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domingo, 3 de enero de 2010

“NO NOS GANARÁ EL MIEDO AUN SI…” (Salmo 84/ Romanos 8)

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México.

1. El diálogo entre textos bíblicos: fusión de horizontes y esperanzas

Hay ocasiones en que, a la hora de realizar la tarea litúrgica de ligar o relacionar determinados textos bíblicos con los diversos temas o énfasis, es posible adevrtir la forma en que la “fricción” de unos pasajes con otros produce diferentes resultados. Es necesario estar conscientes de que el diálogo entre los textos acerca sus horizontes y propicia una visión nueva del contenido de ambos. Si algo tienen en común el salmo 84 y Romanos 8 es la afirmación de que la compañía de Dios, como fortaleza o baluarte, es una gran necesidad para la existencia humana. No es casualidad que ambos libros fueran la inspiración de alguein que, como Lutero, demandaba y necesitaba certezas para su vida y misión: el salmo lo inspiró para la eleboración de ese gran himno que es “Castillo fuerte”, su paráfrasis personal, y la carta a los Romanos lo guió en su lucha teológica.
Este salmo es el primero de una serie que se conoce como los “Cánticos de Sión”: “poemas que afirman y destacan la importancia de la ciudad de Jerusalén como lugar de morada divina; además, subrayan su inviolabilidad, pues el Señor mora en esa ciudad y la protege” (Samuel Pagán). Este autor puertorriqueño hace un excelente resumen de la perspectiva general del salmo: “El Salmo alude a la crisis personal e individual; apunta hacia la dificultad familiar y comunitaria; identifica al problema de carácter e interpersonal; hace referencia a los conflictos internos y de personalidad; descubre las situaciones que tratan de quitarnos la paz y la tranquilidad; rechaza el recuerdo que atenta contra nuestra salud mental y espiritual; y subraya las relaciones conflictivas en el hogar, el trabajo y la comunidad”.[1] Por ello, la forma en que es posible hacer paráfrasis de textos así nos recuerda lo realizado por Ernesto Cardenal cuando retomó precisamente el contenido y el espíritu de los textos para actualizar de manera provocativa el sentido de respuesta a la situación humana que representan. En nuestro caso, podemos mirar a nuestro alrededor y a la situación presente para encontrar paralelismos actuales y expresarlos por su nombre.
Pagán insiste en el lenguaje cataclísmico del salmo:
No temeremos... Aunque la tierra sea removida, que es una referencia poética a los grandes cataclismos del mundo y la historia: Terremotos, maremotos, deslizamientos de tierra, inundaciones...
No temeremos, ante las grandes catástrofes de la vida, ante las adversidades más agónicas, ante los problemas más serios, ante las dificultades más destructivas. […]
El salmista desea afirmar la esperanza ante los problemas que no son superficiales y comunes, los conflictos que pueden llegar a sacudir los cimientos de nuestra fe, y las dificultades que tienen como objetivo minar el fundamento de nuestra esperanza.
Esto último es lo más terrible como amenaza, porque cuando el caos se acerca para apoderarse de nuestra vida, trata de reinstalar el desorden y la falta de paz y armonía. A veces puede ser una sensación de que algo grande y poderoso se viene contra las personas y comunidades, a veces se cuenta con más datos para presentiorlo, pero lo cierto es que las palabras del salmista remiten a una experiencia posible, viable, de que todo acabe estruendosamente en una cadena de males para la vida individual y colectiva. Pagán especifica y lo hace con realismo:
El salmista no se refiere en el Salmo a los problemas rutinarios, alude a las dificultades extraordinarias.
No se refiere al dolor de cabeza, sino al tumor cerebral; no se refiere al problema estomacal, sino al cáncer interno; no se refiere al desangrado común, sino a la leucemia; no se refiere al catarro producto de las defensas bajas, sino al sida…
… no se refiere las diferencias de opinión matrimonial, sino a la ruptura del compromiso por la infidelidad; no se refiere a alguna dificultad de «cash flow», sino a la quiebra del negocio; no se refiere a alguna crisis social del pueblo sino a la anarquía que lleva a las comunidades a su autodestrucción.
El poeta se refiere en el Salmo al problema particular de proporciones gigantes, a la dificultad impensada, a la adversidad extraordinaria, a la crisis total y angustiante, al conflicto que confunde y desorienta.
Ante todo ello, la frecuente exhortación bíblica es a no temer y a confiar en ese gran baluarte, en essa gran muralla que es el Dios de Jacob, quien ha apostado su poder para estar del lado de los débiles y de quienes reconocen su fragilidad ante factores, fuerzas, sistemas y estructuras que están por encima de ellos, incomprensibles y contradictorias, con discursos o relaciones aparentemente amables, pero que pueden ir en contra de su seguridad y estabilidad.
2. El futuro humano y la fortaleza espiritual
Un lenguaje y perspectiva similares maneja el apóstol Pablo en Romanos 8, adonde describe una cadena de situaciones no solamente posibles sino que ya estaban ocasionando “bajas” entre el pueblo de Dios en el sentido de minar la esperanza y desgastar sus reservas espirituales. Pablo escribe a unas comunidades que él no había fundado y que vivían, como nosotros hoy, en una gran metrópoli sacudida por vaivenes políticos, económicos y sociales. La palabra clave es “apartar”: “¿quién podrá hacer eso con nosotros en relación con el amor de Dios, probado y demostrado hasta el colmo en la cruz de Crisro?”. En Pablo, las dimensiones del riesgo son, también, enormes, sobre todo porque las comunidades formaban parte del engranaje social de un imperio en marcha, que devastaba y desgarraba pueblos con tal de obtener su beneficio. La reflexión teológica despega hacia una forma de realismo que no duda en especificar los diversos nombres de los problemas: problemas, sufrimientos, dificultades (lo abstracto), hambre, frío, peligros, muerte (lo específico). Hoy podríamos agregar: narcotráfico, violencia, desempleo, inflación, inseguridad, etcétera.
Luego de afirmar la extrema distancia entre el pecado humano y la justicia de Dios, el texto subraya la absoluta seguridad de que la entrega de Dios en Cristo (v. 32) no participa del circuito sacrificial en el que vivimos todavía hoy, sino que esa entrega posibilita las demás. La única fuente profunda de nuestra seguridad es la fidelidad de Dios a su pacto. Más allá del juicio, explica Karl Barth, la cercanía de Dios es como “el vuelco de todas las cosas”, ahora “¡nosotros [estamos] al lado de Dios! El Cristo entregado es el espíritu, la verdad, el siempre activo brazo de Dios”.[2] Después del juicio, la gracia, y en cada momento divino, la confluencia de ambas cosas: lo que para algunos puede y debe ser juicio, para quienes leen la realidad con los ojos de la fe, se trata de una oportunidad de la gracia de Dios para abrirse, una vez más, a su obra, a su intervención redentora.
Por ello es que las realidades materiales tienen que ser leídas en clave espiritual (no espiritualizante), algo hacia lo que nos resistimos demasiado, dadas nuestras tendencias conservadoras y tradicionalistas que suponen que el Dios revelaqdo en la historia bíblica es un mero espectador que contiene o detiene su poder ante situaciones que han escapado a su control. Ése no es el Dios de la Biblia, quien en cada giro que da la historia, siempre va varios pasos adelante. De ahí nuestras enormes dificultades para seguirlo al ritmo de la historia, que también nos exige, pues ésa es la doble obligación de los creyentes: estar atentos a las coyunturas del momento y a las exigencias históricas y transhistóricas que nos hace el Dios de la vida. Por eso confiamos en Él, con un ojo atento a las demandas del presente y con la esperanza puesta en el Inivisible quien, más allá de lo visible, nos anuncia y nos espera con un futuro mejor, lejos de nuestras mezquindades y corruptelas, de nuestras flaca solidaridad humana que cada vez se revierte más contra nosotros. No temer, incluso ante los peores augurios, es la verdadera fe solicitada y promovida por las Escrituras.
Como concluye Pagán, sobre la figura del Dios de los ejércitos (figura lamentablemente eliminada en la nueva traducción del himno de Lutero):
Para el salmista, el Dios de los ejércitos, el que no pierde una batalla y manifiesta su poder sobre batallones humanos, celestiales y angelicales, ha decidido estar al lado de su pueblo. Es un Dios de presencia, un Dios de acompañamiento, un Dios que está al lado nuestro en el instante oportuno, en el momento adecuado, en el tiempo pertinente, en la hora precisa.
¡El Dios bíblico ha decidido acompañarnos en nuestros peregrinares por la vida! ¡No nos deja! ¡Ni nos desampara! ¡No se aleja! ¡Ni se esconde!

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[1] S. Pagán, “Dios es nuestro ampñaro y fortaleza”, presentación de Power Point, en www.regionsur.com/descargas/salmos/Salmo%2046.ppt
[2] K. Barth, Carta a los Romanos. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1999, p. 395.

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