPERACIÓN DE UNA VISIÓN BÍBLICA DE LA MISIÓN
La reflexión que siguió al Congreso de Berlín, y que con el tiempo se desarrollaría en Lausana, trajo a muchas personas de mi generación la convicción de que el activismo misionero evangélico corría el peligro de realizar la misión como una empresa puramente humana. Por ejemplo, algunas formas de la teoría llamada “Iglecrecimiento” consideraban que la misión era una tarea de tipo gerencial-industrial que podía llevarse a cabo en un plazo determinado, utilizando tecnología apropiada y siguiendo las reglas de la gerencia por objetivos. Ante extremos como ese era necesario regresar a la visión bíblica que concibe la misión como la iniciativa de Dios, que brota del amor de Dios por su creación, y de su designio de escoger instrumentos que Él usa para la salvación y bendición de toda la humanidad. Cuando a la luz de estos imperativos bíblicos revisamos algunas de las formas tradicionales de hacer misión nos dimos cuenta hasta qué grado dichas formas habían llegado a ser una simple empresa humana y estaban en peligro de ser nada más que el aspecto religioso de la expansión de una cultura y un imperio.
Un cambio de actitud y mentalidad vino como resultado de una consideración cuidadosa de la versión de la Gran Comisión en Juan, del estilo con el cual Jesucristo mismo llevó a cabo su misión. Esto significa abandonar la mentalidad misionera Imperialista. La práctica misionera de la época imperial llevaba a cabo la misión desde una postura de superioridad política, militar, financiera y tecnológica. En el siglo dieciséis, el ápice de la misión imperialista católica, el símbolo era “la espada y la cruz.” En el caso de las misiones protestantes del siglo diecinueve fue “Comercio y Cristianismo.” En nuestra época ha sido “Información, tecnología y evangelio.” En el paradigma misionero imperial el Cristianismo resulta así dependiente del impulso y el auspicio de otro elemento poderoso asociado a él.
El cambio de paradigma que se requiere es algo que aún está en proceso de desarrollarse en el ámbito de la empresa misionera evangélica. La evangelización y la implantación de iglesias en áreas críticas tales como los países islámicos, Europa oriental, o el Asia central va a requerir una verdadera internacionalización de la misión para la cual se requiere un cambio de mentalidad. El cambio radical hacia el cual nos llama la Palabra de Dios es un cambio de mentalidad y de actitud. Sin ese cambio, la mera acumulación de recursos humanos y técnicos y la adopción de metodologías sofisticadas no va a funcionar.
Entre los organizadores de los congresos mencionados de Berlín y Lausana hubo quienes pensaron que esos eventos iban a ser la oportunidad maravillosa de enseñarles a las iglesias de todo el mundo las metodologías misioneras y evangelísticas que ellos habían desarrollado y patentado en Estados Unidos. Sin embargo, resultó evidente que los evangélicos alrededor del mundo querían afirmar su entrega para llevar a cabo la tarea de evangelización y misión con sentido de urgencia pero también con una reflexión crítica proveniente de un estudio serio de su contexto. En mi propio trabajo presentado en Lausana ofrecí un breve resumen de cómo muchos ponentes en los congresos regionales que siguieron a Berlín plantearon serias cuestiones acerca de la misión de la iglesia y la propia naturaleza del Evangelio.(4)
AUTOCRÍTICA MISIONERA
Varias de las contribuciones de evangélicos del Tercer Mundo en Lausana articularon una reflexión crítica sobre el activismo misionero evangélico que siguió a la segunda guerra mundial. No se trataba solamente de preguntas académicas sino que eran preguntas que surgían de la propia práctica de estos cristianos. Era una reflexión que comenzaba en una actitud de adoración a Dios y gratitud por el avance misionero a pesar de sus grandes imperfecciones, y en un compromiso para obedecer el mandato misionero de Jesucristo. Sin embargo era también una reflexión que examinaba algunas cuestiones difíciles tales como la necesidad de recuperar un concepto bíblico integral de la misión cristiana y diferenciar el Evangelio de Jesucristo del modo de vida estadounidense.(5)
El avance misionológico después del Congreso de Lausana fue en muchos casos un esfuerzo evangélico internacional y multicultural de reflexión crítica sobre la misión. Se trata de una perspectiva evangélica que procura incorporar los conceptos y actitudes que se han ido forjando a partir de una nueva lectura de la Biblia, en el ámbito de un diálogo evangélico global que toma en serio los hechos de la situación misionera contemporánea.
Ese es el espíritu del Pacto de Lausana que afirma “Nos sentimos profundamente conmovidos por lo que Dios está haciendo en nuestros días, impulsados al arrepentimiento por nuestros fracasos y desafiados por la tarea inconclusa de evangelización. Creemos que el Evangelio es la buena nueva de Dios para todo el mundo y estamos decididos a obedecer, por su gracia, la comisión de Cristo de proclamarlo a toda la humanidad y a hacer discípulos de todas las naciones.” (Pacto de Lausana, Introducción).
En un próximo artículo mostraremos cómo se incrementó la actividad misionera y la reflexión teológica a la luz del Pacto de Lausana.
MULTIMEDIA
Pueden escuchar aquí una entrevista en audio de Esperanza Suárez a Samuel Escobar acerca de El movimiento Lausana y la misión de la Iglesia

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1) En España los grupos afiliados a la Comunidad son los GBU.
2) Las exposiciones de Stott fueron publicadas en castellano por la revista Pensamiento Cristiano y luego compiladas en forma de libro y publicadas por José Grau, La evangelización y la Biblia, Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona 1973.
3) Ver el excelente trabajo del teólogo uruguayo Mortimer Arias La Gran Comisión (CLAI, 1994)
4) Este trabajo aparece en Samuel Escobar, Evangelio y realidad social (Casa Bautista de Publicaciones, 1988), pp. 77-128.
5) Ver el trabajo de René Padilla “El Evangelio y la evangelización” en su libro Misión integral (Nueva Creación, 1986), pp. 1- 44.



* Dr. Samuel Escobar es catedrático emérito de Misionologia en el Seminario Teologico Bautista del Este, en Pennsylvania, EEUU; y profesor del Seminario Teologico de la UEBE en Madrid


© S. Escobar, ProtestanteDigital.com (España, 2009).

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