El 12 del presente mes de enero de 2010 murió Claudio González Liendo, luchador de toda la vida por una sociedad más justa y una iglesia más auténtica, en Venezuela. La muerte de este amigo y hermano presbiteriano y su trayectoria de vida me han llevado a rememorar lo que ha sido su participación, y la de otros presbiterianos venezolanos, en la vida política del país.
AÑOS PASADOS: LOS DATOS
En mi juventud había estrechado amistad en la iglesia y en el Colegio Americano de Bello Monte, con muchos jóvenes y jóvenes adultos presbiterianos, entre ellos, el Rev. Edgar Rodríguez Leal, egresado del Seminario Teológico de Matanzas, Cuba en los años 50 del siglo pasado, con la familia González Liendo, con René Laya—hermana de Argelia Laya—, con los hermanos Antonio y Otoniel Piccardo y otros. Vivimos juntos los años de la dictadura de Pérez Jiménez, sin participación política alguna, hasta donde yo supe, aun cuando muy contrarios al régimen dictatorial que vivíamos. En enero de 1958, antes de la caída de Pérez Jiménez, debido al cierre de la UCV por parte del dictador, me vi forzado a marchar a los Estados Unidos a estudiar, primero en Maryville College, un College presbiteriano (1958-1961) y luego en el Seminario Teológico de Princeton, NJ (1961-1965). Fui testigo, un poco a distancia, de un fenómeno interesante que se dio entre muchos presbiterianos de mi Iglesia Presbiteriana de Venezuela.
Estaba estudiando teología en el Seminario Teológico de Princeton y vine a Venezuela, con mi esposa Donna, para visitar las iglesias en 1961 y 1962. En mis visitas me enteré de que muchos de los presbiterianos venezolanos habían participado muy activamente en contra de la dictadura de Pérez Jiménez. Varios de ellos militaban en Acción Democrática, al igual que numerosos hermanos de otras denominaciones evangélicas. Notable fue el caso de la Sra. Carmen Veitía, quien fue hecha presa y torturada por el régimen. Otros presbiterianos que tuvieron alguna actuación importante en las filas de AD, durante los años de la llamada “democracia representativa” fueron los hermanos Roberto y Eduardo Irwin. Durante mi visita del 61 y 62, y para mi sorpresa, me enteré de que el Rev. Edgar Rodríguez Leal no estaba pastoreando ninguna iglesia y que se había vinculado al Partido Comunista de Venezuela. Recordaba muy nítidamente un debate que se había dado entre Edgar y un liceísta compañero de estudios mío en el Liceo Andrés Bello, en la sede del Círculo de Cristianos Universitarios, en casa del pastor Seel. El liceísta, de apellido Núñez militaba en la juventud del PCV y era un furibundo ateo que pretendía convencerme de que Dios no existe. Le invité a las reuniones de nuestro círculo de estudiantes y en el debate con Edgar quedó totalmente derrotado y sin argumentos. Por eso mi sorpresa al enterarme de la militancia comunista de Edgar fue mayúscula.
En 1962 vi a Edgar por última vez (algunos años después, antes de mi regreso definitivo al país, él murió) conversé con él animadamente, y quedé convencido de que su militancia comunista no significaba que Edgar se hubiese vuelto ateo. Sencillamente era su opción política como cristiano comprometido. En el Seminario de Princeton uno de mis profesores era el Dr. Richard Shaull, quien mantenía intercambio epistolar con Edgar. Me dijo Shaull que Edgar en una de sus cartas le había confesado que el cambio que se había dado en él era simplemente de Karl Barth a Karl Marx. También supe que Edgar le había asegurado al Maestro Alfonso Rodríguez Hidalgo, profesor de él en Matanzas, que su opción política no significaba que hubiese abrazado el ateismo.
Para aumento de mi sorpresa, Sara Sifontes, compañera de estudios de Edgar en Matanzas y egresada de allí como Educadora Cristiana, también tenía una participación política de izquierda, junto con su esposo.
También supe en aquellos años de la participación política de otros de mis amigos y conocidos presbiterianos. Los hermanos Antonio y Otoniel Piccardo, hijos del pastor presbiteriano Don Antonio Piccardo, ambos oficiales de la naval, habían participado en el Porteñazo, contra el régimen de Rómulo Betancourt y se hallaban presos. Además, casi la totalidad de la familia presbiteriana Laya, vinculada por muchos años a la iglesia de El Redentor, estaba alejada de la iglesia y militaba en el PCV. Argelia Laya, como es conocido de todos en Venezuela, tuvo destacada actuación en la guerrilla y posteriormente militó en el MAS. Muchos años después, en los años 90 del siglo pasado, en reunión de mujeres en la Casa Presbiteriana de Mérida, Argelia públicamente reafirmó su fe cristiana, la cual nunca había abandonado, y participó gozosa del culto comunitario y de la Cena del Señor.
El colmo de las sorpresas me la dio Claudio González, compañero de estudios en el Colegio Americano y miembro igual que yo de la Iglesia Presbiteriana del Este, seminarista frustrado de Campinas. Me enteré de que Claudio y otros miembros de su familia, participaban en la lucha política, militando en organizaciones de izquierda. Desde su fe cristiana y presbiteriana, Claudio optó por involucrarse en la refriega política que se daba en el país por aquellos años. Él nos invitó a mi esposa y a mí a visitar y conocer el trabajo que estaba haciendo en esos momentos (1962). Viajamos hasta los Valles del Tuy y pernoctamos en una casa en Santa Bárbara u Ocumare del Tuy, donde también estaba Elsa Elena González, hermana de Claudio y miembro también de la Iglesia del Este. Mi esposa y yo nos acostamos, pero en la sala de la casa se celebraba una reunión extraña hasta altas horas de la noche.
En la mañana desayunamos y nos dieron unas botas altas de goma ya que íbamos a caminar un trecho largo, posiblemente bajo la lluvia, según nos dijeron. Después de caminar un buen rato por el monte, llegamos a una especie de campamento donde había un nutrido grupo de personas, campesinos casi todos. Claudio nos dijo que estaba trabajando ahí, enseñando y aprendiendo, en lo que a todas luces era un campamento guerrillero. No vimos armas de ningún tipo. Comimos y charlamos con la gente sencilla campesina y por la tarde regresamos al pueblo y luego a Caracas. Nunca antes he comentado públicamente esta aventura. Claudio y su hermana estaban comprometidos con el PCV en este esfuerzo de lucha política.
REFLEXIÓN SOBRE EL PASADO
Este compromiso político no significó para Claudio González, ni para Edgar Rodríguez, la pérdida de su fe cristiana; Edgar lo verbalizó así, como ya lo hemos señalado. En el caso de Claudio esto quedó más que demostrado por su compromiso con la iglesia durante el resto de su vida, compromiso contestatario, desafiante, cuestionador, irritante, pero lleno de amor a Cristo y a su Iglesia. Sin embargo, cualquier compromiso político por parte del cristiano conlleva enormes riesgos y está preñado de ambigüedades. En el caso de la mayoría de los presbiterianos que hicieron una opción por las organizaciones revolucionarias de izquierda, se les cerraba la posibilidad de que la iglesia les acogiera y comprendiera su compromiso. En aquellos años la iglesia venezolana no estaba en capacidad de comprender tal opción; ni siquiera la iglesia en la Cuba revolucionaria lo estuvo. En Colombia Orlando Fals Borda, presbiteriano a cabalidad, vivió dolorosamente este dilema y sólo hacia sus últimos años encontró cierta cabida de nuevo en el seno de la Iglesia Presbiteriana de Colombia. Argelia Laya hizo una reafirmación de su fe cuando las condiciones y el contexto habían cambiado, no sólo en el país, sino en la iglesia. Se sintió acogida y comprendida por las nuevas mujeres feministas y liberadoras y dio rienda suelta a su propia realidad semioculta, como cristiana y revolucionaria a la vez. En el caso de Claudio, ¿que hubiera sucedido en la IPV si se hubiese sabido de su militancia en los años 60? Inclusive hoy, después de lo que estoy revelando en este artículo no faltaran las voces de condena y violento rechazo.
La opción misma de determinado compromiso político, está teñida de dificultades. La mayor parte de las veces se da una especie de esquizofrenia, en la cual la fe va por un lado y la opción política por otro, sin que exista mayor coherencia entre las dos. Cuando se optó por una militancia en AD en el pasado por parte de muchos evangélicos, incluyendo a los presbiterianos, ¿se hizo a partir de la fe y con claridad y fundamentos bíblico-teológicos? Cuando se optó por una militancia en el PCV y otras organizaciones revolucionarias en el pasado, ¿se hizo a partir de la fe y con claridad y fundamentación bíblico-teológica? Pienso que en los casos de Edgar Rodríguez Leal y Claudio González L. sí fue así, al igual que en el caso de Fals Borda en Colombia y muchos cristianos en la Cuba revolucionaria. Habría que estudiar cómo ha ocurrido en otros casos en nuestro país, para bien de la iglesia y la sociedad.
EL MOMENTO PRESENTE
Sin duda, en años más recientes se ha dado la participación política de los presbiterianos venezolanos. En el momento presente de la Revolución Bolivariana, nuestra iglesia, así como todas las demás, está polarizada. Sin embargo, no existe ningún tipo de diálogo o debate sobre este asunto. Se evita el tema. Se condena, se excluye, se margina, pero no hay ningún esfuerzo por dilucidar y aclarar posiciones, desde una óptica seria, con fundamento bíblico-teológico, ideológico, con visión profética crítica. En el contexto presente nos encontramos un tanto desarmados, sin herramientas bíblicas y teológicas adecuadas para hacer una opción bien informada que nos permita un posicionamiento adecuado ante la realidad política del momento. No es suficiente con colocarnos a favor o en contra del proceso que vive el país sobre la base de sentimientos, informaciones parcializadas de uno y otro lado, rumores o prejuicios, temores fundados o infundados. Hemos de buscar la fundamentación más sólida posible y pedir a Dios que aclare nuestra visión y que nuestra opción pueda estar insuflada por los valores del Reino, los valores evangélicos que nos han de llevar a “anunciar y a vivir las buenas nuevas para los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año agradable del Señor”. Esta es una tarea pendiente. Es el desafío del momento presente. Está en juego nuestro compromiso cristiano y presbiteriano. Dios nos llama a asumirlo con fidelidad y toda seriedad.
Fuente: Edgar Moros Ruano
AÑOS PASADOS: LOS DATOS
En mi juventud había estrechado amistad en la iglesia y en el Colegio Americano de Bello Monte, con muchos jóvenes y jóvenes adultos presbiterianos, entre ellos, el Rev. Edgar Rodríguez Leal, egresado del Seminario Teológico de Matanzas, Cuba en los años 50 del siglo pasado, con la familia González Liendo, con René Laya—hermana de Argelia Laya—, con los hermanos Antonio y Otoniel Piccardo y otros. Vivimos juntos los años de la dictadura de Pérez Jiménez, sin participación política alguna, hasta donde yo supe, aun cuando muy contrarios al régimen dictatorial que vivíamos. En enero de 1958, antes de la caída de Pérez Jiménez, debido al cierre de la UCV por parte del dictador, me vi forzado a marchar a los Estados Unidos a estudiar, primero en Maryville College, un College presbiteriano (1958-1961) y luego en el Seminario Teológico de Princeton, NJ (1961-1965). Fui testigo, un poco a distancia, de un fenómeno interesante que se dio entre muchos presbiterianos de mi Iglesia Presbiteriana de Venezuela.
Estaba estudiando teología en el Seminario Teológico de Princeton y vine a Venezuela, con mi esposa Donna, para visitar las iglesias en 1961 y 1962. En mis visitas me enteré de que muchos de los presbiterianos venezolanos habían participado muy activamente en contra de la dictadura de Pérez Jiménez. Varios de ellos militaban en Acción Democrática, al igual que numerosos hermanos de otras denominaciones evangélicas. Notable fue el caso de la Sra. Carmen Veitía, quien fue hecha presa y torturada por el régimen. Otros presbiterianos que tuvieron alguna actuación importante en las filas de AD, durante los años de la llamada “democracia representativa” fueron los hermanos Roberto y Eduardo Irwin. Durante mi visita del 61 y 62, y para mi sorpresa, me enteré de que el Rev. Edgar Rodríguez Leal no estaba pastoreando ninguna iglesia y que se había vinculado al Partido Comunista de Venezuela. Recordaba muy nítidamente un debate que se había dado entre Edgar y un liceísta compañero de estudios mío en el Liceo Andrés Bello, en la sede del Círculo de Cristianos Universitarios, en casa del pastor Seel. El liceísta, de apellido Núñez militaba en la juventud del PCV y era un furibundo ateo que pretendía convencerme de que Dios no existe. Le invité a las reuniones de nuestro círculo de estudiantes y en el debate con Edgar quedó totalmente derrotado y sin argumentos. Por eso mi sorpresa al enterarme de la militancia comunista de Edgar fue mayúscula.
En 1962 vi a Edgar por última vez (algunos años después, antes de mi regreso definitivo al país, él murió) conversé con él animadamente, y quedé convencido de que su militancia comunista no significaba que Edgar se hubiese vuelto ateo. Sencillamente era su opción política como cristiano comprometido. En el Seminario de Princeton uno de mis profesores era el Dr. Richard Shaull, quien mantenía intercambio epistolar con Edgar. Me dijo Shaull que Edgar en una de sus cartas le había confesado que el cambio que se había dado en él era simplemente de Karl Barth a Karl Marx. También supe que Edgar le había asegurado al Maestro Alfonso Rodríguez Hidalgo, profesor de él en Matanzas, que su opción política no significaba que hubiese abrazado el ateismo.
Para aumento de mi sorpresa, Sara Sifontes, compañera de estudios de Edgar en Matanzas y egresada de allí como Educadora Cristiana, también tenía una participación política de izquierda, junto con su esposo.
También supe en aquellos años de la participación política de otros de mis amigos y conocidos presbiterianos. Los hermanos Antonio y Otoniel Piccardo, hijos del pastor presbiteriano Don Antonio Piccardo, ambos oficiales de la naval, habían participado en el Porteñazo, contra el régimen de Rómulo Betancourt y se hallaban presos. Además, casi la totalidad de la familia presbiteriana Laya, vinculada por muchos años a la iglesia de El Redentor, estaba alejada de la iglesia y militaba en el PCV. Argelia Laya, como es conocido de todos en Venezuela, tuvo destacada actuación en la guerrilla y posteriormente militó en el MAS. Muchos años después, en los años 90 del siglo pasado, en reunión de mujeres en la Casa Presbiteriana de Mérida, Argelia públicamente reafirmó su fe cristiana, la cual nunca había abandonado, y participó gozosa del culto comunitario y de la Cena del Señor.
El colmo de las sorpresas me la dio Claudio González, compañero de estudios en el Colegio Americano y miembro igual que yo de la Iglesia Presbiteriana del Este, seminarista frustrado de Campinas. Me enteré de que Claudio y otros miembros de su familia, participaban en la lucha política, militando en organizaciones de izquierda. Desde su fe cristiana y presbiteriana, Claudio optó por involucrarse en la refriega política que se daba en el país por aquellos años. Él nos invitó a mi esposa y a mí a visitar y conocer el trabajo que estaba haciendo en esos momentos (1962). Viajamos hasta los Valles del Tuy y pernoctamos en una casa en Santa Bárbara u Ocumare del Tuy, donde también estaba Elsa Elena González, hermana de Claudio y miembro también de la Iglesia del Este. Mi esposa y yo nos acostamos, pero en la sala de la casa se celebraba una reunión extraña hasta altas horas de la noche.
En la mañana desayunamos y nos dieron unas botas altas de goma ya que íbamos a caminar un trecho largo, posiblemente bajo la lluvia, según nos dijeron. Después de caminar un buen rato por el monte, llegamos a una especie de campamento donde había un nutrido grupo de personas, campesinos casi todos. Claudio nos dijo que estaba trabajando ahí, enseñando y aprendiendo, en lo que a todas luces era un campamento guerrillero. No vimos armas de ningún tipo. Comimos y charlamos con la gente sencilla campesina y por la tarde regresamos al pueblo y luego a Caracas. Nunca antes he comentado públicamente esta aventura. Claudio y su hermana estaban comprometidos con el PCV en este esfuerzo de lucha política.
REFLEXIÓN SOBRE EL PASADO
Este compromiso político no significó para Claudio González, ni para Edgar Rodríguez, la pérdida de su fe cristiana; Edgar lo verbalizó así, como ya lo hemos señalado. En el caso de Claudio esto quedó más que demostrado por su compromiso con la iglesia durante el resto de su vida, compromiso contestatario, desafiante, cuestionador, irritante, pero lleno de amor a Cristo y a su Iglesia. Sin embargo, cualquier compromiso político por parte del cristiano conlleva enormes riesgos y está preñado de ambigüedades. En el caso de la mayoría de los presbiterianos que hicieron una opción por las organizaciones revolucionarias de izquierda, se les cerraba la posibilidad de que la iglesia les acogiera y comprendiera su compromiso. En aquellos años la iglesia venezolana no estaba en capacidad de comprender tal opción; ni siquiera la iglesia en la Cuba revolucionaria lo estuvo. En Colombia Orlando Fals Borda, presbiteriano a cabalidad, vivió dolorosamente este dilema y sólo hacia sus últimos años encontró cierta cabida de nuevo en el seno de la Iglesia Presbiteriana de Colombia. Argelia Laya hizo una reafirmación de su fe cuando las condiciones y el contexto habían cambiado, no sólo en el país, sino en la iglesia. Se sintió acogida y comprendida por las nuevas mujeres feministas y liberadoras y dio rienda suelta a su propia realidad semioculta, como cristiana y revolucionaria a la vez. En el caso de Claudio, ¿que hubiera sucedido en la IPV si se hubiese sabido de su militancia en los años 60? Inclusive hoy, después de lo que estoy revelando en este artículo no faltaran las voces de condena y violento rechazo.
La opción misma de determinado compromiso político, está teñida de dificultades. La mayor parte de las veces se da una especie de esquizofrenia, en la cual la fe va por un lado y la opción política por otro, sin que exista mayor coherencia entre las dos. Cuando se optó por una militancia en AD en el pasado por parte de muchos evangélicos, incluyendo a los presbiterianos, ¿se hizo a partir de la fe y con claridad y fundamentos bíblico-teológicos? Cuando se optó por una militancia en el PCV y otras organizaciones revolucionarias en el pasado, ¿se hizo a partir de la fe y con claridad y fundamentación bíblico-teológica? Pienso que en los casos de Edgar Rodríguez Leal y Claudio González L. sí fue así, al igual que en el caso de Fals Borda en Colombia y muchos cristianos en la Cuba revolucionaria. Habría que estudiar cómo ha ocurrido en otros casos en nuestro país, para bien de la iglesia y la sociedad.
EL MOMENTO PRESENTE
Sin duda, en años más recientes se ha dado la participación política de los presbiterianos venezolanos. En el momento presente de la Revolución Bolivariana, nuestra iglesia, así como todas las demás, está polarizada. Sin embargo, no existe ningún tipo de diálogo o debate sobre este asunto. Se evita el tema. Se condena, se excluye, se margina, pero no hay ningún esfuerzo por dilucidar y aclarar posiciones, desde una óptica seria, con fundamento bíblico-teológico, ideológico, con visión profética crítica. En el contexto presente nos encontramos un tanto desarmados, sin herramientas bíblicas y teológicas adecuadas para hacer una opción bien informada que nos permita un posicionamiento adecuado ante la realidad política del momento. No es suficiente con colocarnos a favor o en contra del proceso que vive el país sobre la base de sentimientos, informaciones parcializadas de uno y otro lado, rumores o prejuicios, temores fundados o infundados. Hemos de buscar la fundamentación más sólida posible y pedir a Dios que aclare nuestra visión y que nuestra opción pueda estar insuflada por los valores del Reino, los valores evangélicos que nos han de llevar a “anunciar y a vivir las buenas nuevas para los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año agradable del Señor”. Esta es una tarea pendiente. Es el desafío del momento presente. Está en juego nuestro compromiso cristiano y presbiteriano. Dios nos llama a asumirlo con fidelidad y toda seriedad.
Fuente: Edgar Moros Ruano
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