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sábado, 9 de enero de 2010

El dilema de la Biblia sobre las autoridades

Por. Wenceslao Calvo, España*

Uno de los dilemas que encontramos en la Biblia es la discrepancia entre unos pasajes y otros, en cuanto a la valoración de las autoridades. De hecho es tan marcada dicha discrepancia, que podríamos, a primera vista, dividirlos en textos pro-autoridades y textos anti-autoridades. Es más, podríamos incluso llegar al extremo de llevar esa divergencia hasta asumir que algunos escritores de la Biblia son pro-autoridades y otros anti-autoridades. Ahora bien, siguiendo esa lógica eso nos llevaría a tener que admitir que la Biblia se contradice a sí misma, con lo cual no nos quedaría más remedio que reconocer que, después de todo, se trata de un libro meramente humano, como cualquier otro.
Pero antes de continuar más adelante, veamos cuáles son esos pasajes y esos autores que parecen contradecirse, en lo que respecta a la cuestión de la autoridad.
Los textos pro-autoridades serían los de Romanos 13:1-5; 1 Timoteo 2:1-2 y 1 Pedro 2:13-14, 17, en los que de manera explícita se nos manda que nos sometamos a ellas, que oremos por ellas y que las honremos. En tales textos estarían resumidos los deberes que los cristianos hemos de ejercer hacia quienes nos gobiernan y serían los pasajes clásicos que nos enseñan los principios esenciales sobre tan importante cuestión, estando los apóstoles Pablo y Pedro de acuerdo entre sí y siendo los representantes de la posición que aboga en favor de las autoridades. De esos tres pasajes, el primero sería el que señalaría no sólo la necesidad de que exista la autoridad, sino de que la autoridad misma es algo que procede de Dios.
Sin embargo, al lado de estos pasajes hay otros que parecen ir en la dirección opuesta, pues nos presentan a los poderes de este mundo, como instrumentos de tinieblas, que se oponen a Dios y a su pueblo. Estos pasajes serían Daniel 7:1-7; 8:1-12 y Apocalipsis 13:1-2, 11-12; 17:3, donde las autoridades son descritas como bestias monstruosas, cuyo afán es el poder como fin en sí mismo, cuya fuerza está en su propia capacidad y cuya meta es su propia glorificación. Le hacen la guerra a Dios, intentan destruir sus planes y son fuerzas malignas que quieren impedir el establecimiento de su Reino, hasta el punto de que hay toda una batalla de dimensiones cósmicas, en la que están totalmente volcadas para conseguir sus propósitos. Si en los pasajes de Daniel son descritas como bestias, en los de Apocalipsis son presentadas como instrumentos del dragón, es decir, de Satanás. De manera, que aquí estaríamos frente a textos bíblicos claramente anti-autoridades, siendo Daniel y el apóstol Juan representantes de esa línea en la Biblia.
¡Qué contraste tan marcado entre unos textos y otros, entre unos autores y otros!
Pedro y Pablo coinciden entre sí, en que hay que someterse a las autoridades y orar por ellas. Daniel y Juan están de acuerdo entre sí, en que esas autoridades son instrumentos del diablo y hay que resistirlas y combatirlas. Ahora bien, si los cuatro fueron inspirados por Dios para escribir lo que escribieron, ¿cómo se resuelve esta contradicción?
El dilema se agrava todavía más, cuando nos fijamos en un caso particular de una determinada autoridad. Si examinamos el tiempo en el que fueron escritas las cartas del Nuevo Testamento que hemos mencionado, vemos que lo fueron durante el reinado de Nerón. Por lo tanto, Pedro y Pablo nos dicen que hemos de someternos y orar por un personaje como Nerón, sinónimo de crueldad, capricho, locura y maldad. Si cuando ellos escribieron sus cartas hubiera estado al frente del Imperio romano un hombre sensato y prudente, pues aunque pocos hubo algunos, eso nos daría pie a pensar que nuestra actitud hacia las autoridades depende de los méritos de éstas. Pero no; Pablo habla de las autoridades y las denomina servidores de Dios, en un contexto histórico en el que el epítome de la degradación de la autoridad está personificado en Nerón.
Sin embargo, cuando examinamos Apocalipsis 13:18 nos encontramos con el famoso número 666, del que toda clase de especulaciones se han hecho. Una de las interpretaciones es que dicho número, en realidad, esconde el nombre César Nerón, pues cuando se transliteran las letras griegas del nombre a letras hebreas, dan como resultado el valor numérico 666. Con lo cual Juan nos estaría diciendo que Nerón era la bestia que combate a Dios y a su pueblo, con el respaldo del diablo. Es decir, Nerón sería prototipo de la autoridad de tinieblas, una autoridad que trabaja por y para Satanás y que de hecho es su agente en la tierra. Aunque Nerón ya había muerto para el tiempo cuando se escribió Apocalipsis, sin embargo, la lección imperecedera es que ese emperador es el arquetipo de los gobernantes malignos y especialmente de aquel gobernante escatológico que, en su debido momento, aparecerá sobre la tierra para instaurar un régimen de anticristo, siendo de hecho él mismo el Anticristo.
Y aquí estamos, otra vez, en medio de una y por lo menos aparente contradicción; porque Pablo nos dice indirectamente que Nerón es servidor de Dios, mientras que Juan nos dice indirectamente que Nerón es instrumento de Satanás. Pro-autoridad y anti-autoridad. ¿Son reconciliables ambas aproximaciones? Y si lo son ¿qué repercusiones tiene todo eso para nosotros, cristianos occidentales de comienzos del siglo XXI, en el contexto histórico que nos ha tocado vivir?
Lo contestaremos en un próximo artículo.

* Wenceslao Calvo es conferenciante, predicador y pastor en una iglesia de Madrid

Fuente: © W. Calvo, ProtestanteDigital.com (España, 2010).

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