Por. Juan José Tamayo, España
En la celebración del V Centenario de la Reforma
Protestante, que ha contado con numerosos eventos conmemorativos en todo el
mundo a lo largo de 2017, he observado un silencio generalizado sobre
la Reforma Radical, corriente fundamental dentro del cambio de paradigma
teológico, eclesial y civilizatorio que supuso el protestantismo. Un
silencio que se extiende a la figura de Thomas Müntzer, uno de los principales
representantes de dicha corriente. Junto al silencio, pervive una imagen
deformada de su vida, pensamiento y actividad eclesial y política, que lo ha
convertido en una persona rechazada incluso dentro del mundo protestante.
Ha habido, con todo, algunas excepciones a dicho
silencio. Es el caso de varias instituciones teológicas guatemaltecas como la
Universidad Rafael Landívar, El Seminario Bíblico-Teológico de CEDEPCA y el
Seminario Anabautista Latinoamericano Semilla, que me invitaron en octubre de
este año a pronunciar una conferencia sobre la Reforma Radical y Thomas
Müntzer. Vaya mi felicitación y agradecimiento.
Las interpretaciones sobre Müntzer han estado
influenciadas por los juicios negativos, más aún, iconoclastas, de sus
adversarios dentro de la Reforma, especialmente de Lutero y Melanchton. Lutero
lo consideraba falso profeta, sanguinario y asesino, amén de poseído del diablo
por incitar a la sedición. Melanchton lo acusaba de graves errores como osar
pedir señales a Dios, no consolarse con la Escritura, ver en lo sueños un signo
de haber recibido el Espíritu Santo y, lo más grave, predicar la desobediencia
al poder, en contra del mandato de Pablo de Tarso de obedecer a la autoridad
temporal establecida.
Müntzer es el eslabón perdido de la Reforma
Protestante que necesitamos recuperar, liberarlo de los estereotipos
interesados de sus correligionarios y rehabilitarlo en su verdadera
significación histórica. Tal es la intención de este artículo. Müntzer fue
una personalidad compleja en la que confluyen diferentes sensibilidades
espirituales, intelectuales y políticas: la mística alemana, la apocalíptica y
los movimientos heréticos medievales, la familiaridad con la Biblia y la
crítica de los maestros de Wittenberg, especialmente de Lutero, por su alianza
con los príncipes.
La mística se encuentra en el centro de su
teología. La lectura de Tauler, discípulo del Maestro Eckart, supuso un cambio
fundamental en su vida, que algunos califican de “conversión”. La
experiencia mística es, para él, la conciencia de vaciamiento y abandono total
del ser humano en las manos de Dios, más aún, la identificación entre Dios y el
ser humano. Pero un abandono que no es pasividad, ni se queda en la esfera
intimista, sino que se traduce políticamente en la lucha contra los poderosos y
los vicios sociales provocados por ellos. Es el Espíritu, al que llama “nuestro
maestro interior”, el que actúa directamente en el creyente sin mediaciones
jerárquicas. Así, el cristianismo verdadero es el cristianismo del Espíritu.
Otra de las influencias fundamentales son los
movimientos apocalípticos y heréticos del Medioevo, especialmente el de la Era
del Espíritu del monje de Calabria Joaquín de Fiore y el de los husitas. Tales
influencias dieron lugar a la llamada “utopía quiliástica”, que se caracteriza
por la irrupción revolucionaria de la escatología en la historia. El
milenarismo de Müntzer adopta una actitud militante y lleva a la organización
de los campesinos y los mineros contra la Iglesia de los clérigos y la política
opresora de los poderosos, que condujo a la Guerra de los Campesinos,
calificada por Marx como “el hecho más radical de la historia alemana”, de la
que Müntzer fue uno de sus principales líderes.
Su teología política se encuentra en las
antípodas de Lutero. Hace una interpretación revolucionaria de la carta a
los Romanos 13, considerada hasta entonces la base teológico-bíblica de la
obediencia al poder. Para Lutero, la primera obligación de los gobernantes es
utilizar la espada para mantener el orden público y preservar la paz,
recurriendo incluso al poder militar, alegando que en dicha función contaban
con el apoyo de Dios. Müntzer, por el contrario, llama a los duques de Sajonia
a unirse a la sublevación del pueblo y a poner su espada a su servicio. De lo
contrario les advierte que será el pueblo quien les arrebate la espada y la
utilizará contra ellos. Justifica, así, la insurrección popular contra los
gobernantes perversos.
Una de las interpretaciones más sugerentes de
Thomas Müntzer es la que ofrece Ernst Bloch en su obra Thomas
Müntzer, teólogo de la revolución, de 1921 (versión castellana: A.
Machado Libros, Madrid 2002), donde defiende que la irrupción de la escatología
en la historia en clave revolucionaria, tal como aparece en la predicación y
práctica müntzerianas, es la mejor señal de que la religión no tiene
por qué ser necesariamente aceptación acrítica de lo existente, ni solo la
promesa de un futuro inaccesible, ni opio del pueblo. Más allá de la
interpretación economicista del marxismo ortodoxo, Bloch descubre en Müntzer un
plus de conciencia anticipadora, que no se reduce a los elementos económicos.
Estos no constituyen la motivación única, ni siquiera la más genuina del alma
humana.
El libro de Bloch plantea ya las relaciones entre
cristianismo y revolución, entre la visión cristiana y la visión marxista de la
historia, que, a su juicio “acaban por unificarse en una misma singladura y en
un mismo plan de operaciones”.
El final de Müntzer es bien conocido. El 15 de mayo
de 1525 fue detenido, sometido a un juicio sumarísimo, condenado a muerte y el
27 de mayo era decapitado delante de la puerta de Mülhausen junto con otros 53
revolucionarios entre los que se encontraba Heinrich Pfeiffer, el verdadero
líder de la Guerra de los Campesinos. Pero su ejecución no logró
acallar su proyecto mesiánico-milenarista-revolucionario, que jugó un papel
muy importante en los movimientos revolucionarios modernos y estuvo presente
entre los campesinos, obreros y burgueses en la Inglaterra de 1868 y en la
Revolución Francesa. Esta, a juicio de Bloch, difícilmente hubiera prendido
entre los sectores iletrados “tan solo por obra de Diderot, y aun de Rousseau”.
Ni siquiera el laicismo burgués fue capaz de eliminar la fuerza teológica
intrínseca al comunismo quiliástico.
Para un análisis más detallado de la figura y del
pensamiento de Thomas Münzter, además de la obra ya citada de Bloch, remito a
mi libro Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch (Tirant
Lo Blanch, València, 2015, 2ª ed.) y a Tratados y sermones, del
propio Müntzer, con introducción y traducción de Lluís Duch (Trotta, Madrid,
2001).
Fuente: Lupaprotestante, 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario